
Una interesante discusión urbanística es la que entablan partidarios y detractores de la concentración de edificios de sede judicial en áreas particularizadas de las ciudades, alternativa que comenzó a tener difusión internacional a partir de las experiencias canadienses y, en especial, japonesas. Mientras que algunos señalan las economías de escala y la mayor eficiencia administrativa y funcional de la concentración, otros cuestionan el alejamiento que esta solución puede suponer entre los ciudadanos y la justicia, relativizado y negado por los anteriores. Dos casos recientes aportan elementos al debate, pero a la vez son oportunos para otro tipo de reflexión.
A mediados de febrero se inauguró la Ciudad Judicial de Barcelona y L’Hospitalet, un conjunto de edificios destinados a albergar tribunales y servicios administrativos de la ciudad catalana y su suburbio más importante. El proyecto de David Chipperfield y Fermín Vázquez se compone de “un racimo” de edificios de volumetría cúbica, aparentemente desordenados, todos ellos con la misma composición de fachada, aunque diversos en el color de sus muros de hormigón.
Un concepto distinto es el que utilizaron el chileno Cristian Boza y los argentinos VSV en el Centro de Justicia de Santiago, también en funcionamiento desde hace poco más de un año. En el CJS, las distintas sedes componen un único edificio claustral, presentando una suerte de puerta de entrada hacia el centro de la capital chilena. La concepción monumental acentúa el carácter del edificio como asiento de uno de los poderes del Estado y componente fundamental del funcionamiento social, mientras que en Cataluña se apela a una imagen que parece enfatizar la diversidad de instancias del proceso judicial y adecuarse al vértigo de su ubicación metropolitana. La variedad volumétrica desdramatiza, si se quiere, la institucionalidad del edificio y el carácter de sus funciones; no obstante, también en este caso existe un atrio común de acceso a la mayoría de las sedes judiciales.

En este juego de similitudes y diferencias, la ubicación de ambos edificios coincide en su carácter periférico y en la intención de revitalizar o consolidar áreas de desarrollo metropolitano mediante la localización de equipamientos prestigiosos y atractores de público: la zona de la Plaza Cerdá (articulación entre la Zona Logística, la salida al Aeropuerto del Prat y el área central) en el caso barcelonés, el sur de la comuna santiaguina en la CJS.
Una idea similar fue la que motivó en 1999 la realización del concurso para la Ciudad Judicial de Buenos Aires, en un terreno de la siempre postergada Zona Sur. Sin embargo, el proyecto ganador (de los arquitectos Dergarabedian, Frangella, del Puerto, Parodi, Sardin, Ferrari y Frangella) nunca fue realizado, y casi 10 años después ni siquiera existe definición sobre su vigencia. Paradójicamente, se sostiene que la idea de realizar el CJS santiaguino surgió a raíz de dicho proyecto, suposición que encaja en los tiempos con los que se realizó la sede chilena: concursado en 2002, inaugurado a fines de 2005. La realidad edilicia de los tribunales argentinos sigue resultando deficitaria, en forma paralela a las fallas del sistema judicial en su conjunto (estas fallas no se solucionarán solo con una mejor localización urbana y con mejores edificios, pero resulta difícil pensar que la administración de justicia puede mejorar en un contexto edilicio inadecuado)

La posibilidad o no de concretar los proyectos urbanos y la obra pública es una de las marcas que distinguen a las ciudades. No hablamos de la capacidad económica: más allá de su promocionada bonanza, ni la economía chilena es tan distinta de la argentina ni los costos de realización de una obra semejante son tan desproporcionados como para explicar, al menos exclusivamente, la diferencia entre la suerte de ambos proyectos (en el caso de Barcelona, y también de Madrid, donde está en marcha la construcción de un complejo similar, puede hacerse una comparación semejante respecto a las ciudades italianas, donde resulta habitual la discusión sobre grandes proyectos que finalmente no se realizan o se concretan cuando ya sus proyectos han quedado retrasados en el tiempo). Por otro lado, en ambos casos las obras se realizaron a partir de distintas formas de partenariado público/privado, en los cuales la empresa desarrolladora de los proyectos es compensada a través de la concesión de estacionamientos, locales comerciales, oficinas, etc.
Este raro privilegio de “poder hacer”, que las ciudades y los ciudadanos afectados por la impotencia resolutiva de sus gestores suelen envidiar a las ciudades más activas, no implica tampoco que en el hacer se dejen de lado la racionalidad, la reflexión o el debate. Como tampoco hay que suponer que la imposibilidad de realizar se origine en un “exceso” de dicha reflexión y debate. Tampoco se habla del tristemente celebre “hacer, ya sea que esté bien o mal” (muy escuchado en Buenos Aires durante la intendencia de facto del brigadier Cacciatore…), y mucho menos del infame “roba pero hace”. En general, las ciudades que ponen en práctica mecanismos racionales y reflexivos de planeamiento suelen ser las que más posibilidades tienen de llevar a la práctica sus proyectos. Aunque curiosamente, en ocasiones una misma ciudad presenta “islas” de impotencia gestionaria que contradicen el dinamismo general que las caracteriza: la zona de las Glorias en el caso de Barcelona, por ejemplo. O en el caso opuesto de Buenos Aires, la concreción de Puerto Madero.
Prescindiendo de explicaciones fatalistas o irracionales, la explicación de estas diferencias en la capacidad de realización puede buscarse en diversos factores y en su eventual concurrencia: condicionantes políticos (disensos entre distintos niveles de la administración, las virtudes de los sistemas unitarios o federativos, la presencia o ausencia de liderazgo), herencias culturales, formas organizativas, contradicciones entre el sector público y privado, o incluso en la fortuita conjunción de personas más o menos “brillantes” o eficaces en un determinado momento de la historia…
MC
Sobre el Centro de Justicia de Santiago, ver también en café de las ciudades:
Número 6 I Entrevista
Lo propio, lo austero, lo contemporáneo I Estudio Vila – Sebastián – Vila: operar más allá del problema del edificio, para resolver los temas de la ciudad. Charla sobre los parques, las autopistas y el río en Buenos Aires, el Centro de Justicia en Santiago, los conflictos urbanos y la síntesis regional – universal.
Número 52 I Lugares
Santiago a la vanguardia I Los claroscuros de una ciudad en desarrollo I Marcelo Corti
Sobre el proyecto de Ciudad Judicial de Buenos Aires, ver su presentación en Arqa.