N. de la R.: café de las ciudades publicó en su número 3 una extensa nota sobre Santiago, la Reforma Urbana chilena y el proyecto del Portal Bicentenario, cuya lectura (además de las que se enuncian más adelante) recomendamos especialmente para completar o preludiar la de esta nota con datos históricos, técnicos, políticos, etc.
La impresión más fuerte que deja Santiago a un visitante argentino es la aceleración de los tiempos entre la idea de una operación urbana y su concreción. Prometo reducir a una breve explicación este asunto de mero interés local; no obstante, el lector o lectora que no esté interesado en la cuestión puede saltear estos primeros párrafos y pasar al siguiente acápite.
Prólogo para argentinos
Dejo de lado las bondades o defectos de intervenciones como el Centro de Justicia, la autopista Costanera Norte que acompaña al Mapocho o la urbanización del Portal Bicentenario. Lo cierto es que de estas obras tengo noticias desde hace muy pocos años (el Centro y el Portal fueron publicados en café de las ciudades en el 2003, poco después de sus respectivos concursos) y ya están en marcha, casi terminadas en algunos casos, o funcionando. Los ritmos de la intervención urbana santiaguina son los ritmos del mundo desarrollado: las obras se imaginan, se conciben, se discuten, se deciden, se realizan y se habilitan en horizontes temporales acotados. No menos importante: luego de entrar en funcionamiento, se las evalúa.
No estoy haciendo con esto una argumentación desarrollista o cacciatoresca, del tipo “lo importante es hacer, no importa qué ni cómo”. Como veremos, mucho de este desarrollo santiaguino tiene diversas fallas de concepción y/o realización, como la elección de los sitios donde se localiza la vivienda social y la calidad de su construcción, o la improvisación de algunos aspectos de los planes de transporte. Lo que me interesa destacar es que el proceso de planificación se considera una instancia de un proceso global de desarrollo, y no un ejercicio teórico; que el urbanismo es una disciplina con instancias de concepción, gestión, realización y evaluación, y no un género literario; que el ritmo político del desarrollo físico de la ciudad lo marcan los proyectos y las obras, no los anuncios.
También, que la opinión de los vecinos es parte del proceso de decisión, no un fetiche que inhibe la discusión racional y la búsqueda de alternativas para un consenso genuino y productivo. Y que la proximidad del Bicentenario es la ocasión para una completa operación de Reforma Urbana a escala nacional, no una espasmódica réplica del “a bañarse que vienen visitas” de nuestra infancia.
Pasada esta lectura argentina de la situación chilena, vuelvo a Santiago…
En verano, el fenómeno de inversión térmica se produce a una altura mayor que en el resto del año y esto disipa algo del smog que asola a Santiago. La mirada desde el Cerro San Cristóbal se hace entonces más nítida. Para entender Santiago, la subida al cerro es útil porque permite unas buenas vistas panorámicas, pero también, y especialmente, porque clarifica algunos aspectos de la segregación santiaguina. Desde el teleférico, mirar a izquierda y derecha sucesivamente brinda una contraposición iluminadora sobre la diferencia entre la calidad ambiental del barrio Pedro de Valdivia Norte y la heterogénea y vibrante urbanización del distrito de Huechuraba, al oeste del cerro. No solo por los materiales y el tipo de trazado urbano y arquitectura: basta comparar la importancia del arbolado urbano a uno y otro lado.
Al realizarse la autopista Costanera Norte, los vecinos del elegante barrio que se asienta entre el Mapocho y el Cerro protestaron por la idea de cruzarlo con una infraestructura elevada e impusieron un cambio de planes. La solución para este tramo de la autopista que lleva al aeropuerto de Pudahuel es una vía soterrada, de la que solo asoman cada tanto unas especies de “orugas” metálicas que permiten la ventilación del túnel. A nivel de superficie, este espacio se cubrió con unos magníficos parques, entre ellos uno con dedicación temática a las esculturas (muy buenas, por cierto). La autopista, que es parte de las obras realizadas en el marco de la Reforma Urbana, asoma a superficie cuando se acaban los barrios más acomodados, al este y al oeste…
A juzgar por mis primeros contactos, pareciera que nadie en Santiago vive en otro lado que no sea Providencia, Las Condes y Vitacura; es además la única parte de la ciudad, junto con el centro, que existe en los folletos promocionales y las guías turísticas… Finalmente, un amigo accede a pasearme por las poblaciones del sur, desde las míticas La Victoria y Cardenal José María Caro de la lucha urbana de los ´50, hasta los conjuntos de San Bernardo y Puente Alto. Es el paso del lote de “9 por 18” metros a los bloques apareados y los pabellones infinitos. El paisaje transmite monotonía pero también una cierta pujanza: son los “con techo”, los pobres con vivienda propia de una ciudad que ya no alberga campamentos (el equivalente chileno de las favelas y las villas miseria).
