Comentario de El Misterio del Capital – (Por qué el capitalismo triunfa en occidente y fracasa en el resto del mundo) de Hernando de Soto, traducción de Mirko Lauer y Jessica Mc Lauchlan, Ediciones El Comercio.
Hernando de Soto es un economista peruano, muy cercano a las corrientes neoliberales. Desde esa mirada, viene realizando hace varios años una tarea de reivindicación de las potencialidades empresariales de la economía informal: su anterior libro, El otro sendero, destacaba la capacidad productiva y empresaria de los vendedores ambulantes peruanos, capaces de desarrollar una economía superior en volumen a muchas de las empresas del sector formal (estatal o privadas), a pesar de las prohibiciones, trabas y persecuciones que le impone la legalidad de Estado. Desde esa postura colaboró y se enfrentó sucesivamente con las presidencias de Alan García y de Fujimori, y con la candidatura de Vargas Llosa (a quien trató públicamente de “hijo de puta”, en lo que luego relativizó como una “pelea de arequipeños”).
En El Misterio del Capital, de Soto afronta otro punto clave de la economía subterránea: la vivienda clandestina, y en general los activos fijos de los pobres, carentes de regularización en los registros del Estado. La tesis del autor es que ese carácter ilegal impide darle a la vivienda de estos sectores el carácter de garantía prendaria de constitución del capital, que permitiría la formación de mercados de capitales en las economías del subdesarrollo. “La mayoría de los pobres – sostiene provocativamente – ya tiene los activos que necesita para hacer del capitalismo un éxito”. Según de Soto, cada parcela o construcción está representado en los países desarrollados en un documento de propiedad que permite a los activos “llevar una vida paralela a su existencia material”, y como tal ser utilizados para acceder al crédito. Cita en tal sentido el ejemplo de los Estados Unidos, donde la mayor fuente de capitales para la creación de nuevas empresas es la hipoteca sobre la casa del emprendedor.
Según de Soto, este sistema de representación de la propiedad formal tiene 6 efectos esenciales para la generación de capital: fija el valor económico de los activos, integra la información dispersa a un solo sistema, vuelve responsables a las personas, vuelve transables a los activos, integra a las personas en redes económicas, y protege las transacciones.
A diferencia de sus compañeros de ideología, de Soto no niega el fracaso de la economía capitalista en cuanto al cumplimiento de las profecías de prosperidad luego de la caída del Muro de Berlín, ni culpa de este fracaso a la falta de profundidad de las medidas recomendadas por la ortodoxia académica y de los organismos internacionales (veremos que no es su única atipicidad). El problema que señala de Soto es la incapacidad de constitución de mecanismos de multiplicación del capital, proveniente de la falta de garantías legales y jurídicas que emanan de este carácter clandestino de la principal riqueza de la mayoría de las personas, su vivienda propia. Y no lo considera un resultado de problemas culturales o de actitud: de Soto recuerda que el mismo problema tenían hace poco más de un siglo la economía norteamericana y europea (la época en que se generalizó en Estados Unidos el derecho a la tierra en virtud de las mejoras realizadas sobre ella), y hace poco más de 50 años la economía japonesa.
Es reconocido el tremendo esfuerzo que representa para las personas y familias más pobres de las economías subdesarrolladas la construcción de sus casas en barrios sobre los cuales no poseen títulos y en los que la mayoría de las veces ni siquiera hay normativas urbanísticas. De Soto describe gráficamente la dificultad de los pobres en acceder a su vivienda en la metáfora de quien debe “ponerse los zapatos antes que las medias”, aludiendo a la particularidad de tener que habitar antes de construir y construir antes de tener seguridad legal sobre la tierra, al contrario de lo que hacen los sectores pudientes. A la precariedad técnica, legal y social que ocasiona esta carencia, el autor agrega la precariedad fundacional del sistema capitalista en estas economías, que inhibe la formación de hipotecas y el otorgamiento de créditos.
Para apoyar su tesis, de Soto menciona un gran número de ejemplos en todos los continentes, evidenciando un gran bagaje de investigación y experiencia en la materia. Su propio equipo intentó, como ejemplo de sus tesis, obtener autorización legal para construir una casa sobre tierras del Estado en las afueras de Lima, proceso que llevó casi 7 años y más de 200 pasos administrativos. En Brasil, la construcción registró en 1995 un crecimiento de solo 0,1%, mientras que las ventas de cemento en el mismo período habían aumentado en un 20%, diferencia que solo podía explicarse en el hecho de que más de la mitad de la construcción no ingresaba jamás a ningún registro.
