N. de la R. El texto e imágenes de esta nota fueron publicadas originalmente en exit-express.com, una publicación del grupo EXIT, a quienes agradecemos la autorización para reproducirlos en café de las ciudades.
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«Lo más hermoso de Tokio es el McDonald’s. Lo más hermoso de Estocolmo es el McDonald’s. Lo más hermoso de Florencia es el McDonald’s», proclamaba Andy Warhol compulsivamente. Como ya proponía hace unas décadas el padre del pop, las grandes ciudades contemporáneas tienen, ciertamente, el perverso poder de hacernos sentir como en casa, como si estuviésemos, en muchas ocasiones, en un lugar re-conocido, reviviendo así las mismas secuencias, contemplando las mismas imágenes y transitando por espacios, tiendas y restaurantes muy semejantes (muchas veces idénticos, como en el caso del McDonald’s). Para algunos, como Warhol, esto puede reportar una sensación reconfortante y agradable, como si viviésemos un dulce y apacible engaño; para otros, quizás se trate más bien de una vivencia pesadillesca, al estar reviviendo una y mil veces los mismos patrones y experiencias estéticas, como si fuese imposible escapar del eterno retorno de lo siempre igual, multiplicado visualmente a través de la publicidad, las franquicias y los simulacros urbanos allí por donde pasemos. Desde luego, actualmente el espectáculo ubicuo se hace fuerte en el no-lugar; se extiende sin límites, saltando de ciudad en ciudad, de país en país, de continente en continente. No hay escapatoria posible. Una vez en el espacio urbano, este nos recibe con un fulgor deslumbrante y, mostrando una sonrisa de oreja a oreja, exclama por todo lo alto: ¡Bienvenido a la Ciudad Genérica!
Anastasia Samoylova, Beauty salon, Milán, 2022. © Anastasia Samoylova
Muchas de estas cuestiones son las que aborda Anastasia Samoylova en su trabajo fotográfico y especialmente en su proyecto Image Cities, que actualmente se expone (del 1 de junio al 27 de agosto de 2023) en la Fundación Mapfre de Madrid. El proyecto de Samoylova, ganador de la I edición del KBr Photo Award, constituye un estudio visual de la integración de la imagen fotográfica en el entorno urbano. Este trabajo, iniciado en Moscú (donde creció la artista) y en Nueva York a principios del verano de 2021, se ha ido completando en otras ciudades como Ámsterdam, París, Londres, Bruselas, Tokio, Madrid o Barcelona gracias al KBr Photo Award.
Para algunos, como Warhol, esto puede reportar una sensación reconfortante y agradable, como si viviésemos un dulce y apacible engaño; para otros, quizás se trate más bien de una vivencia pesadillesca
Anastasia Samoylova, Female Lead, Times Square, 2022. © Anastasia Samoylova
El premio, promovido por Fundación MAPFRE, se puso en marcha en 2021 como una ambiciosa iniciativa que busca apoyar y promover propuestas de fotógrafos actuales vinculados de alguna manera a la fotografía documental. Desde 2007, esta tradición ha sido uno de los ejes principales del programa de exposiciones fotográficas de Fundación MAPFRE, así como de su colección fotográfica, que alberga obras de Walker Evans, Lee Friedlander o Lissete Model, entre otros. Siguiendo la estela de esta tradición, la obra de Anastasia Samoylova aporta un lenguaje y una visión renovados dentro de esta práctica documental, incorporando imágenes vibrantes de paisajes urbanos en un mundo ambivalente y contradictorio que vive actualmente un periodo marcado por grandes crisis, no sólo de carácter económico, sino también climático e incluso sociocultural.
La autora recorre las ciudades y fotografía las imágenes de marcas de moda, belleza, propaganda de bancos o de inmobiliarias que proliferan en las fachadas, las vallas publicitarias, los autobuses y los distintos soportes publicitarios urbanos. Anuncios a menudo monumentales que pueden encontrarse en cualquier metrópoli y que hace que estas vayan perdiendo su individualidad para ir convirtiéndose en una sola, unificada. En la era actual de economías neoliberales, mercados financieros interconectados e imágenes globales, los centros económicos y culturales internacionales se parecen cada vez más. Sin embargo, ciudades como Nueva York, Moscú y Londres intentan resaltar su individualidad, a menudo dando un nuevo significado a su historia específica. A pesar de este deseo, todas estas ciudades avanzan hacia un paisaje urbano genérico de arquitectura anónima de acero y cristal en el que viviendas, oficinas y tiendas son indistinguibles. El proyecto de Samoylova examina de cerca el papel que desempeña la fotografía en la creación de esta brecha ideológica entre una supuesta identidad urbana y su realidad.
Anastasia Samoylova, Luxury fashion advertisment, Tokio, 2022. © Anastasia Samoylova
En palabras de la comisaria Victoria del Val, «Samoylova nos muestra muchas ciudades, pero podríamos decir a la vez que se trata de una sola, unificada por la serialidad, por la repetición en la sucesión de imágenes». Esa representación gráfica de la gran urbe global incita a pensar en la brecha existente entre la identidad que quieren proyectar las ciudades y su realidad cotidiana. «En las imágenes de Samoylova», añade Del Val, «hacemos un recorrido por núcleos urbanos en construcción o transformación en los que las personas apenas encuentran su sitio. Son paisajes donde se acumulan grúas, andamios, paneles y falsas fachadas que ocultan edificios en obras anticipando en sus rénders el prometido resultado que nos espera detrás. La figura humana aparece entre toda esta imaginería publicitaria a gran escala como una especie amenazada, minúscula, que ha sucumbido al triunfo del consumismo, la especulación y el lujo».
