Conocemos muchas manifestaciones que se suelen publicar en los medios de comunicación masivos –gráficos, televisivos, redes sociales, anuncios, etc. Pueden ser falsas noticias (fake news), márquetin de lavado verde (greenwashing), falacias, promesas incumplibles y otras expresiones de mensajes desinformativos. Lo que no es común es encontrar notas periodísticas noveladas que pretenden influenciar sobre como percibir el medio ambiente, desculturizando para justificar inversiones oligopólicas con costos económico-financieros y ambientales a socializar.
Es probable que el artículo a referenciar no sea el único caso –menos aún el primero–, pero es inaceptable influenciar mediante una ficción el vaciamiento de los principios constitucionales de la ciudad de Buenos Aires, desentendiéndose del cambio climático y los costos emergentes que deberá asumir la comunidad en el largo plazo para favorecer, tácitamente, a la globalización plutocrática. El caso en consideración es una nota titulada “El plan para transformar el baldío más grande de la ciudad en un parque ribereño y en un megaproyecto inmobiliario”.
El periodista del terror(ismo) suelto de cuerpo induce a interpretar a un terreno costero como un paisaje donde “una bomba química anuló la vida humana y Buenos Aires está recuperando de a poco su estado primitivo” con un entorno donde “altas chimeneas y construcciones industriales despintadas completan el paisaje apocalíptico, de naturaleza que avanza sobre despojos humanos”. Lejos esta de una valoración que no diferencia ni comprende el valor de la naturaleza para los seres vivientes y la vulnerabilidad del sitio en el mediano plazo; reniega de un conjunto de edificios con un tipo de intervenciones similares a las que posteriormente valorará como “motor económico” del proyecto.
Abjura, asimismo, que al “transformar los yuyos en ciudad” se logrará al respirar “el discreto encanto de la urbanidad sofisticada, la mezcla justa de cemento y verde” donde “el espejo de agua está contenido por discretas paredes de cemento alisado y el paseo se completa con barrancas de pasto prolijo”, para “lograr la convivencia más o menos armónica de torres de hasta 45 niveles, el motor económico del proyecto, con el gran parque verde que lo rodeará, el corazón espiritual del proyecto”. Lo meloso es una clara advertencia de que podría haber cierta deshonestidad intelectual. La ciudad no la conforman los edificios, la constituyen sus habitantes.
Se comprende y sería atendible una clara posición ideológica, lo difícil es aceptar adulaciones inapropiadas. Se pondera en la nota que luego de unos 15 años el predio se transformará en “urbe en el grado superior de la civilización”, expresión que parece inspirada en cronistas de siglos pasados.
Con el mismo pasamontañas, se describe que “Era un bañado de tierras bajas e inundables hasta que el gobierno nacional se lo cedió a Boca en 1965”, que comprara IRSA en 1997 y luego “casi 30 años en que las 72 hectáreas quedaron vacías mientras la fauna y flora locales recuperaban su espacio original avanzando sobre los edificios abandonados”. Se procura persuadir a adoptar una visión de aversión hacia la naturaleza, en tanto denuncia que “el mayor terreno vacante de la ciudad languidecía en la desidia” sin aprovechar la cercanía con el centro. Aprovechar es entender que lo pertinente es desnaturalizar la costa inundable adquirida con un baja capacidad constructiva y precio -55 millones de dólares-, a la espera de que se completara el barrio Puerto Madero S.A. (2.500.000 metros cuadrados) para maximizar en el “terreno vacante” la renta inmobiliaria para un residencial exclusivo y de usos mixtos (895.225 metros cuadrados) cuyo valor del suelo se puede estimar actualmente en 600.000.000 de dólares -es decir, valorizado en 19 millones de dólares anuales producto de la magia de los gestores funciona(les)rios del Poder Ejecutivo y Legislativo de CABA.
Igualmente, es temerario aseverar que el parque del predio “recupera la vieja tradición paisajista de pioneros como Carlos Thays”, es un modo de usufructuar el valor simbólico del paisaje diseñado por el paisajista que ennoblece y caracteriza a Buenos Aires para todos los habitantes y visitantes, aunque desvaloriza la naturalización de la costa, en tanto oculta la actividad recreativa originalmente prevista para Boca Juniors -es decir, sin población permanente- transformada en una densificación a protagonizar por unos 29.000 habitantes potenciales permanentes que transformaran al área en altamente vulnerable en el mediano y largo plazo.
Como si lo anterior fuera poco, el periodista devenido en planificador inmobiliario describe un presagio draculiano –aunque se trata de un deseo inconfesable–: “(uno) de los problemas es el ruido constante de la central Costanera, la planta termoeléctrica que es vecina del predio. (…) paisaje de chimeneas humeantes (…) que puede resultar molesta para los visitantes del parque y, sobre todo, para los eventuales habitantes de los complejos de viviendas que se proyectan en la zona”. También es deshonesto partir del principio del envilecimiento “son cuestiones de diseño con un costo económico limitado” aunque es probable un beneficio de más de 1.800.000.000 de dólares.
