Lluvia. Mucha agua. La ciudad se inunda. Una persona muere, otra persona muere, muchos mueren. La Ciudad y su complejidad que se devora a sí misma. Pasó poco más de un año.

La Ciudad es un sistema complejo. Se define por la relación que se construye entre sus elementos, entre sus partes, partes que a su vez se (inter)definen entre sí. La relación que hay entre el soporte físico y las infraestructuras, entre éstas y los fenómenos económicos, entre las instituciones y los fenómenos sociales, y así…. Éstas son las relaciones que conforman y estructuran al Sistema Ciudad como tal, que construyen la ciudad como la conocemos.
2 de abril de 2013; llovió, y mucho, las infraestructuras no alcanzaron. ¿Alcanzan? ¿Para cuánto tienen que alcanzar? ¿Qué tienen que cubrir? ¿Es un problema cuantitativo? ¿Existen infraestructuras que “alcancen” para los que viven en el borde inundable de los arroyos? ¿Son las infraestructuras las que tienen que alcanzar, o se deben modificar las relaciones que construyen un tipo de urbanidad determinado, o la necesidad de infraestructura es siempre absoluta e indiscriminada, se necesitan siempre, todas, y punto?
Días después del suceso muchos plantearon que la las infraestructuras no estaban preparadas para tantas lluvias, que el suceso extraordinario había sido el culpable máximo; por definición no se puede estar preparado para lo inesperado. La ciudad es una productora de inesperados, casi como cualquier sistema complejo. El debate se dio en términos cuantitativos, como si fuera una cuestión de adición. ¿Si hubieran llovido 300 en vez de 400 mm, hubiera muerto menos gente? ¿Eso nos basta? ¿Es una cuestión de números?
En la mitología griega existe la leyenda del “Lecho de Procusto”, leyenda que cuenta como Procusto, dueño de una posada, alojaba a los viajeros en una cama en la que si la estatura del visitante era más larga que la del catre, simplemente, le serruchaba los pies para que se amoldara a la longitud de la cama y, por el contrario, si el viajero era más pequeño, le estiraba las extremidades para equipararla con ella. Esta historia cuenta de manera muy simple el pensamiento, o mejor dicho, la forma de hilvanar pensamientos que tienen muchas personas. La simplificación de la realidad a una hipótesis previa, a una idea previa, o la sencilla y rudimentaria simplificación de la realidad, a secas (cabe aclarar que la suerte de Procusto fue sometida a su mismo procedimiento, forzado a acostarse en su propio lecho, una vez capturado por Teseo).
Buscar la causa de lo que sucedió en la Ciudad de La Plata el 2 de abril del año pasado en uno sólo de los procesos que se dieron simultáneamente (la lluvia, o la falta de infraestructura, o la negligencia, o cualquier otro tomado en cuenta de manera aislada) es simple y llanamente acostarnos en el Lecho de Procusto.
La lluvia no asesinó a nadie. La ciudad, sí. Los procesos que se dieron el 2 de abril fueron muchos y relacionados entre sí. Cada uno de ellos no fue una foto estática sino que fue el proceder de actores, situaciones y decisiones tomadas a lo largo de una línea temporal; fue la concatenación de accionares y de decisiones la que construyeron el 2 de abril del 2013. Estos procesos, de diferente índole, se encontraron en un punto exacto, posible de definir, de reconstruir, de comprender. Tan exacto, tan real, tan concreto que murió gente. El 2 de abril fue un punto de una red de procesos dinámicos que tuvo un resultado concreto y responsabilidades concretas.
Me pregunto: ¿cuáles fueron esos procesos que tuvieron una participación necesaria para que ocurra lo acaecido el 2 de abril?

Como hemos dicho, la ciudad es un sistema complejo, lo que implica que no es una cosa, no está constituida como una unidad sustancial (no es un sustantivo), sino que se construye como una unidad relacional; esta unidad está regida, regulada, fomentada, sustentada, ordenada, articulada, por las relaciones de y entre las dimensiones territoriales, jurídicas, económicas, sociales, etc. Estamos hablando de relaciones, no solamente de lo jurídico, de lo social, de lo económico en sí mismo como hecho, como acción permitida dentro de cada una de sus especificidades.
En un Sistema Complejo, la relación entre las partes –subsistemas– produce Propiedades Emergentes en el Todo, esto se traduce en propiedades que no existen en las partes, pero que nacen de las relaciones entre ellas. Disueltas o transformadas éstas relaciones, las propiedades emergentes dejan de existir. Estas propiedades son lo que comúnmente atribuimos como calidades o características urbanas, como por ejemplo, la ciudad difusa, disfuncional, o la que pertenece a cierto slogan: “La Plata ciudad sustentable”.
