A su manera, el desarrollo urbano contemporáneo tiene muchas corrientes pero sobre todo tiene dos, las dos corrientes principales. Una que podríamos denominar megaproyectual, otra que podríamos llamar tacticista (sí, los nombres tienen algo de malintencionado).
El urbanismo megaproyectual propone desarrollos de escala desmesurada en relación a su entorno, incluso si su entorno es una megaciudad. Es el urbanismo de autocracias y dictaduras (The Line, New Murabba, las nuevas ciudades chinas en China, resto de Asia y África) pero también el de las democracias del capitalismo desarrollado o subdesarrollado (Penn Station en Nueva York, las ciudades Gama en Córdoba).
El urbanismo tacticista propone intervenciones de bajo costo y relativo impacto; es maceteril, chiquitista y removible.

Ambos se cruzan. New Murabba se propone como una “ciudad de quince minutos”; hay grandes loteos de las periferias argentinas que ofrecen “supermanzanas”. Ambos tributan del urbanismo estratégico de fin de siglo XX. Qatar, por ejemplo, aplica varias de las recetas más difundidas del urbanismo globalizado: la estrategia del gran acontecimiento para “entrar en el mapa del turismo internacional” (no solo el Mundial, también los Juegos Asiáticos de 2006); las zonas centrales pletóricas de rascacielos y edificios emblemáticos para atraer empresas globales y profesionales de elite; las áreas de nuevo desarrollo con trazados curvilíneos y morfologías extravagantes con reminiscencias de la arquitectura tradicional árabe o exhibicionismos tecnológicos en clave kitsch. El tacticismo, por su parte continúa la saga del espacio público y la acupuntura urbana, a veces con algún toque megaproyectual –como la Little Island de 200 millones de dólares donada por la Diller-von Furstenberg Family Foundation en el antiguo muelle 54 sobre el río Hudson, en Nueva York.

Ni una ni otra consideran el rol de las infraestructuras en la organización del territorio (por eso decimos megaproyectual y no “estructuralista”; a su manera, el sueño de la acupuntura urbana produjo también el monstruo del megaproyecto). Sus respuestas a la crisis ambiental son primarias: techos verdes y autos eléctricos en megaproyectos insostenibles; el discreto encanto del decrecimiento en las operaciones tácticas. Ni una ni otra abordan los conflictos de clase ni la producción social de la ciudad.
Ambos se cruzan. New Murabba se propone como una ‘ciudad de quince minutos’; hay grandes loteos de las periferias argentinas que ofrecen ‘supermanzanas’. Ambos tributan del urbanismo estratégico de fin de siglo XX.

Sus respuestas a la crisis ambiental son primarias: techos verdes y autos eléctricos en megaproyectos insostenibles; el discreto encanto del decrecimiento en las operaciones tácticas. Ni una ni otra abordan los conflictos de clase ni la producción social de la ciudad.
Un tercer camino –o para evitar la memoria cercana de las terceras vías, llamémoslo mejor una “tercera posición” – puede ser el urbanismo regenerativo (sí, el nombre tiene algo de oportunista) expresado en planes como el de Landlab y Paisaje Transversal para Santander: Hábitat Futuro. Visión integral y focalización en barrios, consideración de las redes e infraestructuras, 15 minutos donde corresponde y tres cuartos de hora donde se necesita, visión ambiental y productiva. El todo y las partes, la ciudad desde arriba y la ciudad a paso humano.
MC
Ver también El nuevo pacto urbano. Diálogo sobre un proyecto de reforma radical de las ciudades de América Latina, por Pedro Abramo, Fernando Carrión Mena, Marcelo Corti y Patricia Ramírez Kuri en nuestro número 215.