Las curiosidades del mercado del suelo introducen una cuña en este mecanismo segregatorio: el aumento del valor del suelo resultante de los nuevos desarrollos y su provisión de servicios induce a los empresarios a promover conjuntos residenciales de clase media en comunas anteriormente periféricas, donde los malls comerciales establecen rudimentos de centralidad. La extensión de la red de Metro y el prestigio de las “casas aisladas” y las urbanizaciones diferenciadas atraen a un público de ingresos más elevados que los de las villas de subsidio estatal.
La nueva urbanización del Portal Bicentenario, que ocupará la cuña sudoeste de la ciudad (antiguo aeropuerto Cerrillos) sintetiza y a la vez contradice varias de las tendencias urbanas en curso. Será un proyecto planificado, apartado a la desregulación; albergará condominios de vivienda con intenciones de mixidad, y contribuirá al desarrollo de un área postergada de la ciudad. Al mismo tiempo, con el solo anuncio de su desarrollo se altera el precio de los suelos rurales ubicados en su extremo sur, y comienzan las discusiones sobre el futuro de las poblaciones ubicadas a su lado este: los reclamos por su densificación ya generan críticas por la posibilidad de que la renovación urbana origine la expulsión de los pobladores históricos.
Otro mercado en auge es el de los apartamentos monoambientes o estudios en el centro de la metrópolis, para profesionales jóvenes o familias recién constituidas. Las obras en curso para el Anillo Interior (un antiguo cinturón ferroviario ideado por Benjamín Vicuña Mackena en su fundacional intendencia), por las cuales 250 hectáreas devendrán “verdes, conectadas, culturales, renovadas y diversas”, y la recuperación de edificios y espacios públicos de gran significación acompañan un proceso de cierto “retorno al centro” de la ciudad.
La construcción de un sistema de transporte integrado
En todo este proceso, el desafío más ambicioso de Santiago es el de la reestructuración de su red de transporte público automotor, que desde el 10 de febrero se integrará funcionalmente a la red subterránea del Metro. El Transantiago es una red de ómnibus articulados por carril exclusivo y paradas jerarquizadas, a la manera del ligerinho de Curitiba y el Transmilenio de Bogotá, pero con la particularidad de que, a diferencia de lo que ocurre en esas ciudades donde la red automotor suple la carencia de Metro, en Santiago ambos modos se integrarán con un sistema de boleto único.
Su gestión no está exenta de discusiones, en especial por el apuro (atribuido a la intención de garantizar el lucimiento de la anterior gestión presidencial) en implementarlo, lanzando los buses a la calle sin que el resto del sistema estuviera en funcionamiento.
Pero por cierto, el nuevo modelo integrado pareciera ser superador de la irracionalidad del modelo desregulador, que pobló Santiago de ómnibus contaminantes, de tarifas caras y recorridos antojadizos: “las micros” amarillas, con las que hasta hoy el Transantiago compite en los mismos recorridos y por el mismo público. Con la inminente modalidad, el Transantiago operará como red troncal abastecida por buses barriales, nuevo y más racional rol que se asignará a las micros. La experiencia es novedosa para América Latina y de su éxito o fracaso depende la posibilidad de que se convalide como un modelo de transporte para las grandes ciudades del continente.
Los “con techo”…
Santiago, y Chile en general, han resuelto el problema habitacional de sus ciudadanos más pobres. La gran apuesta cuantitativa de los ´80 se consolidó con la bonanza económica de los años de la Concertación y el crecimiento sostenido: casi la mitad de las viviendas existentes en Chile fueron construidos en el último cuarto de siglo; más del 20 % de los santiaguinos viven en viviendas sociales que ocupan poco más del 3% del territorio. Resta ahora el salto cualitativo: integrar a la ciudad las nuevas poblaciones construidas en 20 años y dotarlas de identidad y deseo para sus residentes.
Para muchos, el modelo de subsidio a la demanda, al que se atribuye ese éxito cuantitativo de las políticas de vivienda social, resulta más bien un subsidio encubierto a la oferta de las empresas nucleadas en la Cámara Chilena de la Construcción, que con pocas excepciones ha provisto los cuadros que dirigieron el Ministerio de Vivienda y Urbanismo en los últimos 25 años. Este modelo ha favorecido la construcción de grandes conjuntos residenciales en tierras de escaso valor inmobiliario ubicadas en las periferias; una encuesta realizada por el Centro Sur indica que el 64 % de los “pobres con techo” preferiría mudarse a otra vivienda, en lo posible individual y en un barrio más céntrico. Algunas comunas miran incluso con desconfianza a los nuevos pobladores y prefieren dirigir su atención a la clase media atraída por los nuevos desarrollos que construyen los empresarios del sector, aprovechando la provisión de servicios por el Estado.
