El texto de esta nota fue enviado a alrededor de 200 personas el 11 de septiembre de 2002, como archivo adjunto en Word, con la entonces habitual tipografía Sans Serif conocida como Verdana, en tamaño de letra 11. Fue una prueba o anticipo de esta revista, cuyo número 1 se publicaría dos meses más tarde, en noviembre. Al cumplirse 20 años de ese correo preliminar, lo reproducimos con algunos comentarios que rectifican, aclaran o contextualizan lo expresado en el original o, en algunos casos, informan sobre la evolución definitiva que tuvieron los procesos comentados. También se incorporan imágenes y vínculos.
Se trata, en definitiva, del Ground Zero de café de las ciudades. No exento de ingenuidad y de erróneas prospectivas, creemos que nuestro público amigo apreciará su reproducción crítica y el inicio de la propuesta implícita: generar un lugar en la red para el encuentro de conocimientos, reflexiones y miradas sobre la ciudad.
11/9/2002:
Este texto se origina en tres circunstancias concurrentes:
- en un foro de discusión al que pertenezco se anunció un concurso sobre el tema del título. Es un foro algo anárquico y luego del anuncio no se volvió a hablar del tema, pero por las dudas presento esta modesta consideración.
- en pocos días aparecerá una revista digital, editada por quien esto escribe, cuyo objeto es la reflexión sobre las ciudades y sus cuestiones. El texto que ustedes tienen ante si es, por lo tanto, un anticipo oportunista del número 0 de mi revista, difundido en el día del primer aniversario del 11/9 (un toque de amarillismo que ustedes me perdonarán).
- la confusa reiteración y anulación mutua de proyectos, convocatorias, concursos, etc., para la reconstrucción del área afectada por los atentados de hace un año. La última convocatoria que conozco tiene por objeto seleccionar 5 equipos y las propuestas se reciben hasta el próximo lunes 16 de septiembre (al final de este texto encontrarán alguna información al respecto).
2022: el concurso nunca se realizó, la revista es café de las ciudades y su número 1 apareció en noviembre de 2002, el proyecto finalmente seleccionado fue de Daniel Libeskind pero sufrió muchísimos cambios en su realización. El One World Trade Center, su edificio principal y el más alto de la ciudad, fue proyectado por David Childs, de SOM. En estas decisiones primaron los intereses económicos del concesionario del sitio, el promotor inmobiliario Larry Silverstein.
¿Qué hacer en el Ground Zero? La pregunta recorre el mundo casi desde el mismo día de los atentados (creo que algunos se la deben haber hecho aún antes de que terminaran de caer las torres). El problema tiene una serie de condicionantes obvios: económicos, tanto en su aspecto inmobiliario más puro como en cuanto al rol de New York en el movimiento mundial de las finanzas; político – ideológicos, siendo el área del Bajo Manhattan uno de los centros más importantes, sino el más, de la economía globalizada; simbólicos, de la ciudad, de la gran superpotencia universal, del capitalismo; urbanísticos, en cuanto al funcionamiento de la metrópolis en su conjunto y a la recuperación de ese sector específico, fundacional, de la ciudad.
Como aquellas personas golpeadas por un infortunio de la vida, que intentan demostrar una rápida capacidad de reacción, y que solo consiguen evidenciar sus tropiezos y su inercia, aunque también dejan en claro su voluntad de ponerse en pie y no considerarse vencidas, la ciudad ha dado una serie de pasos muy rápidos, pero que con la misma rapidez han sido criticados y, aparentemente, rectificados. La reciente presentación oficial de 6 alternativas por la Lower Manhattan Development Corporation (un organismo creado por la autoridad portuaria de New York y New Jersey) es el ejemplo más claro en ese sentido: carentes de poética, burocráticos en la mera explicitación de las distintas condicionantes del problema, sustancialmente idénticos entre sí, los proyectos presentados parecen un ejercicio de resolución de un área de ciudad absolutamente desprovista de historia.
