Más cerca en el tiempo hubo diferentes inmigraciones. Hoy la confluencia de todas ellas son atractivos para el visitante, que no deja de asombrarse de la multiplicidad de estilos de vida y de la convivencia pacífica de todos.
(Del sitio Heráldica Argentina)
Los hippies argentinos no quemaban sus cedulas de identidad para escapar a ninguna guerra, ni siquiera al servicio militar que fue obligatorio durante la mayor parte del siglo pasado. En realidad, el hippismo criollo e incluso el rock, más allá de alguna imprecisa mitología, estuvieron de hecho disociados de los movimientos políticos juveniles de los sesenta y setenta (recuérdese el contundente y hoy discretamente olvidado “no somos putos, no somos faloperos, somos los bravos, los bravos montoneros”). Lo que genéricamente se conoce como hippismo en Argentina está más o menos concentrado en dos localidades muy distantes entre sí, el patagónico Bolsón de los Cerros y la cordobesa San Marcos Sierras, y es en realidad una superposición difusa del hippismo realmente existente en el verano del amor de 1967 en San Francisco con los ecos locales del rastafarismo jamaiquino, corrientes espiritualistas de referencia brahmánica o budista, vegetarianismo, avistadores de OVNIS y porteños que en sucesivas oleadas han huido del stress de Buenos Aires, replicando los movimientos de quienes 70 años antes eludían en cambio la tuberculosis.
La visita a San Marcos Sierras, una (hasta ahora…) pequeña aldea serrana en el Valle de Punilla, entre Capilla del Monte y Cruz del Eje, comienza entonces muy condicionada para el visitante por su propia actitud ante el fenómeno hippie (no tanto el original californiano como el aluvional e impuro de la “jiponada” argentina, dicho sea de paso no demasiado más contaminado que el que hoy se puede encontrar en el mítico barrio de Haight-Ashbury).
La plaza de San Marcos Sierras se llama Cacique Tulián, en homenaje a un líder de los indios henen o comenchingones que reclamó y obtuvo para su pueblo en 1806 parte de las posesiones que habían sido incorporadas a la estancia San Marcos. El límite más fuerte de la plaza son las propias sierras, que asoman muy por encima de las casas bajas y la capilla de 1734. Hay un escenario donde a menudo pasan cosas, pero la plaza es en sí misma un escenario donde todos se encuentran: los susodichos hippies, gauchos y campesinos, vecinos nuevos y viejos, artistas callejeros de distintos orígenes, vendedores ambulantes de empanadas o reposterías, turistas y viajeros (si se acepta la pedante distinción de Bowles)…
En la iglesia, un cartel contradice las leyendas sobre Carlos Bianchi e invita a los fieles a apagar sus teléfonos, porque “Dios no usa celular”. El museo del pueblo afirma ser el único del mundo dedicado al hippismo y ofrece una variada memorabilia que se enriquece en el relato de su director, “el Peluca”. La Feria artesanal ofrece todo lo necesario para acudir a un nuevo Woodstock, si llegara a ocurrir.
San Marcos se extiende hacia sus bordes, pasando acequias cuyo diseño original se atribuye a los comechingones. En los comercios se ofrecen productos vegetarianos, comidas hindúes, medicinas naturales para casi todos los males, la exquisita miel local y el aceite de oliva de Cruz del Eje. El balneario está alejado del pueblo, a unos 4 kilómetros sobre el bravo Río Quipo.
Regresando a la tarde, la plaza ofrece todas las posibilidades que se pueden esperar del espacio público: puede uno aislarse, encontrarse, mirar, ser mirado, descansar, caminar, permanecer en espera de nada o intentar comunicarse. El ejercicio es ideal para antropólogos frustrados; en poco tiempo se imaginan historias de vida, se agrupa a locales o foráneos en categorías de diversa armazón y se entrevén rencillas y solidaridades vecinales. Todas las definiciones son cuestionables: la aldea está dejando de ser aldea, los discursos ecologistas no derivan en una vida ni del todo ni parcialmente “ecológica”, los hippies no son tan hippies. Lejos de la pureza, San Marcos Sierras se redime en el ejercicio natural y hasta exacerbado de la diversidad, esencia de lo urbano.
MC
Ver el sitio San Marcos Sierras.com, con buena información para el viajero y el turista.
Sobre experimentos alternativos de y a la vida urbana, ver también en café de las ciudades:
Número 8 | Ambiente
Una comunidad auto-sustentable en Australia | “Sin organizaciones no se puede avanzar”. | Jill Jordan
Número 40 | Lugares
Quebrada de Humahuaca, del patrimonio a la innovación | Los desafíos culturales, sociales y ambientales en el norte andino argentino. | Marcelo Corti
Número 54 | Cultura de las ciudades
La metáfora babilónica | “Buenos Aires en llamas”. | Mario L. Tercco
Número 65 | Arquitectura de las ciudades
Soleri, la ciudad del futuro remoto | Una alternativa al mercado, el consumo y el sprawl | Emanuele Piccardo