Entrega (17): La investigación aplicada
Más de lo que quisiera. Temas de conversación. La insidiosa duda. Estrategia del celoso. Peligros. La casa del pecado. Suposiciones y conjeturas.
Claudio ignoraba los mecanismos esenciales de su deseo por Yanina, pero en cambio había identificado tres maneras en que ese deseo lo alcanzaba. Las más de las veces era en la tarde, casi al dejar la fábrica o saliendo de ella; una sensación concentrada en su ingle, a la que accedía al mirar a una obrera marcando la tarjeta, o una pareja en la calle, o un cartel publicitario. Tal situación implicaba un incómodo diálogo con Carmen al acostarse los niños; Carmen era cariñosa aun en esa etapa de ausencia de sexo, y necesitaba dialogar en el dormitorio con Claudio hasta bien pasada la medianoche. Claudio deseaba cortar el diálogo sin contrariar a Carmen, y a la vez contener su deseo sexual para aplicarlo al día siguiente con la camarera de Lalo.
Otras veces era en la mañana, al promediar la jornada de trabajo, casi siempre en medio de discusiones con el delegado sindical o con los gerentes, como una promesa de relax en medio de las complicaciones del management; en este caso, lo habitual era un pensamiento textual, casi exento de imágenes, una especie de literatura in nuce imaginada y desvanecida casi al mismo tiempo. Y en algunos casos, los más complicados pero los más esporádicos, el deseo llegaba un viernes a la tarde, casi al llegar a su casa, con la larga espera del fin de semana y la obligación de disimular ante Carmen y los niños. Un sábado, el primero en que se encontró en esta incomoda situación, decidió visitar la parrilla para ver si trabajaba ese día y solo para encontrar, tal como preveía mientras cruzaba medio conurbano, que la parrilla estaba cerrada. Fue ese también el día en que lamentó comprobar que estaba más comprometido con Yanina de lo que realmente deseaba.
Al lunes siguiente estiró los asuntos de la mañana de modo de llegar a la parrilla cerca del fin del turno de Yanina. Siguieron los procedimientos habituales y al rato estaban entrelazados en la suite Imperial, Claudio espiando en el espejo la extraña figura que formaba el acoplamiento en curso y sus movimientos rítmicos. Yanina se quejó un par de veces de la brusquedad de su abrazo, luego cerró los ojos y comenzó un jadeo progresivo que derivó en grito ahogado al acabar, minutos antes que Claudio. Una vez saciados, ella encendió un cigarrillo y él abrió una cerveza extraída del frigo. Volvieron a entrelazar sus cuerpos, esta vez en castidad, y hablaron pausadamente en la oscuridad de la habitación, en un extraño dialogo atonal donde las preguntas y respuestas se entrelazaban como lo hacían sus cuerpos en el acto del amor. Curiosamente, y a pesar del desorden del discurso (cortado, fragmentario, enredado), una frase contestaba a otra con varios minutos de demora, habiendo previamente atravesado el diálogo otras tonalidades, otros temas, otros sentidos.
Otra tarde, sus conversaciones siguieron un recorrido más lineal, centrado en las anécdotas del pequeño hermano de Yanina. Los ojos de la muchacha se iluminaban mientras enumeraba travesuras y hazañas del niño; Claudio, en tanto, experimentaba una agradable sensación corporal y emocional, producto (pensó después) de la conjunción entre su previa satisfacción genital, la ternura que emanaba del relato de su amante y la lascivia (apenas atenuada por el goce reciente) que ocasionaba la contemplación del cuerpo desnudo y el roce con la piel de Yanina.
Apenas dejó a Yanina en la entrada del barrio, sin embargo, el recuerdo de un giro especial en el discurso de la muchacha le produjo una ligera incomodidad, una velada turbación que maduró en su pensamiento durante el trayecto de retorno a la fábrica. Al llegar, mientras su secretaria le informaba de un problema menor en el área de producción, comprendió repentinamente la razón de su molestia, y esta se transformó entonces en duda y confusión, en angustia y furia. Respondió de mal modo a la asistente, a quien luego de un rato pidió veladamente disculpas por su actitud, y decidió ocupar el resto de la tarde en ocupaciones que no involucraran tratos con sus empleados y socios, pero que mantuvieran su conciencia ocupada. La razón de su enojo era triple: había surgido en él una duda que afectaba cualitativamente su relación con Yanina, había entendido que la resolución de esa duda le llevaría un tiempo prolongado, y detestaba profundamente que una aventura erótica iniciada por puro apetito corporal derivara en una alteración presumiblemente duradera de su bienestar emocional.
Lo que Claudio había entrevisto al dejar a Yanina (posiblemente, pensó, porque la deducción era más que obvia y solo el bienestar psico-corporal que implicaba la compañía de su amante le había impedido entenderla desde un principio) era la posibilidad de que el supuesto hermanito fuera en cambio el hijo de la muchacha, el resultado de un noviazgo mal instruido o de una violación barrial, pudorosamente ocultado al mundo exterior para preservar el status de deseabilidad de la muchacha. Estrategia familiar o personal, la posible mentira lo afectaba en su orgullo de genero y de edad, implicando un molesto menoscabo de su seguridad intelectual.
Claudio imaginaba formas de averiguar la verdad sobre el asunto, desde la idea (que lo avergonzó) de contratar un investigador privado, hasta el montaje de escenas prefabricadas para inducir u obligar a Yanina a confesar la verdad, sea cual fuera. Planeó ingresar al barrio para buscar informantes a quien eventualmente hubiera pagado por sus reportes, estrategia que desechó por la dificultad que hubiera representado el pasar desapercibido en un contexto tan lejano a su clase y personalidad. Revisó los registros de personal en búsqueda de algún empleado que viviera en el barrio y a quien pudiera sobornar para obtener información, para desistir de la operación apenas obtenido un par de nombres, al imaginar la naturaleza patética y los riesgos de la idea.
