N. de la R.: el texto de esta nota integra el libro Trazas. Ensayos sobre arquitectura y ciudad, de Carlos Gómez Sierra, Moglia Ediciones, Corrientes, 2022.
El autor es uno de los disertantes programados para la 1ª Bienal Internacional de Arquitectura, Ciudad y Territorio en el NEA, desde el jueves 5 al sábado 7 de septiembre en Corrientes (también accesible en formato virtual).
Las ciudades de Corrientes, capital de la provincia del mismo nombre, y Resistencia, capital de la provincia del Chaco, ubicadas ambas en la región Noreste de la República Argentina, comparten desde hace unos pocos años una historia común. La primera de estas, fundada en 1588 como puerto intermedio entre las ciudades de Asunción del Paraguay y Buenos Aires, antecede en tres siglos el nacimiento de la segunda. Asimismo, la exigua distancia entre ambas –escasos 15 km, río Paraná de por medio– se presentía mayor considerando las dificultades de vinculación física.
La inauguración en 1973 del puente General Belgrano modificó sustancialmente la mutua articulación en múltiples aspectos. La visión que surge de esta nueva realidad obliga a una lectura unificada de las ciudades nombradas y una interpretación integral de ellas nos sugiere considerar al patrimonio arquitectónico de ambas ciudades bajo una mirada común.
Si bien Corrientes, dada su antigüedad, posee un interesante legado construido tanto del período colonial como de aquella arquitectura surgida de los conceptos decimonónicos del historicismo, posee cierta conciencia social de su valor avalada por una serie de mecanismos legales –casi siempre insuficientes– que apuntan a una relativa preservación; es el patrimonio arquitectónico del siglo XX, realidad común con la ciudad de Resistencia, el que manifiesta un mayor grado de indiferencia tanto ciudadana como legal.
Leídas en su conjunto, ambas ciudades presentan un interesante y compacto conjunto de obras modernas que van desde las experiencias racionalistas de fuerte impronta alemana hasta ejemplos característicos del art déco y otras vertientes, que surgen de un proceso de consolidación de carácter pendular que bascula entre ambos extremos. El resultado de gran parte de este patrimonio moderno presenta, por lo tanto, un neto carácter de hibridación formal que puede considerarse cercana en significado a las arquitecturas historicistas precedentes, aquellas del siglo XIX.
(…) ciudades espaciadas en el tiempo y, por ello mismo, con temporalidades particulares. Ciudades cercanas más que vecinas y con lazos espaciales difusos por la fuerte imposibilidad de una interrelación plena. Durante muchos años el río Paraná las separa más que las une.
El puente como hito unificador
Jorge Luis Borges, en su cuento “El milagro secreto” (incluido en “Ficciones”; en “Obras Completas I. 1923-1949”; Emecé Editores; Barcelona; 1989) narra trágicamente la historia del escritor checo Jaromir Hladík. Este es detenido y posteriormente fusilado por los nazis, previo suceso extramundano: en el momento de su ejecución el universo físico se detiene, pero no así su mente y sus pensamientos. Es en este relato ficticio en donde Borges vuelve otra vez sobre una de sus principales obsesiones: la naturaleza del tiempo, su naturaleza y posibilidades. Aquí sus disquisiciones indican la posibilidad de comprensión de la realidad desde temporalidades diversas y, lo más importante, de su coexistencia.
Pero para el caso que nos ocupa –las ciudades de Corrientes y Resistencia– historiar un concepto significa partir desde la base de acontecimientos concretos para comprenderlos en su temporalidad. Y es que pocos hechos culturales como las ciudades pueden explicar tan claramente el concepto de tiempo como fundamento de la historia y de su propia historia. Más interesante aun es observar casos como el de las ciudades aludidas, en que partiendo cada una de ellas de sus propias temporalidades logran, a partir de un determinado momento histórico, una coexistencia indisoluble.
Corrientes y Resistencia surgen como ciudades espaciadas en el tiempo y, por ello mismo, con temporalidades particulares. Ciudades cercanas más que vecinas y con lazos espaciales difusos por la fuerte imposibilidad de una interrelación plena. Durante muchos años el río Paraná las separa más que las une.
