Entremés – Solo por excepción (III y última del entremés) /El experimento Rochester
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Muchas veces nos preguntamos, y sabemos además que es un tema que se suele tratar en las reuniones de la organización central, si es válida esta forma de gestión, que nos inhibe de tomar decisiones más allá de los procedimientos establecidos, pero que nos deja una gran libertad de decisión como equipo en cuestiones que, vistas con una óptica cotidiana, pueden suscitar privilegios para algún integrante (como en mi caso, estas tardes tan agradables en tu compañía), e incluso algún tipo de celos internos que podrían afectar la cohesión organizativa (y aquí debo decir, por fortuna, que no ha sido el caso de nuestra fase). Particularmente, no soy uno de los más convencidos de las ventajas de este sistema. Pero por otro lado, debo reconocer que ha permitido desarrollar en forma exitosa una buena parte de la investigación programada, y que las heterodoxias como las que ahora tienes la oportunidad de descubrir (me refiero tanto a la que me llevó a compartir una cama contigo, como a la que ahora mismo cometo al revelarte un secreto interno de la organización), son parte de una ortodoxia más amplia que se permite este tipo de desviaciones, ni siquiera controladas. Algunos opinan incluso que dichas supuestas desviaciones no son más que partes de un plan más general, que nos queda oculto a los investigadores y organizadores de menor grado. Creo también que es parte de un principio general de las nuevas organizaciones en esta etapa (que algunos denominan cultural) del capitalismo, tanto en instituciones públicas como la que nos financia, como en empresas privadas, y en particular las más vinculadas a la innovación cultural y tecnológica.
¿Sabías, por ejemplo, que en las oficinas de Yahoo! trabaja, en el horario del turno noche, un nudista, que realiza las más complicadas operaciones de programación y desarrollo, totalmente desnudo en su box (alguna vez fue “denunciado” por una empleada de limpieza, a quien “agradecieron” el dato y la cambiaron de turno, para evitar conflictos)? Las corporaciones multinacionales contratan filósofos y profesores de lógica para que hagan, al interno de la organización, el rol de opositores y cuestionadores. Varios de los investigadores que trabajan en este programa se masturban en la contemplación de las performances y videos, y esta conducta es aceptada por la dirección central, con la que por otro lado no tenemos más contacto que a través de dos o tres supervisores que vienen cada tanto (cada uno de ellos supervisa a la vez aspectos administrativos, profesionales y científicos, el mismo tipo que revisa los análisis de laboratorio discute con nosotros por los vales de nafta o los gastos de comida), los e-mails que enviamos y recibimos a Rochester, y los llamados telefónicos a unos señores y señoras de los que solo sabemos los nombres, sin que nunca nos hayan dicho si se trata de gente con capacidad de decisión, o meros telefonistas que consultan con otros miembros de la organización.
El mismo objeto de la investigación que realizamos, y en esto debo desmentir a mi compañero que te recibió y te explicó el porque de nuestro trabajo, es bien distinto, o mejor dicho, trasciende a aquel de estudiar las conductas sexuales y sus repercusiones orgánicas en el individuo, y no se realiza en este país y en esta ciudad por una mera cuestión de costos -en ese momento, les sirvieron los ravioles de verdura y les mostraron una serie de salsas, ella eligió 4 quesos y el tipo un mixto de tuco y pesto, ella pidió agua mineral y él vino tinto-, sino por otros motivos que, aunque nadie nos ha dicho explícitamente, tampoco nadie se molesta en ocultarnos.
Sabrás (sos una persona informada, estudiás, aunque estás un poco atrasada en tu carrera, y esto que te digo no te resultará extraño) que los estudios modernos del comportamiento individual y colectivo han alcanzado una sofisticación acorde a la de otros campos del conocimiento humano. Hoy es posible determinar, con una simple encuesta sobre temas aparentemente tan inocuos como las preferencias en marcas de jabones, o la opinión sobre cuestiones deportivas, y con un muestreo correctamente elegido, y en muy breve tiempo, tendencias y pautas de respuesta política de gente que ni idea tiene como se va a comportar en la próxima elección, revuelta social o revolución.
