Escribo esta nota antes de la final de la Copa del Mundo 2014 (cuyo resultado no alterará mi convencimiento en lo que aquí escribo). Podría sostenerse, como Fernando Pessoa respecto a las cartas de amor, que todas las pasiones futbolísticas son ridículas, pero más ridículo es no tenerlas. Las mías quedaron prontamente enfrentadas, en octavos, cuando mi Suiza natal debió enfrentar a mi Argentina adoptiva y la suerte jugó para la albiceleste en el final como había jugado para la roja en el decisivo primer partido de la ronda inicial, contra Ecuador. Poco para los helvéticos (quizás por mi pasión de hincha reprocho al técnico Hitzfeld la nula oportunidad que dio a algunos buenos jugadores del Lugano FC, como el Rafa Da Silva o el buen zaguero Markaj), mucho e in crescendo para los argentinos, como ya sabrán ustedes.
Se atribuyen a este y en general a todos los mundiales algunas propiedades que considero muy dudosas. Se dice por ejemplo que durante su transcurso los gobiernos del mundo se dedican a hacer maldades de toda catadura aprovechando la distracción de sus ciudadanos. Esta especie peca según se la mire de demasiada desconfianza en la inteligencia de los pueblos (que tan fácilmente podrían distraerse de sus desgracias y enemigos) o de demasiada esperanza en su rebeldía si se los “libera” del opio futbolístico. En una u otra instancia, habría que preguntarse por qué no hay más revoluciones y cambios trascendentes durante los 3 años y 11 meses que median entre Mundial y Mundial.
Otra tentación mítica es la fácil creación de metáforas donde se explicaría la “esencia” o el “alma” de una nación a partir de las características de su juego y se extraerían de ello lecciones provechosas sobre sus virtudes, sus defectos y los pasos que debiera dar para trascender de sus miserias y abordar un camino de progreso, o en general lo bien o mal que está una determinada sociedad. Esa vertiente fue muy usada, por ejemplo, en la Argentina dictatorial post Mundial ´78 por Bernardo Neustadt; lo más reciente que he visto al respecto es un tweet del inefable World Economic Forum en donde se sugiere una ligazón entre la estrategia económica de Alemania y su goleada a Brasil en las semifinales…También está presente en la mayoría de las publicidades corporativas o gubernamentales que obligan al espectador/a inteligente a silenciar sus televisores apenas comienzan los entretiempos o terminan los partidos (no falta incluso algún desprevenido a quien su lucidez y buena educación no lo protegen de “emocionarse” ante alguna sensiblería filmada en HD por los pillos de alguna agencia publicitaria). En fin: ya en 1962, tras el Mundial de Chile, el escritor francés Jean Cau (secretario de Sartre) escribió un texto muy divertido donde demostraba lo universal de la “alienación” futbolística, repasando los argumentos usados en todos los países (desarrollados o sub, capitalistas o socialistas, grandes o pequeños) para expresar la angustia y esperanza asociada al fútbol.
Es que es los mitos más convincentes alrededor del fútbol funcionan en un plano mucho más sutil y efectivo que el de la mera interpretación literal infanto-política. La proliferación de atributos de superhéroe ligados a Mascherano tras los 120 minutos de la semifinal holando-argentina (los “maschefacts”) puede ligarse a esta narrativa de imprecisos orígenes y evocativos alcances. O las dos caras de Diego Maradona en un mismo tiempo de un mismo partido (la “mano de Dios” y el gol del siglo XX), o el liderazgo de Obdulio Varela en aquel Maracanazo del ´50, o la triste derrota de los mejores en el ´54 y en el ´74, o la soberbia epopeya de Brasil en el ´70 y tantos etcéteras. Noble y ruin, geográfico y coreográfico, individual y colectivo, predecible en series largas pero ilógico en el corto plazo, el juego lleva en su esencia la semilla de la conversión mitológica, en todo caso trans- (o para-) política.
