“El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere.” La Peste, Albert Camus
Hace muy poco compramos nuestra casa. Una de las virtudes principales por la que la elegimos es su ubicación frente a una gran plaza-parque. Espacio verde que se genera en uno de los tantos puntos donde la topografía de Córdoba se quiebra y la trama no resuelve la continuidad. Cuando la visitábamos antes de la compra, la plaza-parque lucía perfecta. El día que nos mudamos, al mes de la “gran tormenta cordobesa”, el pasto estaba notoriamente crecido, las ramas inundaban la plaza y la basura empezaba a asomarse entre los árboles. Mientras nos daban la llave de apuro, ya subidos al automóvil que los alejaría definitivamente de su antigua casa, los dueños anteriores nos dijeron: “y sí… cuando estaba Giacomino la cuidaban, pero ahora dicen que no tienen tiempo. ¿Vieron cómo es la política, no?”. Y con una sonrisa, casi de alivio, partieron a su nuevo domicilio: Housing Los Aromos, uno de los tantos nuevos barrios cerrados que crecen -como el pasto- en la periferia, con nombres tan ambiguos como su origen.
La sensación más fuerte es que el contrato está roto. Ese contrato del “estado del bienestar”, ya no está rubricado por sus partes. Su consecuencia tal vez más evidente es la separación conceptual -pero también analítica y operativa- entre la concepción del espacio público -de todos- y sus habitantes.
Esta impresión diaria se convierte en certeza cuando nuestras ciudades deben enfrentar alguna catástrofe, ya sea de origen natural o por las mismas fuerzas que la sostienen. Con las catástrofes las ciudades se reconocen, podríamos afirmar. Con la misma contundencia del daño producido, así se desplaza la ciudad de lo cotidiano y de la rutina para vivir colectivamente el desastre. Por un instante los habitantes levantan sus miradas de sus preocupaciones personales y, por efecto de la acción exterior, inevitablemente se identifican ciudadanos.
Entre la incredulidad y el desengaño, la catástrofe nos pone frente a nosotros en relación con lo que somos y con dónde y cómo vivimos. Porque en ese momento en que la vida de muchos cambiará para siempre, la ciudad parece responder desde su unicidad, más que de sus partes. Es la ciudad que pudimos construir la que responde mal o bien a ese fenómeno externo o interno que viene a alterar ese organismo “más que humano” que habitamos. Por un momento, entendemos que nuestra existencia esta inexorablemente ligada a ese colectivo artificial y, como si la catástrofe nos hubiera modificado la escala, intuimos la íntima relación entre sus partes.
Son todas y ninguna la explicación. Así nos pasó con el terremoto de Chile, nuestra tormenta cordobesa o muy reciente el trágico tren de Once. Pero la ciudad de este que se ha dado en llamar capitalismo avanzado ya no es ingenua, ya no vive del progreso como meta y principio. Mike Davis -esencial teórico urbano estadounidense – dice en su libro de sugestivo título Las ciudades muertas, citando a Bloch: “En un sentido más profundo, la gran ciudad capitalista resulta «extremadamente peligrosa» porque, en lugar de cooperar con la naturaleza, la domina”. Lo interesante es que Bloch no escribe sobre la ciudad actual, sino sobre “su” ciudad, la que nacía al calor de la industria y las nuevas tecnologías a comienzos del XIX. ¿Y qué cambió? La sensación de miedo frente a lo inconmensurable artificial no solo es la misma, sino que tal vez fue adquiriendo nuevas formas de incertidumbre. Pero la ciudad no es la misma.
Si repasamos las vívidas imágenes que Martínez Estrada nos ofrece en “La cabeza de Goliat”, sobre la relación entre el ferrocarril urbano y la intensa movilidad urbana de Buenos Aires de la década del `40, podemos sospechar que, bajo la crítica aguda a lo que él llama “la vida mecanicista” de la gran ciudad, se esconde una profunda fascinación por esa urbe que se ha puesto en movimiento. No por casualidad el capítulo se llama “las ocho patas de la cabeza”. Una idea de ciudad puesta en relación fluida sobre un sistema integrado. Del hogar al trabajo pasando por sus redes conectivas (trenes, tranvías, subtes). “El hombre urbano” es uno, aquel que late con la “velocidad de taquicardia” de la urbe porteña. Hoy esa red está fragmentada, solo usan el sistema los que no pueden acceder a la ciudad del country, del shopping, de la autopista veloz. El hombre urbano está puesto en duda, y con él el ideal moderno.
En nuestra ciudad mediterránea, esa idea de “integralidad”, de puesta en relación de infraestructura, espacio público, naturaleza y actividad urbana, fue para la década del `80 y junto con la democracia una meta que el tiempo -malas políticas y malos acuerdos ciudadanos- se encargaron por diluir. Con el siglo veintiuno ya estrenado, esa apuesta por “lo común”, que en época de bonanza afianzaba nuestra identidad colectiva, solo parece ponerse en juego cuando la tragedia nos deja al descubierto. Solo en esos momentos límites, en que somos “uno con la ciudad”, se hace vívida la fractura, quedando solo en evidencia todo lo que en el mientras tanto no podemos, no sabemos o no queremos construir.
CIP
Carola Inés Posic es comunicadora especializada en temas urbanos. Es corresponsal en Córdoba de café de las ciudades; ver la presentación del número 104 y las notas:
Número 111/112 I POSICiones cordobesas
Norah Lange, la mirada transversal I O como reunir una biblioteca. I Por Carola Inés Posic
Número 110 I POSICiones cordobesas
Córdoba se va “de caravana” I … y vuelve hecha una urbe latina. I Por Carola Inés Posic
Número 109 I NUEVA SECCION: POSICiones Cordobesas
Renovarse es vivir I Las formas del crecimiento I Por Carola Ines Posic
Número 108 I NUEVA SECCION: POSICiones Cordobesas
¡Es tan difícil poder ver cine! I Habemus Papam y el Director desbordado. I Por Carola Inés Posic
Número 107 I NUEVA SECCION: POSICiones Cordobesas (I)
La paradoja de la conservación I El barco de Teseo encalla en las costas del Suquía I Por Carola Inés Posic
Número 107 I NUEVA SECCION: POSICiones Cordobesas (II)
Patrimonio y después I Miradas desde el sur. I Por Mariana Isabel Bettolli
Número 106 I NUEVA SECCIÓN: POSICiones Cordobesas
Los deseos de Villa El Libertador I Sobre barrios, elecciones y política I Por Carola Inés Posic
Número 105 | NUEVA SECCION – POSICiones Cordobesas
Belgrano de Alberdi: un pirata en primera I Fútbol y Ciudad I Por Carola Inés Posic
Número 104 | Planes y Política de las ciudades
El lugar de todos | Consideraciones sobre el área central de la ciudad de Córdoba | Fernando Díaz Terreno
Número 104 | Arquitectura y Política de las ciudades
Ciudad frágil, Peatonal frágil | Obras en Córdoba: ¿Ensañamiento o ignorancia? | Inés Moisset