¿Que fue de la vanguardia que actuó desde fines de la segunda guerra, antes de la aparición del postmodernismo? La unánime aceptación, desde las culturas de mercado alegremente hegemónicas, de las presuntas estéticas minimalistas de la vanguardia, invisibiliza paradojalmente los verdaderos logros de esa misma vanguardia.
La captura simbólica de resultados meramente formales desplaza la atención de la densidad de la batalla librada, por quienes, con temprana independencia critica, lograron construir alternativas a la en ese momento incipiente cultura del consumo compulsivo y de la obsolescencia programada. Esa batalla fue librada por un puñado de actores significativos y, desgraciadamente, solo el silencio rodea a ciertas obras y logros claves de ese periodo.
Basta ver lo ocurrido en Provincia de Buenos Aires con las obras realizadas por Marcel Breuer, Antonio Bonet, AmancioWilliams, Wladimiro Acosta; obras orgullo no solo de cualquier ciudad sino de cualquier país. Pero no tenemos, como otros países de América Latina, conciencia de nuestra intransferible y propia modernidad.
Son conocidas las luchas que libraron Acosta y Williams contra la rutina del pensamiento académico de su momento, así también como las vicisitudes sufridas en el traspaso de la utopía a la realidad. Este pasaje fue crucial y basta pensar en otros escenarios para advertir los peligros que rodearon a los procesos de modernización e innovación en contextos periféricos. Tanto AW como WA eran conscientes de inaugurar drásticas innovaciones en el campo de la producción y para sus obras, en ese pasaje de teoría a realidad, pretendieron estándares altísimos y sin concesiones a las prácticas habituales del momento.
Para la modernidad, la producción y el control tectónico de sus obras era de la mayor importancia y éstas configuraban espacios de desarrollo y puesta a punto de componentes y tecnologías innovadoras, para ellos inseparables de sus implicancias culturales.
En el proceso de esa batalla hubo dos obras puntuales, la casa del Puente de Mar del Plata y la Casa Pillado de Bahía Blanca, donde esos ideales extremos pudieron, curiosamente, realizarse. Ciertas circunstancias atípicas en la relación cliente -arquitecto les permitieron, contra todo lo previsible (y esto es clave) alcanzar unos niveles inusuales no solo en la propuesta, sino en los definitivos niveles tecnológicos de concreción y factura.
Así, como si debiera compensarse el ethos utópico de los planteos, los autores asumen un obsesivo control sobre la construcción, logrando un inusual grado de ajuste y tolerancias más propias de la industria de precisión que de viviendas unifamiliares. Son obras no de tanteo sino de demostración acabada de un potencial, donde los excepcionales niveles de terminación superaban el concepto de detalle de terminación, apuntando a una postura integral frente a la producción.
Basta pensar, en las dos obras, en el refinadísimo y complejo manejo de materiales y texturas, sometidas a partir de una aparente y abstracta restricción a la materialidad puesta en juego, a una multiplicación incesante del rango de oposiciones sensoriales: natural-artificial, artesanal-industrial, rugoso-pulido, transparente – translucido. Tanto para Amancio como para Wladimiro, estética y función, arte y ciencia, forma y tecnología, global y local, no eran aspectos separables -no eran, como es habitual tratarlos ahora, fragmentos autónomos o intercambiables.
Todo el universo de componentes constructivos es sometido a replanteo y revisión: el guardado y la ventilación, las instalaciones y las cubiertas, las estructuras y los cierres, los solados y las aberturas. No es casual que todos los involucrados en la concreción real de la obra, hasta el último albañil, quedaran marcados por la calidad y densidad de la experiencia. Es paradójico que el éxito de lograr haber incorporado estas innovaciones a las tecnologías actuales, banalice precisamente la mirada sobre la obra donde se produjeron los cambios de paradigma.
Es la cualidad de brillantez y excepcionalidad de estas obras la que al trascender el plano teórico (el “solo hay teoría en las cosas” de Hannah Arendt) se une mediante algún perverso vínculo a la situación de destrucción y destrato a las que han sido sometidas. Algo diferente a la mera indiferencia o ignorancia explica su destino final, ahora condenadas a la invisibilidad o, lo que es peor, a su “normalización” como opciones estilísticas a disposición, su reducción a un estéril minimalismo decorativo por completo ajeno al concepto que las produjo.
En la Casa Pillado, Wladimiro propone un sistema de control solar (lo que en jerga tecnocrática actual se llamaría un sistema bioclimático auto sustentable) de alta conciencia ambiental. Y con total éxito, desde hace sesenta años, en lo que hace a ahorro energético. Wladimiro innova y experimenta en esta casa con estructuras de esqueleto, con sistemas energéticos alternativos, con sistemas integrados de audio, con sistemas de equipamientos flexibles, con sistemas de iluminación artificial directa e indirecta regulables y espacios internos sumables y flexibles. Con distintos acabados, algunos de los cuales ahora están en el mercado como las pinturas multicapas.
La casa albergaba un espacio de vida familiar pero también proponía actividades diversas. Contaba por ejemplo con un laboratorio fotográfico y un mini teatro de títeres, y también con espacios externos equipados para el desarrollo de actividades deportivas. Tanto conceptual como tecnológicamente estaba realizada en el futuro y continua allí.
El movimiento moderno introdujo ciertos cambios paradigmáticos; entre ellos, el paso de configurar masas a configurar vacíos, la introducción del concepto de raumplan y promenade, donde el esquema circulatorio secuencia escalas y climas en continuidad, por ultimo, la introducción de un rigor proyectual que reemplaza la convenciones estilísticas académicas por el manejo integral del los problemas. Pero todos estos aspectos de ruptura no deberían ocultar el hilo de continuidad que liga al MM con las prácticas históricas de la disciplina, entre ellas, el concepto clásico de relación, proporción y escala. En todos estos aspectos, WA fue un maestro indiscutido. La ampliación de la casa y la drástica alteración del volumen y el plan original desvirtuaron innecesariamente estos conceptos. La paradoja es que obras claves del movimiento moderno son percibidas desde sistemas de pensamientos ampliamente superados por el mismo.
Preservación no trata del pasado, trata del futuro. Trata de mantener que aquello indecible pero poderoso, sutil e indescifrable que rodea a las grandes obras, pueda seguir hablando a nuestros hijos y nietos y aun mas allá. Merece una reflexión el que obras que habían logrado atravesar tantas vicisitudes casi intactas no pudieran salir indemnes de los últimos avatares de la globalización.
LEC
El autor es Arquitecto (UNLP) y docente. Ha obtenido numerosos premios en concursos nacionales. Es Director del Grupo de Estudios en Planeamiento Urbano (UTN).
De su autoría, ver también en café de las ciudades:
Número 94 | Proyectos de las ciudades (II)
La ciudad de las artes o las artes de la ciudad | Diez proposiciones sobre Bahía Blanca | Luís Elio Caporossi |
Número 95 | La mirada del flâneur
Sueños del Bocha | Formas, explicaciones y olvidos | Luis Elio Caporossi |
Sobre las Penurias del patrimonio moderno, ver también la nota del editor de café de las ciudades, publicada en el DARQ de Clarín del 15 de noviembre pasado.