A lo largo de las décadas, la producción de las diferencias entre los hombres se tornó cada vez más visible. “La historia de cualquier sociedad hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases” (Karl Marx), y esas luchas se desarrollan en la ciudad, cuna de la burguesía y del proletariado industrial. La ciudad capitalista tiene como premisa básica la producción y reproducción del capital, dando como resultado dichas desigualdades.
Podemos entender la desigualdad desde el abordaje de Rousseau, que señaló dos especies: una, que el denominó natural o física, porque fue establecida por la naturaleza, y que consiste en la diferencia de edades, de salud, de las fuerzas corporales y de las cualidades del espíritu y del alma; otra, que el denominó desigualdad moral o política y que consiste en los diferentes privilegios disfrutados por algunos en perjuicio de los demás, como por ejemplo los más ricos y/o los más poderosos. En ese sentido, no es casualidad que el planificador urbano se haya olvidado por mucho tiempo de los ancianos, de las personas deficientes, de los niños, de las embarazadas, como si estas personas no fueran parte de la ciudad, por ser considerados improductivos.
La ciudad produce y reproduce la exclusión social cuando no facilita la movilidad plena en el ir y venir de la ciudad, impidiendo el real sentido de la palabra ciudadanía. Cuando nos referimos a ciudadanía, no estamos apenas resaltando el carácter jurídico de derechos y deberes, sino la posibilidad de revertir la lógica de la relación entre población y Estado, que ahora se encuentra impregnada de clientelismo y asistencialismo.
La ciudad ha sido producida tradicionalmente dentro del patrón estético de la funcionalidad y reproducción del capital, siendo construida de forma de adecuarse ergonómicamente a los patrones tradicionales de sus usuarios.
El final de la década del `80 fue muy importante y significativo para la lucha de la ciudadanía en Brasil. Muchos de los derechos defendidos por los movimientos sociales se consolidaron en la Constitución de 1988, que en teoría garantiza el acceso de estos a los derechos, posteriormente reglamentados por leyes y decretos complementarios, en los niveles federal, estatal y municipal.
Pero mientras tanto, en muchos municipios, estos derechos asegurados no son implementados, considerando que el derecho no debe restringirse apenas al carácter formal, sino a las conquistas y al ejercicio de la ciudadanía plena. Tomemos como ejemplo la acessibilidad urbana. El número significativo de normas jurídicas que disponen sobre el asunto, no garantiza que la ciudad permita en su diseño urbano el carácter universal de la movilidad de sus ciudadanos.
Como ya afirmamos anteriormente, diversas Leyes y Decretos fueron promulgados con el objetivo de garantizar la ciudadanía a las personas deficientes. Podemos destacar entre otras el Decreto 3298 del 20 de Diciembre de 1999, que dispone sobre la Política Nacional para la Integración de las Personas Deficientes; el Decreto 3956 del 8 de Octubre de 2001 que promulga la Convención Internacional para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra las personas deficientes; la Ley 10.098 del 19 de Diciembre de 2000, que establece normas generales y criterios básicos para la promoción de la acessibilidad de las Personas Deficientes.
Es preciso comprender la lectura que las personas deficientes hacen de la ciudad en relación al espacio urbano, y al ejercicio de la ciudadanía. Entender que el diseño urbano no puede determinar el comportamiento humano, sino en cambio permitir la convergencia de la planificación y de la organización espacial, como formas de liberar al hombre y no de oprimirlo.
Por lo tanto, es fundamental que entendamos la ciudad en una óptica diferente de aquella a la que estamos habituados, penetrando en la vida cotidiana de los discapacitados, en especial en lo que respecta al derecho de participar activamente en la ciudad.
Las personas discapacitadas a lo largo de su historia fueron conquistando sus derechos a través de avances lentos y graduales. Podemos mapear esa trayectoria, desde el exterminio de los niños que nacían con deficiencias, hasta la veneración al saber del oráculo ciego, la animalidad de la persona a ser extirpada del “cuerpo sano” de la humanidad.
