Durante la filmación de Taxi Driver, Robert De Niro estaba seguro de que la película seguiría siendo un clásico “1.000 años despues de filmada”, según cuenta su director Martin Scorsese en una entrevista de 1987. Falta mucho para comprobar la veracidad de la profecía, pero al menos su primer cuarto de siglo no ha desmentido a De Niro.
La profesión de taxista le sienta bien al personaje de Travis Bikle: ex combatiente de Vietnam, individualista, solitario, anónimo, insomne (como “la ciudad que nunca duerme”…). Su conexión con el mundo está en crisis: no les da su dirección a sus padres, les dice que trabaja como agente del gobierno en misión secreta; para seducir a Betsy (integrante de la campaña presidencial de un político neoyorquino, interpretada por Cybill Shepherd) la lleva a ver una película porno. En la soledad de su cuarto ensaya poses y actitudes para enfrentar a sus enemigos con la ayuda de un arma. Frente al espejo, se dice como solitario interlocutor: “¿me estás hablando a mi? ¡Solo tú y yo estamos en este cuarto!” mientras desenfunda su revolver para apuntar al antagonista, o más bien a sí mismo, en el espejo.
Su víctima debería ser el candidato Palatine, a quien antes intentó convencer para que lo integrara a su equipo, pero lo descubren y huye a tiempo. Entonces se centra en Sport (Harvey Keitel), el gigoló pelilargo que explota a Iris (Jodie Foster), una niña de doce años escapada de sus padres. Al azar, como el Extranjero de Camus, juega su destino y pasa de asesino potencial a héroe mediático, recuperando inclusive la platónica admiración de Betsy.
La New York que proponen Scorsese y su guionista Paul Schraeder en Taxi Driver es dura, violenta, incomprensiva. Soledad, abyección y agresión se reiteran en las imágenes morosas del recorrido de Travis. El crítico Roger Ebert señala que hasta entonces (o más bien hasta una película anterior de Scorsese, la excelente Mean streets) el uso de la cámara lenta se reservaba para escenas románticas o bélicas. La visión de Scorsese fija el paradigma de la violencia urbana en el cine, influyendo sobre obras como las de Tarantino o Kitano, e incluso sobre gran parte de la publicidad y el videoclip posterior. Personajes urbanos bizarros, pero verosímiles, reconocibles; cierta ominosa maldad en los charcos de agua de la calles, en los reflejos de la luz, en las escaleras estrechas, en los portales, en los cristales empañados, en las siluetas que se descubren tras las ventanas… El taxi de Travis es como una cápsula amarilla que se interna en el mal.
Pero Scorsese no demoniza a su ciudad amada, a la que vuelve una y otra vez en su imprescindible filmografía. Agonizantes ya los gangs y las bandas étnicas que administran el bien y el mal en Mean streets, o más tarde en Buenos Muchachos o en Pandillas de New York, Taxi Driver es la epopeya de una individualidad desquiciada en una sociedad donde todos los discursos parecen vacíos, como el del candidato Palatine. “Una gran lluvia vendrá a limpiar todo esto”, profetiza Travis al final de la película. Dos décadas mas tarde, Scorsese se cita a si mismo con la historia de un paramédico desesperado, en la menos eficaz Bringing Out The Dead (Vidas al límite). Pero entre ambas, a mitad de los ´80, Scorsese repetirá en After hours (esta vez en clave humorística, con algún acento kafkiano) la epopeya anónima de Travis, ahora en la absurda noche que un yuppie anodino pasa en el Soho en busca de un romance ligero.
MC
El sitio Travis 76 contiene muy buena información sobre Taxi Driver e incluye la posibilidad de enviar comentarios personales de los visitantes.
La serie Nuestros antepasados es un homenaje a ciertas manifestaciones culturales precursoras de café de las ciudades. Los lectores/as están invitados a sugerir sus propios “antepasados” (solo se requiere justificarlos y demostrar por ellos una debida y auténtica veneración). El nombre de la sección repite el de la magnífica trilogía de Italo Calvino, que incluye las novelas El caballero inexistente, El vizconde demediado y El barón rampante. Ellos también, por supuesto, son nuestros antepasados.
Ver Uno contra todos, El Cuarteto de Alejandría y ¿Dónde queda Springfield?, en los números 15, 16 y 17, respectivamente, de café de las ciudades.