N. de la R.: Tal como ha sucedido en ocasiones anteriores, cdlc recuerda a sus lectores/as la advertencia editorial sobre el contenido de las notas firmadas, y aclara especialmente para este caso que de ningún modo se responsabiliza por el texto que se publica, y mucho menos por el calificativo utilizado por el señor Ricot para referirse al personaje objeto de la nota. Esta se publica, a pesar de su discutible relación con el objeto de nuestra revista, por pedido expreso de su autor (de quien se quiere respetar su libertad de expresión) y por su relación con otras notas publicadas anteriormente en café de las ciudades.
La emoción del deporte más hermoso
Pocas cosas más lindas que un Mundial, al menos para aquellos a los que nos gusta el fútbol. Treinta días de partidos a toda hora, de descubrir revelaciones, de discusiones y acuerdos, de esperanzas, de admiración ante la destreza y el talento de los grandes jugadores del mundo. También, ¿por qué no?, de deleite ante la derrota de algún poderoso, de placeres solitarios pronosticando el resultado de algún partido, de ir perfilando el nombre del campeón, de calcular en que ronda se acabarán las hazañas de un equipo, o hasta donde llegará la buena suerte de otro.
Cada Mundial es una caja de sorpresas, y un emocionado recuerdo de los grandes nombres y protagonistas de la historia del fútbol. El Maracanazo de los uruguayos, de la mano del gran Obdulio Varela (2 a 1 a Brasil en el ´50), el sueño truncado de los húngaros perdiendo la final con Alemania en el ´54, la magia de Pelé en Suecia y México, el gol dudoso de los ingleses en la gran final del ´66, la naranja mecánica holandesa, el “matador” Mario Kempes en el mundial más infame (por su contexto) de la historia, la arremetida de Paolo Rossi en España ´82, Maradona gambeteando al mundo en México ´86, la desazón italiana cuatro años más tarde, los grandes equipos brasileños que llegaron al pentacampeonato, la revolución francesa de la mano de Zidane… Grandes partidos (¿cómo olvidar Francia – Brasil en el ´86 o Brasil – Perú en el ´70), sorpresas universales, las ironías de débiles y poderosos, y los grandes jugadores de todos los tiempos, desde Monti a Eusebio, desde Fontaine a Okocha y Romario.
Sin embargo…
Pero todo lo bueno tiene su lado amargo. Cada vez más, los Mundiales son también la oportunidad de una guerra publicitaria insoportable, de la que somos rehenes los amantes del fútbol. Las armas de esta guerra mediática son jingles y slogans chauvinistas, un costumbrismo edulcorado de ocasión, promociones idiotas; en fin, todo el asalto corporativo empresarial a una de las construcciones culturales colectivas más formidables de la modernidad: el fútbol, “pasión de multitudes”, al decir de un relator argentino. Tal como respondió Eduardo Galeano en el ´98, la final del próximo Mundial la jugarán, una vez más, Adidas contra Nike.
Precisamente Nike comenzó este año la guerra publicitaria con una campaña tan espectacular como de dudoso gusto. Es difícil disimular la hipocresía de esta publicidad, donde el ex jugador Eric Cantona irrumpe en un estudio de televisión en una especie de secuestro (lindo mensaje, tal como va el mundo, dicho sea de paso…) y apostrofa sobre la belleza y la fealdad del fútbol, mostrando imágenes sobre lo que está bien y lo que está mal. La hipocresía es que esto lo promueve una empresa que vende zapatillas fabricadas en el Tercer Mundo en condiciones de explotación de los obreros que las realizan, que no disponen de representación sindical y son muchas veces menores de edad.
El perfil típico de la persona que fabrica una zapatilla Nike es una adolescente de un país del tercer mundo, recién llegada del campo a una ciudad, y por lo tanto en condiciones “ideales” (para las subsidiarias de Nike que hacen “el trabajo sucio”) de aislamiento personal y social. ¿Algo que ver con el consejo de “nunca crezcan” que Cantona le da a los niños tras el repaso de unos videos infantiles de Ronaldinho? La “garra” que Cantona elogia en Wayne Rooney porque cruza la cancha de arco a arco (dicho sea de paso, cualquier DT del mundo crucificaría a un arquero que intentara semejante imbecilidad; ¡así de deformante es la visión del fútbol según los gurúes de la publicidad!), ¿es la misma “garra” que en cualquier aspirante a líder sindical de una factoría al servicio de Nike motivaría (en el escenario más leve) su despido inmediato?