Para las consultoras líderes y para los organismos internacionales de inteligencia, el descenso en las mediciones de audiencia de una telenovela en Brasil, o el creciente número de apuestas por determinado número en la quiniela uruguaya, son indicadores tan transparentes de las conductas sociales como para una mamá lo es el llanto de su bebé para saber si tiene sueño o si sufre los dolores de dentición. Los avances en este campo son tan espectaculares o más que los que se han registrado en materia de ingeniería genética o tecnologías de la información, y explican movimientos de otra forma ininteligibles en el campo de la política internacional o las finanzas globales.
Los vaivenes de la moda, los cambios en los hábitos alimentarios, las preferencias deportivas, permiten a estos exploradores de la conciencia social tener un panorama prospectivo que haría empalidecer al oráculo de Delfos, por la exactitud de su pronóstico y por la extensión de su área de análisis. Pero todo eso, con su importancia y su enorme desarrollo teórico, no es nada frente a las posibilidades que abre el conocimiento de las conductas más privadas e íntimas del ser humano, aquellas que se desarrollan en la soledad de las habitaciones y que tienen que ver con el sexo de las personas, con sus prácticas eróticas y genitales. Presumimos, nosotros los habitantes de esta sociedad de la información, de una supuesta franqueza y sinceridad sin precedentes en la explicitación de nuestras vidas personales en lo que a sexo y fornicación se refiere. Pero lo cierto del caso es que pocas veces como en nuestra época la explicitación de las prácticas sexuales está tan distorsionado por los mitos, los prejuicios y las vergüenzas personales de las gentes, aun de aquellas que más alarde hacen de su liberalidad de costumbres y conversación.
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Las encuestas resultan distorsionadas, las investigaciones son mediadas por los intereses y miedos particulares de los entrevistados, aun el arte no logra transmitir con la fidelidad necesaria la verdadera naturaleza de las cosas que suceden todos los días, a toda hora, en todo lugar, cuando gente común y corriente entrevera sus cuerpos en esa vieja coreografía de empujes y contraempujes, de piernas que se abren y se cierran, de rotaciones y crispaciones. A mediados de los 70, en plena Guerra Fría, las principales agencias de control y represión internacional coincidieron, a miles de kilómetros de distancia entre sí (para no hablar de su distancia ideológica – política) en comprobar su absoluta ignorancia en la manera en que las variaciones en la praxis y representación de las conductas personales con respecto a la genitalidad y la fornicación se correlacionaban con las pautas sociales y colectivas de representación y cambio político. Al mismo tiempo, algunos investigadores comenzaban a asociar las conclusiones de los estudios sexológicos en boga a partir de los 50 y 60, con cierta reiteración o discontinuidad de criterios en el imaginario social (más allá de las particularidades de la liberación de las costumbres, el cambio generacional, etc.). Para los investigadores más lúcidos, quedó claro que el tipo de experimentación que vos acabás de realizar como participante observada, resultaba la más honesta y verídica aproximación a ese tipo de conductas sexuales, que a su vez y como ya te dije, representan la parte oculta de ese iceberg con el que podemos identificar al imaginario colectivo, social, político y económico.
Con financiación generosa e ininterrumpida, con la buena cobertura de la experimentación fisiológica y psíquica, y con la colaboración de centenares, miles de personas en todo el mundo pagadas en forma más que generosa (como habrás comprobado) por solo hacer en este tipo de laboratorios lo que hacen gratuitamente en sus dormitorios varias veces a la semana, esta rama de la medicina, de la psicología o de la sociología, como quieras mirarlo, avanzó de una manera que, para alguien demasiado celoso de su libre albedrío personal o de su condición de ciudadano librepensador, puede aparecer inquietante o hasta directamente terrorífico -en este punto, el muchacho hizo una pausa para engullir algunos ravioles y un sorbo de vino pero, también, para impresionar a nuestra heroína, que sin embargo solo empezaba a experimentar algo de fastidio por la demora en llegar a la pensión, y la consiguiente necesidad de tomar nuevamente un taxi-.
