N. del E.: La Editorial Lumiere ha publicado este año el libro Territorios Posibles – Procesos, lugares y actores, del geógrafo argentino Horacio Bozzano. El texto que reproduce esta nota es un fragmento de dicho libro e integra su Capítulo 1, Territorio y tradiciones de conocimiento. Según Bozzano, “La obra es una invitación a pensar territorios posibles en mejores condiciones que las actuales. El invite está dirigido a que, libremente y con rigor científico, pensando en problemas reales, diferentes para cada uno, el lector pueda ingeniarse para ser más consciente del aporte que quiera y pueda realizar, definiendo su proyecto, su plan o su programa, desde donde elija actuar, dentro de la universidad, las instituciones públicas, las organizaciones sociales o en el mundo empresario, por más pequeño que este lugar sea, conscientes de los conflictos y las dificultades de toda índole que hoy traza la Humanidad en relación a la Tierra”.
Conocemos, estudiamos e investigamos sobre distintos espacios. Los astrónomos investigan espacios interestelares, los químicos analizan espacios moleculares y atómicos, los físicos suelen trabajar con ambos, los geómetras investigan en espacios abstractos o formales; los geodestas y agrimensores estudian y dimensionan estos espacios abstractos en la superficie terrestre. Los psicólogos trabajan sobre espacios mentales, economistas estudian espacios económicos, otros autores citan en sus trabajos espacios políticos y espacios sociales. Geógrafos, urbanistas, arquitectos, planificadores y otros profesionales estudiamos el espacio terrestre o territorio. También se investigan espacios desde otras dimensiones analíticas.
Dice un maestro que “...la definición del espacio (geográfico) es una de las tareas más difíciles y ha desafiado a los especialistas de las respectivas disciplinas explicativas y normativas, desde la geografía hasta la planificación territorial” (Santos; 1996:105).
Sin embargo, como se analiza en la primera parte del libro, territorio y espacio no son conceptos semejantes. Mientras el territorio se refiere, en sentido amplio, al espacio geográfico o terrestre, con sus componentes naturales y sociales, el espacio es un concepto categorial de mayor alcance, cuya referencia al tema que nos ocupa nos obliga a indagar en aplicaciones al territorio a partir de aportes realizados desde otras disciplinas, preferentemente desde las ciencias exactas y las ciencias naturales; nos referiremos en otro capítulo a Euclides, Newton, Einstein, Leibniz y Heisenberg, entre otros, para analizar espacios euclidianos y topológicos, así como espacialidades absolutas, relativas y relacionales.
Resulta legítimo y lógico entender entonces que, en conceptos de elevados niveles de abstracción teórica como el espacio y el territorio, no existan definiciones universalmente aceptadas. Se trata de ser conscientes de las rupturas a producir y los obstáculos a superar, para que el perfil epistemológico que elijamos y el acto epistemológico que concretemos permita reconocer la especificidad teórica, el alcance y la aplicación de territorio y espacio, aterrizando realmente la cometa teórica en el lugar preciso. Remitiéndose en alguna medida a Bachelard y Canguilhem, Félix Schuster (2004:11) plantea lo siguiente: “¿Cuál es el modelo del cambio científico de Bachelard? Al pedir que el filósofo de la ciencia trabaje en relación con los desarrollos históricos de la ciencia, el centro de la filosofía de la ciencia de Bachelard es su modelo de cambio científico. Este modelo, que también proporciona su posición sobre la naturaleza del progreso científico, está constituido alrededor de cuatro categorías epistemológicas clave: 1) rupturas epistemológicas; 2) obstáculos epistemológicos; 3) perfiles epistemológicos; y 4) actos epistemológicos”.
Una forma de romper con el conocimiento vulgar, sin contradecirlo sino resignificarlo, es superar algunos obstáculos al conocimiento y el entendimiento del territorio y del espacio. La superación de rupturas y obstáculos allana el camino para precisar el perfil epistemológico pretendido y para operar el acto epistemológico que finalmente permita definir territorio y espacios.