La patada voladora
Párrafo aparte para una omisión monumental: ¿por qué no se habla en esta cadena de publicidades de la patada artera que el propio Cantona le propinó en enero de 1995, siendo jugador del Manchester United, a Matthew Simmons, plateísta del Crystal Palace? ¿Y (pregunta ingenua si las hay) por qué ninguno de los periodistas que cubre las visitas de Cantona a distintos países del mundo le pregunta por esta contradicción? En el colmo de la hipocresía y la confusión de discursos, hay hasta algunos que, al volver de las tandas publicitarias, elogian la “propuesta” de Cantona como si se tratara del propio Mahatma Gandhi llevando al mundo el mensaje de la no violencia, o Picasso difundiendo la belleza entre los mortales. Es la suprema perversión de la publicidad postmoderna: la propaganda que se difunde como entertainment o incluso como noticia periodística, confundiendo las intenciones y el objetivo del mensaje mediático.
Con el debido respeto, parece evidente que el gran Cantona no es otra cosa, al menos en sus asuntos comerciales, que un hijo de puta. No porque su madre ejerza dicha profesión, que no es lo verdaderamente importante aquí (y aun si la ejerciera), sino en el sentido que la expresión tiene en el lenguaje coloquial castellano y en sus equivalentes de otros idiomas (son of a bitch, figlio di putana, etc.). Un sujeto, en definitiva, que finge ignorar la miseria del mundo para lucrar y beneficiarse personalmente, para colmo adulterando mensajes y simulando loables intenciones, pregonando la belleza, la alegría y el espíritu de justicia que, si en algún lugar faltan, es justamente en las infames factorías donde se fabrican las zapatillas que Cantona promociona.
Otros distraídos, otras confusiones, otras explotaciones
No es Cantona el único que mira para el costado (“y lo peor de todo”, como la costurerita de Carriego que dio aquel mal paso, “sin necesidad”…): pocas semanas después de haber sido censurados mediante el silencio de sus micrófonos al entonar las partes más “calientes” de sus canciones, los Rolling Stones aceptaron presentarse en China (precisamente uno de los países donde Nike traslada su producción) a pesar de la prohibición de entonar algunos de sus clásicos, considerados inadecuados por las autoridades locales. ¡Que oportunidad perdida de haber denunciado el totalitarismo imperante! ¿Necesitan realmente los Stones seguir aumentando sus cuentas bancarias al precio de pasar por alto la humillación artística recibida?
En Argentina, mientras tanto, la hegemónica cervecera Quilmes ha sido adquirida por un grupo empresario de capitales belgas y brasileños en 1.200 millones de dólares. Quilmes es el principal anunciante del seleccionado argentino de fútbol; de hecho, sus millonarias campañas publicitarias de Mundiales anteriores han sido subterráneamente cuestionadas como “mufas” (de mala suerte, causantes de malos desempeños como la eliminación en primera ronda en el 2002) en las calles argentinas. No obstante, parece exagerado y demostrativo de la confusión cultural en curso que Página 12 diga en su tapa del 14 de abril que “los argentinos pierden así el control de la empresa, identificada históricamente con la Selección y los colores patrios”. ¡Que falta está haciendo un Osvaldo Soriano, para separar la historia de la Selección, la gloriosa historia que tejieron Onzari, Martino, Sívori, Telch, Luque y tantos otros, de los sponsoreos y patrocinios ligados al “Padrino” Julio Grondona!
Como compensación, es recomendable leer Argentinidad al palo, la nota de Alfredo Zaiat publicada el 8 de abril en la sección de economía del mismo diario. Zaiat describe las lógicas de cierta industria textil que en Buenos Aires reduce a condiciones de semiesclavitud a inmigrantes bolivianos (algo similar a lo que Nike realiza en el sudeste asiático), situación que adquirió notoriedad a partir de la muerte de 6 personas (entre ellos, cuatro menores de edad) en el incendio de un taller clandestino. La nota avanza también en las consecuencias urbanas y sociológicas, y en sagaces apuntes sobre el racismo subyacente en estas prácticas y su aceptación social.
CR
Sobre las condiciones de trabajo de los obreros/as que fabrican las zapatillas Nike, ver por ejemplo un informe de Friends of the Earth y la carta de una coalición de mujeres al CEO de la multinacional.
Ver Argentinidad al palo, la nota de Alfredo Zaiat en Página 12 sobre la industria textil clandestina y esclavista en Buenos Aires.
Sobre fútbol y ciudad, ver las notas Un negocio galáctico, de Marcelo Corti y Josep Alías, Ocaso y renacimiento del Gasómetro y El acoso a la fiesta, ambas de Carmelo Ricot,en los números 10, 12 y 18, respectivamente, de café de las ciudades.
De Eduardo Galeano, uno de los más lúcidos analistas del asalto corporativo al fútbol, ver su nota Fútbol y Pedacitos.
café de las ciudades propone inundar nikefootball.com, el sitio donde Nike espera respuestas a su campaña, con mensajes que digan, por ejemplo: “No al trabajo infantil”, “No a la explotación laboral”, “Nike: ¿en donde y en que condiciones trabaja la gente que fabrica las zapatillas que ustedes venden?”, etc. Algo similar se podría hacer con su competidora Adidas