“…Terquedades será una tribuna de doctrina” (C. Ricot)
El descenso a la segunda categoría del Club Atlético River Plate, una de las más importantes instituciones del futbol argentino, ha sido el tema recurrente de los últimos días en la calle y en los medios. La caída riverplatense ha tenido repercusiones sociales, políticas y económicas, pero en esta columna voy a mencionar solamente un par de cuestiones referidas a la especificidad futbolística, con una breve referencia a las cuestiones urbanas.
Creo que la primera es la más banal: el supuesto reacomodamiento de las hegemonías futbolísticas a partir de las crisis relativas de los cinco grandes históricos del futbol argentino y los buenos resultados de algunos clubes chicos en los campeonatos recientes. Sin embargo, la construcción de las hegemonías futbolísticas es un proceso histórico cultural que requiere mucho más tiempo que el de algunas campañas afortunadas y posee una inercia de difícil modificación en el corto plazo.
Más impactante (aunque más callada por los medios de comunicación de las más distintas ideologías e intereses) es la crisis del modelo de “fútbol espectáculo”, surgida en los `60 de la mano de Alberto J. Armando y José M. Muñoz y que en sus formas más extremas apuntaba a la reducción del fútbol argentino a dos entidades hegemónicas (la hoy descendida y su rival histórico, Boca Juniors), la privatización de los clubes y la primacía del espectador televisivo sobre el hincha de los estadios. La escandalosa administración que llevó a River a su situación actual no puede ser explicada como una mera corruptela personal o grupal y debe ser entendida en el contexto de una crisis estructural de este modelo perverso de gestión y explotación.
Por último, (…but not least) queda la menos analizada de las transformaciones implícitas en la desgracia “millonaria”: el avance de instituciones representativas de otras regiones argentinas por sobre las de la metrópolis bonaerense. Con River, Huracàn, Gimnasia y Quilmes se van “a la B” dos equipos capitalinos, uno del conurbano sur (ese que en cada estación de tren tiene un club) y otro de La Plata; los remplazan dos equipos santafesinos (y entre ellos no está el popular Rosario Central, que permanece en segunda división por al menos un año más), uno sanjuanino y otro cordobés. Hasta hace algunos años, solo las ciudades de al menos 500.000 habitantes podían sostener equipos en primera división. Hoy ascienden Rafaela (representante de una ciudad de 100.000 habitantes) y San Martín de San Juan y permanece en primera Olimpo de Bahía Blanca. Repasando la base económica de estas ciudades intermedias, nos encontramos con algunos de los sectores más fuertes de la primera década de este siglo: la rica pampa “gringa” argentina, la cuestionada minería andina y uno de los puertos más importantes del país.
No tengo duda alguna que River volverá a la primera división del fútbol argentino como el grande que es: ganará de punta a punta el Nacional B, llenará las canchas propias y ajenas superando incluso las concurrencias de los grandes que quedan en primera y retornará a su lugar natural fortalecido y orgulloso de haber superado su “temporada en el infierno”. Ya lo hizo San Lorenzo de Almagro hace 30 años, en un contexto mucho más difícil (despojado incluso hasta de su estadio, volvió con toda la gloria a ser protagonista en una división donde brillaban los Maradona, los Kempes, los Bochini y hasta el propio Daniel Alberto Passarella que hoy preside a los “millonarios” en su decadencia). Recomiendo optimismo a mis amigos riverplatenses y agrego otros optimismos posibles; pocos creían que River se pudiera ir a la B, pero se fue, así que también es posible creer en otros cambios:
– Erradicar a las barras bravas de los estadios (con voluntad política, se resuelve en dos semanas; sin voluntad política, nunca).
– Volver a la fiesta del futbol, con locales y visitantes y con estadios seguros y confortables.
– Depurar la dirigencia del fútbol y erradicar “intermediarios”, “grupos empresarios” y negociados con jugadores.
– Que el dinero que general el fútbol enriquezca a los clubes y no a sus dirigentes.
– Recuperar los clubes como entidades sociales.
– Volver a los campeonatos competitivos, minimizando la cantidad de jugadores que siguen sus carreras en ligas de primera, segunda o tercera categoría en Europa, Asia o América y vacían de contenido los torneos locales.
– Volver a vivir la alegría del fútbol en las divisiones inferiores, con chicos que se diviertan y no estén pensando en salvar a su familia con una transferencia al exterior.
– Que los periodistas deportivos sean periodistas y no chimenteros de la farándula ni publicistas de jugadores.
– Que el fútbol sea una expresión auténtica de la cultura popular.
– ¡Que se vaya “El Padrino” Grondona y se sanee la Asociación del Futbol Argentino!
MLT
Sobre el tema, ver también los artículos de Fernando Carrión Mena y Carola Inés Posic en este número de café de las ciudades.
Terquedades anteriores:
Presentación editorial (número 65)
Terquedad de las clases medias (y sus críticos)
Terquedad de las villas y los funcionarios
Terquedad del Plan Urbano Ambiental
Terquedad de las Guías (los itinerarios de Eternautas y la ciudad bizarra de Daniel Riera)
Terquedad de las políticas urbanas
Terquedad de Puerto Madero y los paseos costeros
Terquedad del Fútbol (dePrimente)
Terquedad de los vecinos y los medios
Terquedad del gorilismo (y de las palabras)
Terquedad (optimista) del Riachuelo
Terquedad de la no-Ciudad Universitaria
Terquedad periférica (sobre el número 35 de Mu)
Terquedad de las urbanizaciones privadas
Terquedad del Manual (urbanismo para asentamientos precarios)