– Cuando fui convocado para este experimento, y a pesar de la pátina de prestigio e incluso cierto barniz de liberalidad de la Universidad de Rochester, no tarde mucho en darme cuenta de la verdadera naturaleza del proyecto. Pero sin siquiera haberlo comentado con mis compañeros, me sorprendió que a los pocos días comenzaran a realizarse, primero en forma casi clandestina, y después abiertamente, y ante los propios miembros de la coordinación organizativa, este tipo de comentarios por parte de los miembros más lúcidos del equipo investigador. Todos los comentarios, incluso los más complacientes, hacían hincapié en que el verdadero comitente del proyecto no es la Universidad, sino que esta le da (claro que a muy buen precio) una cobertura intelectual a una operación de inteligencia y control social por parte de una agencia, seguramente estatal, que se ocupa de cuestiones de inteligencia, contrainsurgencia o represión de actividades ilícitas.
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Al tiempo, ocurrió algo que nos dejo estremecidos, si bien se trataba de una experiencia que casualmente había tenido uno de los miembros del equipo, pero que no pudimos corroborar más que por la confianza que tenemos en su racionalidad y lucidez, y porque estamos absolutamente seguros de que no es un tipo fantasioso o fabulador. Esta persona fue comisionada un día para llevar un sobre con los resultados del informe mensual a una oficina determinada, de la que solo le dieron la dirección y el nombre de la persona a la que tenía que entregarlo “en mano”, según le ordenaron.
Nada en especial pasó ese día, solo que nuestro compañero, al entrar en la oficina donde estaba el destinatario del sobre, alcanzó a ver en una mesa de reuniones a un grupo de personas, que parecían coordinadas por una de ellas, un señor de unos 50 años, elegante sin excesivos refinamientos, aplomado y de suave pero perceptible autoridad. Nuestro compañero permaneció en esa sala unos 2 minutos, y ese fue todo su contacto con esta gente.
Al poco tiempo, y solo en algunos diarios (y no en las secciones más destacadas) trascendió un conflicto registrado entre dos agencias de inteligencia y espionaje, una nacional y otra internacional, por cuestiones de interpretación y jurisdicciones. Nada especial, nada que no ocurra con cierta frecuencia, salvo que los ineptos de la agencia local no encontraron mejor forma de presionar a la agencia foránea que la de hacer publicar, mediante una infidencia, una foto del responsable de dicho organismo para nuestro país. Esto representó el fin de la carrera de dicho personaje, y el comienzo de un incidente burocrático internacional entre nuestro país y la potencia afectada, que solo tuvo, por su propia naturaleza, un eco muy sordo en algunas publicaciones contestatarias y en otras vinculadas a ese tráfico de informaciones. Algunos meses más tarde, y en uno de nuestros accidentados cambios de gobierno, saltó todo el staff político de la agencia nacional, y parte de su elenco estable, aquel que estaba vinculado a la irresponsable publicación de la foto de ese individuo cuya primera obligación es justamente la de mantener el anonimato sobre su persona. Bien, resulta ser que nuestro compañero, al leer la primera publicación sobre el tema, justamente la que contenía la foto del personaje, ¡reconoció en esta foto la cara del sujeto que había visto presidiendo la reunión en aquella oficina a la que había concurrido a llevar nuestro informe!
Varios miembros de nuestro equipo renunciaron en ese momento, algunos por miedo, otros por convicciones políticas o desacuerdo con el tipo de prácticas de control social que implica nuestro trabajo. La mayoría nos quedamos, y aunque nunca hablamos de estos temas, creo que se puede hacer una somera división entre aquellos que se quedan por carecer de opinión formada sobre las cuestiones políticas y éticas que rodean nuestro trabajo, otros por considerar que ese tipo de control de conductas es necesario para el correcto desarrollo y mantenimiento de una homeóstasis social o por simpatizar o acordar con las ideologías e intereses implicados en ella, y otros, entre los que me incluyo, porque aunque disentimos con los fines y objetivos finales del proyecto, consideramos que su realización es inevitable, es independiente de nuestra presencia o prescindencia, e incluso (como piensan algunos), no tiene la eficacia como instrumento político y social que sí tiene desde el punto de vista científico e intelectual. Los que así piensan con respecto a la eficacia del sistema, sostienen que en realidad estas investigaciones son altamente valiosas para auscultar el imaginario social, pero que no agregan un ápice a la posibilidad de los poderes de moldear ese imaginario, y que este suele discurrir de las maneras más imprevisibles e inmanejables. Tema como para polemizar, sin duda, yo no tengo opinión formada al respecto.
