Lástima que sea una cualquiera…
La miseria que siguió a la Crisis del Sojazo duró algunos meses (apenas unos meses, dirán los que solo la vieron por televisión; unos interminables meses, los que perdieron hasta el alma). El Gobierno Provisional se preocupó, en primer lugar, por asegurar alimento a los más desposeídos; a eso ayudó la benevolencia del clima y el regreso de los diversos ganados desde los humedales en que los había confinado el monocultivo. La segunda preocupación apuntaba al armado de una Nueva Base Económica (NuBaE, como la definió el Ministro del área en su primer discurso; conocedor de trucos lingüísticos, el Ministro sabía que darle a su invento una sigla le daría a la vez identidad y darle identidad, aunque más no fuera simbólica, pondría en marcha las expectativas de las que se alimenta toda economía sustentable…).
En realidad, la Nueva Base apareció espontáneamente, como sostienen algunos que se dan las cosas en un mercado perfecto. Se ha hablado mucho sobre los marcos técnicos y sociales que rodearon el nuevo risorgimento argentino (la baja de las tarifas aéreas, los problemas geopolíticos en el Caribe, la relativa benevolencia de la situación ambiental, el nuevo rol energético de algunos cultivos, obviamente las ventajas cambiarias) pero ningún análisis serio puede prescindir del rol que tuvo en esa sorpresiva reactivación la coincidencia simultanea de decenas de miles de decisiones de mujeres (y también hombres) que, siguiendo dinastías familiares o contrariando los deseos de los suyos, ayudadas por su cuerpo o su simpatía, liberadas por la miseria de trabazones morales, asumieron con distintos grados de resignación o entusiasmo la única tarea que les ofrecía una expectativa razonable de ingresos. En cuestión de semanas, calles y barrios completos de las principales ciudades fueron escenario para una extendida e impensada geografía del amor (o al menos, del comercio de sus placeres…).
Se ha calculado que el número de personas dedicadas a la NuBaE superó, en su momento culminante, la de empleados y empleadas de comercio (al menos, los registrados en el sector formal). Si meses después la reactivación permitió que se volviera a mostrar el perfil de servicios anterior a la crisis, no fue por un retroceso del sector sino, al contrario, por el reciclaje y blanqueo hormiga de los billetes de 10, 20, 50 y 100 dólares (según los casos) que los visitantes extranjeros dejaban en cada pase (palabra que con su significado del momento quedó incorporada a la mitología popular argentina, a los juegos lingüísticos, a las ironías de oficina) y que las chicas (y chicos) retornaban al circuito comercial convencional. Dejémoslo claro: que los y las visitantes visitaran las cataratas y los glaciares, que admiraran las quebradas y los esteros, que consumieran bifes de chorizo y compraran ropa de cuero, también contribuyó a la NuBaE. Pero la mayor parte de los que llegaban a Ezeiza tenían claro el sentido primordial de su visita, el objetivo básico del viaje al confín del planeta.
Fue en esos días en que me separé de Lucy. Aun en la pelea final, siempre supe que con ella se iba de mi vida, al menos por un tiempo doloroso, la felicidad como sustancia compartida. No niego el alivio que sentí al quedar solo, ni la imposibilidad fáctica de continuar la farsa de nuestro matrimonio: digo que con Lucy se iba la felicidad; no era el amor, entiéndanme, ella era la felicidad.
El día en que se fue yo estaba hablando por teléfono con una compañera de oficina, que estaba pasando un proceso de entropía sentimental muy similar al mío. Corté para saludar a Lucy, que se iba llorando, y luego llamé a mi amiga y la invité a mi departamento; vino, y por precaución apoyé una mesa contra la puerta por si ella volvía.
