En esta oportunidad, este espacio de reflexión sobre el desarrollo urbano de Córdoba queda a cargo de la arquitecta Celina Caporossi, quien ha contado con la colaboración del editor de esta revista. Ambos abordan una cuestión estructural del urbanismo cordobés, como es el eje infraestructural y paisajístico de La Cañada.
CIP
Buenos Aires no termina de establecer una clara relación con el Río de la Plata, como la que logró Barcelona con su Mediterráneo. Londres no es sin el Támesis, ni Paris sin el Sena. Toda ciudad contemporánea ha tenido que resolver de una u otra manera la relación contradictoria que se establece entre urbanización y soporte natural y en particular con aquellos elementos de la naturaleza que proveen nuestro vital elemento para la vida: el agua en este caso. Lagunas, ríos, cañadas, arroyos, en la mayoría de los casos han determinado el origen de los asentamientos, sea cual sea la geografía, pero no todos han podido conciliar la lógica natural -crecidas, movimientos de agua, inundaciones, bordes, etc.- con la racionalidad artificial del hábitat humano. Así, mientras muchas ciudades han visto perder el contacto con su fuente de agua convertida en mera “infraestructura”, (Bahía Blanca y el entubamiento del Napostá por ejemplo), otras por el contrario han definido su existencia alrededor del recurso hídrico (el lago artificial de Carlos Paz es un buen ejemplo, aunque la ciudad no lo sea…)
La ciudad de Córdoba tiene dentro de su estructura urbana dos cursos de agua: el río Suquía y el arroyo La Cañada. Sin embargo, mientras que el río ha tenido un lento proceso de asimilación con la ciudad debido a su uso prolongado como “patio trasero” de la industria durante gran parte del siglo XX, el arroyo La Cañada, por el contrario, establece casi desde sus orígenes una relación particularmente armónica con la ciudad edificada.
Como bien dice Wikipedia, si el arroyo se denomina La Cañada, para los cordobeses tiene otra referencia un poco más amplia y a la vez precisa. Para el que vaya a Córdoba, con el nombre “La Cañada” se sintetiza al gran cauce artificial a cielo abierto que a modo de gran hendedura construida de piedra (de la zona) contiene el agua del arroyo y su crecida. Pero también refiere a su borde definido que, a modo de parapeto, permite sentarse, contemplar el agua o caminar bajo las tipas añejas que con sus troncos obscuros y torcidos hacia el agua recorren el cauce en una hilera continua.
Piedra, agua, arboles, y paseo; La Cañada está más cerca de la idea de paisaje urbano que de la de infraestructura urbana y, sin embargo, cumple su rol a la perfección: contener las inundaciones en su crecimiento intempestivo estacional. Para la movilidad urbana, la acertada definición como cauce/avenida la convierte en una de las vías transversales más importantes que, con su traza marcada por el origen natural del curso, pone en relación el centro con el sur- oeste de la ciudad, ofreciendo una alternativa a la radialidad y al damero.
En nuestras ciudades de origen hispánico la relación entre ciudad y disponibilidad de agua fue planificada; sin embargo, las vicisitudes y cambios en la concepción de las infraestructuras urbanas a lo largo del tiempo han generado muchas discontinuidades. La Cañada en este sentido representa una excepción, ya que no solo perduró en el tiempo como buena solución urbana, incorporándose como elemento central en la identidad de la ciudad, sino que además sirvió de modelo para sus sucesivas ampliaciones.
Su origen es casi contemporáneo con la ciudad. Como el encuentro del Río Suquía y La Cañada definirán el primer asentamiento colonial, muy temprano tuvieron que resolver las inundaciones producidas por este arroyo que la mayoría del tiempo se presenta manso y con poco caudal, pero debido a su origen de montaña experimenta crecidas violentas (con 28 km. de recorrido comienza en la Lagunilla, espejo de agua conectado a las Sierras Chicas, y desemboca en el Suquía).
