N. de la R. El texto e imágenes de esta nota fueron publicadas originalmente en exit-express.com, una publicación del grupo EXIT, a quienes agradecemos la autorización para reproducirlos en café de las ciudades.
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Cada poco tiempo, el International Council of Museums (ICOM) decide cambiar la definición de la palabra «museo», como si este ejercicio de reconceptualización perpetua tratara de un juego sin fin por descubrir nuevas funciones y usos de esta institución, por flexibilizar al máximo su naturaleza —como un chicle que se estira y estira peligrosamente— (1). Su notoria ductilidad y difícil conceptualización dan testimonio de, por una parte, la naturaleza cambiante del museo, que ha ido claramente mutando en los últimos tiempos, así como, quizás especialmente, del manifiesto problema al que nos enfrentamos a la hora de decir y decidir consensuadamente en qué consiste esta institución; esto es, en responder a la siguiente pregunta: ¿para qué sirven los museos? —quizás en parte porque definir qué es un museo limita, desde un principio, sus posibilidades poético-políticas y su forma de experiencia—. El día en que se publica esta nota, 18 de mayo de 2023, Día Internacional de los Museos, día en el que –como Rosa Olivares explicaba hace exactamente cinco años en su texto de opinión Museos— “todo el mundo se acuerda de que existen los museos, incluso los museos se acuerdan de que existe un mundo alrededor de ellos, un mundo que casi nunca se interesa por ellos”, retomamos aquel interrogante que da título a nuestro EXIT Book nº4 (¿Para qué sirven los museos?), el cual incluye un ensayo de título homónimo, extenso y rico en referencias y reflexiones, de la comisaria e historia del arte Patricia Molins.
La pregunta del para qué, el interrogante teleológico, que viene acompañado de la sospecha ontológica en muchos casos (el por qué, la puesta en tela de juicio de su urgencia o necesidad, su uso social e incluso su propia existencia), no es una cuestión novedosa, ni tan siquiera poco recurrente. Todo lo contrario, la extensa bibliografía acerca de la naturaleza de los museos y de las posibilidades, horizontes y porvenir de esta institución dan testimonio de que, como explicaba Patricia Molins hace ya casi dos décadas (pero cuyas consideraciones cabe traer a colación hoy), “el museo es una institución en crisis”, haciendo referencia a ese malestar de los museos que analizaría también Jean Clair en un libro de título homónimo. A lo que Molins añadía que “se ha escrito más sobre el museo en las dos últimas décadas que en sus dos siglos de existencia”. De manera que, con tal de no añadir más folios y palabras a este eterno retorno de lo siempre igual, de las mismas preguntas seguidas de las mismas respuestas (y vuelta a empezar), comentaremos ahora algunos breves apuntes sobre el museo, pues esta institución está hoy de celebración (aunque cueste ciertamente pensar qué tienen que celebrar los museos en la actualidad, en un momento en que los estudios más recientes demuestran el cada vez más pronunciado descenso de las cifras de visitantes (2)). Esto es, para la conmemoración del Día Internacional de los Museos, hoy nos adentramos en el museo y nos hacemos la siguientes preguntas: ¿qué entendemos por «museo»?, ¿para qué sirven los museos?, ¿cuál ha sido su evolución en nuestro contexto patrio?
Como comentaba Patricia Molins, se ha teorizado mucho en torno al museo, entendido este de muy distintas formas: como mausoleo; como espacio white cube que difumina la memoria de todo objeto, desactiva su proyección poética y política por un ejercicio de descontextualización; como contenedor que llegaría a cobrar más protagonismo que el contenido (el museo como genuina obra de arte, como continente encantador); también ha sido objeto de estudio para atender a las dinámicas del consumidor cultural actual y su forma de relacionarse con las obras de arte… Se han realizado compilaciones de ensayos sobre la dificultad del museo de generar nuevos públicos y de ser inclusivo, de abordar los retos de la contemporaneidad y vincularse al territorio, a la sociedad civil, a la vida cambiante y a los desafíos del presente acuciante. Se ha hablado igualmente del museo de los cuidados; hemos oído también pregonar en gran cantidad de congresos la urgencia de construir un museo más sostenible ante el horizonte de crisis climática, de articular un museo en red, un museo situado y feminista, un museo de museos…
Vista de la ampliación del Museo Reina Sofía. © MNCARS
Con frecuencia se ha concebido, además, el museo como elemento de propaganda política, como máximo exponente de la sociedad del espectáculo y como sede de una cierta institucionalización de la contestación, catalizada a través del flujo de corrientes que, iniciadas a partir de los ochenta y con una clara presencia en estas instituciones en los noventa, se han venido denominando bajo el paraguas conceptual de la “crítica institucional” (si bien para muchos supondría la neutralización y estetización de la política). Hay quienes también, a pesar de constatar la reciente pérdida de la autoridad del museo en la era de su conversión en “centro cívico”, han asegurado que esta institución representa el paradigma de la cultura, como es el caso del profesor Donald Preziosi (uno de los que más ha contribuido a la inflación bibliográfica sobre estos temas). En su aportación teórica, Preziosi considera el museo como la institución contemporánea más relevante (“la modernidad en sí misma es el producto y artefacto colectivo del museo; la suprema ficción museográfica”) y de forma recurrente en sus investigaciones vuelve a la gran pregunta: “¿para qué sirven los museos?” (3).
