Por muchas razones, que espero queden claras con la lectura de este texto, considero al Cordobazo del 29 de mayo de 1969 como una de las más heroicas y nobles epopeyas del pueblo argentino. Una opinión muy distinta es la del abogado y periodista Daniel Gentile, quien en la edición de La Voz del Interior correspondiente al reciente aniversario de ese episodio, se pregunta “¿Qué festeja Córdoba cuando recuerda el Cordobazo?”. A Gentile le parece asombroso “celebrar, año tras año, aquellos dos días aciagos. Nunca olvidaré el estupor y el miedo que infundían las columnas de violentos que avanzaban incontenibles, sembrando a su paso fuego y destrucción”.
Los violentos que cree haber visto Gentile eran trabajadores, estudiantes y vecinos que luchaban contra la dictadura militar de Juan Carlos Onganía, responsable entre otros horrores de la triste “Noche de los bastones largos” que termino con la Universidad pública de excelencia y condenó al exilio a centenares de investigadores y científicos como el Premio Nobel Cesar Milstein. Luchaban también contra la imposición de políticas económicas que buscaban destruir las conquistas sociales obtenidas a lo largo de todo el siglo XX. Luchaban contra un régimen sangriento y mediocre, que remplazó la Constitución Nacional por un estatuto militar, que persiguió la cultura, amordazó la prensa y reprimió a sangre y fuego la protesta popular, como ya había hecho en la misma Córdoba asesinando en la calle a Santiago Pampillon.
Según Gentile, “Poco hubo de espontáneo en el Cordobazo, y mucho de estrategia del terror por entonces naciente”. Nada que objetar a la primera afirmación; el Cordobazo no fue espontáneo, como no lo fueron el 25 de Mayo de 1810, el 17 de octubre de 1945, la Toma de la Bastilla o el vuelco de las bolsas de té a la bahía de Boston. Aunque las leyendas construidas alrededor de diciembre de 2001 sugieran lo contrario, las grandes gestas populares son siempre producto de procesos pensados y construidos por personas y grupos con capacidad de organización, claridad de objetivos y poder comunicativo, a los que se suma y potencia la voluntad colectiva del pueblo convencido de lo que hace. Hay, por supuesto, una estrategia en el Cordobazo, pero en modo alguno del terror como sostiene Gentile, sino de resistencia a la opresión. Quienes imaginaron esa estrategia fueron dirigentes que, como pocos, sintetizaron lucidez, compromiso y honestidad; el gran Agustín Tosco, Elpidio Torres, Rene Salamanca, Atilio López. No es casual que hayan sido ellos los que realmente fueron víctimas del terror, como no es casual que Gentile no se haya animado a nombrarlos.
Los hombres y mujeres que hicieron el Cordobazo no especulaban con salidas mesiánicas, no preparaban el secuestro de algún general enfrentado a Ongania ni el asesinato de algún sindicalista al que estuvieran enfrentados. Hicieron de la ciudad una plaza pública y pusieron en acto el deseo popular de libertad y justicia. Su alianza social era más amplia y heterogénea que lo que podía suponer su adscripción sindical clasista; Tosco destacaba la presencia en estas luchas de personas que aun sin pertenecer a los sectores más pobres o a la clase trabajadora, entendían que su realización personal no podía darse en un contexto de opresión e injusticia social.
Me animo a sostener que el Cordobazo es un hecho histórico que pertenece a la sociedad argentina y no solamente al pensamiento de izquierda, porque es a la vez un reclamo de derechos sociales y de libertad ciudadana, un reclamo amplio de democracia. El texto de Gentile resulta en ese sentido anacrónico, un exabrupto que sobrepasa la línea a la que puede llegar cualquier discusión o revisión sobre la violencia política en la Argentina de los ´60 y los ´70. Sin ir más lejos, el mismo diario que publica este texto (un medio que en su momento no fue precisamente amigable con el Cordobazo y sus actores) incluye en esa misma edición una muy buena entrevista a “las hijas del Cordobazo“, Malvina Tosco, Silvia Di Toffino y Patricia López, realizada en la esquina de Boulevard San Juan y Antonio Bas donde cayó Maximo Mena, y en su sección de espectáculos presenta la obra que Alejandro Finzi dedica a Tosco y que fue presentada en el auditorio de su sindicato, Luz y Fuerza, por el grupo teatral Zeppelin. Y al día siguiente, la muy buena respuesta de Ricardo Rizzi.
“Me contaron hace poco“, se asombra Gentile, “que en la Ciudad Universitaria hay una calle que se llama El Cordobazo. Me resisto a creerlo. No me parece sensato darle a una calle el nombre de una tragedia“. No es este el lugar ni tenemos espacio para recordar todas las tragedias que evoca el nombre de tantas calles de Córdoba y de cualquier lugar del mundo, tanto los nombres que nos gustan como los que rechazamos. Valga en todo caso recordar que en ese nombre y en la memoria de los hechos no se celebra, como pretende Gentile, “el aniversario de su destrucción” sino la fuerza de la dignidad ciudadana.
MC
Sobre Córdoba, la ciudad de la Reforma Universitaria y el Cordobazo, ver también en café de las ciudades la nota del número 73 y su versión en inglés, Learned and Contradictory, en The Cities Cafe.
Y sobre luchas populares, interpretaciones reaccionarias de la historia y la dictadura de “la morsa” Onganía, ver también en café de las ciudades:
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“Tendencia no es destino” | Ciudadanía global e innovación en La Ciudad Conquistada, de Jordi Borja. | Marcelo Corti
Número 15 | Política
Las 10 boludeces más repetidas sobre los piqueteros y otros personajes, situaciones y escenarios de la crisis argentina. | Con un prólogo sobre la derecha, otro sobre Jauretche, y un epílogo sobre la consigna más idiota de la historia. | Carmelo Ricot
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