Aunque la exposición que el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona dedica al régimen del Apartheid sudafricano entre 1948 y 1994 no está centrada en los aspectos territoriales del sistema de exclusión racial, estos aparecen con frecuencia a lo largo de la muestra. En un sentido amplio, el sistema implicaba la posesión del 90% de las tierras del país por el sector blanco, menos del 20% de la población. En el plano específicamente urbano, el status legal otorgado a la segregación involucró en la práctica la necesidad de establecer documentos de pase de un sector a otro. Estos eran mayormente utilizados por el sector de población original africana que, desde los bantustanes, debía ingresar diariamente a los sectores “europeos” o blancos para realizar los trabajos de reproducción de las condiciones de privilegio de dichas áreas.
La legislación discriminaba entre blancos, “de color” (categoría que incluía hindúes, malayos, mestizos y otros orígenes étnicos) y negros o bantúes, que solo estaban autorizados a entrar en los territorios y ciudades de los blancos si se requería su trabajo, pero no podían concurrir a escuelas ni recibir asistencia hospitalaria en esas áreas (los recientes anuncios del Ministerio de Salud de Buenos Aires generan algún escalofrío en su reminiscencia de estas situaciones…). En aquellas áreas, en particular en el centro de algunas ciudades, donde se había desarrollado una mezcla racial inaceptable para el régimen, se llegó a la demolición de barrios completos y la reubicación de sus pobladores (como ocurrió con el Distrito VI de Ciudad del Cabo y sus 60.000 habitantes, por ejemplo). A los negros desalojados se los despojaba de su ciudadanía y se los localizaba en distritos (a los que se asignaba el status de supuestos países independientes) en los que en la mayoría de los casos jamás habían estado. Para su alojamiento se construían desangelados conjuntos de viviendas en los que las calles ni siquiera tenían nombre. En muchos casos, la clasificación racial y el distrito asignado para la relocalización implicaron la separación de matrimonios y familias enteras.
El Apartheid y el Muro de Berlín constituyen los dos modelos de segregación y exclusión física más emblemáticos de la época de la Guerra Fría. No obstante su coetanidad y la cercanía en el tiempo de sus respectivos derrumbes (físico en un caso, político en el otro…), el apartheid ha sido en general tratado como una especificidad local, en tanto que la Caída del Muro se considera un hito global que hasta da nombre a un entero cambio de época y, en general, al abandono de los sistemas comunistas en la mayoría de los países en que estos se habían implementado.
Esta supuesta limitación local del apartheid es contradicha en la exposición del CCCB, que muestra la manera global en que la diferenciación de base étnica se impuso en los países colonialistas europeos a partir del siglo XIX, con ramificaciones (o raíces…) en la ciencia y sus discursos sobre las “razas superiores” y la eugenesia. Hasta la industria del entretenimiento participó de esta construcción cultural y política, con las exhibiciones de individuos de origen africano en los circos y ferias, y de tribus completas en los “zoológicos” de seres humanos que se montaban hasta entrada del década de 1930. Fuera de Europa y del paroxismo nazi, el siglo XX registra un sinnúmero de situaciones de segregación oficializada, desde la prohibición a los indígenas mexicanos de entrar en el Zócalo del DF hasta las leyes raciales vigentes en gran cantidad de estados norteamericanos hasta la década del ’60.
Pero no solo existe una construcción previa de la ideología de supremacía racial, sino una herencia actual, ejemplificada por los expositores con la similitud entre las explicaciones del régimen sudafricano sobre la conveniencia de un desarrollo separado de los diferentes grupos étnicos, en relación a los discursos predominantes sobre las conveniencias de las fronteras migratorias. Este discurso no establece abiertamente una postura de supremacía de raza, sino que idealiza una supuesta igualdad de pueblos que se desarrollan sin involucrarse entre sí. En un documental de propaganda del régimen, un profesor negro arenga a sus alumnos en un distrito “independiente” sugiriéndoles que con dedicación “podrán llegar a los mismos resultados que los blancos, pero sin mezclarse en el camino” (quizás por pudor de no presentar a las víctimas como victimarios, la muestra no ahonda en las miserias del colaboracionismo negro, que fue necesario para imponer el régimen de separación, como tampoco en las disputas de los distintos movimientos rebeldes: ni siquiera se menciona a Winnie Mandela, ex esposa del prestigioso líder revolucionario).