La autora recorre las ciudades y fotografía las imágenes de marcas de moda, belleza, propaganda de bancos o de inmobiliarias que proliferan en las fachadas, las vallas publicitarias, los autobuses y los distintos soportes publicitarios urbanos.
Anastasia Samoylova, Green Umbrella, Zúrich, 2022. © Anastasia Samoylova
Como apunta la propia Samoylova, las metrópolis postindustriales expulsan a sus habitantes, con nuevos edificios residenciales «diseñados para acomodar a los ricos, con bloques y bloques de caros cubos de cristal tintado para apartamentos que hacen juego con el cristal de las torres de oficinas que componen un horizonte que recuerda a las imágenes generadas por ordenador de los videojuegos futuristas». Dentro de este paisaje urbano, explica la fotógrafa, «se vislumbra el pasado urbano, ahora reducido a dispositivos de marketing. La arquitectura histórica restante se reinventa como patrimonio, con un precio aún más elevado».
Anastasia Samoylova, Eyes Cutout, Moscú, 2021. © Anastasia Samoylova
Anastasia Samoylova, Peeling poster, Los Angeles, 2022. © Anastasia Samoylova
Desde sus primeros trabajos, una de las principales preocupaciones de Samoylova ha sido la composición de sus imágenes, perfectamente estudiada y con elementos superpuestos, clave para obtener los resultados que busca. Estos collages, generalmente creados con imágenes libres de derechos tomadas de internet, son impresas, recortadas, ensambladas, montadas, convertidas en tridimensionales y devueltas a la bidimensionalidad una vez fotografiadas, en un proceso que privilegia lo manual y lo artesanal.
Resulta sugerente fijarse en que en estas fotografías, resultado de la superposición de planos, colores y superficies a modo de collages, no aparecen prácticamente seres humanos y cuando lo hacen suele ser a una escala mínima, en comparación con la grandeza de los edificios y los anuncios publicitarios. La centralidad no la tiene, de esta forma, nunca el sujeto contemporáneo, sino los espacios que transita, por los que pasa y que, a menudo, parecieran observarle y mirarle de cerca, sin que este les devuelva la mirada.
Anastasia Samoylova, Arbat Street, Moscú, 2021. © Anastasia Samoylova
En este sentido, podríamos decir que se trata de fotografías paisajistas, dado que lo importante verdaderamente es plasmar ese paisaje urbano que se extiende sin límites, que se ensancha y multiplica, que prolifera de manera semejante en las grandes ciudades y que conforma el telón de fondo de nuestras vidas. La técnica del collage y la superposición de imágenes, la combinación de fotografías, confiere al espectador una sensación de extrañamiento por el colapso de los paisajes urbanos que se interconectan de manera exabrupta, forzada y dislocada. Transmiten así estas imágenes la imposibilidad de escapar de este continuum visual publicitario y simulacral de la Ciudad Genérica –tal y como la denominara el arquitecto y teórico Rem Koolhas–, al tiempo que una cierta seducción hacia este tipo de secuencias y espacios, como si la mirada cayera en la trampa –cautivada e hipnotizada– y gozara deteniéndose a contemplar, quizás por primera vez, estos no-lugares donde el fulgor escaparatista y la seducción extática consiguen, en esta ocasión, efectuar su propósito.
Anastasia Samoylova, Art Poster (Warhol), Los Angeles, 2022. © Anastasia Samoylova
Se trata de fotografías paisajistas, dado que lo importante verdaderamente es plasmar ese paisaje urbano que se extiende sin límites, que se ensancha y multiplica, que prolifera de manera semejante en las grandes ciudades
Ya para finalizar, una breve nota. Resulta que, justamente, en una de las fotografías que componen este proyecto fotográfico aparece el antes mencionado Andy Warhol, fotografiado a gran tamaño, en blanco y negro y ubicado en un escaparate de Los Ángeles (frente a él vemos una caja de la marca de Kétchup Heinz, otra de cereales Kellog’s y tímidamente también asoma a la izquierda de la fotografía una de sus queridas cajas Brillo). La expresión del rostro del artista estadounidense, entre asustado y nostálgico, petrificado por el paso del tiempo, pareciera querer avisarnos de un peligro acechante. O quizás, podamos también pensar, únicamente lamente aquellas declaraciones con las que arrancábamos el texto, como si ya no celebrara esa omnipresencia del McDonald’s, ese eterno retorno de lo mismo, de la propaganda, de las marcas y la publicidad en las diferentes ciudades; como si aquel dulce engaño propiciado por la vigorexia de la globalización y el capitalismo desenfrenado ya no fuese algo a celebrar –una vez desidentificadas, casi por completo, las grandes urbes y uniformados sus paisajes. Tras los reflejos del cristal del escaparate, se aparece la mirada nostálgica, gélida y tristona de un Warhol impotente y petrificado –quizás por lo que ve tras el cristal–, quien, en efecto, pareciera tratar de avisarnos de un hallazgo importante, descubierto después de mucho tiempo. En cambio, sin posibilidad de detención, paseantes acelerados, pasamos de largo y seguimos caminando. No hay tiempo que perder en la Ciudad Genérica.
ER
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