Paradójicamente, en los cerros del nordeste los nuevos barrios de clase media alta reproducen la des-urbanidad de las poblaciones de vivienda subsidiada. Calles vacías, lotes esperando comprador, cercos omnipresentes, repetición obsesiva de las construcciones, falta de equipamientos (claro que estos llegarán apenas se pueblen los barrios, a diferencia de lo que pasa en las “poblaciones”), transporte público casi inexistente (solo el personal de seguridad o servicios se ve en las calles). Cada tanto, un kistch ni siquiera postmoderno ensayado en alguna casa introduce una variedad en el paisaje en general austero de Santiago.
A cinco minutos del desarrollo
“Sigan ustedes sabiendo que -mucho más temprano que tarde- abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor“. La voz de Salvador Allende conmueve desde la grabación de su último mensaje, el día del golpe de estado del ‘73 (el 11-S latinoamericano…), sobre el fondo de los aviones que bombardeaban el Palacio de La Moneda. La escucha cierra una charla con amigos en un jardín de Providencia, barrio que festejó como pocos el golpe militar y lo preludió con sus “cacerolazos”.
Si no en Alamedas para el hombre libre, Santiago abunda hoy en hermosos parques y espacios públicos… Aunque los especialistas lamentan la falta de un gran espacio de dimensiones geográficas, representativo y unificador del paisaje de la ciudad, el sistema de espacios verdes que acompaña el Mapocho es apropiado por los ciudadanos y acompaña un corredor de equipamientos culturales y representativos de interés, como el Centro Cultural Estación Mapocho.
El Palacio de la Moneda que bombardearon los aviones de Leigh en el ‘73 hoy está abierto a las visitas públicas y en el subsuelo de la Plaza de la Ciudadanía se abre un inmenso Centro Cultural. Los amigables paseos del “Sanhattan”, el glamour de la calle Lastarria, los amenos bares de Bellavista, replican un patrón de ciudad europea contemporánea, ajeno hasta cierto punto a las miserias supérstites de la ciudad. ¿Cuál es la Santiago válida: la del smog y las poblaciones desangeladas o la de las calles sin miseria y los servicios universales?
Como suele ocurrir, ambas posibilidades son válidas para caracterizar a Santiago. La ciudad contaminada, la metrópolis desigual donde la fragmentación social tiene expresión territorial, coexiste con la ciudad planificada donde el desarrollo parece estar al tiro del crecimiento sostenido. Cabalgando sobre sus contradicciones, Santiago se ubica hoy netamente a la vanguardia en la evolución de las grandes ciudades latinoamericanas.
MC
Sobre Santiago, ver también en café de las ciudades:
Número 3 – Proyectos
Portal Bicentenario: Santiago y la Reforma Urbana I Recuperación de un antiguo aeropuerto y políticas de integración territorial en la capital chilena. La reforma urbana chilena según su Secretario Ejecutivo, Mario Tala I Marcelo Corti
Número 4 – Flanneur
Sexo y Muerte en Santiago I La única promesa de verdadero “descanso” sería, en consecuencia, otra ciudad. I Ana María Alvarez R
Número 6 – Entrevista
Lo propio, lo austero, lo contemporáneo I Estudio Vila – Sebastián – Vila: operar más allá del problema del edificio, para resolver los temas de la ciudad. Charla sobre los parques, las autopistas y el río en Buenos Aires, el Centro de Justicia en Santiago, los conflictos urbanos y la síntesis regional – universal. I Estudio Vila – Sebastián – Vila
Número 19 – Economía
El problema de los “con techo”… I Alfredo Rodríguez describe las paradojas del subsidio habitacional en Chile. I Alfredo Rodríguez
Número 19 – Paisaje
Arquitecturizar el paisaje y naturalizar la arquitectura I Sobre la obra de Carlos Martner. I Humberto Eliash Díaz
(continuar la búsqueda en café de las ciudades)
Sobre el fenómeno de la inversión térmica y la contaminación en Santiago, ver el capítulo correspondiente en el informe que la página Web de la Universidad Católica de Chile presenta sobre el tema.
Ver el sitio del Transantiago en la Web.
Sobre Santiago hay muy buena información disponible en las ediciones de la Corporación SUR (especialmente “Los Con Techo”, editado por Alfredo Rodríguez y Ana Sugranyes), la Revista Eure, y otras como Foco 76 – ideas de ciudad, la revista De Arquitectura de la FAU – Universidad de Chile, y la edición chilena de Todo Obras.
café de las ciudades agradece especialmente la cordialidad y las atenciones brindadas en Chile por Ana María Alvarez, Beto Eliash, Alfredo Rodríguez, Adriana Sapelli, Ana Sugranyes, Pablo Trivelli, Raúl Zurita, la Paulina, la Rafi y la Toni, entre otros amigos y amigas