N. de la R.: Esta nota fue escrita originalmente para la revista anual de psicoanálisis Mediodicho,de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) Sección Córdoba, que la publicó en su número 44, Eufóricos y abatidos, de septiembre de 2018 (ISSN 1668-3897).
1-En sentido estricto la globalización es una etapa de la producción mundial de bienes y servicios definida por la gran capacidad de movilidad y flexibilidad de los componentes, que pueden producirse y ensamblarse en cualquier lugar del mundo. Cada etapa productiva se realiza en el lugar que mayores ventajas comparativas y competitivas ofrece: mano de obra barata y no sindicalizada para la fabricación de bienes, concentración de talento para la generación de servicios avanzados. Un ejemplo típico es el de las zapatillas fabricadas por mujeres jóvenes de procedencia rural en países del sudeste asiático o de Centroamérica, con estrategias de marca y publicidad diseñadas en entornos “cool” de ciudades europeas o norteamericanas. La máxima ironía se da cuando estos servicios avanzados se brindan en espacios reciclados de antiguas fábricas o galpones abandonados.
La globalización se basa entonces en la deslocalización y la fragmentación, más que en una hipotética unidad global a la que podría aludir su nombre. Más que unidad planetaria, lo que promueve la globalización es una cierta homogeneidad funcional y estética del consumo, cuyo paradigma es la franquicia (Starbucks, McDonald, IKEA), en un contexto de marcada fragmentación social, segmentación de las estrategias de mercado y focalización de las políticas sociales que obran como paliativo para los excluidos del proceso.
2-La ciudad es una configuración territorial que permite distintas alternativas de encuentro, relación, conflicto y aislamiento entre un grupo muy amplio y diverso de personas. Como tal, es una de las creaciones humanas más perdurables, evolutivas y eficientes y permite el desarrollo de dos características principales: la especialización y la interacción.
La configuración física histórica de la ciudad permite una ajustada relación entre esas dos instancias, ya que la fricción entre espacios de residencia, de trabajo, de ocio y de recreación potencia las interacciones personales. Por el contrario, la segmentación en distritos con una sola función atenta contra esa relación; es el caso de los “distritos de arte”, “de la innovación” o “del conocimiento”, las casas de gobierno o centros cívicos alejados de los centros ciudadanos tradicionales y reconocidos, los campus universitarios aislados, los centros comerciales cerrados y alejados, etc. El problema se potencia y se agrava con la creciente dispersión de la ciudad en el territorio, la llamada “ciudad difusa”, que además es insostenible en lo ambiental por hacer imprescindible el uso del automóvil privado (con la consiguiente emisión de gases y consumo de combustible). Fragmentación y segmentación erosionan las bases sociales y espaciales de la ciudad como proyecto humano.
3-La ciudad es también un espacio simultáneo de individuación y socialización. Un logro de la ciudad es permitir la soledad, la diferencia, el anonimato como proyecto personal; la clandestinidad, lo furtivo, la diferencia, los paseos sin objeto preciso de Baudelaire o las mesas de “sabihondos y suicidas” de Discépolo. Pero también es el espacio de lo colectivo voluntario, las “afinidades electivas”, masivas o tribales. La deformación de la vida social urbana en la ciudad del siglo XX se manifestaba en la despersonalización y la masa, en la anomia. En nuestra época, el factor que disgrega la socialidad es la segmentación por capacidades de consumo, por “targets”. Un signo de época es el algoritmo de Facebook como disciplinador de relaciones y contactos personales.
4-En un futuro más o menos cercano, las ciudades enfrentarán dos grandes cambios en aspectos que históricamente determinaron sus formas, sus espacios y sus relaciones sociales: el comercio y el trabajo (o mejor dicho, el empleo).
Por un lado, la definitiva hegemonía del comercio electrónico amenazará la vitalidad de los centros comerciales (tanto los tradicionales como los de los shopping-malls) e introducirá cada vez más complejas cuestiones de logística para satisfacer demandas y pedidos formulados por la web. La vieja y efectiva fórmula de barrios densos con plantas bajas comerciales para generar vitalidad quedará en riesgo.
Un ejemplo: quizás quien esto lea habrá notado la reciente proliferación de peluquerías diseñadas como pequeños clubes de usuarios, en locales que pocas semanas antes albergaban tiendas o negocios. La cabeza de los clientes, “insumo” básico del servicio, requiere el lugar físico concreto; no es posible manejar ese proceso por Amazon o Mercado Libre… Ese tipo de usos, estos nuevos ritos (o los lavaderos de ropa, o las cervecerías artesanales para el “after office” del milennial de cuello blanco) son la esperanza de supervivencia de las áreas centrales de las ciudades, una nueva excusa para la necesidad gregaria de reunión humana.
Por otro lado, la robotización/automatización productiva hará cada vez menos necesario el trabajo humano, el empleo. Esto puede resolverse en dos formas:
– la deseable, un reparto equitativo del empleo en pocas horas semanales y una sociedad de renta básica universal, orientada por primera vez en la historia por el ocio, en la que los robots cumplan la función que en las grandes civilizaciones de la antigüedad estaban a cargo de esclavos,
– o una sociedad dividida violentamente (en sentido literal) entre incluidos y excluidos del nuevo orden.
Esta encrucijada, por supuesto, se resolverá en las calles y en las redes, en la disputa política y con conflicto.
5-Vamos entonces a (y en buena parte ya estamos en) una sociedad de minorías entremezcladas, asimétricas, de reclamos parciales y cruzados, muy distinta de la ciudad de clases que conocimos en el siglo XX. En ese contexto la ciudad será objeto de tensiones y pujas de distinto tipo; algunas se manifestarán como continuidad o resurgimiento de conflictos históricos (de clase, de etnia, de distribución, de género, de valores religiosos, culturales o morales) y otras aportarán distintos grados de novedad.
No será la menor de esas tensiones la que enfrente la necesidad personal de restablecer una unidad entre lo individual y lo social con las aspiraciones de fragmentación y segmentación que impulsa el mundo corporativo. Esto genera la necesidad de un nuevo proyecto colectivo de reconstitución para la ciudad, siempre como espacio de mediación entre lo individual y lo colectivo, como el campo de fricción entre lo público y lo privado.
MC
Sobre ciudad y globalización, ver en este número de café de las ciudades la entrevista de Federico Poore a Saskia Sassen.