Después rodé en mil amores. Llamé frivolidad a mi desesperación; amanecí en casas extrañas, fui ingenuo y fui malvado. Por una infame ecuación evalué los costos del amor gratuito y los del amor pago: como había previsto, el consumo de tiempo, el desgaste emocional y la propia expensa numeraria eran más favorables a mi interés cuando pagaba que cuando creía seducir. Anduve por burdeles y caminé todas las calles de la infamia; practiqué todas las ruindades, probé todos los pecados. Me ocurrió salir de fiestas honorables, con buenas gentes, y despedirme para buscar el placer de un encuentro inapropiado. Fui confidente y ministro de las putas. No ahorré dinero ni inconsciencias; dije amores mentidos y aconsejé como amigo. Me gustaba hacerme confiable y averiguar el nombre secreto de las chicas. A una de ellas le escribí:El sexo perfecto de Paula es el centro de gravedad de nuestros cuerpos y nuestros tiempos (¿cuántas veces dormiré con mi mano refugiada en sus pliegues, cuantas veces lo besaré lánguidamente, cuantas veces beberé su jugo inagotable, lo buscaré furtivamente en la oscuridad?).Cada sonrisa de Paula, cada movimiento de sus ojos, es una instrucción para procurarle un nuevo goce, un nuevo ángulo para buscar sus perfecciones, una nueva manera de combinar besos y caricias, obscenidades y miradas. Como la alfombra o los almohadones, mi propio cuerpo es un instrumento del poder de Paula, que se abre y se cierra a todos mis sentidos con una cadencia rigurosa y caliente.De ella te atraen dos movimientos opuestos y complementarios, la Accesibilidad y la Indiferencia.Availability.Pero ninguna mujer nace para puta…
Expulsado de todos los paraisos, rechazado (por tibio) en el el infierno, armé con mentiras mi propio purgatorio.
Llamé memoria a las mentiras, y así fueron verdades, y entonces mi invención fue infierno. ESO PASÓ. Hoy se saludar a la Belleza: hoy hago del amor proyecto y texto.
Una tarde, en un privado de la Avenida de Mayo, pasé con Dakota, una rubia que estudiaba kinesiología. Me gustó lo que hacía y volví uno o dos días por semana en los meses siguientes. Una noche, después de cenar con una amiga y acompañarla a su casa, pasé por allí y arreglé un combinado con Yanina. La sesión fue tan salvaje como falsa. Al terminar, agradecí a Yanina y me quedé una hora más con Dakota (cuyo nombre verdadero, me contó esa noche, era Vanesa). Vanesa me explicó que Yanina era en realidad la Dueña, que solo hacía algunos pases con clientes de confianza, pero más que nada para auditar la labor de sus pupilas. Me dijo que su esposo había muerto meses atrás; por algunas referencias inferí que era el famoso Depredador francés sospechado de algunas muertes en el Teatro San Martín durante la locura del Sojazo (recordarán que estuve allí ese día, en la extraña conferencia mitzuodiana).
Meses después, ya rescatado (con la primavera, todo ha cambiado), me encontré con Vanesa en un drugstore de Libertador. Me costó reconocerla, ya no era rubia. Estaba trabajando sola, o mejor dicho con una amiga con quien se cuidaba mutuamente (las ayudaba además un ex policía que habían contratado como chofer). La invité con un café y aceptó, porque esperaba a su amiga que venía de un pase en un hotel cercano. Estaba irritada con Yanina, habían discutido por porcentajes y terminaron peleadas; allí me dio su versión de la muerte del Francés.
Según Vanesa, el Depredador había sido asesinado por un amante de Yanina, un Comisario de la Federal que lo había reconocido de un episodio en el pasado. Se lo había contado una chica que involuntariamente había visto el momento en que el rati se llevaba a Jean Luc, muy borracho, apuntándolo con “la provista” en la espalda. Días después aparecieron dos dealers de baja jerarquía degollados en el Bajo Flores y aprovecharon para adjudicarles lo de Jean Luc, porque al revisar la pieza de la pensión en que se alojaban la policía encontró su reloj y una calculadora que la viuda reconoció como del muerto. Según Vanesa, Yanina no podía ignorar el rol del amante en la muerte del padre de su propio hijo; como a pesar de sus palabras note alguna duda en la forma de decirlo, le respondí que a veces no queremos darnos cuenta de lo más evidente. Iba a hablarle de la redundancia como el camino que el arte ha encontrado para contrarrestar esa ilusión perceptiva, pero ya Vanesa me estaba diciendo, tal vez para cerrar una conversación imprudente, que quizás yo tuviera razón.