Recuérdese que el origen latín del vocablo obstaculum se refiere a “tener algo delante”, siendo una de sus acepciones: “aquello que se opone a la acción, a la obtención de un resultado”. Es muy probable que los obstáculos epistemológicos en determinados campos del saber científico, en este caso en los estudios territoriales, sean impedimentos que surgen por cortocircuitos entre teoría y empiria. Al referirse al caso de la ciencia experimental, Pierre Bourdieu afirma que “…la simple remisión a la prueba experimental no es sino tautológica en tanto no se acompañe de una explicación de los supuestos teóricos que fundamentan una verdadera experimentación, y esta explicitación no adquiere poder heurístico en tanto no se le adhiera la explicitación de los obstáculos epistemológicos que se presentan bajo una forma específica en cada práctica científica”. (Bourdieu, Chamboredon y Passeron; 1996:25. 1ª.edic:1975; para el caso de la Sociología estos autores plantean “…que la familiaridad con el universo social constituye el obstáculo epistemológico por excelencia para el sociólogo, porque produce continuamente concepciones o sistematizaciones ficticias, al mismo tiempo que sus condiciones de credibilidad” -op.cit;1996:27)
En la práctica científica, con investigaciones básicas y aplicadas se han ido identificando algunos obstáculos epistemológicos en el desarrollo y operación de los conceptos territorio y espacio. Se ofrece a continuación un intento de clasificación preliminar de obstáculos en trabajos territoriales concretos; la misma se nutre asimismo del análisis crítico de diversas investigaciones, publicaciones, estudios y trabajos territoriales de otros autores, así como de diálogos y debates con profesionales de diversas disciplinas (en este caso, cabe expresar nuestro gratitud al breve y fecundo diálogo mantenido con Jean-Claude Chamboredon, coautor con Bourdieu y Passeron de “El oficio del sociólogo”, en 1992 en Marsella, ocasión en la que el espacio-tiempo fue ocupado por obstáculos epistemológicos en diferentes ciencias sociales, contribuyendo a abrir puertas en esta cuestión).
Algunos de estos obstáculos surgirían a partir de la aplicación de modelos espaciales y concepciones procedentes de las Ciencias Naturales y las Ciencias Exactas, otros serían derivados de tradiciones empiristas en las investigaciones; probablemente habría trabajos con sesgos reduccionistas sobre un concepto complejo como el territorio; y también sería posible reconocer otro obstáculo en trabajos donde las articulaciones entre las personas y los territorios son insuficientes o, con frecuencia, ausentes.
Vale decir que estaríamos ante la presencia de al menos cinco obstáculos epistemológicos en el proceso de construcción de los conceptos territorio, espacio y de numerosos conceptos afines: (a) los derivados de la aplicación de concepciones espaciales procedentes de las Ciencias Naturales; (b) los derivados de la aplicación de concepciones espaciales procedentes de las Ciencias Exactas; (c) los derivados de una fuerte tradición empirista en los trabajos geográficos; (d) los derivados del reduccionismo en la aplicación de un concepto complejo como es el territorio; y (e) los derivados de insuficientes articulaciones entre actores, sus prácticas y acciones, y el territorio y sus lugares.
(a) El espacio geográfico o territorio suele ser objeto de análisis a partir de transferencias de conceptos procedentes de las Ciencias Naturales, recurriéndose con frecuencia a la Física, o en algunos casos a la Biología. A comienzos del siglo XIX el pensamiento científico es considerado con frecuencia en términos de un “sustituto laico de la religión”.
