La Conservación del Patrimonio construido en la ciudad latinoamericana es, por estos días, un desafío al conocimiento específico, a la pertinencia en la toma de decisiones en una cierta y determinada circunstancia y definitivamente, un desafío al sentido común.
Para mapear algunas cuestiones referidas al Patrimonio es preciso, en primer lugar, acordar que Conservación del Patrimonio es tanto la actitud, como las acciones posibles en lo que a Patrimonio se refiere, en este caso el urbano arquitectónico, el patrimonio construido.
Al respecto, la cotidianeidad demuestra que, en el ejercicio de esta disciplina, se manifiestan tanto las múltiples perspectivas desde donde es posible abordarla, como los campos de fuerza propios del poder, asimilables a los que tensionan la sociedad en su conjunto. Por lo tanto, para conservar el patrimonio construido es necesario poder interpretar procesos complejos y a su vez descifrar una cierta “urdimbre formada por tramas de significación” (Waisman, 1997), que le otorga sentido al testimonio material situado por caso, tanto en el territorio, como en la ciudad o circunscripto a una parte de ella o a un edificio en particular. Lo cierto es que patrimonio construido no implica a una singularidad, aislada, sino más bien a un complejo, a un tejido tangible e intangible, gestado a lo largo del tiempo y asumido por una comunidad como un legado.
Afirmando esta condición es posible, como hipótesis, aplicar el concepto de interfaz a la conservación del patrimonio construido, develando la importancia de los ámbitos de interrelación en todo proceso que le es propio. Ya sea el proceso que hizo posible que un bien construido sea asumido por una comunidad como Patrimonio, como los sucesivos procesos que permitan su conservación en el tiempo, o no. En este caso los tres elementos a considerar en interacción son:
-un bien construido, o un conjunto de bienes, o la ciudad
-una comunidad, que obviamente incluye a los profesionales actuantes y
-la condición de Patrimonio lo cual significa que un bien tiene la capacidad de representar para la comunidad, una herencia que merece ser conservada.
Por lo tanto, la interfaz es lo que permite a un cierto bien construido, además de permanecer en el tiempo, de estar- ahí, sin afectar a la comunidad; ser para la comunidad un referente, un testimonio identitario, lo que cobra sentido.
De este modo, la potencia relacional que implica la interfaz es lo que puede desvirtuarse en el devenir de un cierto bien patrimonial y por lo tanto las actitudes y acciones que sostengan su Conservación deben reconocer las razones de ser de su condición de Patrimonio y revitalizarlas, renovarlas al momento de que se trate; sin obviar el natural proceso a que todo bien patrimonial está sujeto, por caso, el cambio o adaptación a nuevas condiciones que le otorguen sentido. La mencionada potencia relacional que implica la interfaz, es posible a través de acciones de gestión, de educación y concientización, de consideración del patrimonio como un recurso, entre otras posibles.
En este sentido, las prácticas concretas para la conservación del patrimonio construido parten de una realidad material, de ciertas preexistencias, que es necesario conocer, “estudiar” caso a caso, en profundidad y “reconocer” sus valores, para luego establecer “criterios” para su intervención.
En esta instancia, se podría asegurar que accionar en la conservación del patrimonio construido es llevar adelante un proceso proyectual que, como diferencia con otros posibles no pretende ser ex novo, sino que se genera a partir de ciertas preexistencias y que por lo tanto un Arquitecto es el profesional hábil para llevar adelante tal práctica. Además, la investigación-reflexión traducida en diversas estrategias para diferentes etapas del proyecto de conservación es hoy una necesidad. Particularmente en la instancia de la valoración, en la cual pareciera que “por lo general, se dejan de lado los estudios, análisis y resultados previos” (Gnemmi, 2005), valoración que es o debiera ser una construcción colectiva y de consenso general, además de una práctica profesional caso a caso.
