
Hay solo dos temas que pueden ser incómodos en el diálogo con algunos urbanistas australianos: como cuestión general, la crítica al urbanismo de baja densidad; como problema específico (pero fácilmente vinculable al anterior), la casi nula urbanidad de Canberra, la capital de cuya fundación se cumplen 100 años en este 2013. No es que los técnicos sean ajenos a las carencias de amenidad e intensidad del centro de la ciudad (si es que se puede hablar de un centro, más allá del desangelado Centro Cívico). La aceptan, pero en general creen que se puede solucionar con algunos retoques: alguna operación renovadora, una mejora del transporte público que permita liberar suelo destinado a playas de estacionamiento para introducir vitalidades comerciales y culturales, algo de vivienda multifamiliar en las cercanías del Centro Cívico. Reivindican, en cambio, algunos factores ambientales (la ciudad es más bien un enorme parque con algunos edificios esparcidos, seguramente entre las de mejor cociente de espacio verde por habitante en el mundo), la tasa de desempleo reducida a la mera fricción, las excelentes prestaciones médicas que atraen a jubilados de todo el país, la calidad de sus universidades.

La muestra The Dream of a Century: The Griffins in Australia’s Capital, actualmenteen exhibición en la Biblioteca Nacional australiana, hace justicia con la autoría del proyecto ganador del Concurso de 1912 para el Plan de la nueva capital, históricamente atribuido con exclusividad a William Burney Griffin. En realidad, Griffin desarrolló toda su carrera profesional en conjunto con su esposa Marion Mahony, a quien se atribuye incluso buena parte del éxito del proyecto en el concurso debido a la calidad de sus dibujos. Ambos venían preparándose para competir desde que la federación de los estados y territorios australianos, en 1901, puso en alerta a William sobre la inminencia de la necesidad de construir una capital para el Commonwealth.
El proyecto de los Griffin se diferenció del resto de los trabajos presentados (que según la exposición, tomaron al sitio como una tabula rasa) por su atenta comprensión del lugar. El plan estructura dos ejes principales en cruz: el Eje de la Tierra, que une dos montes a cada lado del Río Molonglo, ubicando al norte un memorial y al sur el centro cívico, y el Eje del Agua, con la conformación de un sistema de lagos artificiales a partir de la alteración del cauce ribereño. En esta macro-composición aparece algo del espíritu “orgánico” de la escuela wrightiana, mientras que en el trazado urbano se evidencian los rastros del City Beautiful Movement iniciado por Daniel Burnham y Frederick Law Olmsted (el proyectista del Central Park neoyorquino y uno de los padres fundadores del planeamiento urbano) en la Feria Colombina de Chicago de 1893. Ambas influencias, muy ligadas a la experiencia personal de los Griffin: William decidió estudiar arquitectura tras visitar la Feria y tanto él como su esposa trabajaron con Wright; de hecho, Marion quedó al frente de lo que quedó del estudio tras la huida de su titular con la Sra. Cheney.


Manfredo Tafuri y Francesco Dal Co (Arquitectura contemporánea, Aguilar, Madrid, 1989) caracterizan al City Beautiful por su “notable disponibilidad ideológica”; el Plan de Chicago que Burnham elaboró junto a Edward Bennett en 1903 representa en ese entendimiento “el modelo haussmaniano interpretado en términos absolutamente formales, sin ahondar en el espesor, en ausencia de toda renovación de las instituciones administrativas y técnica. El máximo de formalización corresponde al máximo de libertad especulativa”. Ambos autores encuentran continuidades con el “modelo de ciudad imperial” ensayado por Lutyens en Nueva Delhi y el proyecto de Canberra, en el que “conviven matrices diversas, de la ciudad jardín a los intentos norteamericanos de creación de zonas, con motivos simbólicos de derivación esotérica. La compleja estructura axial, que conecta una serie de instalaciones estelares con soluciones monumentales y sugerencias naturalistas, persigue también -con medios diversos- la síntesis intentada por Lutyens (…) aunar modelos urbanísticos contrastantes”.
El proyecto fue implementado por el Ministerio de Obras Públicas australiano, que pronto prescindió de los servicios de los Griffin e introdujo cambios que desvirtuaron la idea original. A estos cambios inconsultos se atribuyen las fallas de urbanidad que ni el más entusiasta defensor de Canberra puede disimular en la discusión. En la experiencia concreta de la ciudad, el centro es en realidad una colección de edificios que, con honrosas excepciones, exhiben una pobre factura arquitectónica y que además están muy separados entre sí y sin articulaciones espaciales a escala peatonal. Las distancias son enormes y sin atractivo para el paseo, con excepción del lago central (que sin embargo no está bien relacionado a los, por así llamarlos, recorridos peatonales).