El carácter físico del espacio se destaca claramente al estudiar los denominados ”procesos espaciales” a partir de conceptos de gravitación o de polarización. Los postulados de la ciencia física newtoniana ofrecen durante este período una de las respuestas más aceptadas en lo relativo al conocimiento natural y social. El modelo mecanicista es adoptado con frecuencia como método científico universal, “positivo” y válido para todas las disciplinas científicas. El principio que garantiza la cientificidad del discurso es el de la determinación causal. En lo concerniente a las ciencias sociales, ello supone el riesgo de caer en una “física social”. Este carácter físico se evidencia cuando los objetos materiales involucrados -población, transporte, construcciones, etc.- son presentados como regulados por leyes físicas, por ejemplo: la migración o los viajes en transporte público, entendidos como desplazamientos entre masas directamente proporcionales a éstas e inversamente proporcionales a las distancias que las separan. Como señala Brian Berry en 1971 “…el geógrafo no debe aplicar su perspectiva espacial a todo” (Berry, B. 1971, en A. Reynaud, 1976).
Asimismo, que los procesos ocurran en un espacio no significa que sean espaciales. Por su parte, la presencia de la Biología ha influido en mayor medida en el quehacer geográfico que en concepciones estrictamente territoriales. A partir de la segunda mitad del siglo XIX se asiste a una sustitución parcial del modelo mecanicista por un modelo biologista. “El origen de las especies” (1859), obra de Charles Darwin, interviene de manera central en la modificación del horizonte epistemológico en esta época. El evolucionismo darwiniano permite interpretar los fenómenos del mundo viviente según ciertas racionalidades. Nociones como “adaptación”, “organismo” o “selección natural” comienzan a ser aplicadas en el estudio de sociedades humanas. Es posible observar también una articulación entre la teoría darwiniana y las leyes del cambio y del progreso vigentes a fines del siglo XIX. Entre las aplicaciones biologistas a estudios geográficos pueden mencionarse casos muy dispares: la geomorfología de Davis y la de algunos autores alemanes (Frobel, Gerland y Peschel); diversas nociones expuestas por Ratzel, por Kjellen y por Haushofer en Alemania, también Churchill Semple y Huntignton en los Estados Unidos, MacKinder en Gran Bretaña; la visión de armonización entre naturaleza humana y naturaleza propiamente dicha en Reclus y la aplicación de la ley de “ayuda mutua” en Kropotkin.
(b) Hay casos en los que se recurre a niveles de abstracción tales que el espacio geográfico es presentado como un espacio geométrico. Geógrafos y economistas espaciales, entre otros, han trabajado con enfoques apoyados en el supuesto que los fenómenos económicos -cuyas formas espaciales están estudiando- se desenvuelven en un espacio geométrico, casi ideal, llegando a adoptar sus proposiciones -sobre la distribución o la espacialidad de procesos económicos- la forma de figuras geométricas regulares. Hay algunos casos remarcables: nos referimos en el siglo XIX a los denominados “anillos de Von Thunnen” o en el siglo XX, a los “hexágonos de Christaller”. No se niega ni menos se invalida el trabajo con espacios geométricos, tanto de base euclidiana, como topológicos sustentados en la teoría de los grafos; se trata de reconocer su peso y aplicabilidad, sólo luego de definir y entender el territorio y sus lugares. En la medida que el espacio geométrico o especialidades físicas pretendan constituir el explanans de explanandum tales como territorios, regiones, lugares u otros recortes espaciales natural y socialmente construidos en nuestro planeta, estaremos ante la presencia de obstáculos epistemológicos.
En contrapartida, en tanto y en cuanto una vez trabajadas nuestras definiciones y explicaciones territoriales pretendamos encontrar en qué medida espacios euclidianos y topológicos, y espacialidades absolutas, relativas y relacionales, pueden interpretarse teóricamente aplicándose a casos concretos, entonces no estaremos ante la presencia de obstáculos epistemológicos.
Cabe agregar también que, sin recurrir a concepciones ni modelos espaciales de otras disciplinas, la Geografía misma, en su longevo quehacer como disciplina, fue contribuyendo a profundizar este estado de situación. Nos referimos a tradiciones empiristas y a sesgos reduccionistas en el estudio y análisis de los territorios.