En convivencia y cooperación con el concepto de emergencia, el Sistema Ciudad limita las capacidades y propiedades de las partes, los subsistemas son restringidos en algunos aspectos. Así las ciudades son más, y a la vez, menos que las partes que las conforman. Una vez construido cierto tipo de urbanidad hay limitaciones, surgen regulaciones, normas, incompatibilidades, ineficiencias que hacen de ciertos hábitos imposibles o innecesarios.
Esta doble condición sistémica de emergencia y restricción hace de la unidad un Todo con características propias, innovadoras, nuevas, únicas en cierto sentido, donde la emergencia innovadora es tan verdadera como las restricciones. Así es que en algunas ciudades las relaciones entre el mercado inmobiliario, las instituciones, el territorio, los fenómenos sociales, las lógicas de ocupación pueden generar ciudades seguras, regulando y articulando fenómenos y procesos de distinta índole, cantidad y calidad; y en otras pueden generar ciudades excluyentes, inseguras, que son funcionales solamente a un estrato social, lo que produce como cualidad emergente una profunda fragmentación socio espacial, o ghettos, o cualquier otra patología urbana que conocemos. La relación sigue siendo la que estructura, la que produce orden, restricciones e innovaciones. No las partes.
En los sistemas complejos, en las ciudades, no existe la condición de equilibrio estático. En esta clase de sistemas existen condiciones de estabilidad dinámica, estados estacionarios, donde el sistema se mantiene dentro de ciertos parámetros sin perder la estructura que lo organiza. Esta estabilidad temporal implica cambios constantes, regulaciones dinámicas que mantienen el orden establecido entre el mismo sistema y sus condiciones de bordes (sus límites). Cuando alguno de los parámetros o de las relaciones que estructuran el sistema sobrepasa cierto umbral, el sistema se reestructura y se reorganiza, conformando un nuevo orden, adquiriendo una nueva estructura; ergo, emergen nuevas cualidades y nuevas restricciones. Por ejemplo, si a una pequeña ciudad compacta le inyectamos una cantidad importante de gente, digamos que por un nuevo yacimiento de petróleo, y sobrepasamos el umbral de la capacidad de recepción que tenía esa ciudad, el Sistema modificará su relación con el territorio, y probablemente perderá su característica de compacidad para comenzar procesos difusos de ocupación del suelo. La estructura general se modifica y se construye un nuevo orden. Los umbrales que el orden antiguo poseía fueron sobrepasados y se generó un nuevo proceso de reorganización, con todo lo que esto incluye, desde los desplazamientos hasta los nuevos y más abultados costos para producir ciudad servida de infraestructura.

El conocimiento de estos procesos de estabilidad en los sistemas nos permite tener una herramienta importante en el estudio de los procesos urbanos territoriales; sirve, entre otras cosas, para verificar la idea o hipótesis que se tenía planteada sobre una determinada estructura urbana. En el caso que nos atañe podríamos hacer el siguiente ejercicio: se creía que La Plata tenía determinadas características como ciudad, las cuales, como venimos exponiendo, emergen de las relaciones entre el soporte físico, los fenómenos económicos, el sistema que estructura los fenómenos sociales, etc. Cuando ocurrió la inundación creímos, por lo menos yo, sin dudarlo, que se habían traspasado muchos de los parámetros límites que puede albergar una ciudad con las características de “segura” – murió gente–, “sostenible” –muchos son los que perdieron todo, incluso la misma ciudad en su rol de capital económico de un estado–, “de baja vulnerabilidad” –muchos enfermaron y quedaron expuestos por mucho tiempo a enfermedades–; y así podemos seguir enumerando cada una de las cualidades estructurales de la ciudad y en relación a ellas el impacto que tuvo la inundación.
Ahora, si pensamos que la ciudad no estaba preparada para ese terrible hecho, que ocurrió lo que Nassin Taleb llama Un Cisne Negro y que los parámetros de tolerancia eran mucho menores, me pregunto: ¿por qué las relaciones estructurales que existen entre las partes de la ciudad no se modificaron? ¿Por qué las lógicas de ocupación – que son parte de la relación entre el sustento físico, los fenómenos sociales, económicos y jurídicos– no se modificaron un ápice? ¿Por qué se hizo hincapié solamente en una cuestión cuantitativa de infraestructura sin modificar las relaciones que hacen de esas infraestructuras una necesidad, una necesidad real dentro de una lógica de sustentabilidad humana y no económica?