Corrientes es fundada en 1588 bajo las reglamentaciones de las Leyes de Indias y con el objetivo operacional de actuar como puerto intermedio entre esas dos ciudades del sur colonial: Asunción y Buenos Aires. Su población es de origen casi exclusivamente español y marcadamente conservadora. Resistencia es “creada” en 1878 bajo la influencia del urbanismo del siglo XIX y sus primeros habitantes son inmigrantes europeos de espíritu abierto y progresista. La primera se abre y vuelca al majestuoso río, la segunda se separa de este y se desplaza unos kilómetros tierra adentro. La escasa distancia que las espacia se mide de otra forma; es la naturaleza la que se interpone entre ellas imponiendo su propio tiempo.
Es, en definitiva, el puente General Belgrano quien da un nuevo status de escala espacial. Es el puente el que permite pensar por vez primera a ‘Corrientes-Resistencia’ como una unidad indisoluble y que nos obliga a visualizar nuevas estrategias de acción ‘con-juntas’
Hablar de la relación entre Corrientes y Resistencia nos llevaría a pensar que esta comienza a hacerse realidad sólo cuando la futura capital chaqueña se concretiza como ciudad. Verlo desde este punto de vista indicaría que es una relación de poco más de cien años. Sin embargo, es ya la fundación de Corrientes en el siglo XVI la que anticipa y profetiza la aparición de futuras ciudades. Es Corrientes, en este recodo del río la que encierra en forma latente futuras relaciones. Son el río y el tiempo los que anticipan este presente desde el pasado. Son el río y el tiempo los que construyen la relación presente.
Pero la comprensión de una coexistencia entre Corrientes y Resistencia como realidades urbanas y temporales diferentes que comparten un presente común, si bien ya manifestada en sus orígenes, sólo logra una concreción plena en años relativamente recientes. Es en 1973, con la inauguración del puente General Manuel Belgrano que es posible comenzar a pensar la indisolubilidad de la unión de ambas. Es el puente el que construye un nuevo concepto de lugar, más amplio que el de sólo las dos ciudades. Hablar de “Corrientes-Resistencia” ya no es lo mismo que “Corrientes y Resistencia”.
Pero ¿por qué es el puente el constructor de una nueva realidad? El hecho de construir un puente que vincule ambas orillas del Paraná va significativamente mucho más allá de su mera función. Dice Martín Heidegger (“Construir Habitar Pensar”; en “Filosofía, Ciencia y Técnica”; Editorial Universitaria, Colección El Saber y la Cultura; pag. 207; Santiago de Chile; 1997):
¿Hasta qué punto pertenece el construir al habitar? La respuesta a esta pregunta nos aclara lo que es propiamente el construir. Nos limitamos al construir en el sentido de edificar cosas y preguntarnos: ¿qué es una cosa construida? Como ejemplo sirva a nuestra meditación un puente.
Para Heidegger es el puente el que da sentido y construye el lugar. Y el lugar se concretiza habitando.
…El puente, con las orillas trae en cada caso al río, una y otra amplitud de la región de atrás de las orillas. El trae río y orillas y país en la vecindad recíproca. El puente recolecta la Tierra como comarca en torno al río…
A partir de este concepto es posible pensar un nuevo centro organizador para ambas ciudades. Si hasta la aparición del puente tanto Corrientes como Resistencia eran en sí centros de sí mismas y de la organización política que sostienen y era necesario pensar la relación de ambas desde una bipolaridad de centros autónomos que interactúan, es con el puente cuando se desplaza esta visión para imponerse una nueva lectura. Es el puente el nuevo y único centro de las dos ciudades. Es el puente las que las recolecta en torno de sí.
…El lugar no está ya ahí antes del puente. Ciertamente, antes de que el puente esté, hay muchos sitios a lo largo del río que podrían ser ocupados por algo. Uno entre ellos se da como un lugar y, por cierto, por el puente. Así, pues, el puente no llega a estar primeramente dentro de un lugar, sino que desde el puente mismo surge ante todo un lugar…
Es, en definitiva, el puente General Belgrano quien da un nuevo status de escala espacial. Es el puente el que permite pensar por vez primera a “Corrientes-Resistencia” como una unidad indisoluble y que nos obliga a visualizar nuevas estrategias de acción “con-juntas”. Es el puente, como sostiene Heidegger, el que origina un nuevo concepto de lugar para estas dos ciudades, pero sin por ello, como nos ilustra Borges, perder las potencialidades de sus respectivas temporalidades, de sus propias particularidades.
Esta nueva visualización integradora, que supera significativamente la mera escala de lo urbano de las ciudades en cuestión –generando la necesidad de tener que recurrir a una nueva acepción terminológica que la identifique– es verificable también en el campo del patrimonio arquitectónico del sistema.