(c) En relación con la tradición empirista en los trabajos geográficos, han sido numerosos –y, atenuados, aún perduran- los abordajes del territorio o espacio geográfico dominados por minuciosas descripciones y análisis de los elementos físicos, biológicos y humanos observados en el terreno. Países, regiones, ciudades, pueblos, comarcas rurales y otros lugares fueron objeto de estudios dominados por un fuerte empirismo que, si bien contribuyó en una etapa del pensamiento geográfico a ampliar y profundizar el conocimiento de nuestro planeta, tuvo un alcance científico restringido, desde el momento que no contribuía a ofrecer bases sólidas para una “teoría territorial” autónoma de las otras teorías que se iban desarrollando y consolidando, tanto en las Ciencias Naturales como en las Ciencias Sociales.
Una de las situaciones más frecuentes que, durante buena parte del siglo XX, permitieron reconocer esta tradición empirista, se refiere a aquello que A.Reynaud (1976) denominó el plan por archivadores -o plan á tiroirs– donde en un orden inmutable se presentaban estudios de relieve, clima, hidrografía, población, actividades económicas y otros aspectos; sin embargo, en aquel entonces, dicho autor señala: “…el geógrafo parte del principio de que no es él quien escoge los elementos con los que trabaja, sino que toma todos los que se le ofrecen” (Reynaud, 1976: 24-25) En el mismo sentido de la complejidad de la realidad estudiada, J.B.Racine y G.Lemay planteaban: “Lo propio de la investigación geográfica consiste en tomar en consideración simultáneamente un gran número de caracteres cuya combinación define un sistema espacial” (en Reynaud;1976:18).
Cabe reflexionar acerca de la visibilidad de una referencia teórica aglutinante -un concepto categorial o sustantivo, por ejemplo- que permita entender y explicar dichos trabajos en su conjunto. ¿Por qué, cómo y con qué criterios elegir determinado conjunto de macro-variables o componentes analíticos y no otros para definir un territorio o un lugar? Es la teoría quien orienta la experiencia, máxime en objetos tan complejos como el que nos ocupa. A expensas de entender al territorio como un macro-objeto de estudio complejo integrado por un significativo y heterogéneo número de componentes naturales, sociales, políticos, culturales y económicos, entre otros, el gigantesco esfuerzo por explicarlo contribuyó a dar lugar a situaciones donde el trabajo empírico prevaleció sobre el teórico.
(d) Aún con una escasa tradición en los estudios territoriales, se identifica un buen número de trabajos que reducen su análisis a visiones parciales y/o esquematizadas de los aspectos que conforman el lugar sobre el que trabajan. Con frecuencia se definen territorios o espacios geográficos a través de un reducido número de atributos sociales, económicos o naturales. La Geografía ha sido definida tradicionalmente como una disciplina científica “puente” entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. El predominio de legalidades físicas, biológicas y humanas en diferentes períodos de su evolución ha contribuido a producir ciertos reduccionismos para explicar procesos bastante diferentes. Así los lugares se identifican simplemente por su naturaleza dominante sin indagar en las complejas tramas de relaciones explícitas y ocultas que encierran, entendidas estas tanto desde procesos y tendencias, como desde lógicas de actores; ejemplos de ello son la tendencia a nombrar territorios por su función o rol en apariencia determinante en su conformación, en su presente y en ocasiones en su futuro: región natural, región triguera, región algodonera, ciudad industrial, ciudad turística, ciudad portuaria, territorios ganadores, territorios perdedores, lugares pobres, lugares ricos; en la práctica los territorios en escalas regionales y urbanas son más complejos que un simple atributo que los defina.