Un mediodía, aparentemente olvidado por un rato de su preocupación de amante celoso y herido en el orgullo, una conversación entre los obreros que hacían sobremesa en el comedor de la empresa (conversación, pensó luego, que en otros tiempos hubiera desatendido por completo y a la que en cambio ahora, aunque inconsciente de su actitud, prestaba una meticulosa atención) lo llevó a una nueva pista, desatendida hasta ahora pero perfectamente obvia en el contexto de su relación. Resultó ser que los obreros hablaban de mujeres propias y ajenas, permanentes o efímeras, decentes y prostituidas. Uno de los más simpáticos, que presumía de engañar sin problemas a su crédula esposa, mencionó la existencia de un prostíbulo de cierta fama entre los empleados de la fábrica, que aparentemente todos (unos más, otros menos) habrían visitado en algún momento del año entonces en curso.
Disimulando su interés, Claudio permaneció en los alrededores del grupo para tratar de precisar las referencias al lugar. Al escuchar los detalles fragmentarios que cada uno de los reunidos daba del sitio, Claudio reconstituyó la imagen de la ominosa construcción al lado de la parrilla. Súbitamente actualizó una cadena de ideas que involucraba la parrilla como negocio anexo, complementario o alternativo al del burdel conurbano, Yanina como empleada del burdel trasladada a la parrilla como consecuencia de un cambio de management o una dificultad gestionaria que bien podría ser la de un embarazo indeseado, producto de una desatención a las obligaciones reglamentarias de usar condón en los pases con los clientes, y la emergencia de un hijo indeseado al que la familia ocultaría en la ficción de un hijo tardío de la madre de Yanina (señora que, por otro lado, no sobrepasaría en aquel entonces la edad de Carmen, tal como Claudio podía deducir de ciertos detalles de sus charlas de motel).
CR c/VR
Próxima entrega: Entremés – Solo por excepción (I) / La drástica decisión
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política.
Verónicka Ruiz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació en México, estudió geografía en Amsterdam y psicología en Copenhague.
En entregas anteriores:
1: SOJAZO!
Un gobierno acorralado, una medida impopular. Siembran con soja la Plaza de Mayo; Buenos Aires arde. Y a pocas cuadras, un artista del Lejano Oriente deslumbra a críticos y snobs.
2: El “Manifesto”
Desde Siena, un extraño documento propone caminos y utopías para el arte contemporáneo.
¿ Marketing, genio, compromiso, palabrerío? ¿La ciudad como arte…?
3: Miranda y tres tipos de hombres
Lectura dispersa en un bar. Los planes eróticos de una muchacha, y su éxito en cumplirlos. Toni Negri, Althuser, Gustavo y Javier.
4: La de las largas crenchas
Miranda hace un balance de su vida y sale de compras. Un llamado despierta la ira de una diosa.
El narrador es un voyeur. Bienvenida al tren.
5: El Depredador
Conferencia a sala llena, salvo dos lugares vacíos. Antecedentes en Moreno.
Extraño acuerdo de pago. Un avión a Sao Paulo.
6: Strip tease
Ventajas del amor en formación. Encuentro de dos personas que no pueden vivir juntas pero tampoco separadas. Miranda prepara (y ejecuta con maestría) la recepción a Jean Luc.
7: Nada más artificial
Extraño diálogo amoroso. Claudio parece envidiar a Jean Luc, pero sí que ama a Carmen.
Virtudes de un empresario, razones de una amistad.
8: Empresaria cultural
Carmen: paciencia, contactos y esos ojos tristes. Monologo interior ante un paso a nivel.
Paneo por Buenos Aires, 4 AM.
9: La elección del artista
Bullshit, así, sin énfasis. Cómo decir que no sin herir a los consultores.
La ilusión de una experiencia arquitectónica. Ventajas de la diferencia horaria.
10: Simulacro en Milán
La extraña corte de Mitzuoda. Estrategias de simulación. Las afinidades selectivas. Una oferta y una cena. La Pietà Rondanini. Juegos de seducción.
11: Más que el viento, el amor
Al Tigre, desde el Sudeste. El sello del Depredador. Jean Luc recuerda la rive gauche, Miranda espera detalles. La isla y el recreo. Secretos de mujeres. El sentido de la historia.
12: El deseo los lleva
La mirada del Depredador. Amores raros. Grupo de pertenencia. Coincidencias florales. Influida y perfeccionada. Un mundo de sensaciones. Abusado por el sol.
13: Acuerdan extrañarse
Despojado de sofisticación. Las víboras enroscadas. Adaptación al medio. Discurso de Miranda. Amanecer. Llamados y visitas. ¿Despedida final? Un verano con Mónica.
14: No podrías pagarlo
Refugio para el amor. Viscosas motivaciones. Venustas, firmitas, utilitas. Una obra esencialmente ambigua. La raíz de su deseo. Brindis en busca del equilibrio.
15: La carta infame
Estudios de gestión, y una angustia prolongada. Demora inexplicable.
La franja entre el deseo y la moral. Lectura en diagonal a la plaza. Sensiblería y procacidad.
Entrega 16: En la parrilla de Lalo
Paisaje periférico. Estudio de mercado. Sonrisa melancólica, proporciones perfectas.
Un patrón apenas cortés. Elogio del elegante. Suite Imperial. Desnudez y democracia