“Quien es mirado o se cree mirado levanta los ojos. Advertir el aura de una cosa significa dotarla de la capacidad de mirar. Esta actividad constituye una de las fuentes primordiales de la poesía”. W. Benjamín. “Sobre algunos temas en Baudelaire“, en Iluminaciones II.
Esperas sin tiempo. Miradas perdidas que observan lo invisible. Música que suena en silencio. Sujetos que se desplazan en el suspenso de la quietud. Fragmentos recortados de un continuo que es puro devenir de tiempo y movimiento, de ruido, de vértigo. La ciudad, ese observatorio elegido por muchos para descifrar la experiencia llamada modernidad, sigue siendo hoy un espacio sugestivo de reflexión. Y toda reflexión implica, de algún modo, ubicar temporalmente a los hechos en la conciencia. El fotógrafo, al disparar su cámara, consigue ese “shock póstumo” que fija un acontecimiento en un tiempo ilimitado. El espacio enmarcado atrapa el tiempo y lo eterniza. La imagen capturada se vuelve relato y memoria.
Hace casi 200 años, E. T. A. Hoffmann presentaba en su relato “La ventana en ángulo del sobrino” uno de los primeros intentos, en palabras de Benjamin, de captar el cuadro de las calles de una gran ciudad. Un observador paralítico mira la multitud de Berlín que transita bajo su ventana. Ayudado por su anteojo de larga vista y en la privacidad de su cuarto, practica “el arte de mirar”. Arte vinculado a la capacidad de disfrutar de cuadros vivos, posible sólo, en este caso, porque el espectador sale él mismo del cuadro.
Algunos años más tarde, en 1840, la ciudad de Londres aparece en las letras de Poe y bajo la mirada de un observador que se pierde en la multitud. Un hombre es arrastrado desde el interior de un local público por causa de la irresistible atracción ejercida por otro hombre de la multitud. El observador entra al cuadro y experimenta la vida en la metrópoli del siglo XIX.
Entre estas dos tipologías antitéticas de observadores, dice Benjamin, aparece el flâneur parisino encarnado en la persona de Baudelaire. Aquel hombre que flota en la ciudad, se pierde en sus calles, se mezcla en el gentío, y al mismo tiempo se abstrae de él en busca de otredad y deseos de escapar de sí mismo. La poética de este flâneur toma los temas y personajes de la ciudad moderna y los retrata desde su experiencia vivida en medio de los empujones de la multitud.
El cazador de imágenes instantáneas del siglo XXI se convierte en observador, a la vez que narrador, de historias que dicen por lo que muestran y conmueven por lo que ocultan. En ese constante movimiento recíproco entre el encuadrar y el excluir, el fotógrafo urbano no describe las ciudades, más bien, las evoca en la imagen de sus habitantes. Rostros, gestos y cuerpos marcados por ese estar en la ciudad, por ese ser con la ciudad.
Las imágenes construyen un espacio donde la coexistencia de impresiones hace visible aquello que sin un marco es inaprensible. Los límites que la mirada del fotógrafo pone a ese continuo urbano se vuelven caprichos de una subjetividad única, pero al mismo tiempo, devuelven, una y otra vez, esas figuras engendradas y conservadas por la ciudad: el solitario, el vagabundo, el extranjero, el bohemio, los enamorados…
Las fotografías que Daniel Escalé presenta en esta muestra son, quizás, un intento por captar esas subjetividades que habitan en las multitudes y que pueden hacerse visibles sólo a expensas de ocultar aquello que las vuelve urbanitas. Esos ojos del hombre de la masa que, según Baudelaire, han perdido la capacidad de mirar, se revelan aquí a la espera de la mirada de otros hombres. Esas miradas perdidas que vagan por la ciudad son captadas por otra mirada, la del fotógrafo. Mirada que estuvo ahí por un instante. Mirada que se vuelve sugestiva por el hecho de ser luego, y para siempre, pura ausencia.
“Ciertos amantes del misterio quieren creer que en los objetos queda algo de las miradas que los han rozado. Creen que los monumentos y los cuadros se presentan sólo bajo el velo delicado que han tejido sobre ellos el amor y la devoción de tantos admiradores en el curso de los siglos”. M. Proust
LC
La autora es Diseñadora Gráfica, Maestranda en Comunicación y Cultura (Facultad de Ciencias Sociales, UBA) y Docente en la materia Comunicación I, Cátedra Arfuch, de la Carrera de Diseño Gráfico de la FADU, UBA.
Fotografía urbana 2006-2007 – Ciudades de miradas perdidas y corazones solitarios, muestra que el fotógrafo catalán Daniel Escalé exhibió durante los meses de julio y agosto en el Kunst Café de Barcelona. La exposición mostró parte del trabajo realizado por Escalé durante algunos paseos urbanos por su ciudad natal y otras ciudades europeas como Roma, Florencia y Venecia.
Ver también en café de las ciudades:
Número 37 I La mirada del flâneur
El spleen de París I Esa santa prostitución del alma. I Charles Baudelaire
Número 21 I La mirada del flanneur
“Esa región de donde proceden mis sueños” I Barbarie y belleza de la ciudad moderna, en cinco poemas de las “Iluminaciones”. I Arthur Rimbaud
Ver el relato El Hombre de la Multitud, de Edgar A. Poe, en la revista Bifurcaciones.