Se ha teorizado mucho en torno al museo, entendido este de muy distintas formas: como mausoleo; como espacio white cube que difumina la memoria de todo objeto, desactiva su proyección poética y política por un ejercicio de descontextualización; como contenedor.
Si miramos al panorama nacional en España, el catálogo de museos y centros de arte en el comienzo de siglo es infinitamente superior al de hace tan sólo unos años. En las últimas décadas (especialmente en las de 1990 y los 2000), se experimentó un crecimiento sin precedentes en este sector, haciendo que prácticamente se triplicaran las infraestructuras museísticas en todo el Estado, con una marcada desigualdad entre unas autonomías y otras, diferencia vinculada no sólo a sus presupuestos económicos sino a los planteamientos políticos de los partidos de los diferentes gobiernos autonómicos, diputaciones y ayuntamientos, con la tradición cultural de cada lugar, con su patrimonio y con las iniciativas de su sector cultural.
Tal y como se cuenta en la «Introducción» de la publicación Museos y Centros de Arte Contemporáneo en España, España salía de la década de los 70 y se asomaba a los años 80 con apenas un puñado de centros dedicados al arte actual, entre los que destacaban (además de la amplia red de museos de Bellas Artes, museos de diversa envergadura que abarcaban un periodo histórico desde los orígenes del hombre hasta la actualidad, todos ellos de ámbito local y comarcal) la Fundación Joan Miró de Barcelona, creada en 1975, y el Museo Abstracto de Cuenca 1966; además del Museo Picasso de Barcelona y el Museo Español de Arte Contemporáneo en la Universidad Complutense de Madrid (MEAC). Los museos que hoy nos parecen a todos ya clásicos, los grandes museos que parecen haber encallado en el pantano institucional, algunos que hoy atraviesan su peor momento, económica y conceptualmente, nacieron en contexto de bonanza económica y, sobre todo, en pleno boom de la construcción.
Vista del Museo Helga de Alvear. © Museo Helga de Alvear
En cualquier caso, esta transición desde una ausencia escandalosa de museos y centros que atendieran al arte de nuestros días (en los inicios del siglo XXI), a una abundancia tan exagerada como difícil de mantener, culminaría su ciclo de crecimiento con una crisis económica que pondría en jaque esta inflación infraestructural y amenazaría a la supervivencia de muchos de estos centros. Lo que está claro, y no puede ser pasado por alto, es que el panorama museístico, sobre todo en nuestro país, responde en gran medida a un contexto material, económico y constructivo muy concreto, a una deriva arquitectónica al respecto de este tipo de infraestructuras muy específica también. Todo ello generó el caldo de cultivo que ha dado pie al escenario actual de contenedores expositivos. Todo ello ha moldeado también todo un entramado de formas de relacionarnos con el arte contemporáneo, como profesionales del sector o como aficionados.
Los museos que hoy nos parecen a todos ya clásicos, los grandes museos que parecen haber encallado en el pantano institucional, algunos que hoy atraviesan su peor momento, económica y conceptualmente, nacieron en contexto de bonanza económica y, sobre todo, en pleno boom de la construcción.
Hoy es el día de todos esos museos que nacieron, en su gran mayoría, en la década de los 90 y la primera década de este siglo. Muchos de estos celebraban entre el año pasado y el actual su 20° aniversario, como contábamos recientemente en el artículo La España de los museos. Hoy es su día, el de todos los museos: ese día que tan agudamente caracterizaba Rosa Olivares en el texto mencionado al comienzo del artículo como el día en que “los periódicos publican brillantes artículos de especialistas sobre las problemáticas, la variedad, la importancia de los museos. Y los museos por su parte hacen jornadas de puertas abiertas, enseñan sus almacenes, sus salas de restauración, tienen entrada gratuita, organizan conciertos… intentan que todo ese público que no viene nunca al museo, un día venga, entre por sus puertas aunque sea gratis”. Tristemente, Rosa Olivares también acertaba cuando decía que, “una vez pasado ese día internacional en el que se dedica en recuerdo al museo, todo volverá a la calma y al silencio, las salas seguirán vacías y la rutina, como una telaraña, cubrirá todo el museo meciéndole en ese sopor que nos envuelve cuando estamos febriles, enfermos”.