Hibridación y síntesis. El patrimonio moderno de Corrientes y Resistencia
A partir del nuevo status conceptual y de escala para el sistema “Corrientes-Resistencia”, una de las vías posibles para su integración es efectuar la observación ya no desde diferencias y similitudes sino desde la complementariedad de sus atributos. Uno de esos aspectos posibles es el de la observación de sus respectivos volúmenes de patrimonio edificado a partir de un proceso basado en el complemento.
Corrientes, con un paisaje urbano marcado fuertemente por la impronta de la arquitectura historicista y ecléctica del siglo XIX, difiere notablemente del de Resistencia, en donde líneas más puras y volúmenes o superficies mayoritariamente despojados de cargas ornamentales, situación más propia del siglo XX, es su seña más representativa.
Pero estas arquitecturas que hacen ciudad en cada caso están a su vez marcadas por la base abstracta de sus implantaciones originarias, la forma urbana primera. Corrientes, con sus calles y aceras estrechas, en algunos casos exiguas, recuerda claramente el sistema de proporciones y medidas expresado en el sistema de asentamiento de las Leyes de Indias. Resistencia, por su lado, organizada –al igual que Corrientes– a partir de una rígida trama en damero, ofrece por el contrario espacios y perspectivas mucho más generosos, amplios boulevares y anchas aceras; todo ello a la luz de las inquietudes higienistas de la ciudad organizada desde la visión del siglo XIX.
Pero el dato común expresado para ambas ciudades –su estructura planimétrica a partir de la cuadrícula– permite inferir que soluciones de implantación y loteo serían las mismas para uno y otro caso.
Estas obras –mayoritariamente casas unifamiliares, aunque también hay algunos ejemplos de edificios institucionales– se insertan sin complejos y, lo más importante, armoniosamente con el legado del siglo XIX.
Para cuando Resistencia comienza a desandar su derrotero de ciudad a partir de 1875, Corrientes ya es una ciudad consolidada en lo que ahora denominamos su casco histórico. Las arquitecturas que ambas ciudades desarrollan por entonces son una combinación aleatoria de construcciones coloniales con sus típicas galerías hacia la calle y ejemplos representativos del siglo XIX, neoclásicos y eclécticos. A pesar de las profundas y divergentes motivaciones culturales que originan a tan disímiles arquitecturas, participan sin embargo de determinados principios de implantación en el lote, producto a su vez del ya señalado sistema de urbanización.
El damero, constituido por una, en teoría, infinita capacidad de multiplicación sobre el territorio a partir de la sumatoria de dos elementos urbanos base –manzanas y calles– obliga a la arquitectura a adquirir una determinada disposición y fisonomía a causa de la conformación de todos y cada uno de los lotes. Estos, mayormente rectangulares, prácticamente obligan a dejar sólo uno de sus lados al frente público, a la calle, y es lo que determinará la fachada del edificio.
La paulatina desaparición de la arquitectura colonial, sea por su relativa durabilidad dada la tecnología empleada, sea por la progresiva suplantación por nuevos modelos que encerraban una idea de mayor progreso y desarrollo, determina un perfil urbano similar para ambas ciudades a pesar de sus lógicas diferencias. Pero más allá de estos cambios y mutaciones, hay una serie de patrones urbanos que no se modifican y que actúan como reguladores de sus perfiles urbanos. El mantenimiento a lo largo de muchas décadas de la misma línea municipal de edificación, de alturas de fachadas y volúmenes construidos reguladas dentro de determinados parámetros y la mutua descarga lateral de lote contra lote, permitió mantener una unidad urbana dentro de la diversidad de propuestas.
Esta particular situación de autorregulación de las condiciones que fundamentan la impronta identificatoria de estas ciudades llega hasta muy entrado el siglo XX; es en este concierto en donde se van insertando las obras modernas de las primeras décadas de la centuria pasada, lentamente en el caso de Corrientes, explosivamente en Resistencia.
Estas obras –mayoritariamente casas unifamiliares, aunque también hay algunos ejemplos de edificios institucionales– se insertan sin complejos y, lo más importante, armoniosamente con el legado del siglo XIX. El respeto por las líneas de edificación preexistentes, continuadas naturalmente, e incluso propuestas paradigmáticas concebibles sólo dentro del arco lingüístico de las arquitecturas modernas refuerzan este continuum histórico.
Porque si entre las propuestas formales desarrolladas y construidas durante el siglo XIX en ambas ciudades es posible detectar un amplio abanico de lecturas eclécticas y de ricas indefiniciones estilísticas, no es muy diferente la realidad durante las primeras décadas del silo XX.
