Olvidada o ignorada por años en la Argentina, la región andina del noroeste está recuperando ahora cierta notoriedad y atractivo. Por un lado, los esfuerzos por promover el turismo en Salta, parte de una incipiente prosperidad que abarca las riquezas petroleras y la diversidad productiva de los sistemas agrarios (más allá de las sospechas sobre otros comercios non sanctos y de la desidia de su gobierno hacia la situación de Tartagal, incomunicada durante varias semanas por la rotura de un puente sobre el Río Seco). Por otro, la reivindicación ambiental y cultural de algunas geografías, como el valle de Las Yungas o la Quebrada de Humahuaca, recientemente declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. También, por que no, los aires de renovación política regional, que encuentran en el actual proceso boliviano la esperanza latinoamericana más contagiosa desde la recuperación de las democracias en la década del ´80, y una reivindicación de la cultura indígena que trasciende la folklórica fascinación “progresista” o la emulación “hippona” de las travesías beatniks por México o el Tibet.
Voy a Jujuy y recorro la Quebrada después de casi una década de ausencia y… sí, aparecen algunos signos del cambio: mayor afluencia de turismo extranjero, que además permanece en la región algo más que lo mínimo requerido para seguir viaje al Machu Pichu; algo similar con respecto al turismo mochilero (incorporando otros estratos sociales impensables años atrás: muchachas de colegio religioso de San Isidro, algunos rugbiers…), nuevas hosterías y locales de spa, restaurants de diseño, Tilcara como destino de fin de semana de los jóvenes de clase media alta de San Salvador. También, menos niños, casi ninguno, pidiendo moneditas o ropa a cambio de una copla o de modelar para una foto; quizás, producto de alguna campaña para no “asustar al turismo”, pero también un resultado de la creación de empleos de baja calificación que genera el turismo.
La Quebrada es geografía e historia, paisaje en su sentido más amplio de conformación territorial, humana y productiva. El eje del Río Grande y otros valles y quebradas enhebra, una serie de pueblitos (muchos de ellos de origen prehispánico) que sirven a la producción agraria o minera en la región. Todos, de una u otra forma, con sus arquitecturas monumentales blancas y su edificación civil adobera, sus calles estrechas y de límites bajos, sus historias de transculturaciones consensuadas o impuestas, definidas o en curso.
De sur a norte, si se llega desde Salta o desde el aeropuerto de Jujuy, los cerros van pasando de un verde tropical y exuberante a la aridez desangelada de la Puna (preludio exacto del Altiplano de Bolivia). En la Quebrada, la piedra en sus más diversos colores convive con los oasis de fertilidad que el Río Grande y el ingenio humano va creando en sectores acotados. Para uno de esos tratadistas del Renacimiento que con tanta seriedad clasificaban las obras de la naturaleza y del hombre, la rapsodia de los paisajes que se suceden en el recorrido sería una delicia de referencias: lo dramático, lo pintoresco, lo sublime aparecen y se reconvierten en cada recodo, en cada curva del camino. Para un ojo formado en las disciplinas contemporáneas, en cambio, el recorrido aporta un escenario único: los materiales y estratos geológicos, los datos históricos y sociales, la superposición y conflicto de culturas, la economía agraria y artesanal, la continuidad y transformación de formas y colores…
Y para el urbanista, el arquitecto o el esteta de la ciudad, la notable diversidad de paisajes urbanos compuestos a partir de elementos singulares comunes: callecitas estrechas con fachadas continuas, iglesias blancas y rotundas en lo geométrico, pircas (muretes de piedra) y otros recintos definiendo unidades productivas agrarias, el adobe y el revoque blanco. Purmamarca, por ejemplo, como escenario entre montañas con el telón de fondo del Cerro de los Siete Colores; Humahuaca, impasible sobre una apertura del valle; Iruya, escalonada al final de una quebrada memorable; la mítica Casabindo, zócalo de los cerros, etc.
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Ranchos, pircas, patios y paisaje entre Humahuaca y Calete.
Las prácticas humanas insertas en este territorio participan de esta riqueza: las productivas, con los milagros del cultivo en tierras áridas transformadas por el ingenio humano, y el desarrollo de la alfarería y el tejido como artesanías avanzadas. Las culturales: una música de vocación universal, con maestros como Jaime Torres, Fortunato Ramos o Ricardo Vilca; la austera literatura de Héctor Tizón; la filosofía de la “América profunda” que investigó Rodolfo Kusch; las celebraciones populares, particularmente ricas y participativas. En los encuentros de coplas, en el carnaval, en las procesiones, en las festividades, los diversos pueblos se encuentran y hasta los invitados pueden sumarse a la fiesta: en la Corrida de Toros que se realiza cada 15 de agosto en Casabindo, por ejemplo, los toreros se ofrecen libremente desde el público (el objetivo no es matar al toro, sino quitarle una vincha roja que este lleva en la testa…).
El turismo no es la única oportunidad económica que posee la Quebrada: el paso de Jama, al que se accede desde Purmamarca, restituye la posibilidad de una comunicación continental; la rica tradición social y cultural debe ser un patrimonio en el marco de una economía mundial que se vuelca hacia estos recursos. Pero, como en tantos lugares, la marea turística puede tanto contribuir al progreso genuino de la Quebrada como a consolidar las peores tendencias históricas. El fotógrafo Claudi Carreras ha retratado la situación de los indígenas de Altarcito, a pocos kilómetros de Tilcara, amenazados de ser expulsados de sus tierras para permitir la construcción de hoteles. Las comunidades han pedido a la provincia de Jujuy que expropie las tierras para dárselas en explotación, reparando una injusticia centenaria.
Otra amenaza es el descontrol de las urbanizaciones periféricas en los centros principales, tanto la que se produce de manera privada como la que se origina en los planes del estado, incluyendo la ubicación extraurbana de los nuevos programas de vivienda. Y, como una herida que deja huella en el territorio, la desaparición imperdonable del ferrocarril de trocha angosta entre San Salvador y La Quiaca.
El desafío es desarrollar esas nuevas potencialidades de la “economía de la experiencia”con un carácter inclusivo e innovador. La región tiene bases físicas, históricas y culturales para la promoción del desarrollo sustentable, la innovación tecnológica, la economía de base cultural, la mixtura. ¿Podrá el territorio andino del norte seguir ese camino contra una tradición centenaria de opresión, desidia e indiferencia?
Sobre las celebraciones de la Quebrada, ver el relato La Juventud Alegre, de Carmelo Ricot, en este número de café de las ciudades.
Ver la presentación de la Quebrada de Humahuaca como Patrimonio de la Humanidad.
Sobre el gran escritor jujeño Héctor Tizón, ver una breve biografía y algunos fragmentos en literatura.org.
Sobre la filosofía de Rodolfo Kusch, ver sus textos La salida del indio, Sin magia para vivir y Cuando se viaja desde Abra Pampa, y la nota de Pablo Cingolani en bolpress.com.
Ver la página Web del gran músico de Humahuaca Ricardo Vilca.
Sobre el turismo contemporáneo, ver las notas Bienvenidos a “la experiencia”, de Carmelo Ricot, El Guía, de Guillaume Apollinaire, y La seducción del Marais, de Joseph Alías y Mariona Tomàs en el número 13, y Berlín, Praga, Barcelona: “8 días 7 noches”, de César Cáceres Seguel, en el número 28 de café de las ciudades.