La última sala de la exposición está dedicada a los dispositivos de cercado desarrollados en la frontera marroquí – española en Melilla a fin de evitar las avalanchas humanas que procuran ingresar al territorio europeo, y se complementa con la exhibición de noticias comparadas de la televisión sobre colectivos europeos e inmigratorios en las ciudades españolas. Un mural recuerda, mientras tanto, los nombres de las más de 8.000 personas fallecidas en las últimas décadas en las fronteras europeas como consecuencia de situaciones ligadas al control migratorio. Y en el patio de acceso, la instalación Seguridad con tráfico (control de ilegales), de la artista sudafricana Jane Alexander, reinterpreta la situación del triple alambrado de Melilla en clave de pesadilla surrealista.
Paralelamente, un seminario sobre Periferias Urbanas realizado en el mismo CCCB permitió relacionar algunas de las presentaciones con la cuestión migratoria y la temática del apartheid: según el geógrafo Oriol Nello, el evidente estancamiento de las tasas de natalidad europeas hace indispensable la inmigración como mecanismo de reposición de mano de obra. Comparó la cantidad de nacimientos producidos en Cataluña hace 50 años, alrededor de 150.000, con la registrada en el año 2006, de apenas 50.000; solo una fuerte corriente migratoria, como la que de hecho se está produciendo y que explica el aumento demográfico de Cataluña en los últimos 10 años (luego de décadas de estancamiento) puede permitir la reposición de la fuerza de trabajo utilizada por la economía regional. El francés Jacques Donzelot, por su parte, correlacionó la ubicación de las áreas del París metropolitano afectadas por la violencia en los meses pasados con el mapa de segregación por grupo étnico y por situación económica y postuló así la existencia de un cierto apartheid, ya no de base legal pero sí “de mercado”…
La propia realidad urbana sudafricana, más allá de los avances que se han experimentado en muchos campos, es similar en este sentido a la de cualquier sociedad occidental, y así la muestran las intervenciones artísticas que integran la muestra: Propiedad Inmobiliaria, una serie de fotografías peatonales o aéreas de Zwelethu Mthethwa, muestra las diferencias del paisaje de las periferias urbanas, entre las aglomeraciones de chozas y ranchos donde habita la parte más pobre de la población original, y las comunidades cerradas casi exclusivamente blancas que se desarrollan al interior de muros con vigilancia y protección privada. Living Standard Measures, una obra en forma de historieta de Anton Kannemeyer y Conrad Botes, ironiza sobre el gradiente urbano y social que correlaciona poder económico, origen étnico, hábitat y discurso: desde la choza del campesino negro en el interior, hasta la urbanización con campo de golf de la elite blanca, pasando por distintas versiones de la casita con jardín y distintos medios de movilidad, desde el carro tirado por caballos al automóvil de lujo… y el carrito de golf.
El discurso en el que se basa la segregación ya no es de corte racista, ahora apela a argumentos de seguridad y a las manifestaciones de violencia criminal que abundan en una sociedad aun marcada por la discriminación y los escandalosos contrastes sociales. Las marcas sobre el territorio y los discursos justificatorios son análogos a los de otras regiones; como señalaba Donzelot para París, ahora no es la ciencia ni la ley sino el mercado el que clasifica y separa los cuerpos en la ciudad.
Apartheid – El espejo sudafricano, Exposición en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), “una aproximación conceptual y visual a las viejas y nuevas formas de prejuicio y discriminación racial, a partir de una amplia selección de obra artística original y de material documental“. Comisario: Pep Subirós. Hasta el 3 de febrero en la sede del CCCB en el Raval.
Sobre los “muros de la vergüenza”, ver en café de las ciudades:
Número 19 I Tendencias – Política
Favelas en la ciudad: articular, no separar I Los muros de la vergüenza (II). I Jorge Mario Jáuregui
Número 14 I Tendencias
“Muros de la vergüenza” I Berlín, barrios privados, Palestina. I Marcelo Corti
Sobre la violencia en la periferia parisina, ver en café de las ciudades:
Número 38 I Política de las ciudades (II)
¿Arde París? I Reconstrucción social o represión. I Jean-Louis Cohen
Número 38 I Política de las ciudades (I)
“El circulo vicioso de la marginación“ I Jordi Borja y la violencia en el banlieue de París. I Jordi Borja