La reducción en la caracterización de un territorio, región o lugar suele asimismo llevar consigo, de manera implícita o explícita, intencionalidades y en ocasiones un trasfondo ideológico. En “Discurso geográfico y discurso ideológico”, J.B.Racine (1977:13) al referirse a la formalización y análisis cuantitativo de las estructuras expone que “…cada cual debe ser consciente del peligro que encierra el recurrir a problemáticas o a una metodología que permiten -sin que ello aparezca en el discurso, “y, por tanto, sin necesidad de justificación” (Lacoste, 1973)- que se dejen de lado las referencias a un gran número de factores físicos, económicos, sociales y políticos”
La superación de este obstáculo está relacionada en buena medida con la definición de un objeto de estudio y/o de intervención que, aún complejo, acotado conscientemente por el sujeto investigador, permita incorporar otras dimensiones de análisis bajo la forma de procesos secundarios, con sus tendencias y con las lógicas dominantes de sus actores. Vale decir que, si bien la realidad es compleja y multidimensional, es necesario aprender a priorizar algunas dimensiones y procesos por sobre otros.
(e) La incorporación de actores, sus prácticas y acciones en el proceso de construcción de los conceptos de territorio, espacio y otros afines registra una menor tradición epistémica que los intentos por relacionar procesos sociales y procesos naturales a espacios y territorios. Son tradiciones fenomenológicas las que en el estudio de territorios en la micro-escala incorporan a los actores, desde perspectivas más ligadas a la percepción, que a sus intereses y sus necesidades.
Considerando la reducida trayectoria que en los leit-motiv nomotéticos e idiográficos de la Geografía y en teorías territoriales tienen visiones que ponen el énfasis en los actores, es oportuno señalar algunas reflexiones que den respuesta a articulaciones reales entre actores, sujetos, agentes, personas o como se los designe, por un lado, y territorios, lugares, espacios euclidianos y topológicos, espacialidades absolutas, relativas y relacionales, y nociones derivadas, por otro.
El principal obstáculo se refiere a la insuficiente incorporación de conceptos intermediarios entre actores y territorio. El estudio de lógicas y racionalidades de determinados actores en relación a territorios determinados, el reconocimiento de tendencias y de algunos acontecimientos con improntas y huellas en el espacio por parte de determinados actores constituyen formas de superar obstáculos epistemológicos. Sin embargo, es necesario ser conscientes de la notable variedad y complejidad de actores presentes en cada territorio, lo cual contribuye a aguzar el ingenio indagando en aquellos actores más representativos tanto de colectivos sociales, como de niveles decisionales.
Este estado de cosas, brevemente expuesto aquí en cinco posibles obstáculos epistemológicos, nos conduce a indagarnos acerca de las formas en que se fueron relacionando y transfiriendo teorías y concepciones de espacio no geográficas ni territoriales al concepto de territorio; sin embargo, no es posible afirmar la inconsistencia de aplicaciones de concepciones espaciales provenientes de las Ciencias Naturales y de las Ciencias Exactas a las Ciencias Sociales que estudian el territorio, sino que el problema reside en la forma en que se incorporan estos conceptos.
En el mismo sentido cabe reflexionar acerca de las formas en que se han ido articulando y transfiriendo conceptos y nociones propios de la Sociología, la Antropología, la Economía y de otras Ciencias Sociales para nutrir los conceptos de territorio, de espacio y otros de ellos derivados. Como expresa M. Santos en su “Testamento intelectual”: “O problema é que os geógrafos sempre tiveram dificuldade para fazer teorias e a geografia sempre foi, de um modo geral, uma disciplina que se contentou com uma abordagem empirica…. Há um déficit de preocupaçao de método, de conceito, de teoria”,(2002:21,31).
Debemos ser conscientes de la imposibilidad de construir una teoría territorial con la sumatoria y el agregado de modelos y visiones procedentes de teorías de diversas disciplinas. El aprendizaje en la construcción de una teoría del territorio está emparentado en mayor medida con el descubrimiento de nuevas formas de explicación que, a la vez que logren reducir las tensiones entre la acción y el sistema propias de la Teoría Sociológica trabajadas entre otros por Bourdieu y Giddens, finalmente otorguen un matiz territorial, una mirada geográfica, una lectura social del espacio terrestre, a lo que se pretende definir y trabajar: territorios y lugares útiles tanto para el conocimiento científico como para la intervención concreta.
