N. de la R.: El texto de esta nota es un fragmento de un libro autobiográfico del autor próximo a ser publicado por café de las ciudades.
La crisis financiera global y los procesos de urbanización están estrechamente vinculados. Hay un círculo cerrado entre capitales especulativos globales (y locales), el bloque «edilizio» o «cementero», las políticas estatales, fiscales y urbanísticas permisivas y la complicidad de los gobiernos locales. Y acariciando este círculo corre el dinero, se multiplica produciendo viviendas que en gran parte quedarán vacías y urbanizaciones sin servicios abandonadas. Y millones de personas endeudadas de por vida, muchas de las cuales o sufren el desahucio o acaban vendiendo a bajo precio una vivienda virtual. Ya se sabe que cuando se acaricia un círculo éste se vuelve vicioso.
En mi trabajo «Revolución urbana y derechos ciudadanos» ya hemos expuesto más ampliamente este círculo vicioso. En la reciente bibliografía española merecen destacarse dos libros que exponen con claridad y con datos las causas y los responsables del crecimiento artificioso que nos ha llevado a la crisis: El boom inmobiliario español de José Manuel Naredo y El fin de ciclo del Observatorio Metropolitano de Madrid.
Las reacciones sociales no se han hecho esperar mucho; en el caso español el movimiento de los «indignados» del 15M es un ejemplo. La temática urbana (derecho a la vivienda en especial) ha estado muy presente. El desconcierto de los actores políticos institucionales ha sido tan enorme que un día no le daban importancia, al día siguiente lo reprimían, luego declaraban que se trataba de una ínfima minoría que no representaba a nadie, luego que entendían el malestar pero que los acampados no tenían nada que proponer, más tarde reconocían paternalmente que algunas cuestiones que planteaban eran interesantes y finalmente han pretendido aparecer como autores o portavoces de algunas de las demandas de los ocupantes de las plazas.
El sector intelectual y especialmente el académico ha ido detrás de los acontecimientos. La crítica innovadora que había anunciado la perversidad de estos procesos globales-locales se ha expresado desde lugares marginales, ya fuera por parte de profesores, profesionales o militantes. No ha sido tenida en cuenta en los medios académicos y profesionales más formales ni por supuesto en los programas de investigación ni en las revistas indexadas. Incluso, como se ha podido comprobar en las referencias a encuentros internacionales citados en este trabajo, cuando la crisis hacía más de un año, incluso dos, se celebraban seminarios generalistas sobre temáticas urbanas pero no se hacía referencia a ello. Una de las razones de este «no entendimiento» por parte de académicos y profesionales, además de la comodidad de estar instalados en un sistema que les aseguraba privilegios, bienestar y estabilidad, es la improductiva distinción entre disciplinas académicas y entre las profesiones derivadas de aquéllas.
Los procesos son globales, los «especialistas» ni los entienden ni son conscientes de ellos. Sus disciplinas no les han proporcionado los medios para entender la realidad social compleja, solo para analizar o intervenir acríticamente en algunas de las parcelas de la misma. La «ciencia social» es una, la actual división en disciplinas separadas es un lastre muy pesado que hay que dinamitar.
La necesidad de producir conocimiento independiente, crítico y original es urgente, es la principal función de la Universidad. Ésta, además, debiera vincularse a los movimientos cívicos, para aprender y contrastar con ellos los análisis críticos. Y luego contribuir a la elaboración de las denuncias y las propuestas alternativas. Su función social no es formar «reproductivamente» especialistas que «naturalicen» y legitimen «científicamente» los procesos perversos. Y menos aún encerrarse en una pseudociencia académica que confunde la realidad con el uso de teorías, modelos y métodos de recogida y análisis de la información circunscritos a una disciplina especializada y que se autovalida internamente.
Hoy la función social de la Universidades promover en su seno colectivos creativos vinculados a los procesos de cambio que nos exige el actual momento histórico. Sin embargo, parece ingenuo proclamar estas verdades elementales pues desde hace por lo menos dos décadas la Universidad, en sus estamentos dirigentes y en la actividad cotidiana de la mayoría de su personal, tiende a convertirse en una institución profundamente conservadora.