Los jesuitas, con sus buenas artes, construyeron en 1671 un primer encauzamiento de “Calicanto”, (técnica jesuítica de construcción de cantos rodados soldados con cal). El cauce con su fisonomía actual, desde la desembocadura del río Suquía hasta la Avenida Julio A. Roca, data de 1944 y fue construido durante el gobierno progresista de Amadeo Sabattini, después de la gran inundación de 1939. Coincide así con el borde del Area Histórica. La normativa para el Area Central de 1985 consolidará la tendencia a la concentración edilicia, proponiendo un perfil de edificación en altura denominado de “alta densidad” (altura máxima 36 metros). Así se irá conformando un borde homogéneo para La Cañada, hoy consolidado en su contacto con el Centro, a modo de gran pantalla continua. El uso del ladrillo visto en los edificios en altura, introducido como elemento de configuración urbana por el gran arquitecto local “Togo” Diaz, aportará a su vez un “color” particular al espacio urbano generado (a la vez que expresará en el tejido la excepcionalidad geométrica del cauce respecto al trazado en damero de la ciudad colonial).
El Río en el comienzo de su desembocadura, la Plaza Italia de Miguel Angel Roca, el Palacio Municipal (muy buena obra de los SEPRA) se articula con el Paseo Sobremonte (plaza que data de 1783, reformada por Carlos David) y la Plaza de la Intendencia con el edificio de Tribunales de borde. Numerosas plazoletas producidas por el quiebre entre el cauce y la cuadrícula y el Paseo de las Artes casi al final del este tramo organizan en conjunto un verdadero sistema de plazas, espacios verdes y edificios significativos en una secuencia orgánica y concatenada.
En las décadas posteriores, la indefinición del cauce más allá de la Avenida Julio A. Roca implicó la indefinición urbana de sus bordes, y serios problemas medio-ambientales. Los barrios crecían para adentro de la trama, con La Cañada como borde degradado y peligroso. El crecimiento urbano y las frecuentes inundaciones (igual que en su origen) serán las causas para que desde la administración municipal se desarrolle en la década del `90 el proyecto de Sistematización del Arroyo La Cañada. Con acierto, para su construcción se decide la misma configuración que La Cañada central: un cauce de hormigón revestido en piedra, dos avenidas de borde y siete puentes que conectan las dos márgenes. El proyecto, que extendió el cauce sistematizado hasta la Avenida Tronador, completando los 3 km de recorrido, permite percibir parte de la topografía natural al conectarse con otras extensiones verdes como la denominada Cañada Honda o, al final del recorrido, el Parque de la Vida, integrado al sistema de verdes urbanos. A lo largo de todo este tramo, los bordes edificados no se han consolidado y todo el cauce presenta signos de vandalismo y deterioro. A pesar de ser más joven, está segunda Cañada parece más decrépita y más pobre que su tramo central. Quizás faltó en su concepción urbanística una estrategia para la renovación y la consolidación de los tejidos adyacentes. En todo caso, hoy está latente la oportunidad de definirla, incorporando un dato que otras experiencias urbanas han aportado a nuestro conocimiento: la renovación urbana debe permitir la permanencia y mejora de la calidad de vida de los sectores sociales que han sufrido la degradación y postergación de ese sector urbano.
Recorrer La Cañada desde su comienzo urbano en el cruce con el Río Suquía hasta el Parque de la Vida, es ir recorriendo los distintos momentos de la ciudad, sus aspiraciones, sus anhelos, pero también sus fracasos. La singularidad del paisaje urbano de su tramo central contrasta con esa otra Cañada casi decrépita que no logra resolver el encuentro con lo urbano, pero que se monta sobre la excelente intensión de sanear, integrar y comunicar de la sistematización posterior. El abandono de esta política en las sucesivas administraciones tuvo tal vez su punto más preocupante y también el de mayor simbolismo cuando La Cañada recibe los escombros de la demolida Casa de Gobierno.