De Soto evita e incluso combate dos tópicos comunes del pensamiento de la derecha sobre estas cuestiones:
· la visión legalista a ultranza, que considera a los ocupantes clandestinos de terrenos clandestinos como delincuentes y no como a ciudadanos que ejercen de una forma desesperada su derecho al hábitat, a la ciudad, a la vivienda. Por el contrario, de Soto puntualiza que los nuevos pobres urbanos han creado industrias y barrios enteros y sostiene que “el grueso de la iniciativa empresarial en los países del tercer Mundo se encuentra entre los recolectores de basura, los fabricantes de artefactos y las compañías de construcción ilegales”. Ello son la solución y no el problema, sostiene de Soto al rebelarse intelectualmente (¡e incluso con citas de Manu Chao!) “contra quienes estereotipan a modestos empresarios como si ellos estuvieran contribuyendo a agravar el problema de la pobreza”. La aparente ilegalidad no es entonces un crimen, sino un choque entre el diseño de normas realizadas desde la base social y las que impone el poder formal. También replica lugares comunes habituales acerca de la extralegalidad como recurso para evitar el pago de impuestos: “operar subterraneamente nunca supone un costo cero”, y lo que en cambio decide el paso a la legalidad es su costo relativo.
· la visión culturalista de autores como Huntington, que al borde del racismo (probablemente, el borde interior…), y exagerando las tesis de Weber sobre la ética calvinista, considera que solo la civilización occidental, es adecuada para la implementación de la democracia y el capitalismo. Por el contrario, de Soto considera que el proceso de urbanización acelerado de las últimas décadas en los países subdesarrollados ha generado un proceso de división del trabajo y una virtual revolución industrial – comercial que solo estaría esperando ser descubierta.
De Soto atribuye las causas de la urbanización en los países subdesarrollados a la mejora en los caminos y comunicaciones, la influencia de los nuevos medios de comunicación (en especial de la radio), la crisis ocasionada por la modernización de las técnicas agrícolas, los problemas de la propiedad en el campo y los largos e incompletos procesos de reforma agraria, la menor mortalidad infantil y mejores salarios en las ciudades, las mayores oportunidades educativas y la cercanía a las burocracias. En definitiva, cuestiona el supuesto carácter irracional de las migraciones del campo a la ciudad: “la vida en las lejanas ciudades no solo parece mejor, lo es”. En las barriadas informales de las metrópolis latinoamericanas, se desarrolla una economía de gran eficiencia, con alquileres que se pagan en tiempo y forma y con una oferta abundante de vivienda. A diferencia de las zonas tugurizadas en los antiguos centros degradados, que “sucumben a la negligencia y a la pobreza, los refugios básicos de los pobres suelen verse progresivamente mejorados y paulatinamente dignificados”. Las organizaciones extralegales llegan a proveer infraestructuras básicas como caminos, agua potable, desagües, electricidad y transporte.
Por supuesto, la tesis tiene puntos grises: la sostenibilidad ambiental, la veracidad de las estimaciones de capital (¿alguien pagaría realmente ente 13.000 y 19.000 dólares por una vivienda precaria en las afueras de Manila, casi 30.000 dólares por una modesta casita informal en Lima, o 3.000 dólares por metro cuadrado en una zona manufacturera ilegal de la misma ciudad?), la relativización de la necesidad de regulaciones urbanísticas y ambientales (¿que pasa con la ocupación de tierras inundables o cultivables, con la extensión de las infraestructuras o su carencia, etc.?), el carácter mafioso de algunas de las organizaciones que se mencionan como ejemplos de gestión empresarial – urbana (¿de que hablamos cuando se cita la provisión extra-estatal de “administración de justicia y el mantenimiento del orden”, o de los rápidos procesos de desalojo de inquilinos morosos en las favelas?).
De todos modos, tanto en su faz explicativa como en sus menos convincentes sugerencias de acción (asumir la perspectiva de los pobres, cooptar a las elites, y hacerles frente a las burocracias jurídicas y técnicas), El misterio del capital resulta un aporte muy interesante a las nuevas teorías del derecho a la vivienda, que sostienen la integralidad del hábitat, la vivienda, el trabajo y la sostenibilidad ambiental, y refuerza por derecha la tesis de la facilitación y la integración de la ciudad informal. No es de extrañar entonces el silencio embarazoso de cierta prensa conservadora sobre este libro, y el entusiasmo que ha despertado en algunas organizaciones de base de comunidades barriales en América Latina.
MC
· Otra óptica sobre la integración urbana de los asentamientos informales latinoamericanos, en el sitio de Jorge Mario Jáuregui, arquitecto a cargo de varios proyectos de reurbanización en el marco del programa Favela Barrio, de Río de Janeiro:
· Una crítica “despiadada” a El misterio del capital en el artículo de Jorge Gascón “El misterio de la piedra filosofal”,
en la revista digital peruana de cultura Ciberayllu
· Ir al sitio del Banco Mundial dedicado a experiencias de participación y desarrollo impulsado por la comunidad.