Tardó 4 años y medio en aparecer el tango en café de las ciudades, y aun así lo hace con prevenciones. No respecto a su valor musical y cultural, a la calidad poética a la que lo llevaron autores como Manzi y Expósito, ni mucho menos respecto a su potencial expresivo urbano (quizás para distinguirlo de la música folklórica del interior rural argentino, existe un apelativo que sintetiza este maridaje del tango y lo urbano: el de “música ciudadana”). La prevención de la que hablo se refiere en cambio a dos aspectos contrapuestos:
- por un lado, el resquemor frente a la banalización marketinera del tango, a los shows para turistas, a los bailarines acrobáticos y los tópicos del compadrito y la papusa;
- por otro, el temor de cdlc a tratar con impericia una cuestión que desde lo musical, lo poético y lo cultural requiere de un estudio cuidadoso y que como tal tenido especialistas ilustres.
Trataremos de minimizar estas prevenciones con una proclamación inmediata de modestia: tanto de los objetivos de esta nota (un simple homenaje a los santos lugares de la pasión azulgrana y a Boedo, que son los temas de este número especial) como respecto a su desarrollo, que meramente transcribirá la letra de algunos tangos memorables y la acompañará con mínimos comentarios.
La historia del tango, como la de Boedo, registra cortes dolorosos. Mencionaré uno, generacional, que me toca por razones epocales. Hubo a partir de los años ’60 (o quizás un poco antes), una negación juvenil del tango que hizo pensar en la posible desaparición de su vigencia. La crisis poética, los conflictos sobre el “verdadero tango” y, especialmente, el abandono del tango bailado, fueron a la vez el marco y la consecuencia de esa brecha cultural abierta entre padres e hijos.
Sea cual fuera el futuro del relativamente reciente renacimiento tanguero, y todo lo exasperante que sea el tematicismo que lo marca, al menos este revival implica la recuperación de una producción artística excepcional y de una formidable cultura urbana.
Aclarado este punto, empecemos por lo esencial (el corazón de Boedo…).
Sur
Homero Manzi y Aníbal Troilo compusieron este tango en 1948. Según el recordado periodista Julio Nudler, “Manzi encarna, más que ningún otro, la presencia de la poesía en la letra del tango. Fue un poeta que no publicó ningún libro de poesías. El medio de su poética fue siempre la canción, desde los motivos camperos hasta la música urbana, en la que alcanzó su mayor realización. De esa manera gozó de inmensa popularidad, sin renunciar nunca a sus convicciones de poeta. Apeló a la metáfora, incluso surrealista, pero no avanzó demasiado por ese camino, que quizás hubiera dificultado la comprensión de su mensaje por el hombre común. No utilizó el lunfardo (argot de Buenos Aires) para expresarse, pese al compromiso popular de su obra literaria. A diferencia de otros grandes autores, sus letras no ofrecen crónicas de la realidad social ni imparten consignas morales. Sus versos suelen estar llenos de nostalgia, como el tango mismo. A través de ellos, Manzi arroja una mirada plena de ternura y compasión hacia los seres y las cosas. El barrio pobre, suburbano, es su gran escenario“. Nudler considera a Sur como “probablemente la obra suprema del género en aquella esplendorosa década, (que) resume el sentido más profundo de su obra“.
San Juan y Boedo antiguo y todo el cielo,
Pompeya y, más allá, la inundación,
tu melena de novia en el recuerdo,
y tu nombre flotando en el adiós…
La esquina del herrero barro y pampa,
tu casa, tu vereda y el zanjón
y un perfume de yuyos y de alfalfa
que me llena de nuevo el corazón.
Sur… paredón y después…
Sur… una luz de almacén…
Ya nunca me verás como me vieras,
recostado en la vidriera
y esperándote,
ya nunca alumbraré con las estrellas
nuestra marcha sin querellas
por las noches de Pompeya.
Las calles y las lunas suburbanas
y mi amor en tu ventana
todo ha muerto, ya lo sé.
San Juan y Boedo antiguo, cielo perdido,
Pompeya y, al llegar al terraplén,
tus veinte años temblando de cariño
bajo el beso que entonces te robé.
Nostalgia de las cosas que han pasado,
arena que la vida se llevó,
pesadumbre del barrio que ha cambiado
y amargura del sueño que murió.
Sur… paredón y después…
Sur… una luz de almacén…
Manoblanca
Saliendo del Nuevo Gasómetro hacia el este, por Cruz o Perito Moreno, se llega en pocas cuadras a la Avenida Del Barco Centenera. En la esquina de esta con Tabaré, un mural recuerda este hermoso tango del mismo Manzi con música de Antonio De Bassi. Centenera y Tabaré es también la esquina donde el tropero Antonio Musladino tenía su herrería, es decir, “…la esquina del herrero, barro y pampa…”.