Si bien es cierto que es posible encontrarnos con ejemplos del más rancio y ortodoxo racionalismo europeo o del más descontracturado y zigzagueante art déco, la verdad es que la mayor parte de la producción arquitectónica de estos años está marcada por una libre combinación de elementos considerados popularmente modernos y, por ende, reformulados y reorientados en nuevas direcciones formales.
No es extraño por tanto encontrarnos con típicos remates verticales art déco que estimulan los fuertes cornisamentos horizontales de vecinas construcciones decimonónicas, estableciendo un rico contrapunto. Lo mismo puede decirse de sutiles modulaciones en obras abstractamente modernas que parecen repetir calladamente el ritmo de aventanamientos de neoclásicas obras de su contexto inmediato. O la superposición y combinación desprejuiciada de tratamientos volumétricos racionalistas con apariciones sorpresivas de marcos, cornisamentos y remates provenientes de un orden historicista.
Finalmente, si alguna denominación cabe para determinar eidéticamente a este proceso descripto, esa es hibridación. Término no sólo producido para intentar categorizar a esta arquitectura en particular sino, por extensión, a todo el proceso de continuación en el tiempo de una forma de hacer ciudad.
La arquitectura moderna. Sus principales ejemplos.
El concepto de arquitectura moderna aplicado y entendido en el contexto de las ciudades que nos ocupan no puede ser explicado desde la historiografía clásica producida desde los países centrales, dadas las particulares características culturales de estas ciudades y a la luz de los procesos descriptos.
Tanto para Corrientes como para Resistencia es más exacto referirnos a arquitecturas modernas, en donde los extremos aparentemente irreconciliables de abstracción versus decorativismo se diluyen fácilmente en el proceso de hibridación positiva ya explicado, adoptando nuevas formas aceptadas acríticamente por fuera de cualquier ideología.
A fin de ejemplificar los conceptos previos, se presentan a continuación un conjunto de obras ejecutadas entre las décadas de 1930 y 1950 insertas en el tejido urbano de Corrientes y Resistencia. Estas no aspiran a ser un listado exhaustivo sino a operar tan sólo a modo de muestra del proceso explicado, aunque intentando cubrir los tres grandes grupos de producción detectados: la vivienda unifamiliar, los edificios institucionales y aquellos destinados al ocio.
Viviendas unifamiliares
La vivienda es, posiblemente, el ejemplo paradigmático del programa de la arquitectura moderna y campo de pruebas y desarrollo de nuevas ideas y tecnologías. Tanto en Corrientes como en Resistencia fue el primer tipo arquitectónico, dado su carácter de iniciativa privada, que la adopta y permite todo un futuro desarrollo.
Tanto para Corrientes como para Resistencia es más exacto referirnos a arquitecturas modernas, en donde los extremos aparentemente irreconciliables de abstracción versus decorativismo se diluyen fácilmente en el proceso de hibridación positiva
Conjunto Casas Márquez – Echeverría. Corrientes
Estas dos viviendas construidas a principios de la década del cuarenta conforman uno de los conjuntos de arquitectura moderna más interesantes de la ciudad de Corrientes. La casa Márquez (Arq Antonio Samela, 1940), de neto corte racionalista alemán, caracterizada por volúmenes concretos y una marcada abstracción simbólica, establece un rico contrapunto compositivo con la casa Echeverría, que manifiesta una marcada intención decorativa basada en lo geométrico y aludiendo a la idea de movimiento propia de la arquitectura art déco; generando un importante conjunto urbano que sirve a modo de ejemplo de la continuación de patrones urbanos más arriba aludidos. En este último ejemplo, elementos de la arquitectura barco acompañan el remate del edificio, que entona magistralmente en el paisaje cercano al río Paraná.
Casa Romagnoli. Resistencia
Su ubicación en esquina es uno de los aspectos que definen sus alcances formales. Esta particular situación es claramente señalada con el fuerte volumen cilíndrico que actúa de pivot de toda la composición, flanqueado por volúmenes puros que ejercitan una suerte de contrapunto en permanente equilibrio inestable.
Esta vivienda, uno de los más importantes ejemplos de arquitectura moderna en la región, construida en 1935, es la mejor prueba del amplio repertorio de lenguajes y sistemas arquitectónicos del período que conforman el moderno paisaje urbano de Resistencia.