Vanesa sabía cosas que yo no; yo sabía cosas que Vanesa no, pero con lo que ahora me contaba comenzaba a cerrar el enigma del Depredador. Me quedaba por saber si el Comisario había vengado el episodio de la escalera en el San Martín o algún asunto de vieja data cuando el francés aún era servicio. Cuestión de revisar algunos archivos y hacer alguna consulta a los conocidos del diario; en todo caso, mantuve la asimetría informativa con Vanesa. Pagué los cafés y le pedí que esperara un minuto, fui al minimercado y le compré unos chocolates para su hijo. Agradeció el detalle, pero me pareció que esperaba la pregunta por un pase; yo en cambio salí a Libertador y corrí un taxi que recién quedaba libre.
CR c/VR
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política.
Verónicka Ruiz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació en México, estudió geografía en Amsterdam y psicología en Copenhague.
En entregas anteriores:
1: SOJAZO!
Un gobierno acorralado, una medida impopular. Siembran con soja la Plaza de Mayo; Buenos Aires arde. Y a pocas cuadras, un artista del Lejano Oriente deslumbra a críticos y snobs.
2: El “Manifesto”
Desde Siena, un extraño documento propone caminos y utopías para el arte contemporáneo. ¿Marketing, genio, compromiso, palabrerío? ¿La ciudad como arte…?
3: Miranda y tres tipos de hombres
Lectura dispersa en un bar. Los planes eróticos de una muchacha, y su éxito en cumplirlos. Toni Negri, Althuser, Gustavo y Javier.
4: La de las largas crenchas
Miranda hace un balance de su vida y sale de compras. Un llamado despierta la ira de una diosa.
El narrador es un voyeur. Bienvenida al tren.
5: El Depredador
Conferencia a sala llena, salvo dos lugares vacíos. Antecedentes en Moreno.
Extraño acuerdo de pago. Un avión a Sao Paulo.
6: Strip tease
Ventajas del amor en formación. Encuentro de dos personas que no pueden vivir juntas pero tampoco separadas. Miranda prepara (y ejecuta con maestría) la recepción a Jean Luc.
7: Nada más artificial
Extraño diálogo amoroso. Claudio parece envidiar a Jean Luc, pero sí que ama a Carmen.
Virtudes de un empresario, razones de una amistad.
8: Empresaria cultural
Carmen: paciencia, contactos y esos ojos tristes. Monologo interior ante un paso a nivel.
Paneo por Buenos Aires, 4 AM.
9: La elección del artista
Bullshit, así, sin énfasis. Cómo decir que no sin herir a los consultores.
La ilusión de una experiencia arquitectónica. Ventajas de la diferencia horaria.
10: Simulacro en Milán
La extraña corte de Mitzuoda. Estrategias de simulación. Las afinidades selectivas. Una oferta y una cena. La Pietà Rondanini. Juegos de seducción.
11: Más que el viento, el amor
Al Tigre, desde el Sudeste. El sello del Depredador. Jean Luc recuerda la rive gauche, Miranda espera detalles. La isla y el recreo. Secretos de mujeres. El sentido de la historia.
12: El deseo los lleva
La mirada del Depredador. Amores raros. Grupo de pertenencia. Coincidencias florales. Influida y perfeccionada. Un mundo de sensaciones. Abusado por el sol.
13: Acuerdan extrañarse
Despojado de sofisticación. Las víboras enroscadas. Adaptación al medio. Discurso de Miranda. Amanecer. Llamados y visitas. ¿Despedida final? Un verano con Mónica.
14: No podrías pagarlo
Refugio para el amor. Viscosas motivaciones. Venustas, firmitas, utilitas. Una obra esencialmente ambigua. La raíz de su deseo. Brindis en busca del equilibrio.
15: La carta infame
Estudios de gestión, y una angustia prolongada. Demora inexplicable.
La franja entre el deseo y la moral. Lectura en diagonal a la plaza. Sensiblería y procacidad.
Entrega 16: En la parrilla de Lalo
Paisaje periférico. Estudio de mercado. Sonrisa melancólica, proporciones perfectas.
Un patrón apenas cortés. Elogio del elegante. Suite Imperial. Desnudez y democracia.
Entrega (17): La investigación aplicada
Más de lo que quisiera. Temas de conversación. La insidiosa duda.