Dónde vas carrerito del este
castigando tu yunta de ruanos,
y mostrando en la chata celeste
las dos iniciales pintadas a mano.
Reluciendo la estrella de bronce
claveteada en la suela de cuero,
dónde vas carrerito del Once,
cruzando ligero las calles del Sur.
¡Porteñito!… ¡Manoblanca!…
¡Vamos, fuerza, que viene barranca!
¡Manoblanca!… ¡Porteñito!…
¡Fuerza, vamos, que falta un poquito!
¡Bueno! ¡bueno!… ¡Ya salimos!…
Ahora sigan parejo otra vez,
que esta noche me esperan sus ojos
en la Avenida Centenera y Tabaré.
Dónde vas carrerito porteño
con tu chata flamante y coqueta,
con los ojos cerrados de sueño
y un gajo de ruda detrás de la oreja.
El orgullo de ser bien querido
se adivina en tu estrella de bronce,
carrerito del barrio del Once
que vuelves trotando para el corralón.
¡Porteñito!… ¡Manoblanca!…
¡Vamos, fuerza, que viene barranca!
¡Manoblanca!… ¡Porteñito!…
¡Fuerza, vamos, que falta un poquito!
¡Bueno! ¡bueno!… ¡Ya salimos!…
Ahora sigan parejo otra vez
mientras sueño en los ojos aquellos
de la Avenida Centenera y Tabaré.
Almagro
En 1930, Vicente Ronca presentó este tango de su autoría al Padre Lorenzo Massa, fundador de San Lorenzo de Almagro. Con un envidiable sentido del marketing, el cura Lorenzo le propuso a Ronca que adoptara como apellido artístico el de “San Lorenzo”. Vicente San Lorenzo pasó a ser entonces el cantor, y Almagro, de San Lorenzo y Martini, el tango en cuestión:
Como recuerdo, barrio querido,
aquellos tiempos de mi niñez…
Eres el sitio donde he nacido
y eres la cuna de mi honradez.
Barrio del alma, fue por tus calles
donde he gozado mi juventud.
Noches de amor viví;
con tierno afán soñé,
y entre tus flores
también lloré…
Que triste es recordar!
Me duele el corazón…
Almagro mío,
que enfermo estoy!
Almagro, Almagro de mi vida,
tu fuiste el alma de mis sueños…
Cuantas noches de luna y de fe,
a tu amparo yo supe querer…
Almagro, gloria de los guapos;
lugar de idilios y poesía,
mi cabeza la nieve cubrió;
ya se fue mi alegría
como un rayo de sol.
El tiempo ingrato doblo mi espalda
y a mi sonrisa le dio frialdad…
Ya soy un viejo, soy una carga,
con muchas dudas y soledad.
Almagro mío, todo ha pasado;
quedan cenizas de lo que fue…
Amante espiritual
de tu querer sin fin,
donde he nacido
he de morir.
Almagro, dulce hogar,
te dejo el corazón
como un recuerdo de mi pasión.
Milonguita
Compuesto en 1920, este es uno de los primeros ejemplos del Tango Canción. El autor de su música, Enrique Delfino, explica que “con Samuel Linning, que hizo la letra, andábamos en busca de temas populares. Queríamos salir un poco de la humeante calle Corrientes, cuya mezcla de vida diurna y nocturna ya se había vuelto un poco monótona para nosotros. Por eso nos íbamos por los barrios, sobre todo para el lado de Boedo, hacia Pavón, Chiclana… En ésta, nos conquistó su ambiente de calle modesta, su frescura popular, su gente. Así nos inspiramos, Linning en los versos, yo en la música“. Según Guillermo Anad, en abctango.com, “estamos aquí frente a la figura de dos flâneurs: artistas que recorren las calles de Buenos Aires en busca de inspiración y que nos recuerdan un poco al Baudelaire que según Walter Benjamin amaba la soledad; pero la quería en la multitud. (…) El gran tema de Milonguita, su subject-matter, no es solamente “el cabaret como lugar de perdición” como lo señala la historia tradicional del tango. No, aquí hay algo más. Mucho más: el gran tema de Milonguita es el paso del Tiempo. Es que en Milonguita están presentes casi todos los grandes temas de la poética del tango. Ahí están la pollera, las trenzas, y la noche; el alma y la mujer; el placer, el lujo y el cabaret; los hombres, el frío y el alcohol; el tango en sí mismo, el cotorro y el bacán; el llanto, el champagne y el percal; la soledad, la nostalgia, la tristeza, el chamuyo y la esquina; el mal (“el mal paso”), los sueños, el barrio y la pebeta, el recuerdo…los recuerdos. En fin, el paraíso y el amor perdidos“.