Lo que me mueve a permanecer en el proyecto es, en cambio, más personal. Recibo una buena paga por hacer este trabajo, accedo a servicios médicos y sociales que de otra manera me resultarían casi imposibles, y califico mi currículum con un tipo de trabajo que me permitirá el día de mañana conseguir otros buenos trabajos, además de la experiencia y los contactos adquiridos. Como te decía recién, otro lo hará si no lo hago yo, aunque reconozco que en ocasiones siento una especie de desazón moral que sería fácil identificar con una cierta culpa. En tales ocasiones, nada me hace mejor que hablar un largo rato con alguna persona, y debo decirte que al terminar nuestra fase del experimento sentí esa especie de vacío interior y me resultó necesario tener este diálogo, para el cual pensé que serías la persona adecuada.
Me imagino que hoy tu prioridad es la de llegar temprano a tu casa y ocuparte de tu cuerpo y de tu bebé, y que en este momento me estás maldiciendo, tanto por el valioso tiempo que te estoy quitando como por el engaño del que fuiste objeto acerca de mi verdadero rol en el proyecto (sí bien creo que de habértelo dicho desde el primer día, no hubieras renunciado a participar del experimento, pero en cambio hubieras tenido un tipo de prejuicios y comportamientos condicionados que hubieran distorsionado los datos que obtuvimos en estas semanas).
La muchacha, intuitiva por naturaleza y más aun en el estado en el que se encontraba, evitó confirmar con sus palabras o sus gestos la veracidad evidente de esta última frase, y prefirió responder con el silencio y con una ambigua sonrisa que afirmaba de alguna forma la suposición de su compañero de mesa, pero a la vez la relativizaba y la ubicaba en un rango de molestias admisibles y fácilmente olvidables. Un acierto de conducta, sin duda, a juzgar por las palabras que siguieron.
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– Por eso he decidido buscar un mecanismo de compensación al tiempo extra que te estoy reteniendo, a la vez que al engaño al que te hemos sometido (me refiero al de mi rol, no a la naturaleza del experimento que solo por imprudencia y a la vez confianza en tu persona te revelo en esta mesa). La muchacha no pudo disimular su sorpresa y su interés, y esto fue advertido por su interlocutor, que sonreía comprensivamente mientras completaba su anuncio:
– Acá te doy unos vales alimentarios, son parte de los recursos que manejamos en nuestro experimento, tienen más que ver con nuestra logística interna que con las cuestiones centrales del experimento, y fácilmente podemos manejar su rendición a las autoridades del proyecto, con lo cual representan un pequeño esfuerzo para nosotros y quizás una gran ayuda para tu situación. Calculo que pueden servirte de aquí al fin de tu embarazo, sin contar con que puedes utilizarlos para comprar en los supermercados otro tipo de insumos que los de tu comida cotidiana.
– Gracias, realmente me es muy útil lo que me ofrecés, y desde mi punto de vista, no es demasiado lo que puedo reprocharte. En lo personal, porque vos me ocultaste una información sobre tu función en el proyecto, pero yo te oculté mi embarazo, más allá que tus compañeros te lo hayan hecho saber. Me sentí muy cómoda en tu compañía, y en cuanto a la naturaleza del proyecto, poco agrega a los objetivos personales por los que decidí realizarlo, más allá de coincidir en que no es el tipo de acción que uno pueda evitar por el hecho de rehusarse a participar, y de que no involucra, al menos directamente, ningún tipo de violencia directa o daño sobre nadie.
– Realmente me gustaría creer en lo que decís, pero debo confesarte que muchas veces me resulta muy difícil. Sé que las consecuencias de este experimento solo serán efectivas luego de múltiples pasos y contramarchas, y que los ejecutores de las últimas y más directas concreciones tendrán un rol mucho más concreto que el mío. Pero por otro lado, no dejo de pensar en los tremendos procesos de manipulación que sobrevendrán en nuestros países, y en general en nuestra sociedad mundial, una vez que sean debidamente procesados los resultados de este y otros proyectos similares que, de una u otra parte, se están realizando en estos momentos en todo el planeta.