Estrategia del celoso. Peligros. La casa del pecado. Suposiciones y conjeturas.
Entremés – Solo por excepción (I) / La drástica decisión.
Entremés – Solo por excepción (II)/ Los trabajos y los días
Entremés – Solo por excepción (III y última del entremés)/ El experimento Rochester.
18: La afirmación positiva
Una visión panóptica. La eficacia de las caricias. No lejos de la fábrica.
Los motivos de su conducta. Hipótesis oportunista. Certero impacto del Artista Pop.
19: El amor asoma su sucia cabeza
Hipótesis de conflicto – El perseguidor – Preguntas capciosas – Efectos colaterales –
Sólo en Buenos Aires – La tristeza de un jueves a la tarde
20: La forja de un rebelde
Propuesta del superior – Llegar tarde a todo – Disciplina y cinismo – La luz y el aire del Sur – Adiestramiento de un servicio – Los pruritos morales – Doble agente
21: Al servicio de la República
La llegada a América y las primeras misiones – Jean Luc seduce a propios y extraños –
Por la razón o por la fuerza – Foja de servicios – El hombre justo en el lugar equivocado
22: ¿Qué pasa, General?
Pequeño apartamento en Las Condes – Aeropuerto ´73 – Balada del mochilero –
Dos puntas tiene el camino – El trabajo ya está hecho – Reciclaje y redención
23: Suite Mediterránea
Mujer en el balcón – Vernissage – Lo útil y lo agradable – La entropía de un matrimonio feliz – Animales – Los caminos del arte contemporáneo – Hipertexto y collage
Entrega 24: Una walkyria conurbana
¿Vivís por acá? – No somos perras – La prohibición de involucrarse – Ningún cuidado es excesivo –
Reconversión en el área servicios – Aparición del príncipe azul
Entrega 25: Vidas paralelas
El pisito – Carmen en vuelo -Una ruptura civilizada -La primavera de Praga -Permanencias y rupturas –
No el amor, sino la felicidad – Dos vidas, un cuerpo
Entrega 26: El 18 Brumario de Jean Luc (Depredador)
Fin de semana salvaje – Trampas del destino – ¿Qué vas a tomar? – La objeción confirmada –
Si quieres que algo resulte, hazlo tu mismo – Justicia poética
Entrega 27: La playa del amor
La vanguardia de los cangrejos – Calor, calor – Un mundo feliz – ¡Vivan los novios! –
Las comparaciones siempre son odiosas – Creced y multiplicaos – Dilema de los felices
Entremés ensayístico – Crítica a la Galería Grierson (I) / ¿Fin de época?
Entremés ensayístico – Crítica a la Galería Grierson (II) / Entre Giedion y el psicoanálisis
Entremés ensayístico – Crítica a la Galería Grierson (III y última del entremés ensayístico) / La clave topológica
Entrega 28: El buen ladrón
Una performance espontánea – Arte y Política se confunden en las calles – La amenaza – El Depredador completa su traición – Snobismo de un genio – ¿Revolución o anacronismo?
Entrega 29: Flor de fango, una cualquiera
La transición – El óptimo de Pareto – Culpas compartidas – El mejor de los mundos posibles – La que peca por la paga – La línea del oeste – Vivir su vida
Entrega 30: Doble de cuerpo
Itinerario de un artista – Exposición multimedios – La fuga del hastiado – Indicios de una alteración – Opera prima y consagración – La música de los espacios secuenciales
Entrega 31: El eterno retorno
La decepción – Lo mejor de nuestra vida – Discreto encanto de una burguesa – Yo daré la media vuelta – La razón no entiende – Siempre nos quedará Milán – Confortable
Epílogo (primera parte)
Donde se explica el derrotero de nuestros héroes y heroínas en los meses sucesivos, haciendo hincapié en las nuevas circunstancias personales y profesionales que experimentan y en lo definitivo o (en la mayor parte) transitorio de las configuraciones psico-sociales que estas vicisitudes individuales y sus interrelaciones van dibujando.
Epílogo (segunda parte)
Donde se explica un curioso episodio de paternidad compartida, falseamiento de identidades y retiro del mundo.