Está nota de opinión fue publicada oportunamente en un medio periodístico de circulación internacional.
La reproduzco con la autorización de su autor y editores. (CR)
New Orleans Square, en Disneyland. A la derecha, el propio Walt Disney
inaugura el sitio junto al entonces alcalde de New Orleans, en julio de 1966.
Nueva Roma, septiembre de 2105:
Días atrás se realizó en Nueva-New Orleans el acto de conmemoración por los cien años de la trágica inundación de 2005, en una ceremonia que contó con la presencia del Presidente Rodríguez y de los ministros Chávez y García. La noticia mereció apenas unos sueltos en los medios de comunicación y pasó rápidamente al olvido, oscurecida por los acontecimientos de actualidad que atrapan a la opinión pública de los siete continentes. Una injusticia, por cierto, si se piensa en la importancia que esa catástrofe de origen natural tuvo sobre la evolución posterior de nuestras ciudades, sobre el desarrollo económico internacional y sobre la entera cultura global del siglo XXI, esa centuria de la que ahora procuramos desentendernos como si sus dramas y conflictos no fueran claros antecedentes de nuestros problemas actuales.
Se ha considerado a la reconstrucción de la antigua New Orleans como el primer ejemplo significativo de traslado y reconstrucción de ciudades en los 2000, actividad ésta que, como se sabe, motorizó buena parte del desarrollo económico hasta la década del ´30, y a la que los analistas más serios señalan como fundamental en el proceso que llevó a los Estados Unidos a superar su entonces crónico déficit fiscal. Tal consideración sobre la novedad del fenómeno es exacta en un sentido literal, aunque un estudio más sutil demuestra que las bases de la reconstrucción estuvieron presentes en una buena cantidad de intervenciones urbanas registradas en los años anteriores. Casos como los de Berlín, Barcelona, Praga, New York, Rótterdam, Milán, Buenos Aires, Valencia, Bilbao, Beirut, Monterrey, Shanghai y otros, son señalados por los autores como ensayos en escala reducida del sistema que luego se aplicó en magnitudes monumentales en el delta del Mississippi.
Así veían la ciudad nuestros bisabuelos
Las diferencias, en todos los casos, fueron de magnitud y oportunidad. En cada una de las ciudades mencionadas, y en centenares de casos similares registrados entre los años de 1980 y 2005, algún tipo de proceso incontrolado había ocasionado el deterioro, la degradación o directamente la destrucción de algún área de cierta importancia en el corazón de dichas ciudades. Fuera una reconversión económica que tornaba obsoleta unos determinados equipamientos, un atentado terrorista, una guerra, un cambio político o un desastre natural, sectores considerables (pero en definitiva, solo sectores) de determinadas ciudades eran objeto de renovación integral y modificaban su estructura física y social en un período relativamente corto de tiempo (al menos, considerando el estado del arte de la construcción en aquella época). Todos estos ejemplos, con sus considerables diferencias, presentaban un patrón típico de desarrollo:
- una primera etapa de alborozo ciudadano por la recuperación de áreas degradadas o abandonadas de sus respectivas ciudades. Fiestas populares, entusiasmo mediático, consultas democráticas, innovadoras propuestas profesionales, eran el contexto habitual de estos experimentos, que generalmente venían a poner fin a las lamentaciones por la pérdida de calidad (súbita o paulatina) de las áreas afectadas.
- una etapa posterior de curiosidad turística, que llevaba a los privilegiados del mundo de paseo por la nueva atracción urbana global, y la transformaba en el nuevo must de snobs y ricachones.
- finalmente, una explosión de los precios del suelo, la imposibilidad de los antiguos residentes de sostener su vida en los sectores en progreso, y el cambio de los usos y residentes anteriores por otros más adecuados a la nueva situación. Estas “explosiones” (que no deben confundirse con las llamadas burbujas inmobiliarias, de las que eran parte pero no la totalidad del fenómeno) afectaban, no pocas veces, a los mismos que habían sufrido la degradación del área o a los que se habían trasladado a esta en la primera de las etapas señaladas, como parte del alborozo en curso.
Barcelona a principios del siglo XXI
A grosso modo, este era el patrón de todos esos procesos. Habría que incorporar también las necesarias consideraciones sobre corrientes dominantes de la época, como el auge de los denominados parques temáticos, las tendencias unificadoras de la estética y el management, el marketing urbano, las franquicias comerciales, las así llamadas privatopías, los contratos de reconstrucción en Irak (*) y toda esa microhistoria de inicios del siglo XXI que hoy solo ocupa algún lugar en los archivos de los investigadores especializados. Pero lo cierto es que, con sus particularismos locales, ninguna ciudad de los últimos Novecientos y los primeros Dos Mil se renovaba de forma esencialmente distinta a la que aquí resumimos.