Un terreno de relleno bajo cota de 5 metros sobre el cero del Riachuelo, afectable por recurrentes sudestadas, presuntamente inundables antes de 50 años por efecto del Cambio Climático, sin Evaluación de Impacto Ambiental de largo plazo ni del ciclo de vida de los bienes materiales, sin planta de tratamiento de los líquidos cloacales –por tanto más contaminación del Río de la Plata–, con predios de baja tensión del suelo y capa freática cada vez más próxima a la superficie del terreno es, cuanto menos, una venta que desinforma a sus compradores.
Se pondera en la nota que luego de unos 15 años el predio se transformará en “urbe en el grado superior de la civilización”, expresión que parece inspirada en cronistas de siglos pasados.
Por otra parte, y no menos engañoso, es usar el agua del entorno como valor natural que mercantiliza la percepción de un paisaje infinito que invita a la contemplación lejos del ruido del resto de la ciudad y su fácil navegación. Igualmente se ofrece el sector de aguas de la Reserva Ecológica Costanera Sur y un puente que extendería el uso del pseudo parque a lo Thays conectando con el sitio Ramsar. El combo se completa con vistas a la costa uruguaya desde las torres de 44 pisos. Estas valorizaciones se abducen económicamente con el crecimiento inmobiliario costero, a la vez que se pasa de cero emisiones año a más de 30.000 tn.CO2e/año debido a la construcción y puesta en funcionamiento de los edificios, vehículos y prestación de servicios, sin considerar el requisito de resarcir con la inmisión de los gases con efecto invernadero a provocar. Es tan elemental e insuficiente la compensación establecida que el supuesto parque público de 36,40 has incluye a más de 8 hectáreas de aguas o bañados no aptas para sumergirse –es decir, restan solo 28 has que solo sirven para los 29.000 habitantes residentes potenciales (10 m2 por habitante).
Desinformar no solo es deshonesto, sino que puede transformarse en cruel. No solo beneficia a un empresario y sus accionistas de New York, sino que inhibe el uso libre e irrestricto del relleno pagado por todos los habitantes del país para actividades recreativas de los habitantes y turistas de la ciudad, incrementa el endeudamiento externo para realizar las grandes infraestructuras faltantes, desfavorece inversiones en otros sectores urbanos no ABC1, promueve la expropiación de la Central Eléctrica Costanera Sur e inevitablemente endeudará a los ciudadanos de Buenos Aires para realizar defensas de adaptación que eviten la inundación del predio o requerirá se trasladen y relocalicen todos los habitantes de Costa Urbana a un lugar seguro.
Igualmente se ofrece el sector de aguas de la Reserva Ecológica Costanera Sur y un puente que extendería el uso del pseudo parque a lo Thays conectando con el sitio Ramsar. El combo se completa con vistas a la costa uruguaya desde las torres de 44 pisos.
Hacer márquetin embaucador debe contar con un gobierno atento que proteja a los incautos. Es indispensable evitar las prácticas comerciales desleales que engañan a los consumidores y les impiden tomar decisiones de consumo sostenibles, como las afirmaciones ambientales engañosas o falsas (“lavado verde”), no transparentes, sin certificaciones. Las afirmaciones ambientales deben ser confiables, claras, comprensibles y justas. Los desarrolladores tienen un importante rol que desempeñar en la promoción de una transición ecológica y una mayor sostenibilidad de los bienes que producen y venden en el mercado inmobiliario.
Las narraciones románticas del crecimiento edilicio en desmedro de los bienes comunes, devalúa la palabra y justifica la desatención de las necesidades de las generaciones futuras. El apocalipsis no está en la naturaleza, hay promotores, actores que lo provocan, en función de beneficios individuales y coyunturales, que afectan al resto de la sociedad, incluso de sus compradores.
Es indispensable evitar las prácticas comerciales desleales que engañan a los consumidores y les impiden tomar decisiones de consumo sostenibles, como las afirmaciones ambientales engañosas o falsas (“lavado verde”), no transparentes, sin certificaciones.
ML
Buenos Aires, mayo de 2023
El autor es Planificador Urbano y Regional (UBA), especializado en Administración de Áreas Metropolitanas (FGB), con orientación en ecología, transporte no motorizado y espacios públicos. Profesor en las Maestrías de Ingeniería Sanitaria y Tecnologías Urbanas Sostenibles, FI-UBA. Ex Consejero del Plan Urbano Ambiental de CABA (1999-2007). Miembro de Encuentro Verde por Argentina (EVA).
De su autoría ver también Carta abierta sobre el crecimiento urbano y las falacias insostenibles. La ciudad no es morfología, es comunidad, en nuestro número 221, y Buenos Aires en liquidación. Extractivismo financiero y gentrificación residencial y laboral, en nuestro número 175.
Ver también los blogs La (re) verde y Otra Buenos Aires Es Posible.