Edificios institucionales
Dentro del panorama de los edificios institucionales en la arquitectura argentina, la arquitectura moderna es sólo una de las posibles soluciones a adoptar para los edificios de carácter institucional. Esto se debe en gran medida a la turbulencia política y la consiguiente falta de líneas de acción en el tiempo de sucesivos gobiernos. Estos basculan sucesivamente entre un ya muerto eclecticismo, propuestas simbólicamente monumentalistas o ejemplo aislados de arquitectura moderna.
Edificio de Correos. Corrientes
Consecuentemente con un plan nacional para el desarrollo del correo estatal, hacia 1950 se lleva a cabo la construcción de un buen número de edificios para este fin en varias ciudades del país, siendo Corrientes una de ellas. Toda una serie de encargos a jóvenes estudios –que por entonces encuentran en la obra de Le Corbusier la línea a desarrollar– es llevada a cabo.
Toda la formalización planteada por el maestro suizo-francés durante esos años es trasladada y reformulada para el edificio de correos de Corrientes (Arq. Spencer y equipo MOP, 1957), en donde la caja pura, los brise-soleil, la construcción sobre pilotes y el monumental remate traen a la memoria obras tales como los proyectos para Chandigarh o las sucesivas propuestas para las diferentes Unités d’habitation. Es, sin duda, este edificio el ejemplo más emblemático y supremo de la modernidad en la ciudad de Corrientes.
Casa de Gobierno. Resistencia.
La misma inspiración manifiesta la moderna Casa de Gobierno de la ciudad de Resistencia (Dirección Nacional de Arquitectura, Arq. Napoleón Beveraggi, finalizado en 1969). Iguales principios de formalización se encuentran en esta obra, aunque por su tratamiento nos remite a un Le Corbusier anterior y poco visitado, el de fines de los años treinta y teniendo como ejemplo para este caso el edificio para el Ministerio de Educación de Río de Janeiro.
Edificios para el ocio: cines
El sistema art déco compatibiliza armoniosamente en los espacios dedicados al ocio y la recreación. El cine se presenta aquí, como en todo el mundo, como uno de los máximos exponentes simbólicos de la modernidad.
El diseño y concreción de las salas de cine a lo largo y a lo ancho de todo el país, respondían a una tipología concreta persiguiendo modelos paradigmáticos de acuerdo a las diferentes vertientes formales y lingüísticas: la centroeuropea y la art déco. Se constituyen así en patrones para las realizaciones locales el Cine Gran Rex y el Cine Opera, ambos de la ciudad de Buenos Aires.
Cine Rex. Corrientes
Este complejo (Pedro Fiaccadori, 1938) fue concebido íntegramente para esta función y ejecutado para albergar la sala de proyecciones, confitería y salón de fiestas, las cuales se presentan conformadas por volúmenes perfectamente definidos. El edificio completo está resuelto en un lenguaje que reúne principios formales del International Style, la Arquitectura Barco y el Art Déco.
Una composición de esquina asimétrica que recurre a la impronta lingüística de los paquebotes: incorporación de curvas, barandas de característica naval y torre de mandos. El cuerpo que contiene a la sala de cine es un volumen puro, claro, contundente, con ventanas corridas horizontales que marcan una fuerte impronta racionalista centroeuropea. La sala de proyecciones señala su acceso mediante una fachada vidriada limitada en su parte superior por un voladizo con pendiente hacia el interior, en cuya parte inferior se ubican tres círculos ciegos en relieve con gargantas que contienen otra novedad del momento: la iluminación a gas de neón. Entre las innovaciones tecnológicas que presenta este conjunto se incorporan caños cromados y solados graníticos.
Cine Marconi. Resistencia
Este edificio (Lamberto Perini, 1938), de fuerte composición simétrica, se caracteriza por su claro lenguaje Art Déco, definido por la superposición de planos verticales que forman escalonamientos, entrantes y salientes, en un repertorio formal similar al Cine Opera de la ciudad de Buenos Aires. El más importante de sus aportes en cuanto impronta ciudadana es el particular tratamiento de su fachada que, partiendo de una típica solución de frente bidimensional, presenta un efecto de tridimensionalidad por la disposición de volúmenes ascendentes.
CGS
El autor es arquitecto (FAU-UNNE) y magister en Historia, Arte, Ciudad y Arquitectura de la UPC, Barcelona. Es docente en la UNNE y consultor en planificación urbana y territorial.
Participará en la 1ª Bienal Internacional de Arquitectura, Ciudad y Territorio en el NEA, desde el jueves 5 al sábado 7 de septiembre en Corrientes (también accesible en formato virtual).