Coincidiendo con Milton, los geógrafos deberíamos preocuparnos más por trabajar geográficamente que por defender nuestras pretensiones científicas. Hace ya varias décadas Piaget ponía en duda nuestro status científico. Si bien es probable que el espacio terrestre sea “…el más interdisciplinar de los objetos concretos” (Santos y Souza; 1986), y seguramente el más complejo, esta posición de nuestro objeto entre los diferentes objetos del saber científico, no debería hacer prevalecer esa preocupación por sobre otra: dedicarnos con sociólogos, planificadores, urbanistas, arquitectos, politólogos, economistas, agrónomos, ecólogos y otros profesionales a trabajar por una teoría territorial y luego construir de una manera más sólida nuestro macro-objeto, conscientes que el territorio no es patrimonio exclusivo del quehacer de una disciplina.
De esta manera los geógrafos estaremos en mejores condiciones de pensar en el status científico de la Geografía, sabiendo que nuestras pretensiones han sido con frecuencia desmedidas. Los geógrafos tenemos una fuerte tradición en estudios territoriales, tal vez la más extensa en la historia del conocimiento, pero no somos los “propietarios exclusivos del territorio” en términos de objeto de conocimiento.
HB
El autor es Profesor y Licenciado en Geografía de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y Doctor en Geografía, Ordenamiento Territorial y Urbanismo de la Université de la Sorbonne Nouvelle, Paris. Profesor Titular en “Metodología y Técnicas de la Investigación Geográfica” UNLP. Director del Proyecto Investigación “Territorio, Lugar y Gestión” por CONICET-UNLP. Coordinador de la Red Latinoamericana Territorios Posibles.Profesor en postgrados nacionales e internacionales. Profesor Invitado de la Red CAENTI, Unión Europea, por la Université Franche-Comté, Besançon. Ha escrito cuatro libros y más de cincuenta publicaciones nacionales e internacionales.
Territorios Posibles: Procesos, lugares y actores, Horacio Bozzano. Ediciones Lumiere, Buenos Aires, 2009. 628 páginas de 23 x 16 cm. ISBN: 978-987-603-055-7.
Disponible en las librerías Cúspide, Hernández, Santa Fe, Rayuela (La Plata), Yenny y el sitio Vender más libros.
Otras visiones del territorio (entre tantas…) en café de las ciudades:
Número 50 | Política de las ciudades (I)
Revolución informacional, nueva geografía y límites de la estatidad en la gestión del territorio | Reconquistar el mundo para una ciudadanía inclusiva. | Fabio J. Quetglas
Número 28 | Arquitectura de las ciudades
Crisis de las matrices espaciales | Reflexiones a partir de un libro de Fábio Duarte. | Marcelo Corti
Bibliografía citada:
BOURDIEU, Pierre, CHAMBOREDON, Jean-Claude y PASSERON, Jean-Claude: El oficio del sociólogo. México, Siglo XXI. 1996. 1ª ed. 1981. 1ª ed.francés. 1973
RACINE, Jean Bernard: Discurso geográfico y discurso ideológico: Perspectivas epistemológicas. En GeoCrítica, Cuadernos Críticos de Geografía Humana, Universidad de Barcelona, Barcelona, enero 1977
REYNAUD, Alain: El mito de la unidad de la geografía, Geo Crítica, nº 2, Cuadernos Críticos de Geografía Humana Universidad de Barcelona, marzo 1976
SANTOS, Milton: Testamento intelectual. Editora Unesp, Sao Paulo. 2002
SCHUSTER, Félix. Explicación y predicción. La validez del conocimiento en ciencias sociales. Colección Biblioteca de Ciencias Sociales, Clacso Libros. Buenos Aires. 2004.