El territorio y la ciudad son sistemas complejos. La sociedad refleja voluntaria e involuntariamente su imagen sobre el espacio y nos muestra como sujetos partícipes de su huella histórica.
La comprensión del territorio y de la ciudad, en este marco, se convierte en un desafío que necesita construir una visión múltiple desde lo individual. Desafío que implica la lucha con paradigmas establecidos, la lucha con una parte de la ciencia que lleva a cuestas la visión atomizada de la realidad, perspectiva que tiene grandes victorias; pero también ciertas limitantes que, justamente desde aquí, desde el corazón mismo de la ciudad y el territorio, las ponemos en evidencia.
El sujeto se vuelve parte de la historia que debe aprehender.
Y de repente la complejidad nos incomoda, nos teje con el resto del mundo, la realidad se suelda con la historia de los sujetos y el espacio; la ciudad y el territorio emergen. Pero las disciplinas se mueven entre sustantivos inamovibles. La complejidad lisa y llana, que exige síntesis, pide comprender los fenómenos emergentes, esos que son nacidos de las relaciones entre las partes; las disciplinas siguen sus caminos sustantivos, analizando para comprender, dividiendo para comprender y, peldaño a peldaño, encuentran la forma de construirse y avanzar. Y avanzan, y se construyen. Pero hoy, estas disciplinas no explican la realidad, la variedad de especificidades no aplican a un mundo “no lineal”. Entonces, se encuentran en un lugar desde donde se deja de hablar de objetos –o se los ubica en segundo plano– para comenzar a hablar de procesos, flujos, dinámicas. Las mismas disciplinas que se ven forzadas a manejar su resolución de lo “concreto” desde otra concepción, con otro carácter, con otra materialidad, un “concreto” con otra raíz, mucho menos sustantiva, y mucho más relacional. Y las insuficiencias se ponen sobre la mesa: concebir lo sustantivo como emergente relacional es parte del desafío. Estas son las disciplinas que tienen la necesidad de reinventarse, y aquí estamos nosotros con ellas.
Así, desde la complejidad que nos compete, ponemos en crisis los conceptos de límite, de certeza, de predicción, de veracidad, de pronóstico, de proyección, de completitud, de unidad sustantiva, incluso el concepto de “objeto” es puesto en duda desde el mismo lugar, desde la necesidad de construir y explicar esa realidad “no lineal”, que escapa a los parámetros heredados por gran parte del pensamiento científico. El sujeto se encuentra como una parte sustancial del sistema, determinante y determinado por relaciones que le dan orden y estructura a la ciudad y el territorio. El sujeto no puede más analizar “el todo” a través de la división de sus elementos, sin a la vez, explorar las relaciones entre ellos para entender que es lo que emerge. Los conceptos se relativizan, nacen nuevas construcciones no lineales, sin la verificación pura del sujeto por fuera del mundo. La ciencia emerge de la ciencia. El mundo se teje en un conjunto indisoluble, el sujeto es parte del tejido. No hay vuelta atrás.
Nos encontramos así en otro “lugar”, un lugar en construcción, que no es el “lugar común” al que nos enseñaron a enfrentar nuestras propias disciplinas, nuestra propia construcción del conocimiento, pero tampoco es un “no lugar”, no es una abstracción, está allí, a la espera, construye incertidumbre a cada paso. La realidad, desde ese lugar muestra el núcleo indivisible, las disciplinas necesitan de las otras disciplinas para poder acercarse a esa “unidad relacional”, a ese todo que se escapa cuando lo queremos aprehender con los viejos conceptos estáticos, con las viejas “concepciones” disciplinarias. La crisis está planteada. La ciencia metió la incertidumbre en lo constitutivo de la realidad, en el núcleo profundo del generador mismo de esa realidad.
Aparece ante nosotros la necesidad de reconstruirnos. Hay que tejerse en conjunto con las otras disciplinas, hay que ponerlas en duda, hay que ponernos en duda.