Remitiéndonos a la historia, en la Republica de Platón encontramos referencias a la aplicación de medidas eugénicas, al pensar una sociedad ideal, justificando tal medida como una manera de fortalecer la unidad del Estado. Para él, los mejores hombres deberían unirse a las mejores mujeres, lo más frecuentemente posible; y los defectuosos con las defectuosas, lo más raramente posible. Los hijos de los primeros deberían ser criados, y los segundos, no, para que el rebaño se conservase de la más alta calidad. También las criaturas defectuosas deberían ser expuestas, esto es, deberían ser abandonadas para morir. Por la Ley de Esparta, las criaturas que nacían mal constituidas eran eliminadas, e incluso en Atenas todas las personas inútiles debían ser muertas cuando la ciudad estuviese sitiada. En los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial, millares de personas deficientes fueron eliminadas de inmediato.
Retornando a los días actuales, podemos detectar una sensible evolución de los conceptos. En 1988, la comisión de ciudadanía y derechos Humanos de la Asamblea Legislativa de Rio Grande do Sul, en su “Relatório Azul” de los Derechos Humanos reafirmó que “una de las características más determinantes del ser humano es la diferencia. No existen dos personas iguales. Es eso lo que torna a cada individuo único” (ONU – Programa de Acción Mundial para las Personas con Deficiencia, Cap.I , art. 8º).
También consideramos relevante la estimación de la Organización Mundial de la Salud, que remite a una tasa de 10% de la población a los portadores de algún tipo de discapacidad, tasa que en los países subdesarrollados podría llegar al 12%.
Además de las dificultades apuntadas en el aspecto de la sociabilidad, las personas discapacitadas enfrentan barreras arquitectónicas de difícil transponibilidad: rampas fuera de las normas establecidas, calles y calzadas agujereadas, vegetación en medio de las calzadas (entre otras situaciones), dificultan la movilidad de los discapacitados físicos y de los ciegos, inhibiendo su derecho de ir y venir, asegurado en las leyes. Desde nuestro punto de vista es insuficiente la institución de medidas paliativas, tales como exigir adecuaciones en los baños de locales comerciales, teléfonos públicos adaptados y garantía de espacio para estacionamiento de vehículos adaptados. Para ir más allá, y transformar esta realidad, es necesario superar las barreras sociales que se transforman en barreras arquitectónicas, e implementar acciones que posibiliten los movimientos en los espacios urbanos para la construcción de una ciudad más eficiente.
Las ciudades se tornarán efectivamente democráticas para ese objetivo, cuando superen las barreras urbanas, y todos los ciudadanos, discapacitados o no, estén en condiciones de participar activa e igualitariamente de las decisiones colectivas.
Una ciudad, para ser accesible, necesita atender las diferentes necesidades de los diferentes segmentos, facilitando la vida de todos los ciudadanos. Los proyectos urbanísticos, y la producción del espacio construido, deben tener como presupuesto la garantía de universalización del acceso a la ciudad, combatiendo la exclusión y la discriminación en cualquier nivel, dentro de una visión humanizante y socializadora.
SAM
La autora es Asistente Social y Profesora Universitaria,
Maestranda en Servicio Social en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, y trabaja en la Prefectura de Santo André, en la periferia de Sao Paulo. Al respecto, ver nota sobre el Eixo Tamanduatehy en el número 16 de café de las ciudades.
Sobre la inclusión de las personas con habilidades diferenciadas en la ciudad, ver el trabajo de la Fundación Rumbos.
La autora recomienda leer los textos de Valeria Ribeiro y Lauro Ribeiro incluidos en los sitios web de Acceso Brasil y Rede Saci.
En Buenos Aires, REDI- Red de los Derechos de las Personas con Discapacidad convoca todos losprimeros miércoles de cada mes a las 10 de la mañana en la Pirámide de Mayo para reclamar públicamente por transporte accesible, un sistema nacional de salud universal y gratuito para todos, y trabajo.