¿Por qué razón es urgente hoy un pensamiento crítico y alternativo? El pensamiento crítico es siempre necesario, pero no siempre hay circunstancias que además de urgentes lo hagan más posible. La crisis revela que «lo real no puede ser verdadero» (Ernest Bloch), los sistemas económicos y políticos vigentes son disfuncionales, bloqueados por sus contradicciones, rechazados por una parte importante de la población. La cual se muestra receptiva a la crítica y a las propuestas alternativas. La «crisis es oportunidad», es revelación, receptividad, resistencia y reivindicación. Hace unos pocos años denunciar la falsa democracia que proclaman las élites políticas y económicas sonaba a blasfemia (incluidas las izquierdas institucionales con pocas excepciones), hoy recibe aplausos de amplios sectores muchas veces al margen de la política formal.
Los intelectuales urbanos, sean académicos, profesionales, autónomos o militantes de un movimiento social o político, por ser ciudadanos y disponer de un patrimonio de conocimientos, pueden proporcionar elementos de análisis crítico que faciliten la comprensión de los procesos y permitan identificar mejor las responsabilidades. Lo cual facilita que tanto los intelectuales urbanos como los movimientos sociales elaboren demandas y formulen derechos que tengan capacidad agregadora y construyan estrategias transformadoras. El cambio de época exige una nueva formulación de derechos y unas estrategias políticas transformadoras de la política y de la economía.
Esta opción ético-política creo que sería muy positiva para la Universidad. Los académicos aprenderían mucho, pues la conexión con los movimientos sociales supondría salir del marco estrecho de su disciplina o de su profesión. Se les exigirían análisis transversales y además orientados hacia la acción. Es decir, integrar nuevos conocimientos y verificar sus análisis y propuestas no mediante los métodos académicos, que son internos a su especialidad, sino a partir de los resultados obtenidos (cómo se reciben y qué efectos tienen si se ponen en práctica).
Las Universidades poseen una legitimación basada en la «titulitis». El «saber» es resultante de una decisión administrativa. Su ausencia de la vida social y política genera escasa adhesión ciudadana. Y la conciencia propia de esta ausencia genera un bajo nivel de autoestima de los universitarios aunque la arrogancia autista pretenda disimularlo. Convertirse en actores activos de los procesos de cambio social y cultural, en actores de la política externa a las actuales instituciones representativas desacreditadas, les proporcionaría una renovada legitimación histórica. Pero la Universidad actual parece muy lejos de poder devenir un actor socio-político.
Las últimas dos décadas han supuesto una involución de la Universidad respecto a los años 70 e incluso 80. Aquellos años, post 68, fueron de cuestionamiento de métodos y contenidos, de reformas, o de proyectos de reforma, de la escuela en general o de la Universidad. Por ejemplo, el movimiento de renovación pedagógica que se expresaba en las Escuelas de verano que organizaba la institución Rosa Sensat y en las que participé desde mi regreso a Barcelona. Este movimiento renovador fue la base de las reformas que se llevaron a cabo a partir de la transición a la democracia. Viví muy directamente la aplicación del Plan Maluquer en la Universidad de Barcelona que supuso una verdadera revolución pedagógica muy positiva para las ciencias sociales.
Se desarrollaron enseñanzas hasta entonces inexistentes o escondidas en algunos departamentos o poco tenidas en cuenta como Antropología, Sociología, Filosofía social, Geografía Humana, Psicología social, etc. y los estudiantes podían determinar su trayectoria docente en función de sus intereses. Fue un avance importante hacia la transversalidad entre las ciencias sociales. Y, personalmente, fue para mí la mejor forma de integrarme en la Universidad. Corrientes novedosas y vinculadas a movimientos sociales entraron por diversas puertas en la Universidad como el feminismo, el ambientalismo, la ciudad, el trabajo. Y las teorías sociales críticas o innovadoras, el marxismo, el existencialismo, el estructuralismo, la crítica radical al neocapitalismo y a la sociedad de consumo, el situacionismo, el psicoanálisis, etc.
A partir de los 80 y más aceleradamente los 90 se ha producido una involución paralela a la de los políticos los cuales se encerraron en sus instituciones y los que no se han corrompido se han vaciado de ideas y de ilusiones. Los universitarios se han encerrado en las sedes universitarias, se han corporativizado, defienden con uñas y dientes su disciplina y su especificidad, su método acumulativo-reproductivo, su supuesto cientificismo formalista y su hipócrita neutralidad u objetividad. La sumisión a una caricatura de lo peor de las Universidades norteamericanas ha sido un sometimiento propio de provincianos con afán de ser colonizados. Las pautas más reaccionarias de algunas universidades de EE.UU. se han considerado modelos de cientificismo y modernidad. El ejemplo más clamoroso se ha producido en la economía pero las otras ciencias sociales académicas tienden a seguir este camino. Esta degeneración la he observado directamente en España, en Italia, en Francia y me temo que algo similar ha ocurrido en los otros países europeos ¿Cómo ha sido posible?
