Me resultaba complicado caminar hacia el lugar de la convocatoria; no conocía ningún sendero transitable, entre escombros de veredas y pavimento como después de un bombardeo, a lo que se sumaba contenedores rotos o volcados y usados como refugio y una orografía de montañas y valles de basura amontonada. Quería llegar hasta la manifestación de los EPV (Encerrados Permanentes Voluntarios) inventada categoría de protegidos por el actual Gobierno, que cedían su vivienda al Estado y la usaban en usufructo hasta su deceso. Recibian las pastillas azules de su alimento diario, una por día, con el compromiso adicional de permanecer dentro de sus viviendas y no hablar más de lo imprescindible con sus vecinos. Ni me atreví a usar como atajo la 9 de Julio (la avenida que dimensionó la unión del Norte y el Sur de la ciudad como contribución del proyecto Moderno de Buenos Aires a principios del Siglo XIX), hoy conocida como la Grieta por ser el mismo paisaje de destrucción de las calles y veredas angostas, pero agravado por sus 150 metros de ancho que incrementaban su peligrosidad y funcionaban como límite entre las Comunimafia Este y Oeste, afincadas a ambos lados de la fundacional “avenida para elefantes”, como la denominaba un profesor de la FADU. Esa gran vía donde otrora había funcionado el hoy olvidado Metrobús, era ahora escenario permanente de tiroteos, salvo los últimos sábados de cada mes en que se abría la feria de drogas compartida y se competía en paz para la venta libre en la plataforma del helipuerto del Ministerio de Capital Humano.
Llegué hasta el borde de la ciudad formal y los vi, era la concentración de protesta más grande que recuerdo en los últimos 20 años, se agrupaban por centenares con sus obligatorios mamelucos amarillos reclamando que se aumentara a dos la dosis diaria de pastillas azules.
Llegué hasta el borde de la ciudad formal y los vi, era la concentración de protesta más grande que recuerdo en los últimos 20 años, se agrupaban por centenares con sus obligatorios mamelucos amarillos reclamando que se aumentara a dos la dosis diaria de pastillas azules. Nadie se había acercado a responderles y en las pantallas de borde de la zona protegida, a la altura del Obelisco, sonaba muy fuerte música “rapúmbica” (mezcla de rap y cumbia). La zona protegida se podía espiar por agujeros furtivos que calaban el muro protector, mostrando edificios y espacio público en impecables condiciones, y era un eje que partiendo de la casa de gobierno y la Plaza de Mayo unía los Tribunales, Recoleta, y todo el eje Norte que, extendiéndose entre Santa Fe a Libertador, llega hasta San Isidro. Allí funcionaba aquella ciudad de la modernidad y postmodernidad que ya pocos recordaban fuera del vallado.
(…) la caída del sistema informático contribuyó a agravar el aislamiento en la ciudad informal, y nadie sabe porque transcurrido un año el Líder concedió lo que los Encerrados venían reclamando.
La lucha que comenzó ese 25 de Mayo de 2045 continuó todos los últimos sábados de cada mes, aprovechando las treguas de las comunimafias en la Grieta. Nunca llegamos a saber si se habían sumado a la lucha otros grupos en el resto de la ciudad, dado que la caída del sistema informático contribuyó a agravar el aislamiento en la ciudad informal, y nadie sabe porque transcurrido un año el Líder concedió lo que los Encerrados venían reclamando. Eso alentó a muchos dubitativos a incorporarse a solicitar el ingreso a ese beneficio, lo que llevó al Gobierno a exhibir la medida como contribución a solucionar el endémico déficit habitacional. Fue un cambio de tendencia que comprobamos con algunas encuestas precarias realizadas por nuestra Organización de Resistencia.
Y aquella medida del Gobierno fue de un éxito insospechado para nosotros, pudiendo observarse que en pocos años se fue confirmando un crecimiento elevado de los Encerrados, sobre todo de las franjas etarias más jóvenes. Pero por otra parte crecía en forma galopante la tasa de mortalidad de los EPV…
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El autor es Coordinador General del Observatorio Urbano Local – Buenos Aires Metropolitana (OUL-BAM), CIHaM/FADU/UBA. Es autor de Metrópolis Argentinas y de los informes trimestrales que café de las ciudades publicó en relación a los avances y/o retrocesos de la institucionalidad y gestión de la Región Metropolitana de Buenos Aires.
Las imágenes que ilustran esta nota son fotogramas de la película Invasión, de Hugo Santiago (1969).