Estamos ante un dilema del que nos tenemos que hacer cargo y es el siguiente: si después de un hecho como el del 2 de abril no cambió ninguna relación estructural –entre lo jurídico, lo económico, lo social, el soporte físico, etc. – si lo único que cambio fueron cuestiones cuantitativas sobre partes específicas de la ciudad, como por ejemplo la cantidad de reservorios, la cantidad de m2 de entubamiento de arroyos, y no cambió la relación de las lógicas de ocupación, las formas de tomar decisiones entorno a la ciudad y sus códigos, las relaciones entre norma y especulación inmobiliaria, etc., estamos frente a una dolorosa verdad: el sistema Ciudad de La Plata sí estaba preparado para la inundación, si soporta que muera gente, dentro de las variables que maneja la estabilidad de su sistema estaba contemplada la catástrofe. Si la especulación inmobiliaria puede seguir su curso sin modificar la relación que tiene con la norma, con el territorio, si las decisiones urbanas pueden seguir siendo tomadas en contra de la sustentabilidad, si las lógicas de ocupación siguen construyendo desastres potenciales, la Ciudad de La Plata sí estaba y está preparada para todo esto. Los que no estaban ni están preparados son los que perdieron su vida o la perderán en un próximo hecho inesperado. La ciudad sigue su curso, estable; no hemos sobrepasado su umbral.
Piensen en la posibilidad cierta que existe de parar todas las obras de la ciudad (cómo se hizo y no se pudo sostener más de un mes), en la posibilidad de bajar la rentabilidad depredadora de muchas de las fuerzas económicas que influyen en nuestra ciudad, piensen en la posibilidad de poner en duda el derecho absoluto de la propiedad privada de la tierra. ¿Cuántas relaciones deberíamos modificar para que se modifique el sistema? ¿Qué meteorito debería caer en nuestra ciudad para poder siquiera plantearlo?
Lo más triste es que ese meteorito ya cayó y mató a mucha gente. Lamentablemente ni una millonésima parte de las relaciones que se deberían modificar se modificaron, porque el meteorito estaba dentro de las expectativas posibles en la urbanidad que se creó, dentro del Sistema Ciudad.

La Plata sigue siendo la ciudad que puede dejar que la gente muera ahogada, pero no puede poner siquiera en duda la rentabilidad de los grandes grupos económicos. Esa es la ciudad que debemos cambiar, la ciudad nunca nos abrigó a todos y sigue sin abrigarnos, solamente nos soporta mientras le seamos útiles; ahora pregunto, ¿qué hace falta para que la transformemos?
Si la discusión sigue manteniéndose en el cuánto, deberemos resignarnos a seguir hallando “el incluido y el excluido” de la historia, historia que cada día tiene menos de los primeros y más de los segundos. Los cuántos no nos llevarán a una nueva ciudad, sino solamente a una ciudad con un poquito más de tolerancia numérica, a aguantar unos milímetros más, pero lo límites siempre serán los mismos. Necesitamos cambiar la frontera, modificar la concepción de ciudad, y dentro de ella, la concepción de ciudadano, de profesional, de comerciante, de ganador y perdedor, de educación, pero sobre todo de ciudad, y hacer una ciudad democrática, segura, sustentable y socialmente justa.
OJ
El autor es Arquitecto. Integra los equipos técnicos de la Subsecretaria de Planificación Territorial de la Inversión Pública de la Nación (Argntina) y es docente de la FAU-UNLP.
Sobre la inundación del 2 de abril de 2013 en La Plata, ver también en café de las ciudades la presentación del número 127-128 y las notas:
Número 127 | Ambiente y Política de las ciudades
La Plata, después de la inundación | De las soluciones mágicas al acuerdo social sobre un proceso de mejoras continuas | Instituto de Arquitectura, Urbanismo y Ambiente del CAPBA DI (Guillermo Curtit, Soledad Del Cueto, Jorge Grandal y Roberto Saraví)
Número 127 | Terquedades
Una mirada arrabalera a Buenos Aires | Terquedad de las inundaciones (política y territorio) | Mario L. Tercco
Número 127 | Ambiente y Política de las ciudades
Pensar Buenos Aires en clave metropolitana, la invocación de Bergoglio antes de ser Francisco | “Un Estado presente y responsable del desarrollo integral y la dignidad humana” | Artemio Pedro Abba
Subsistemas: Según el tipo de análisis, algunos de los subsistemas que conforman la estructura interna de la ciudad, y que a la vez son sistemas de un nivel inferior de complejidad, pueden ser: Sistema normativo y político institucional (estructuras y procesos culturales, procesos normativos políticos e institucionales), sistema territorial geográfico (soporte natural, fenómenos ambientales), sistema económico productivo, sistema de ciudadanía urbana (fenómenos funcionales, estructuras y procesos sociales), etc.