Pero no todo va a ser lamentarse, pues si bien en España hemos asistido en estas décadas a numerosas malas prácticas en la gestión de nuestros museos, también hemos visto programaciones brillantes capaces de crear público donde antes no lo había, capaces de activar el territorio y de suscitar sinergias, de germinar proyectos con un sentido y calado profundo. No todo van a ser desgracias: por ejemplo, recientemente, uno de los museos más desconocidos (al menos para la gran mayoría) de nuestro país, el Museo Etnológico de Valencia, era conmemorado como el mejor museo europeo del año 2023 (premio otorgado por un jurado de expertos esponsorizado por el European Museum Forum y el Consejo de Europa), por su fantástico proyecto expositivo No es fácil ser valenciana / No es fácil ser valenciano, una apuesta innovadora del museo con museografías arriesgadas que describe un diálogo entre aquello que es global y local vinculado a la cultura tradicional y popular valenciana. L’ETNO no es el primer museo etnológico premiado en este certamen, que se libra desde 1977 y es el más prestigioso en el campo de los museos europeos, pero sí es el primer museo español de antropología que consigue el galardón. Otros como por ejemplo el Guggenheim de Bilbao o el MARQ de Alicante lo han conseguido antes también (el primero en 2000 y el segundo en 2004). Por su parte, el museo Chillida Leku, el espacio expositivo del artista vasco en Hernani, también conseguía un galardón importante en esta ocasión: el premio Portimao.
Vista de la exposición No es fácil ser valenciano/na. Obra de Héctor Juan. © L’ETNO
Simplemente dejarnos llevar, abandonarnos al placer estético, al disfrute y el aprendizaje más intuitivo, profundo y sublimado, aquel que se da en los museos en algunas ocasiones, en momentos mágicos y memorables.
A estos galardones también le acompañan algunos eventos en los que el museo se convierte en un espacio de agitación, de celebración, de ebullición y goce compartido genuino, como era el caso hace apenas dos semanas de los actos y acciones de festejo del 15 Aniversario del CA2M que se agruparon en el programa de actividades FURIA. Resulta emocionante comprobar cómo el museo puede convertirse en un lugar donde suceden cosas inéditas, acontecimientos vibrantes… Son estos eventos, programas de actividades, exposiciones, etc., los que de repente nos hacen olvidarnos de esa eterna pregunta con la comenzábamos (¿para qué sirven los museos?), para simplemente dejarnos llevar, abandonarnos al placer estético, al disfrute y el aprendizaje más intuitivo, profundo y sublimado, aquel que se da en los museos en algunas ocasiones, en momentos mágicos y memorables.
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EXIT es una editorial dedicada a la fotografía, el arte actual, la crítica y la cultura contemporánea. Todas sus publicaciones parten de la imagen y los textos críticos como base y como espacio de investigación y difusión. Desde Producciones de Arte y Pensamiento, ofrece ediciones de fotografía, colecciones de ensayo como EX(it) Libris o Textos Inevitables y revistas ya consolidadas como EXIT, entre otras publicaciones vinculadas a la creación contemporánea.
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Foto de portada: vista del Museo Guggenheim de Bilbao. © Museo Guggenheim Bilbao
(1) En agosto del año pasado, en la 26ª Conferencia General del ICOM celebrada en Praga, se aprobaba la actual definición de museo: «Un museo es una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos». Esta nueva definición está en consonancia con algunos de los principales cambios en el papel de los museos, reconociendo la importancia de la inclusión, la participación de la comunidad y la sostenibilidad. Además va en consonancia del lema de este año del Día Internacional de los Museos: «Museos, sostenibilidad y bienestar», que enfatizaría en la necesaria concientización que estas instituciones deben asumir con respecto a su papel como elementos contaminantes para aclimatarse de urgencia a las necesidades sociales.
(2) La difícil situación actual del museo queda evidencia en el recientemente publicado Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España, elaborado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de España, donde se recogen cifras tan escalofriantes como que las visitas a museos han descendido del 40,5% en 2018-2019 al 20,1% en 2021-2022. Además, como señala este estudio, la falta de interés y la falta de tiempo son, con mucho, los principales motivos para no ir a los museos y no tanto el precio según la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España.
(3) Este es, de hecho, el interrogante que orienta la publicación Grasping the World:The Idea of the Museum, que Preziosi escribe junto a Claire Farago y que se compone de más de cuarenta ensayos que tratan de dar respuesta al para qué de los museos.
Artículos relacionados: Elizabeth Ann Macgregor: “no todos los museos pueden ser globales”, 31 de octubre, 2019; París y San Francisco unidos por sus museos,
16 de noviembre, 2012; No todos los museos son iguales, 19 de junio, 2012.