Más estimulante había resultado la presentación realizada algunas semanas después del 9/11 por la galería de arte neoyorquina Max Protetch, que convocó a arquitectos de vanguardia de todo el mundo a realizar sus propuestas. Muchas de ellas resultaron un nuevo capítulo de la feria de vanidades del star system arquitectónico, pero permitieron al menos una apertura conceptual, y en algunos casos aparecieron propuestas interesantes.
La actual convocatoria de la LMDC parece más atinada que la reciente presentación de los 6 proyectos, porque al menos abandona esa voluntad de rápida y ahistórica resolución, y establece una tarea que no ignorará con tanta facilidad el espesor simbólico – poético del problema.
¿Cuál es la esencia del problema del Ground Zero? Esta es la pregunta que considero clave para la resolución del problema, y es una pregunta que a su vez dispara otras preguntas. Antes de intentar responderla (y con la salvedad de que seguramente no podamos responderla, sino a lo sumo analizarla y desplegarla), me parece útil a nuestros fines analizar otros ejemplos de ciudades devastadas por un desastre de origen no natural. La diferencia me parece que sea el que un terremoto, un gran incendio o una inundación no ocasionan por sí la perplejidad del hombre ante el mal que el mismo hombre es capaz de ocasionar. Estas catástrofes se responden con la reconstrucción de los barrios o edificios afectados, o en ocasiones se aprovecha la oportunidad para implementar proyectos de renovación urbana ya existentes o generados ad hoc.
La destrucción o alteración de ciudades o sectores de ciudad por desastres de guerra o aberraciones políticas y sociales, en cambio, plantea otras cuestiones que las estrictamente funcionales y físicas. Tomaré dos ejemplos del pasado más reciente, por lo menos de aquel que puede ser considerado como parte de la historia personal y colectiva de gentes que aún viven y cohabitan con nosotros en este planeta: Hiroshima, destruida por la bomba atómica en 1945, y Berlín, destruida en gran parte por los bombardeos de aquel mismo año, y luego dividida durante casi tres décadas por la infamia del Muro. Ambas ciudades son, seguramente, las más claramente ejemplares de un condicionante histórico que hace necesaria la referencia a la memoria de sus tragedias en cualquier tipo de operación urbanística a encarar.
Hiroshima es hoy una ciudad idéntica, en lo esencial a cualquier otra del Japón que responda a los mismos rangos de importancia, población, etc. Solo el parque central, donde se destacan el museo proyectado por Kenzo Tange, y los restos del Ayuntamiento, constituye una manifestación de la memoria de la bomba en la ciudad. No son espacios de paso obligado o que congreguen a su alrededor programas o edificios particularmente importantes o significativos: es un lugar específico de recuerdo colectivo, tan específico como cualquier otro uso público o privado.
En Berlín, varias realizaciones destacan entre los resultados de las intervenciones previas y posteriores al ´89:
- los proyectos para la IBA, muestra de un urbanismo especialmente comprometido en la reconstitución del tejido histórico de la ciudad.
- el Reichstag de Norman Foster, con su cúpula a la vez celebratoria de la nueva democracia alemana, y de criterios asociados de transparencia política y sostenibilidad ambiental.
- Las operaciones de Postdamer Platz, donde se privilegia la generación de espacios de alta rentabilidad, sedes corporativas, equipamientos recreativos, etc., con un criterio eminentemente comercial.
- El Museo del Holocausto de Daniel Libeskind, un ejemplo de arquitectura reflexiva y propositiva, expresión física de las trágicas circunstancias históricas que el edificio rememora, y de sus complejas consecuencias sobre el alma individual y colectiva de la ciudad y del mundo.
2022: el antecedente del Museo del Holocausto fue decisivo para la invitación y (quizás) el otorgamiento del encargo a Libeskind en el concurso finalmente realizado.