Más allá del Parque de la Vida, La Cañada se libera de lo urbano y nuevamente transcurre libre, aunque ya se insinúan las urbanizaciones que irán presionando en sus bordes en los futuros crecimientos. Esta “tercera” Cañada es oportunidad de otra estrategia, a su vez de ruptura y continuidad: un parque lineal extendido y conector entre la ciudad, su periferia y las sierras.
Preservar la calidad de La Cañada histórica, consolidar el tejido urbano y social de la segunda, proyectar un armónico desarrollo de la tercera, son desafíos que el arroyo plantea al planeamiento urbano y la política de Córdoba.
MCCC
Celina Caporossi es Arquitecta, Docente Investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba. De su autoría, ver también en café de las ciudades:
Número 73 | Planes y Normativa de las ciudades
Planificación y crecimiento urbano en la ciudad de Córdoba | Acuerdos, disonancias y contradicciones | Celina Caporossi
Número 102 | Proyectos de las ciudades (II)
Articulación y conexión territorial en Catamarca | Propuesta para la integración urbana de la Nueva Terminal de Omnibus | Celina Caporossi, Marcelo Corti y equipo de proyecto
Número 103 | Proyectos de las ciudades
Proyecto 4 Plazas: renovación del eje central del barrio San Vicente en Córdoba | El barrio como unidad de gestión y planificación integral | Celina Caporossi
Carola Inés Posic es comunicadora especializada en temas urbanos. Es corresponsal en Córdoba de café de las ciudades; ver su nota en este número, la presentación del número 104 y las notas:
Número 117 I POSICiones cordobesas
El poder de las palabras I Ciudad y sostenibilidad y Pepe Mujica en el Río + 20 I Por Carola Inés Posic
Número 116 I POSICiones cordobesas
Cerrando Barrios I El debate sobre la normativa que regula los barrios cerrados en Córdoba. I Por Carola Inés Posic
Número 115 I POSICiones cordobesas:
El Parque Tecnológico del Este I Pensar cómo crecer.I Por Carola Inés Posic
Número 114 I POSICiones cordobesas
Sobre la concepción de “lo público” I Una relectura del Diagnóstico para Córdoba de 1973. I Por Carola Inés Posic
Número 113 I POSICiones cordobesas
La sensación de un contrato roto I De ciudades, trenes, tormentas y catástrofes I Por Carola Inés Posic
Número 111/112 I POSICiones cordobesas
Norah Lange, la mirada transversal I O como reunir una biblioteca. I Por Carola Inés Posic
Número 110 I POSICiones cordobesas
Córdoba se va “de caravana” I … y vuelve hecha una urbe latina. I Por Carola Inés Posic
Número 109 I NUEVA SECCION: POSICiones Cordobesas
Renovarse es vivir I Las formas del crecimiento I Por Carola Ines Posic
Número 108 I NUEVA SECCION: POSICiones Cordobesas
¡Es tan difícil poder ver cine! I Habemus Papam y el Director desbordado. I Por Carola Inés Posic
Número 107 I NUEVA SECCION: POSICiones Cordobesas (I)
La paradoja de la conservación I El barco de Teseo encalla en las costas del Suquía I Por Carola Inés Posic
Número 107 I NUEVA SECCION: POSICiones Cordobesas (II)
Patrimonio y después I Miradas desde el sur. I Por Mariana Isabel Bettolli
Número 106 I NUEVA SECCIÓN: POSICiones Cordobesas
Los deseos de Villa El Libertador I Sobre barrios, elecciones y política I Por Carola Inés Posic
Número 105 | NUEVA SECCION – POSICiones Cordobesas
Belgrano de Alberdi: un pirata en primera I Fútbol y Ciudad I Por Carola Inés Posic
Número 104 | Planes y Política de las ciudades
El lugar de todos | Consideraciones sobre el área central de la ciudad de Córdoba | Fernando Díaz Terreno
Número 104 | Arquitectura y Política de las ciudades
Ciudad frágil, Peatonal frágil | Obras en Córdoba: ¿Ensañamiento o ignorancia? | Inés Moisset