En el comienzo de la película, la acción se desarrolla en uno de sus legendarios recitales de “La Mona” Jiménez. El ídolo cuartetero saluda a los barrios de los que vienen sus fans con el código manual de su invención; los fans le piden el saludo utilizando las mismas señas. En el mismo concierto, Juan Cruz impresiona a Sara invitándola a su casa del Cerro de las Rosas, el barrio elegante cordobés. Los barrios como marca identitaria y los cruces barriales como condición del conflicto dramático aparecerán a lo largo de toda la acción, en una clave que supera a la del mero costumbrismo (esto es, por otro lado, un merito general de la obra).
Maxtor, el villano simpático, le explica en un momento dado a “la” Sara su teoría del frasco y las pulgas. Las pulgas metidas en un frasco cerrado se lastiman al golpear contra la tapa y se acostumbran a saltar bajito. Si se las saca del frasco, el trauma persiste y siguen saltando bajo, aunque ya estén fuera del frasco. Maxtor piensa que eso le pasa a la mayoría de la gente, salvo a unos pocos entre los que se cuentan él mismo y la Sara. Aun cuando esta quiera meterse un rato, voluntariamente, en “el frasco”. Los barrios cordobeses son un equivalente urbano del frasco de Maxtor. Juan Cruz necesita solo una amenaza de Maxtor para quedar secuestrado, solo y en su propia casa, por más que el 911 funcione y un amigo lo ayude.
Sarmiento describía a Córdoba como “un claustro encerrado entre barrancas” de un pozo. De caravana traslada esa claustrofobia del todo a las partes, de la ciudad a los barrios, pero con un guiño optimista. De la villa a General Bustos, de general Bustos al Cerro, del Cerro al barrio cerrado (“que loco hacer cola para entrar en tu propia casa”, le dice Sara a Juan Cruz), los personajes contradicen lo que el sentido común propone. Le pasa al Laucha cuando quiere convencer a Juan Cruz que nunca podrá llevar a Sara a su casa del Cerro y una foto insinuante de su ex novia lo contradice en el acto.
Rosendo Ruiz muestra con maestría la ciudad, sus paisajes fragmentados de fachadas prolijas conviviendo con paredes sin revocar, los altos y los bajos, los puentes sobre el Suquía. La historia es atractiva, los personajes creíbles, el guión impecable. Y optimista, porque los héroes y heroínas cumplen sus deseos: Penélope abre su peluquería, Sara consigue su empleo, Juan Cruz hace su muestra en el Caraffa y Maxtor se mueve con soltura en los dos mundos donde trascurre su vida. La película podría haberse filmado en cualquier otra ciudad y estaría bien, pero se filmó en Córdoba. Y está muy bien.
MC
Sobre la película, ver también la nota de Carola Inès Posic en este número de café de las ciudades.
Sobre cine y ciudad, ver también en café de las ciudades:
Número 69 | Cultura de las ciudades
Happy together | Cine y ciudad en cinco episodios (y la reconstrucción de Metrópolis en Buenos Aires) | Marcelo Corti |