Buenos Aires, la ciudad en la que vivo, no tiene aún una expresión significativa de los trágicos acontecimientos de hace un cuarto de siglo, con el drama del terrorismo de Estado y los desaparecidos. Hace pocos años, una polémica sobre el destino de la siniestra Escuela de Mecánica de la Armada ocasionó un momentáneo debate sobre la cuestión, sin continuidad posterior. Mientras tanto, un desastre más paulatino que el que ocasiona una bomba o un atentado, ha ido dislocando la calidad urbana que en el pasado distinguiera a la ciudad entre sus pares latinoamericanas (me refiero obviamente a las consecuencias territoriales que ocasionó la hegemonía ideológica del neoliberalismo: fragmentación, disociación, pérdida de la vida pública).
2022: finalmente, la ex ESMA fue reconvertida desde el 24 de marzo de 2004 en Espacio Memoria y Derechos Humanos, un espacio abierto a la comunidad que “tiene como objetivo aportar a la comprensión sobre cómo se planificó y ejecutó el terrorismo de Estado en Argentina y sus consecuencias en el presente, para contribuir a consolidar una cultura democrática y un ejercicio pleno de los derechos humanos”.
Sarajevo, Medellín, Belfast, decenas de ciudades del mundo han sido afectadas en el pasado reciente por estragos de origen político y social, de diverso origen y magnitud, sin que podamos extraer conclusiones ni lecciones definitivas sobre sus modos de expresión en la imagen de la ciudad (y por otra parte pueden no haber encontrado aun su manera de realización).
2022: el Urbanismo Social de Medellín y sus “proyectos urbanos inclusivos” se constituyeron desde 2007 en una referencia del urbanismo latinoamericano y mundial
Pareciera que hay algunos campos en los que se puede comenzar a dividir la cuestión, y cada uno de ellos tiene una lógica particular:
- La funcionalidad operativa del área, medida básicamente en metros cuadrados de oficinas y de servicios directos e indirectos a estas. La pregunta es si todo ese parque de oficinas buscará su retorno al Bajo Manhattan o tratará de dispersarse en otras localizaciones de la “gran manzana”, del área metropolitana de New York, o incluso de otras regiones dentro y fuera de los Estados Unidos. Responder esta pregunta requiere estudios económicos, de localización, de conductas empresariales, etc., de gran complejidad, y especialmente indagar las intenciones y conductas de los actores involucrados. Una investigación acerca de las conductas de las empresas afectadas por el atentado sería reveladora de algunas de estas tendencias: ¿se volvieron a instalar, donde lo hicieron, en lugares cercanos o no a las torres, en otras oficinas corporativas ya existentes, introdujeron en su reinstalación algún tipo de cambios operativos sustanciales respecto a su funcionamiento previo al atentado, etc.?
2022: Nueva York no perdió su estatus de centro mundial de dirección de servicios avanzados. La pandemia del COVID 19 ha introducido nuevas dudas sobre la continuidad del atractivo neoyorquino, que parecen estar siendo refutadas por nuevos procesos de localización residencial y de negocios.
- Las rentas inmobiliarias producidas por las torres, entendidas como potencial económico a recuperar. Aquí la pregunta es si deben recuperarse en el mismo sitio, como intentan de una u otra forma las 6 variantes presentadas por el Ayuntamiento, o pueden derivarse a otras localizaciones dentro o no del Bajo Manhattan. Incluso, si puede direccionarse esa capacidad de producción de renta a otras ubicaciones menos privilegiadas de la ciudad, como inteligentemente sugiere Michael Sorkin en la muestra de Max Protetch. De esta manera, se tendería a la transformación estructural de la ciudad en su conjunto, más allá de la restauración del área afectada por el atentado. Pero esto está sujeto a las consideraciones de operatividad del sector terciario y de servicios que vimos en el punto anterior.
2022: como se dijo en un comentario anterior, la reposición de las oficinas fue realizada en el mismo sitio.