Esto lo saben bien los crápulas de la FIFA y sus filiales nacionales (la CBF, la AFA, la CSF, la UEFA) que nos han robado el fútbol y lo han transformado en el negocio particular de la más corrupta de las corporaciones. Luego del catastrófico 1-7 ante Alemania, una carta del gran Romario da Souza, campeón del mundo por Brasil en 1994 y hoy diputado nacional, echa luz sobre el asunto y acierta en el destino que merecen los Blatter, los Teixeira o los Grondona: “El fútbol de nuestro país viene deteriorándose desde hace años. Lo lleva gente sin talento. Sentados en sus lujosos palcos y brindando por el dinero que ingresan. Son una banda de ladrones y corruptos […] Llevo cuatro años hablando de los problemas de la Confederación Brasileña de Fútbol, una institución corrupta que tiene en sus manos un patrimonio de altísimo valor. Utiliza nuestro himno, nuestra bandera y cánticos, y, por encima de todo, nuestros jugadores. Con eso mueven ríos de dinero, mezclando fútbol y negocio”. Romario pidió en varias oportunidades la intervención política del gobierno federal. “El dirigente de la CBF José María Marín es un ladrón de energía, de terreno público y un defensor de la dictadura. Otro de los presidentes, Marco Polo del Nero, ha sido detenido e investigado por la policía federal por posibles crímenes contra el sistema financiero. Son ellos los que comandan nuestro fútbol, ¿qué vergüenza podría ser peor? ¡Marín y Del Nero tendrían que estar presos!”. El campeón y diputado propone reconstruir el fútbol brasileño como patrimonio cultural inmaterial y obligar a la Federación a invertir un 5% de los ingresos por comercialización de productos y servicios provenientes de la actividad de representación del fútbol brasileño en los ámbitos nacional e internacional, derechos de patrocinio y de retransmisión, en una escuela de fútbol para jóvenes de todo el país.
No hay ninguna razón para que medidas como estas no sean aplicadas en Brasil, Argentina y muchos otros países, salvo que los compromisos de la dirigencia política con la mafia del fútbol sean más profundos que las obligaciones para con sus ciudadanías.
CR
El autor es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política. De su autoría, ver Proyecto Mitzuoda (c/Verónicka Ruiz) y sus notas en números anteriores de café de las ciudades, como por ejemplo Urbanofobias (I) en el número 70, El Muro de La Horqueta (c/ Lucila Martínez A.) en el número 79, Turín y la Mole en el número 105 y Elefante Blanco en el número 116. Es uno de los autores de Cien Cafés.
Sobre los Mundiales de fútbol, ver también entre otras notas en café de las ciudades:
Número 44 | La mirada del flâneur (II)
La Ciudad en el imaginario mundialista | Pasión mediática vs. pasión popular: el Barrio Bonito de Nike en La Boca y la Biblioteca Osvaldo Soriano en Boedo. | Carmelo Ricot
Número 45 | La mirada del flâneur
El Mundial por TV | El fútbol en la era de su reproducción televisiva. | Carmelo Ricot
Número 69 | Fútbol y ciudades
La ciudad del Mundial ‘78 | La fiesta de la dictadura y sus huellas en Buenos Aires | Marcelo Corti
Y sobre los negocios de la FIFA y de la AFA:
Número 77 | Terquedades
Una mirada arrabalera a Buenos Aires | Terquedad de Don Julio | Mario L. Tercco
Número 129 | Política de las ciudades (I)
Ciudad Maravillosa, Ciudad Olímpica, Ciudad Negocio | Megaeventos, transformación urbana y capital inmobiliario | Guadalupe Granero Realini
Número 129 | Política y Economía de las ciudades
La fiesta de la FIFA | Los ganadores se quedan con todo, los pobres contribuyen… | José Luis Lezama
Número 130 I Terquedades
Una mirada arrabalera a Buenos Aires I Terquedad sin visitantes I Columna a cargo de Mario L. Tercco
Número 131 I Política de las ciudades
Las calles recuperadas I Ciudades brasileñas: el mundial de fútbol y la crisis del modelo urbano I Por Paulo Roberto Rodrigues Soares