Anoche llega Luis y me muestra unos cuadernos suyos con dibujos.
Cada dibujo en negro sobre papel ocupa una página. También hay collages realizados con papeles varios Hay dos cuadernos, uno dedicado a Nueva York (gente y lugares) otro, quizás, a ciudades genéricas. En ambos, cada tantas páginas, inevitablemente Teresa.
Nos parece que los cuadernos se pueden leer como un libro o, acaso perfeccionando lo que Cortazar quería para su (si no más famosa) más querida novela, de muchas otras maneras, incluso cabeza abajo o de derecha a izquierda. En suma, jugando. Y aquí empieza lo más difícil, porque ¿cómo hablar de los dibujos de Luis? Intentemos avanzar desde un tema lateral: desde el cómo fueron realizados.
Los dibujos, casi todos, denuncian una factura hecha en velocidad. Mejor: sugieren una factura de urgencia: son dibujos hechos desde y para la emergencia y donde la restricción de tiempo y recursos materiales obliga al autor a acciones muy precisas, casi típicas de las artes marciales También, al tipo de precisión en el manejo del silencio habitual en los grandes pianistas.
Ahora bien, y aquí deben perdonarme la imprudencia de citar una célebre formula física, precisamente la que inaugura el siglo XX; es la que, con audacia, interrelaciona materia con energía y velocidad. ¿Qué queremos decir? Que la materia que forma sus trazos (como las huellas en la tierra para el rastreador del Facundo) habla no solo de la rapidez de su factura (condición de verdad para el dibujo) sino de las circunstancias laterales, prácticas, psicológicas, físicas, y metafísicas de su realización.
El dibujo, como huella de una acción humana y manual, comporta así un doble mensaje, el desciframiento de la imagen y a la par el desciframiento del tipo de energía generada en y por su realización. Esta doble condición desdobla cada pixel en una mancha y una posible imagen externa.
Y aquí ocurre la primera sorpresa. ¿Por qué esta concentrada administración de recursos, en vez de condenar la obra a posibles esquematismos, inversamente la abre a superpuestas significaciones múltiples?
Aquí ocurre que valores de exactitud y rapidez se asocian, como quería Italo Calvino, en la generación de una pluralidad de sentidos, que el ojo debe descifrar. Dibujamos, desde Altamira, para recuperar algo ausente. Esa captura cognitiva no tiene traducción posible a otros lenguajes Se da y se entrega solo en sus propios términos. Todos sabemos que hay dibujos y dibujos.
Como dijo Clorindo, hay dibujos de arquitectos y dibujos de niños, pero también hay obras; pienso por ejemplo en imágenes muy concentradas como los cacharros de Morandi o las sillas de Van Gogh, que logran plantear, si bien no respuestas, al menos importantes preguntas sobre la condición humana.
Creo que los dibujos de Luis participan de esa condición.
Alguien dijo “El mal arte es un arte inexacto. Un arte que brinda informes falsos”. Los dibujos de Luis, al contrario, nos proporcionan informes de una gran exactitud. Los dibujos, uno a uno -por eso puede pensarse en una novela gráfica- van construyendo un conocimiento sobre la ciudad, primero a partir de una ciudad concreta, Nueva York, y luego paulatina, inadvertidamente, un conocimiento sobre el sentido más amplio y abstracto de la idea de la ciudad. Con mayor precisión, diríamos que lo que construyen es la promesa de una revelación sobre el sentido de las ciudades.
La mejor prueba de todo esto es la adrenalina que se descarga al recorrerlos.
LEC
Diciembre 2014
El autor es Arquitecto (UNLP) y docente. Ha obtenido numerosos premios en concursos nacionales. Es Director del Grupo de Estudios en Planeamiento Urbano (UTN).
Luis Díaz, autor de los dibujos, es arquitecto e integra el estudio CHD Arquitectos
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