- Las cuestiones más estrictamente urbanísticas, de resolución funcional del área afectada: temas de transporte y accesibilidad, vinculación entre sectores del Lower Manhattan, infraestructuras y servicios, etc. El programa de la LMDC menciona como esenciales la conexión con los ferries en Battery Park hacia las islas Liberty y Ellis, con la realización de un boulevard que revitalizaría West Street al sur de Vesey, la reconstrucción del tejido de calles y senderos peatonales en el área, un centro de transferencia para transporte automotor y subterráneo, programas de desarrollo cultural, residencial y comercial, y una secuencia de espacios abiertos públicos de diferentes tamaños.
2022: El nuevo complejo del World Trade Center también incluye un museo, un memorial y un edificio central de transferencia de transporte que es similar en tamaño a la Grand Central Terminal. Para mayores datos, y contra todos nuestros prejuicios, recomendamos el artículo en inglés que le dedica la Wikipedia.
- La re-producción de sentido y del carácter simbólico del lugar. En esto se mezcla el homenaje a las víctimas, el ruego por la paz, la redefinición del skyline de la ciudad, la consideración de las huellas de las torres, la asociación con los valores de la cultura norteamericana, la imagen simbólica del capitalismo, etc.
Esta última cuestión es la que más directamente nos llega a quienes no tenemos residencia ni intereses directos en el área. Y ese es el motivo por el cual algunos lo tomamos como problema, aun estando lejos de New York. Por ser la cultura norteamericana hegemónica en nuestros días en todo el planeta (como referencia positiva o negativa, en la vida cotidiana o en los imaginarios, en los sueños colectivos o individuales, con aceptación acrítica o con distintos grados de cuestionamiento), un símbolo tan evidente de esta cultura como las torres gemelas, y un ataque tan escenográfico a esa cultura como el atentado del 11/9, no pueden ser respondidos con imágenes gastadas o símbolos improvisados. De allí, a mi juicio, el pronto fracaso de las 6 alternativas de la Port Authority: mientras que las imágenes de la convocatoria de la galería Max Protetch eran en su mayor parte puro simbolismo sin programa, las 6 alternativas son un intento de restauración de metros cuadrados para la renta de la NY-NJ Port Authority, con algún pobre agregado simbólico – representativo (una antena, una plaza, un memorial…).
La cuestión es, en tal circunstancia, encontrar una imagen simbólica lo suficientemente fuerte para competir con la fuerza de la visión de los aviones chocando contra las torres en vivo y on line, las llamas, la caída, la nube de humo y polvo cubriendo Manhattan. Esta es una tarea que excede los límites de una comisión municipal, incluso de uno o muchos talentos de la arquitectura o la comunicación.
Y esta dificultad tiene un origen elemental: para que la producción de significado compense y supere la imagen de las torres en llamas, debe quedar claro el significado que transmite el significante. La convocatoria de Max Protetch nos entregó algunas imágenes de mayor o menor interés, significantes atractivos en algún caso, pero sin soporte conceptual más allá de los lenguajes personales de arquitectos de vanguardia. Las alternativas del Ayuntamiento se leyeron claramente como un mero intento de recuperación de superficie rentable para la ciudad, un significado muy pobre para las expectativas de un planeta conmovido y alterado en su mismo equilibrio político internacional.
Giuliani apreció correctamente el problema al considerar las tierras como “campo santo”: no es que las 6 y media hectáreas del Ground Zero deban permanecer ad-eternum como un cementerio, pero es cierto que la reconstrucción funcional – económica del área es una cuestión que solo se podrá encarar cuando haya quedado resuelto el aspecto simbólico – emocional. Y esto implica desde lo estrictamente personal e individual, como es el dolor de los familiares de las víctimas, hasta las representaciones simbólicas que el conjunto de los habitantes del mundo nos hacemos sobre la sociedad norteamericana, la expansión global del capitalismo, o el enfrentamiento entre la sociedad abierta y el fundamentalismo.
2022: Ver al respecto Belleza y poesía en tiempos de furia. Algunas preguntas sobre el proyecto de Libeskind para el Bajo Manhattan, en nuestro número 7.