(*) Sobre este tema existen lagunas históricas, ya que los documentos que nos han llegado sitúan la firma de contratos con empresas como Haliburton (actual Cheney All Qaeda Inc.) en fechas previas a la invasión y destrucción efectivas de los territorios en cuestión, lo cual no resiste ningún análisis minimamente riguroso.
Proyecto original para la Freedom Tower, en la vieja New York
Pero aun con todos estos antecedentes, la verdadera novedad que aportó Nueva-New Orleans fue la escala inusitada de la intervención, que involucró a una ciudad entera de medio millón de habitantes, y la no menos inusitada rapidez del proceso: de los lapsos de 15 a 20 años para una secuencia completa de renovación parcial, a los que hasta entonces se estaba acostumbrado, a la total reconstrucción de la ciudad en apenas 18 meses. Mucho tuvo que ver en esto la metodología adoptada, que prescindió de la primera etapa de algarabía cívica y participación ciudadana, y se concentró directamente en la expulsión de la población pobre y en la instrumentación de los así llamados mecanismos de festivalización de la nueva ciudad (para la cual se tomó el modelo de Las Vegas y Atlantic City). No menos decisiva fue la implantación de la nueva ciudad, sobre terrenos seguros y no inundables varias millas al noroeste de la antigua (la cual fue convenientemente desguazada y abandonada a la invasión de los pantanos vecinos).
El éxito espectacular de la intervención asombró al mundo. En pocos meses, Nueva-New Orleans alcanzó precios del suelo que superaron a los de New York y Londres, y millones de visitantes recorrían sus parques temáticos del Mardi Gras, sus casinos con clubes de jazz y sus prostíbulos VIP. Centenares de ciudades comenzaron a adoptar el modelo, que hacia el año diez había alterado por completo las condiciones mundiales de urbanización.
Bagdad (hoy, Nueva Babilonia) en el año 2005
Ayudó a ello la proliferación de catástrofes que por aquel entonces comenzó a azotar al mundo y a alterar las condiciones de vida en las principales ciudades. Terremotos, maremotos, inundaciones, grandes incendios, creaban las condiciones propicias para nuevas experiencias de traslado y reconstrucción: el 72 % de las ciudades sobre las que hoy nos asentamos fue construida en esta forma.
No es de extrañar entonces que la preocupación por lo que en aquel entonces se llamaba medio ambiente sostenible o ecología fuera abandonada en pocos años. De amenaza de exterminio universal, las catástrofes ambientales se habían transformado en oportunidad de negocios y en fuente de riqueza y progreso social. Se abandonaron los reclamos por formas de energía alternativas, que de todos modos fueron adoptadas unas décadas más tarde ante el agotamiento de las últimas reservas de petróleo.
La Nueva Economía Post-urbana, como se la conoció por aquel entonces, eclipsó además las discusiones sobre la proliferación militarista de los Estados Unidos. Ya hacia 2025, Bush Inc. y Bin Laden Ltd. abandonaron su anterior estrategia de diferenciación y formalizaron su alianza estratégica con miras a la reconstrucción de los dos continentes africanos.
George W. Bush: pocos saben hoy que el fundador de Bush Inc.
fue también presidente de los Estados Unidos de América
Otro aspecto olvidado de aquellos hechos de 2005 puede considerarse como antecedente lejano del giro más espectacular que haya sufrido la política mundial a mitad del siglo pasado. En efecto, la invasión y posterior anexión de los Estados Unidos por parte de la Confederación del Gran México (eso que el lenguaje políticamente correcto al uso oculta ahora con el eufemismo de “la reconversión de Texas”) hubiera sido impensable de no mediar algunos factores cuya importancia comenzó a demostrarse luego de la catástrofe. No solo la gran vulnerabilidad del que se pensaba como imbatible ejercito norteamericano ante fuerzas mejor preparadas y motivadas, sino el antecedente histórico del cruce de la frontera por tropas mejicanas en ayuda a las poblaciones afectadas por el siniestro de New Orleans. En pocos años, las poblaciones de la llamada frontera caliente del Río Bravo se acostumbraron a la asistencia brindada por militares y civiles llegados desde México, Guatemala y el Caribe, como sucedáneo al virtual abandono de sus propias administraciones.
Una fecha histórica, en suma, que pasa inadvertida. Quizás, porque lo más evidente es lo que menos miramos, o tal vez porque a veces nos gusta imaginarnos orígenes más prestigiosos que los que en verdad tenemos.
CR
Sobre la catástrofe de New Orleans, ver los archivos recopilados en Otras Publicaciones.
Sobre las tendencias urbanísticas de principios del siglo XXI ver, entre otras, las notas Certezas de incertidumbres, Ciudades postfronterizas / ¿mundo postfronterizo?, de Michael Dear, El Urbanismo: una disciplina border line de frente a poderes inciertos, de Maurizio Marcelloni,Crisis de las matrices espaciales,La Revolución Urbana I y II, de Jordi Borja, en los números 24, 28, 31 y 32, respectivamente, de café de las ciudades.