¿Dónde está el problema de Canberra: en la mala implementación del proyecto Griffin o en la misma concepción del proyecto? Si se superpone el esquema original a la imagen satelital de la ciudad, se comprueba que la idea general de trazado responde al proyecto y se pone en evidencia los errores de escala de la propuesta. Los ejes de Canberra funcionan en el plano y en la mirada celestial, pero fallan en la experiencia concreta de su recorrido. Mayores dimensiones no aseguran mayor monumentalidad; por el contrario, en este caso disuelven las relaciones entre el ojo del observador, los objetos construidos y los sentidos direccionales. La invectiva antiacadémica de Le Corbusier contra “la ilusión de los ejes” bien podría ser ejemplificada con el proyecto de Canberra. A los Griffin les hubiera venido bien una recorrida por París o por Teotihuacán (o incluso por Washington) para calibrar mejor las dimensiones y relaciones de su esquema compositivo.

No parece casual que los barrios residenciales de matriz suburbana en los que reside la población de Canberra tengan un standard de calidad espacial y urbana muy superior al del “área céntrica” (¡la honestidad intelectual exige el uso de comillas para usar esa expresión”!). En los suburbios, la práctica australiana se mueve en su ambiente más propicio. El mismo matrimonio Griffin desarrolló una intensa actividad en el desarrollo de comunidades suburbanas en Sídney, entre las idas y venidas de su conflictiva relación con las autoridades a cargo de la obra de la nueva capital. El campus de la ANU (Universidad Nacional de Australia) también alcanza en algunos de sus recorridos principales una escala y una calidad espacial que se distingue claramente de su entorno, como puede apreciarse apenas traspuesta su entrada.

Negada al placer del paseante urbano y del frecuentador de cafés, tildada de “aburrida” en las conversaciones “off the record”, Canberra ofrece otros atributos que algunos saben apreciar. Para los aficionados al aerobismo, es un lugar ideal para correr por parques infinitos; para los militantes políticos, es una ciudad que permite todos los contactos y relaciones necesarios a la actividad; para los amantes de la naturaleza, un gigantesco vivero. Y para el urbanista aburrido, una pregunta estimulante: ¿qué podría hacerse para transformar a Canberra en una ciudad atractiva?
MLT
café de las ciudades agradece la cálida hospitalidad de Joelle Vandermensbrugghe en Canberra, así como las atenciones brindadas por el Planning Institute of Australia.
Hasta el 10 de junio está en exhibición en la Biblioteca Nacional australiana la exposición The Dream of a Century: The Griffins in Australia’s Capital, sobre el legado del proyecto ganador del Concurso de 1912 para el Plan de la nueva capital.
Sobre el diseño de nuevas capitales, ver también en café de las ciudades:
Número 89| Lugares
Cidade Livre, hogar de los trabajadores que construyeron Brasilia | Un campamento provisorio que se transformó en ciudad | Norberto Iglesias
Número 82 | Lugares (II)
City Beautiful Chandigarh | Incredible India (V) | Laura Wainer |
Número 98 | Arquitectura de las ciudades (I)
Testa revisited (joya, nunca Chandigarh) | El Centro Cívico y la Biblioteca Legislativa de Santa Rosa, en La Pampa | Marcelo Corti |
Y sobre Australia, ver también en este número las notas La grilla y los parques, Sídney, lo mejor de ambos mundos, La creación de lugares para la gente y POSICiones cordobesas.