“No se descubren ‘barrios’ como se ve un río; se los construye” dice Manuel Castells (1974, La cuestión urbana. Madrid: Siglo XXI), recentrando la perspectiva del discurso complaciente que naturaliza al barrio en tanto entidad urbana consumada, a aquella de la acción: territorio por re-crear, conquistar, por defender. El concepto de barrio así entendido es mucho más que una porción consolidada de ciudad, será meta a conseguir.
San Vicente es barrio porque fundamentalmente se sabe y se reconoce barrio. Los sanvicentinos cuentan una y otra vez, a todos los que quieran escuchar, aquellas anécdotas que los identifican, la fecha de creación, el primer loteo, el mercado, sus artistas plásticos, sus casas “patrimoniales”, las familias y sus nombres, el porqué de “la República” de San Vicente. Una y otra vez, entre asombrados y orgullosos, recrean su origen, consolidando los lazos y entramando sus vidas a un territorio a partir de definirse desde un colectivo “barrio”. Esta búsqueda de memoria construida se pone en acción en cada visita guiada que la Red de Vecinos ofrece a vecinos y no vecinos todos los últimos sábados de cada mes, en las mil y una notas presentadas para proteger las casas con valor de patrimonio, en las acciones en las escuelas promoviendo participación y en la preocupación por el estado de sus plazas.
El entramado subjetivo que identifica a San Vicente se hace corpóreo a partir de estas acciones y en las vivencias de sus habitantes y de quienes los observan. Recorrer San Vicente no es exactamente recorrer calles de cualquier sector consolidado de la ciudad, es más bien la sensación que vamos acumulando “fotos”, imágenes urbanas, instantáneas de un modo de “vivir en el barrio”. Las charlas entre vecinos, la silla y el mate en la vereda, el comercio de barrio y la compra doméstica, el misterio de la puerta de calle traslucida de algunas casas insinuando veladamente lo íntimo-interior. Nada es exactamente bonito o bello, ningún espacio posee cualidades sobresalientes, todo parece al borde de la decrepitud, cierto caos, cierto abandono; sin embargo, la cantidad de gente y de actividades que se despliegan ante nosotros, la manera casi íntima de relacionarse que determina una forma de “estar” en la calle, la sensación de seguridad que transmiten a la hora de consumir el espacio, hace que el observador se sienta un verdadero extranjero. La ciudad en su conjunto se diluye, nos reconocemos visitantes del “Pueblo de San Vicente” y por un día compartimos su experiencia.
Si observamos el espacio público en general, este no parece definirse por sus cualidades materiales, sino por la recurrencia en el uso como espacio para “ser vistos y oídos” (Hannah Arendt, 1958, “La condición urbana”), para construir una identidad individual a partir de la experiencia colectiva. Aun así, es seguro que el espacio físico, en tanto soporte y escenario de nuestra vida, posibilita o niega, mejora o empeora la manera de habitar el (nuestro) mundo. En San Vicente, ciertas cuestiones de comprensión física, han colaborado para que se recree, a casi 140 años de su “aparición”, la vida de barrio, o por lo menos esta es la hipótesis. Un origen de asentamiento autónomo de la ciudad de Córdoba como lugar de veraneo con el río como elemento, una estructura decimonónica con cuatro plazas articuladas por una avenida; el mercado como arquitectura de referencia, un tejido muy homogéneo sobre un fraccionamiento del suelo complejo que presenta una importante subdivisión en pasajes internos y lotes compartidos, son solo algunas de las características físicas que en conjunto refieren a un comienzo como espacio urbano integrado y homogéneo. Sobre este soporte, en cada época, la vida urbana se fue redefiniendo a la par que la ciudad se expandía y en ese proceso San Vicente trasmutó a industrial para luego trasmutar a residencial y hoy parece necesitar redefinir su rol en el conjunto urbano.
Mientras el espacio físico está a la espera de ser intervenido, la actividad del barrio se sigue desplegando sobre un soporte cada vez más degradado pero que aun así todavía parece ser útil para contener la vida barrial. La ausencia del estado municipal es seria, notoria y preocupante, sin embargo el barrio genera sus propias resistencias. Por momentos, los vecinos de San Vicente parecen asumir una actitud despreocupada frente a la indiferencia oficial, por momentos son concientes, pero en modo alguno parecen estar dispuestos a desaparecer en el magma de la ciudad que los contiene. Aún empobrecidos, aún desgastados, sus calles, sus plazas, sus colegios, sus zaguanes son recreados en nuevos y variados relatos que siempre los tienen de privilegiados protagonistas, historias que esperan ser contadas a los visitantes con tiempo para escucharlos y ganas de entender por qué San Vicente sigue siendo para ellos un lugar en el mundo.
CC
La autora es Arquitecta, Docente Investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba. De su autoría ver también en café de las ciudades:
Número 73 | Planes y Normativa de las ciudades
Planificación y crecimiento urbano en la ciudad de Córdoba | Acuerdos, disonancias y contradicciones | Celina Caporossi
Sobre el barrio San Vicente, ver también el Portal de San Vicente y el sitio de la Red de Vecinos y Asociaciones de San Vicente en la Web, y esta nota en café de las cudades:
Número 85 | Cultura y Política de las ciudades
El barrio San Vicente en Córdoba, Argentina | Entrevista a Desirée D´Amico | Marcelo Corti
Sobre Córdoba, ver también en café de las ciudades:
Número 52 | Cultura de las ciudades (II)
Sustantivos Colectivos 1. Barrio | Semiótica de una intervención propuesta en el Barrio Alberdi de Córdoba | María Griselda Angelelli
Número 62 | Economía y Cultura de las ciudades
Significaciones sociales vinculadas a la vivienda | El nuevo lujo, de la clase media a la clase alta; el caso de Córdoba | Manuel Alazraki, Carmen Añamuro y María Emilia Genaro
Número 73 | Lugares
Córdoba siempre estuvo cerca… | La ciudad de la Reforma Universitaria y el Cordobazo | Marcelo Corti
Número 73 | Historia de las ciudades
Ahí…, abajo, entre los pastos (la Ciudad Docta) | Córdoba en 1825, “forzada a replegarse sobre sí misma” | Domingo Faustino Sarmiento
Número 78 | Arquitectura de las ciudades
Ajedrez urbano | Tres movimientos entre la Máquina de Dios y Wall Street | Alejandro Cohen