¿Te acordás, Milonguita? Vos eras
la pebeta más linda ‘e Chiclana,
la pollera cortona y las trenzas,
y en las trenzas un beso de sol.
Y en aquellas noches de verano,
que soñaba tu almita, mujer,
al oír en la esquina algún tango
chamuyaste bajito de amor.
¡Esthercita…!
Hoy te llaman Milonguita,
flor de lujo y de placer,
flor de noche y cabaret.
¡Milonguita!
Los hombres te han hecho mal,
y hoy darías toda tu alma
por vestirte de percal.
Cuando sales a la madrugada,
Esthercita, de aquél cabaret,
toda tu alma temblando de frío
dice: ¡Ay si pudiera querer…!
Y entre el humo y el champán
de la noche
pa’l cotorro te saca un bacán…
¡Ay qué sola, Esthercita, te sientes…!
Si llorás… ¡Dicen que es el champán!
Barrio de tango
Desde su Santiago del Estero natal, la familia de Homero Manzi se radicó cuando este tenía siete años en el “humilde y alejado barrio de Pompeya (dice Nudler). Cada elemento de aquel paisaje -desde el largo paredón que recorría camino de la escuela hasta el terraplén del ferrocarril, en una mágica reunión de ciudad y pampa– quedará capturado en algunas de sus letras posteriores“, entre ellas la de Sur y esta de 1942:
Un pedazo de barrio, allá en Pompeya,
durmiéndose al costado del terraplén.
Un farol balanceando en la barrera
y el misterio de adiós que siembra el tren.
Un ladrido de perros a la luna.
El amor escondido en un portón.
Y los sapos redoblando en la laguna
y a lo lejos la voz del bandoneón.
Barrio de tango, luna y misterio,
calles lejanas, ¡cómo estarán!
Viejos amigos que hoy ni recuerdo,
¡qué se habrán hecho, dónde estarán!
Barrio de tango, qué fue de aquella,
Juana, la rubia, que tanto amé.
¡Sabrá que sufro, pensando en ella,
desde la tarde que la dejé!
Barrio de tango, luna y misterio,
¡desde el recuerdo te vuelvo a ver!
Un coro de silbidos allá en la esquina.
El codillo llenando el almacén.
Y el dramón de la pálida vecina
que ya nunca salió a mirar el tren.
Así evoco tus noches, barrio ‘e tango,
con las chatas entrando al corralón
y la luna chapaleando sobre el fango
y a lo lejos la voz del bandoneón.
Julián Centeya (poeta y cronista del tango) describe así “el paisaje de Homero” (fuente: Club de Tango): “Antes de entrarle a Boedo, y en su confesado meridiano de San Juan, donde le advirtió antigüedades de muros y totalidad de cielo, Homero Manzi, que vivía entonces en la casita de Garay cerca de la cortada Danel, había hecho su aprendizaje de calles en Pompeya. De ahí que, necesariamente, su recuerdo, forma única de recuperarlo, se enmarque en alta luna asomada sobre el raleado caserío, el potrero echado, ramas de viento estrangulándose en cañaverales, desoladas esquinas pobres, el corralón, luces amarillas del almacén tajeando el lomo de barro de la calle angosta con márgenes de zanjas, el zaguán penumbroso, el patio rectangular con planterío latero, el turbio bodegón, la cantina gringa (…) Nunca más tendrá el viejo barrio un narrador más sincero ni más profundo como lo fue Homero“.
En el encuentro del suburbio y la pampa, con el barro y el cielo como elementos en común, el tango resulta ser el eje fundante del mito de los barrios. Al decir de Adrián Gorelik en La Grilla y el Parque, “así como el proceso de construcción pública del barrio queda en manos de ese cúmulo de instituciones sociales que lo constituyen en un espacio público novedoso” (la escuela, la sociedad de fomento, el club) “podría decirse que su proceso de construcción mítica queda en manos de la lteratura y del tango, con todas las vinculaciones con la naciente cultura popular masiva“. Una ligazón especial une así la gran poesía tanguera del Sur con la propuesta social y estética de los escritores de Boedo, y con la consolidación del gran club de Boedo.
MC
Sobre el Grupo literario de Boedo, ver la nota de Gabriela Yocco en este número de café de las ciudades.
Sobre San Lorenzo, ver la nota Boedo Universal en este número de café de las ciudades.
Excelentes sitios de tango en la Web: Abc Tango, Todo Tango.com, con magníficas notas de Julio Nudler, y Club de Tango, con muy buenos foros de discusión