Los crímenes, las mentiras, las genuflexiones, las políticas de exterminio material o intelectual, los programas económicos, podrán o no ser consecuencia de este ejercicio. Pero cada vez que alguna atrocidad, algún asesinato, algún despropósito sea cometido en el planeta, o peor aún en nuestra región o en nuestro país, no podré dejar de pensar en que la decisión estratégica fue tomada, en una oficina muy lejana al del lugar de los hechos, por un fulano con poder, que acababa de leer las conclusiones y recomendaciones de alguna de las fases de nuestro experimento.
Me preguntaré muchas veces en mi vida cuanto de la felicidad de mis hijos, a quienes quiero más que nada en el mundo, cuanto de mis maravillosas vacaciones, cuanto de mi desarrollo cultural y profesional, de mis cenas en restaurants caros con mi esposa, están unidas a la miseria, la muerte o la frustración de mis compatriotas, o de otros hombres y mujeres en otros países o regiones del mundo.
Por eso, es que trato de ser generoso y solidario contigo, no por continuar una relación que ninguno de los dos necesita (más allá del placer que encontré a tu lado, más allá de las necesidades del experimento) ni por la perversa satisfacción de prolongar nuestros encuentros con una charla en condiciones totalmente distintas. Por lo menos, cuando el insomnio o la angustia me recuerden la naturaleza de mis actos y elecciones, podré pensar en que también pude ayudar a alguien que no tenía demasiados amigos a quienes acudir para solucionar sus necesidades. La imagen de tu hijo creciendo con salud y a tu lado, de tu embarazo digno y bien asistido, podrá superponerse a la de las manifestaciones reprimidas a sangre y fuego, a la de los chicos desnutridos, a la del crimen político que acaba con la vida del disidente peligroso. Este era el objetivo de esta cena, y espero que lo entiendas y me entiendas.
– Te vuelvo a agradecer, y en lo que a mí respecta me llevo de vos la mejor de las impresiones, respondió con un buen grado de sinceridad. Terminaron el postre en silencio, ella se levantó y le dio otro beso, él la acompañó hasta la entrada y llamó un taxi, para el que además le dio algunos pesos más.
Llegó a la pensión y se quedó unos minutos charlando con la hija mayor de la dueña, dándole consejos por una pelea con su nuevo novio. Divertida, entró en la habitación y se quitó su abrigo y sus ropas, quedando en ropa interior y descalza para realizar sus ejercicios. Luego del último de estos, tuvo una notoria somnolencia, pero evitó quedarse dormida y tuvo tiempo de acomodar los últimos billetes cobrados en el día, y los vales alimentarios. Avara, codiciosa, repasaba cada unos de los escondites donde había ido repartiendo los fajos de billetes: huecos del zócalo, bolsos, libros, bolsillos de la ropa, el contramarco de la puerta de entrada a la habitación, la pata hueca de la cama.
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A la luz débil e irreal de la lamparita de 40 watts, asignaba a cada uno de los montoncitos una función precisa y acotada, con lo cual sentía que estaba aumentando el rendimiento de su capital y alejando el peligro de su disipación o despilfarro. Los dólares contenidos en el revés de la contratapa de un libro eran los destinados a la compra de la primera ropa para el bebé, los que se escondían entre sus cosméticos, en principio destinados a la compra de comida para su dieta, ahora podía integrar un fondo de seguridad ante eventuales necesidades imprevistas. La pensión ya la había pagado por adelantado, con el doble objetivo de quitarse de encima el problema del alojamiento y evitar las preguntas de la dueña cuando su estado fuera evidente (ya estaba segura, además, que la simpática y despreocupada cordialidad chismosa y barrial de la dueña y sus hijas, eran el complemento ideal de sus charlas intelectuales y ácidas con Valeria).
Apagó las luces y se cubrió con la frazada, su mano acariciando con indolencia el vientre misterioso, su cabeza haciendo cuentas y buscando nuevas oportunidades de ahorro y de mejor utilización de sus recursos. Cambió dos o tres veces de posición, buscando aquella que menores riesgos le ocasionara de contracturas o cansancios matinales, programó en grandes rasgos las actividades que realizaría en la mañana, repasó las ventajas e inconvenientes de conocer o no el sexo de su bebé (y aunque le agradaba la idea de la sorpresa, todos los factores prácticos coincidían en lo oportuno de conocer la verdad). Cerró los ojos, siempre con la mano en el vientre, y al rato se durmió.