JB
El autor es geógrafo y urbanista. Entre 1983 y 1995 formó parte del Gobierno de la ciudad de Barcelona como Teniente de Alcalde, responsable de descentralización y participación, director ejecutivo del área metropolitana, delegado de Relaciones Internacionales y presidente de la ponencia redactora del proyecto de ley especial para la ciudad. Es autor, además, de los libros Global y Local (con Manuel Castells), Espacio público, ciudad y ciudadanía y La ciudad conquistada. En café de las ciudades hemos publicado sus libros Luces y sombras del urbanismo de Barcelona, Ciudades, una ecuación imposible (con Mireia Belil y Marcelo Corti), Revolución urbana y derechos ciudadanos y Ciudades para cambiar la vida (con Fernando Carrión y Marcelo Corti), además de sus aportes a Cien Cafés y el Glosario de las ciudades,
De su autoría o sobre su trabajo, ver también estas notas en café de las ciudades:
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Jordi Borja: La Ciudad Conquistada | "La ciudad es el desafío a los dioses, la torre de Babel, la mezcla de lenguas y culturas, de oficios y de ideas. Sin memoria y sin futuro la ciudad es decadencia". | Jordi Borja
Número 15 | Política
"Tendencia no es destino" | Ciudadanía global e innovación en La Ciudad Conquistada, de Jordi Borja. | Marcelo Corti
Número 21 | Política
Barcelona y su urbanismo | Exitos pasados, desafíos presentes, oportunidades futuras. | Jordi Borja
Número 31 | Tendencias
La Revolución Urbana (I) | Las ciudades ante la globalización: entre la sumisión y la resistencia. | Por Jordi Borja
Número 32 | Tendencias
La Revolución Urbana (II) | De un urbanismo de oferta a un urbanismo de demanda: oportunidades, peligros y abusos. | Jordi Borja
Número 38 | Política de las ciudades (I)
"El circulo vicioso de la marginación" | Jordi Borja y la violencia en el banlieue de París. | Jordi Borja
Número 42 | Política de las ciudades (I)
Espacio público, condición de la ciudad democrática | La creación de un lugar de intercambio. | Jordi Borja
Número 64 | Política de las ciudades (I)
La izquierda errante en busca de la ciudad futura | Un lugar de encuentros múltiples entre gentes diferentes | Jordi Borja
Número 81 | Cultura de las ciudades (I)
François Ascher | Pensamiento crítico y acción en la sociedad hipermoderna | Jordi Borja
Número 87 | Política de las Ciudades (I)
Siete líneas para la reflexión y la acción | Después de la “burbuja” inmobiliaria en Barcelona | Jordi Borja
Número 104 | Política de las Ciudades (I)
Carta desde Barcelona: elecciones y campamentos en las plazas | Los Indignados y la construcción colectiva de una acción política | Jordi Borja
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Ciudades del mañana I Derecho a la ciudad y democracia real I Por Jordi Borja
Número 115 I Política de las ciudades (I)
¡Devuélvannos lo que es de ustedes! I Repsol y la expropiación de YPF en Argentina I Por Jordi Borja
Número 120 | Política de las ciudades (I)
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Número 120 | POSICiones cordobesas
Algunas reflexiones después de la visita de Jordi Borja | Cómo producir ciudad en el nuevo contexto | Carola Inés Posic
Número 133-134 I Urbanidad contemporánea
Ciudades inteligentes o cursilería interesada I ¿Hubo alguna vez ciudades tontas? I Por Jordi Borja
Número 137 I Política de las ciudades
La calle y su propiedad I ¿Quién hace la calle, quién la usa, para qué sirve? I Por Jordi Borja
Número 141 I Política de las ciudades
Sobre la Revolución urbana I Urbanismo ciudadano o urbanismo globalizado I Por Jordi Borja
Número 142-143 I Urbanidad contemporánea y Política de las ciudades
Borja en el Borges y el vacío porteño I La presentación de Revolución urbana y derechos ciudadanos, en Buenos Aires I Por Marcelo Corti
Número 148 I Política de las ciudades
Ciudadanía o barbarie I Sobre la "ley mordaza" española I Por Jordi Borja