Si yo debiera dar una respuesta a esta necesidad simbólica representativa (y aclaro nuevamente que con prescindencia de las cuestiones de operatividad empresarial, rentabilidad inmobiliaria y funcionamiento metropolitano que corresponden a otras lógicas de resolución del problema), creo que optaría por una posición de mucha prudencia y contención. Creo que dejaría el sitio en condiciones preurbanas: un campo sembrado, un parque donde la naturaleza se recomponga poco a poco, quizás un jardín botánico. Pondría carpas provisorias, y sobre todo pantallas, destinadas a presentar y representar situaciones extremas de la humanidad (el propio atentado del 9/11, el Muro de Berlín, Hiroshima, el hambre en los países subdesarrollados, las catástrofes ambientales, las violaciones a los derechos humanos, las consecuencias del bombardeo a Afganistán, etc.), situaciones de dolor, angustia y desesperanza. Prevería pequeños auditorios al aire libre o cerrados provisoriamente, para que se organizaran encuentros entre gente de todas las edades y culturas para debatir sobre la tolerancia, la paz, el respeto a la diversidad.
Sobre todo, intentaría ordenar algo muy provisorio y cambiante, que pudiera ser fácilmente desmontado cuando el transcurso de los años permita enfrentar con más perspectiva el problema, y pueda surgir una idea que responda a las necesidades de significado que plantea el lugar. Entonces, las plantas podrían ser removidas y trasladadas a otros lugares de New York, de Estados Unidos y del mundo.
Y mientras tanto, me parecería oportuno que los proyectos arquitectónicos y territoriales en el sentido más tradicional, se desarrollaran también en cualquier otro lugar del mundo. Pero no en las grandes capitales europeas, o en los enclaves integrados a nuestra cultura global. Una instalación para llevar agua a un sitio desolado en el Africa, un hospital en Calcuta, una fábrica en Haití o Afganistán, una escuela en la periferia de una metrópolis latinoamericana, por ejemplo. Edificios o infraestructuras que resuelvan necesidades de las gentes más pobres del planeta, como homenaje a los inocentes que perdieron la vida en el lugar más rico del mundo.
2022: Huelga decir que estas propuestas no fueron consideradas. Esto es lo que finalmente se hizo en el Ground Zero.
En el fondo de esta discusión, está el debate sobre la respuesta a los atentados: demostración militar de una potencia hegemónica, o respuesta afirmadora de los valores de paz y libertad. Este es el auténtico debate detrás de la resolución del Ground Zero. Y los tiempos de este debate exceden a los de la voluntad creativa de los arquitectos, a las necesidades de los servicios financieros, o a las de recuperación de la renta inmobiliaria de Larry Silverstein.
La convocatoria a un concurso de calificaciones para la realización de diseños innovativos para el área del WTC puede consultarse en www.renewnyc.com. Es convocada por la Lower Manhattan Development Corporation, One Liberty Plaza, 20 th Floor New York, NY 10006, Tel 212.962.2300, Fax 212.962.2431. (nota de octubre de 2002: los estudios ganadores de la convocatoria resultaron:
Daniel Libeskind
Foster and Partners
Richard Meier, Peter Eisenman, Charles Gwathmey y Steven Holl
UNITED ARCHITECTS: Riser Umemoto, Foreign Office Architects, Greg Lynn FORM, Imaginary Forces, Kevin Kennon Architect y UN Studio
Skidmore, Owings and Merrill -SOM-, con Field Operations, Tom Leader, Michael Maltzan, Neutelings Riedijk y SANAA, junto con los artistas Inigo Manglano-Ovalle, Rita McBride, Jessica Stockholder y Elyn Zimmerman
THINK: Shigeru Ban, Frederic Schwartz, Ken Smith, Rafael Viñoly, con ARUP, Buro Happold Engineers, Jorg Schlaich, William Moorish, David Rockwell y Janet Marie Smith)
Las seis alternativas de la LMDC fueron publicadas en varios medios, por ejemplo en www.elpais.es/fotografia/especiales/trade/1.html
La muestra de la Max Protetch Gallery puede verse en www.maxprotetch.com