Involucrarse en esta empresa es tan necesario como difícil. Pero también tenemos herramientas para realizarla, esta una de las tareas que le dan razón de ser a la Universidad: reinventar, religar y articular tanto el contenido como el proceso de construcción del conocimiento, reinventar la ciencia.
Vivimos en un mundo que recién ahora está discutiendo sus matrices de conocimiento en términos de complejidad. Estamos parados frente a una gran oportunidad.
La realidad de nuestras disciplinas específicas nos golpea duro en nuestras prácticas sobre el territorio y la ciudad. Desde ese necesario recorte que debemos hacer para comenzar la acción de planificar, todo se pone cuesta arriba: delimitaciones difusas, realidades ampliadas, disciplinas con objetos de estudios que se solapan, sistemas de decisiones que actúan sobre el territorio que, con lógicas diferentes, intervienen sobre los mismos recortes; actores visibles e invisibles, intereses encontrados y complementarios, necesidades que producen desigualdades. En fin, reglas de un juego desigual. No linealidad.
Todo se vuelve complejo, todo nace complejo.
Este conjunto interminable de cuestiones hacen único a nuestro marco de acción.
Estas mismas complejidades nos exponen también frente a una realidad muy clara: las matrices de construcción del conocimiento-acción con las que fuimos formados no son suficientes para estos desafíos. En la práctica cotidiana se ve con claridad situaciones hijas de estas –insuficientes– estructuras de conocimiento/acción: visiones y elaboraciones teóricas de la realidad fragmentadas, miradas sectoriales, un peso extraordinario puesto en los análisis sin sus contrapartes de síntesis, etc. La insuficiencia marca los límites. El conocimiento detuvo la construcción de peldaños y las disciplinas se ven paradas en una encrucijada. La realidad nos muestra el límite. Límite que deberá contenerse dentro su misma re definición.
Vemos, muy a menudo, a estas miradas disciplinares “puras” sin intenciones de construir estructuras complejas que den cuenta de la red de causalidades que es necesaria para poder comprender el funcionamiento de un territorio o de una ciudad. Es común encontrar problemas que exceden a lo departamental de las ciencias que actúan sobre el territorio y, conjuntamente con ello, vemos también como se hace un esfuerzo gigante y errado para poder “encasillar” a la realidad, y desde ese lugar exactamente delimitado, fundamentar desde una de las disciplinas/ciencias el problema encontrado.
Estas patologías tienen un alto grado de coherencia con la matriz de enseñanza-aprendizaje heredada. La acción y la forma de nuestras instituciones de enseñanza quedan a merced de la herencia. Debemos volver a (re) construirnos.
Matriz proviene de la palabra griega meter, “lo que está en la génesis, en el origen” y con esto se alude a su carácter fundante. Pero también cuando hablamos de matriz la entendemos en tanto algo que puede reeditarse, reproducirse, reinventarse. Matriz como estructuración, es la forma en la que se genera la particularidad que tiene cada uno de nosotros en vincularse, en aprender.
Esta Matriz heredada está fundada –casi exclusivamente– sobre la construcción analítica, sobre los procesos de división de las “partes” de un” todo” para conocer sus principios. Vivimos en un mundo cartesiano, que hoy nos es insuficiente. Esto, bajo ningún punto de vista, invalida el análisis; simplemente debemos admitir que no alcanza. La realidad “simple” que supo desentrañar, comenzó hace tiempo a mostrar su lado complejo, las relaciones multicausales provenientes de otros tiempos y otros lugares comenzaron a poner en duda la linealidad. La ciudad fue y es uno de los sistemas que se encargó de mostrar la complejidad sin maquillaje. Pocas respuestas a muchas interrogantes. Toda la realidad generada desde este sistema complejo empezó por mover los cimientos de las disciplinas autónomas.
Se vuelve a repetir: uno de los desafíos de nuestra época es aprehender la complejidad.
El análisis como herramienta fundamental llegó a un callejón sin salida. El concepto revolucionario de “emergencia” puso sobre la mesa su condición de “necesario pero no suficiente”, no para subestimarla sino para declararla compañera.