Sin embargo, es evidente que la especificidad disciplinar en conservación del patrimonio construido, en más de una situación, lejos de ser un aporte ha distanciado e increíblemente enfrentado el pensar con el hacer en lo que a patrimonio se refiere; en tiempos en que lo multidisciplinar debiera caracterizar todo equipo de proyecto, es claro que el aporte de los especialistas no nutre el proceso de diseño sino más bien “aprueba” o “desaprueba” decisiones tomadas. Las razones de tal desencuentro posiblemente son, tanto el imaginario respecto a la rigidez en la perspectiva desde la cual se gestan los criterios de intervención, como preconceptos mutuos de las partes implicadas, o hechos concretos de la propia realidad. En síntesis, el equívoco de creer que conservar es “detener” el tiempo, convertir en “naturaleza muerta” todo aquel testimonio material heredado, asumido como patrimonio, que forme parte de la memoria colectiva y que de alguna manera identifique a una comunidad. Lejos de esta visión, la conservación del patrimonio construido es todo lo contrario, es una actitud o una acción absolutamente vital y como tal, cambiante en el tiempo. La propia materialidad de los bienes patrimoniales así lo demuestra y a su vez, los actores implicados y las ideas respecto a los mismos, también cambian y se modifican a lo largo del tiempo por lo cual, la toma de decisiones respecto al “después” del patrimonio; debe accionar en un sentido en el cual, el patrimonio construido sirva “para hacer con él alguna cosa que satisface una necesidad material, o de conocimiento o un deseo. Es la dimensión utilitaria del objeto histórico” (Ballart, 1997),el valor de uso posible, para una cierta comunidad. En tiempos en los cuales estamos comprometiendo seriamente los recursos del planeta en cuanto a su capacidad de atender a las necesidades de las generaciones futuras, no debiéramos soslayar la posibilidad de rehabilitar el cuantioso recurso material disponible en toda ciudad latinoamericana, monumental y no-monumental. Tendiendo a reforzar la idea de que la conservación del patrimonio construido es una acción de diseño y como tal implica dar lugar a lo que el diseño mismo trae aparejado como actividad humana:
–orientada al futuro,
–referida a la innovación, ya que en el acto proyectual se concibe algo nuevo,
–dirigida al logro de un buen uso de las preexistencias,
–resultado del juicio crítico, entre otras características que le son propias.
Lo antes señalado expone argumentos que explican por qué es importante articular acciones de proyectistas y conservadores fortaleciendo el trayecto para arribar a un proyecto de conservación que sostenga, renueve, profundice en cómo potenciar la interfaz que favorezca el buen uso de un cierto bien construido, por parte de la comunidad que lo valida como Patrimonio.
En síntesis, conservar el patrimonio construido demanda acciones, de especialistas y no-especialistas en la disciplina, comprometidos en concebir su práctica con las lógicas propias del diseño, actuando en equipos de trabajo multidisciplinares y desplegando capacidades para crear nuevas pautas culturales, nuevos modos de ver, de pensar y hacer; desarrollando “criterios de pertinencia… pertinenciano es un concepto estático, sino dinámico. La pertinencia como criterio de selección de la modernidad vinculado a la identidad trabaja a favor del cambio histórico, lo acelera.”(Rojas Mix, 2003) Son los criterios de pertinencia los que nos permitirán asociar a la identidad con la noción de proyecto, ya que los rasgos identitarios son de construcción permanente e incluso, arriesga Rojas Mix, una construcción a futuro.
MIB
La autora es Arquitecta, FAUD-UNC. Actualmente desarrollando la Tesis de la Maestría en Conservación y Rehabilitación del Patrimonio Arquitectónico, FAUD-UNC. Profesora Adjunta de Historia de la Arquitectura II y Profesora Asistente de Introducción a la Historia de la Arquitectura y el Urbanismo A, FAUD-UNC. Investigadora Categorizada en el Programa de Incentivos al Docente Investigador: Categoría III. Codirectora de Proyectos de Investigación con Subsidio SECyT-UNC, desde 2008 y miembro de equipos de Investigación desde 1994, en temáticas referidas a Historia, Teoría y Crítica de la Arquitectura.
Fuentes consultadas:
Ballart, Josep: El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso. Editorial Ariel, Barcelona, 1997.
Gnemmi, Horacio: Aproximaciones a una Teoría de la Conservación del Patrimonio Construido. Desde los principios y fundamentos, Ed. Brujas, Córdoba, 2005.
Rojas Mix, Miguel: Educación superior: globalización y nuevas tecnologías, enGlobalización, pertinencia e identidad. Conferencia cursos de verano CEXECI, 14-julio-2003,.
Waisman, Marina:El patrimonio es la construcción de la ciudad. Conferencia pronunciada en el Foro Iberoamericano de reflexión, Bs. As. Agosto, 1996, en revista Summa+23, enero/febrero, 1997.
Sobre Córdoba, ver también entre otras notas en café de las ciudades:
Número 73 | Lugares
Córdoba siempre estuvo cerca… | La ciudad de la Reforma Universitaria y el Cordobazo | Marcelo Corti
Número 73 | Planes y Normativa de las ciudades
Planificación y crecimiento urbano en la ciudad de Córdoba | Acuerdos, disonancias y contradicciones | Celina Caporossi
Número 73 | Historia de las ciudades
Ahí…, abajo, entre los pastos (la Ciudad Docta) | Córdoba en 1825, “forzada a replegarse sobre sí misma” | Domingo Faustino Sarmiento
Número 85 | Cultura y Política de las ciudades
El barrio San Vicente en Córdoba, Argentina | Entrevista a Desirée D´Amico | Marcelo Corti
Número 93 | Planes de las ciudades (II)
Córdoba: lineamientos de un plan | Un nuevo contrato social entre el estado, el mercado y la sociedad civil | Alejandro Cohen
Número 100 | Planes y Política de las ciudades
La insoportable levedad del hacer | La demolición de la Casa de las Tejas en Córdoba Celina Caporossi |
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