
El enemigo de mi enemigo no es necesariamente mi amigo. Nadie que realmente considere al fútbol argentino un producto cultural a preservar y valorizar puede dejar de sentir un especial placer en la caída de Torneos y Competencias. Pero la ruptura del contrato de televisación entre dicha empresa y la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) no es, como algunos simulan creer, una suerte de revolución cultural sino una versión light de esas peleas entre clanes mafiosos que tanto nos gustan en la ficción cinematográfica. Está muy bien simpatizar con la Familia Corleone en su enfrentamiento con los Tattaglia; con Don Julio Grondona, en cambio, la prudencia aconseja abstenerse de toda simpatía.
A nosotros, a los que amamos el fútbol, nos parece que el vaso está medio vacío. La ruptura del leonino contrato de Torneos y Competencias debería ser acompañada de otra medida radical: la intervención a la AFA, por supuesto acompañada de una profunda revisión de lo actuado en 28 años de presidencia de Don Julio, Ni siquiera hay que recordar que sin el grondonismo de la AFA y de los clubes no hubiera habido unicato de TyC en la transmisión del fútbol. No hay inocentes en esta historia.
Por supuesto, resulta completamente desproporcionada la comparación entre el “secuestro de los goles” y la desaparición forzada de personas durante la dictadura iniciada en 1976, que realizó la Presidenta en un rapto de entusiasmo. Para no hablar de los 600 millones de pesos anuales que, se supone, destinará el Gobierno Nacional a sostener este acuerdo con los clubes. Es dinero que podría recuperarse con una buena gestión de los réditos económicos que produce el fútbol. Pero los antecedentes de las partes dejan solo dudas al respecto…

Me gustan las transmisiones de “la Televisión Pública”: sin tanta cámara mostrando la histeria de los bancos, sin exasperantes repeticiones en cámara lenta mientras el partido sigue jugándose, sin bandas publicitarias que tapan la mitad de la pantalla, sin comentaristas que disfrazan la preferencias de sus empresas por los equipos más redituables con una supuesta objetividad (esos “nuestra cámara estratégicamente ubicada nos demuestra que Battaglia no cometió penal” cuando todos vemos que Battaglia sí cometió penal). He encontrado gente que extraña esos barroquismos y alardes del fútbol codificado. Son hinchas de TyC Sports, más que de sus equipos. Por algo esa publicidad nefasta les decía “no sos menos hincha por no ir a la cancha”.
¡Y por supuesto, descorchemos una botella de buen champagne por la muerte de la “cámara a las tribunas”! ¿Puede haber algo más triste que ese engendro? TyC Sports nos daba Fútbol dePrimente, mientras esperábamos Fútbol de Primera. Solo un Foucault podría describir con precisión la perversidad de los mecanismos “te miro / te oculto” que disparó el inventor de esa modalidad televisiva…
Esas pequeñas venganzas que el hincha paladea con el nuevo sistema son, a su modo, alegrías, pero no son en modo alguno la gran alegría que esperamos. Los que vamos a la cancha, los que sostenemos la pasión (y el negocio) del fútbol argentino tenemos que lidiar todavía con un sistema dirigencial corrupto e ineficiente, que ni siquiera puede organizar decentemente una venta de entradas. Los “pibes” se venden cada vez más jóvenes y dentro de poco ni siquiera jugarán, como ahora, un par de meses en un club argentino para luego ser transferidos a un fútbol de segundo orden: se irán de adolescentes, se irán de niños, como Messí. Y en las tribunas, en los accesos y salidas de los estadios, seguiremos soportando atropellos, esperas interminables para salir del estadio, o hasta la proscripción de las “hinchadas visitantes” con que se intenta resolver el problema de la violencia y los “barras bravas”. Digámoslo sin medias tintas: el problema de la violencia en el fútbol es el problema de violencia social más fácil de resolver en la Argentina: está localizado y se sabe quienes son los violentos. Varían los tiempos, eso sí: con voluntad política, se resuelve en dos semanas; sin voluntad política, nunca. Tenemos que sacarnos de encima a los barras bravas como tenemos que sacarnos de encima a los “representantes” e intermediarios de jugadores, y como tenemos que sacarnos de encima a Don Julio. Ya nos sacamos de encima (al menos por un rato) a TyC, pero no alcanza. Tenemos que recuperar los clubes como expresión cultural y ciudadana, primer paso para entonces sí recuperar de una vez el fútbol que nos robaron.
Parafraseando al Marques de Sade, podríamos gritar en una cancha llena y en un domingo de fiesta: ¡Hinchas de fútbol argentinos, un esfuerzo más si queremos recuperar nuestra pasión!
MLT
Sobre Fútbol y Ciudad en la Argentina ver también Terquedad de Don Julio y, entre otras, estas notas en café de las ciudades.
Número 18 | Fútbol y ciudad (III)
El acoso a la fiesta | No se escucha (son amargos…) | Carmelo Ricot
Número 43 | La mirada del flânneur (Fútbol y Ciudad IV):
Eric Cantona: ¿vocero de la globalización neoliberal o vulgar “hijo de puta”? | Nike y la alegría de los niños. | Carmelo Ricot
Número 69 | Fútbol y ciudades
La ciudad del Mundial ‘78 | La fiesta de la dictadura y sus huellas en Buenos Aires | Marcelo Corti
Terquedades anteriores:
Presentación editorial (número 65)
Terquedad de las clases medias (y sus críticos)
Terquedad de las villas y los funcionarios
Terquedad del Plan Urbano Ambiental
Terquedad de las Guías (los itinerarios de Eternautas y la ciudad bizarra de Daniel Riera)