El objeto de este artículo escapa a la posibilidad de explayarnos sobre estos temas, pero más allá de ello, creo necesario advertir que la vinculación entre el reconocimiento de los elementos (análisis de las partes) y la reconstrucción de las características emergentes (síntesis del todo) es un paso fundamental para la comprensión de la complejidad, es un paso esencial para comprender nuestros territorios y nuestras ciudades.
Como reflexión final, quisiera expresar la manifiesta necesidad de reinventar los espacios de aprendizaje, asumiendo la vinculación inseparable de estos dos procesos. Asumiendo la complejidad en toda su extensión.
Esto me deja con la obligación de advertir algunos pareceres propios:
i) Sobre el proceso de construcción del conocimiento: necesita tanto de la lógica estricta (análisis) como de la capacidad creativa (síntesis). A otro artículo le corresponderá discutir el rol del principio dialógico de la teoría de la complejidad en relación a las ciudades y el conocimiento.
ii) Sobre la teoría y la práctica: este nuevo y necesario camino de construcción de conocimiento es imposible de realizar sin la teorización del sujeto (lamentablemente, en nuestros procesos de aprendizaje no hemos aprendido a cuestionar nuestros propios modelos de aprendizaje). La teorización y su relación con la práctica conforman un proceso recursivo que permite producir la causa que produce el proceso, generando un espiral de conocimiento. Debemos volver a teorizar sobre las prácticas, debemos volver a llevar a las prácticas las teorías.
iii) Sobre como recorrer el proceso: el proceso de conocimiento contiene una dualidad inseparable entre la instancia colectiva e individual, haciendo de las estructuras internas de los sujetos partes de la construcción del conocimiento general y colectivo – conformado un principio hologramático, la parte está en el todo y el todo está en las partes–, inhibiendo las miradas particulares y sesgadas. La construcción colectiva atañe tanto a los individuos (sujetos de conocimiento) como a las ciencias (cuerpos de conocimientos)
iv) Sobre el rol del docente: en este proceso cognitivo es tan importante el contenido de información como la forma en que ese contenido se hace parte de la estructura interna sujeto cognoscente, en estos términos toman una importancia radical estas estructuras y hace del rol del docente un observador en de este proceso, teniendo entre sus principales funciones marcar coherencias y vacíos sobre el proceso del sujeto cognoscente; bajo ningún punto de vista debe proyectar su estructura de comprensión y conocimiento sobre la del estudiante, ya que violaría su estructura interna. Hay que ser consciente, como señalaba Ana Quiroga, de que existe una explícita “identificación del criterio de verdad con el de autoridad, identificación que atraviesa a todo nuestro sistema educativo” con todo lo que ello implica.
v) Sobre la construcción de los problemas: en marcos de complejidad los problemas son construidos desde la multiplicidad, y son instancias creativas que contienen altos grados de síntesis. Debemos abandonar el paradigma que marca la obviedad de los problemas, y que éstos surgen solamente del análisis. No existen problemas “en sí”, sino que existen problemas “en relación a” y esto lleva implícito una visión del sujeto sobre el mundo. Volvemos a soldarnos con la realidad que construimos.
Debemos recuperar el rol de construcción de las universidades. Construir no es sinónimo de acumular. Tenemos las herramientas, solo hace falta ponerlas en práctica.
OJ
El autor es Arquitecto. Integra los equipos técnicos de la Subsecretaria de Planificación Territorial de la Inversión Pública de la Nación (Argentina) y es docente de la FAU-UNLP.
De su autoría, ver también en café de las ciudades:
Número 138-139 I Ambiente y política de las ciudades
Inundación y complejidad en La Plata I La lluvia no asesinó a nadie, la ciudad sí I Por Olaf Jovanovich
Número 141 I Política de las ciudades (II)
Derecho a la ciudad y complejidad I Un tejido de relaciones que se construye a medida que se van construyendo sus propias herramientas de construcción I Por Olaf Jovanovich