CR c/VR
Próxima entrega (18): La afirmación positiva
Una visión panóptica. La eficacia de las caricias. No lejos de la fábrica. Los motivos de su conducta. Hipótesis oportunista. Certero impacto del Artista Pop.
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política.
Verónicka Ruiz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació en México, estudió geografía en Amsterdam y psicología en Copenhague.
En entregas anteriores:
1: SOJAZO!
Un gobierno acorralado, una medida impopular. Siembran con soja la Plaza de Mayo; Buenos Aires arde. Y a pocas cuadras, un artista del Lejano Oriente deslumbra a críticos y snobs.
2: El “Manifesto”
Desde Siena, un extraño documento propone caminos y utopías para el arte contemporáneo.
¿ Marketing, genio, compromiso, palabrerío? ¿La ciudad como arte…?
3: Miranda y tres tipos de hombres
Lectura dispersa en un bar. Los planes eróticos de una muchacha, y su éxito en cumplirlos. Toni Negri, Althuser, Gustavo y Javier.
4: La de las largas crenchas
Miranda hace un balance de su vida y sale de compras. Un llamado despierta la ira de una diosa.
El narrador es un voyeur. Bienvenida al tren.
5: El Depredador
Conferencia a sala llena, salvo dos lugares vacíos. Antecedentes en Moreno.
Extraño acuerdo de pago. Un avión a Sao Paulo.
6: Strip tease
Ventajas del amor en formación. Encuentro de dos personas que no pueden vivir juntas pero tampoco separadas. Miranda prepara (y ejecuta con maestría) la recepción a Jean Luc.
7: Nada más artificial
Extraño diálogo amoroso. Claudio parece envidiar a Jean Luc, pero sí que ama a Carmen.
Virtudes de un empresario, razones de una amistad.
8: Empresaria cultural
Carmen: paciencia, contactos y esos ojos tristes. Monologo interior ante un paso a nivel.
Paneo por Buenos Aires, 4 AM.
9: La elección del artista
Bullshit, así, sin énfasis. Cómo decir que no sin herir a los consultores.
La ilusión de una experiencia arquitectónica. Ventajas de la diferencia horaria.
10: Simulacro en Milán
La extraña corte de Mitzuoda. Estrategias de simulación. Las afinidades selectivas. Una oferta y una cena. La Pietà Rondanini. Juegos de seducción.
11: Más que el viento, el amor
Al Tigre, desde el Sudeste. El sello del Depredador. Jean Luc recuerda la rive gauche, Miranda espera detalles. La isla y el recreo. Secretos de mujeres. El sentido de la historia.
12: El deseo los lleva
La mirada del Depredador. Amores raros. Grupo de pertenencia. Coincidencias florales. Influida y perfeccionada. Un mundo de sensaciones. Abusado por el sol.
13: Acuerdan extrañarse
Despojado de sofisticación. Las víboras enroscadas. Adaptación al medio. Discurso de Miranda. Amanecer. Llamados y visitas. ¿Despedida final? Un verano con Mónica.
14: No podrías pagarlo
Refugio para el amor. Viscosas motivaciones. Venustas, firmitas, utilitas. Una obra esencialmente ambigua. La raíz de su deseo. Brindis en busca del equilibrio.
15: La carta infame
Estudios de gestión, y una angustia prolongada. Demora inexplicable.
La franja entre el deseo y la moral. Lectura en diagonal a la plaza. Sensiblería y procacidad.
Entrega 16: En la parrilla de Lalo
Paisaje periférico. Estudio de mercado. Sonrisa melancólica, proporciones perfectas.
Un patrón apenas cortés. Elogio del elegante. Suite Imperial. Desnudez y democracia.
Entrega (17): La investigación aplicada
Más de lo que quisiera. Temas de conversación. La insidiosa duda.
Estrategia del celoso. Peligros. La casa del pecado. Suposiciones y conjeturas.