N. de la R.: Este trabajo fue originalmente realizado por los autores como trabajo final de carrera del Diploma de Especialización en Investigación Proyectual de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad de la República, Uruguay, 2021. Fue presentado en el ciclo de conversatorios que la Sociedad de Arquitectos del Uruguay organizó en los pasados meses de mayo y junio para debatir la Ley N° 18.795, de Acceso a la vivienda de interés social. Debido a su extensión, se publica en dos números consecutivos de café de las ciudades.
Ver la primera parte.
3-Manual para sobrevivientes
Asumimos que un edificio surge en un contexto concreto, configurado por una específica confluencia de circunstancias que puede resumirse –para el caso de edificios de vivienda agrupada– en cuatro elementos fundamentales que han ido apareciendo en el relato anterior como necesarios para identificar y explicar cada uno de los tipos edilicios detallados: un marco normativo, un mecanismo de promoción, una forma de construir y ciertas ideas que los legitiman.
Los edificios que ejemplifican los diferentes modelos descritos en Historias incompletas, así como los recientes que configuran el caso de estudio, en tanto se trata de proyectos finalmente construidos, pueden ser vistos, por tanto, como casos exitosos de supervivencia: han debido asegurar su viabilidad económica, han conseguido cumplir con el marco normativo que lo rige, han plasmado su viabilidad técnica dentro de cierto sistema de producción, han colmado las expectativas mínimas de un promotor y de un usuario.
No es sólo un desvío darwiniano el que justifica detenerse con cierta respetuosa cautela ante estos edificios, sino sobre todo la sospecha interesada de que cada uno de ellos (y su respectivo proceso de configuración), y en particular todos ellos como conjunto, esconden posibles aprendizajes y potenciales desarrollos, ya que “el diseño de viviendas nunca parte de cero; opera a través de la variación, iteración o mutación de ejemplos anteriores. (…) Al entender las particularidades de la producción de una tipología de vivienda, el arquitecto puede manipular, reorganizar o inventar” (¿Cómo vivimos? Taller de vivienda).
Desplegar mínimamente los componentes del contexto de producción de los emprendimientos de vivienda –las reglas externas con las que el proyecto interactúa– y cómo esto incide en las decisiones de proyecto, por tanto, podemos suponer que permite identificar los márgenes de posibilidades y discriminar entre unas soluciones mejores que otras. Si asumimos además que la relación entre forma y contexto no es una relación causa-efecto, ya que el acto de proyectar no implica un proceso lineal de tipo lógico-deductivo, nos permite visualizar los valores que orientan la toma de decisiones. En esta presunción es que resulta pertinente hacer un somero registro de las diversas relaciones entre formas y contextos de producción, y detenernos en las particulares del caso de estudio. “Más que descartar ejemplos de la oferta actual de viviendas como arquitectura ‘bastarda’, se asume que estas tipologías retratan a personas específicas, con sus condiciones de vida y urbanas: la política, las políticas y los factores socioeconómicos que conducen al desarrollo de un entorno urbano particular” (¿Cómo vivimos? Taller de vivienda).
En las formas resuenan, por tanto, la política, las políticas y los factores socioeconómicos que le han dado razón de ser. Es así que los diversos agentes que participan en la promoción resultan de cierto orden dado, y las formas que “promueven” no son accidentales. Esto es evidente cuando es el Estado el que asume el rol de promotor, tanto como cuando se trata de privados.
Los barrios de vivienda municipal, como vimos, se asocian particularmente a dos modelos, el barrio jardín de viviendas pareadas o el conjunto con patio, tipo Siedlung. Los edificios del Plan Nacional de Vivienda, por su parte, al modelo del bloque exento, aun cuando este se inserte en un predio relativamente típico; los edificios producidos a partir de préstamos del Banco Hipotecario del Uruguay (BHU) en general se asocian al modelo de edificios de propiedad horizontal entre medianeras con ascensor, insertos en la trama. Por otro lado, las casas de alto, las tiras y los corredores al fondo son modelos a los que han apelado en general operaciones de privados sin una participación del Estado de forma directa, en parte porque se trata de inversiones más acotadas, en parte porque aparecen en un momento en que las herramientas del Estado no eran particularmente vigorosas. En muchos casos esos modelos aparecen en una manifestación para nada pura, combinando casas de altos hacia la calle con corredor al fondo, por ejemplo, de una manera liberalmente pragmática. Las cooperativas, por su parte, se han asociado en general al modelo de bloques o tiras exentos, al punto que, cuando se materializan como operaciones entre medianeras más convencionales, pocas veces se las identifica como tales.
En estas asociaciones, evidentemente simplificadas y resumidas, influyen obvias cuestiones cronológicas, ya que ciertos modelos se convierten en hegemónicos en el ambiente académico en cierto momento y, a veces, son popularmente aceptados: he ahí la naturalización del barrio jardín, por ejemplo, y su generalización como modelo casi universalmente deseable. Sirva como demostración que el sueño de “la casita de afuera” es combustible imprescindible del country –barrios privados, o “clubes de campo”, como los identifica la normativa del departamento de Canelones–, tanto como de la ocupación ilegal en la periferia.
En algunos casos afectan de forma determinante ciertos aspectos técnico-constructivos. Es difícil suponer, por ejemplo, un proceso de autoconstrucción bajo el sistema cooperativo de ayuda mutua, en un edificio tipo torre, por la dificultad de incorporar mano de obra no especializada en el proceso. Es decir que, si bien la relación entre sistema de promoción y tipo edilicio dista de ser lineal, tampoco es accidental.
Menos flexible aún es, probablemente, la relación con los marcos normativos, donde es evidente, por ejemplo, que el desarrollo de la casa con claraboya fue cancelado definitivamente por la Ordenanza de Higiene de 1928, o que los edificios en altura experimentaron su auge a partir de la ley de Propiedad Horizontal de 1946. Del mismo modo, numerosos edificios en altura desperdigados por la trama, en particular promovidos por el BHU, se explican solamente por la alturas edificables previas a la aprobación del POT (1996), cuando cierta idea de una ciudad más o menos isótropa, donde la altura máxima era posible en cualquier lugar, dio paso a la ciudad de sectores caracterizados, con transiciones pretendidamente amables entre las diferencias (la normativa de acordamientos en altura y retiros sea probablemente la expresión más elocuente de ello).
Es así que los imaginarios “cultos” que se construyen y promueven desde la academia, ya sea la ciudad jardín, los Siedlung, la idea urbana de los CIAM y sus revisiones críticas posteriores, o la arquitectura urbana de los años 70 y 80, permean más allá de lo estrictamente disciplinar y se traducen tanto en normativas generales como en operaciones específicas, hasta caracterizar, en algunos casos, la operativa de ciertos modelos de promoción.
Imaginarios disciplinares.
(…) el sueño de “la casita de afuera” es combustible imprescindible del country –barrios privados, o “clubes de campo”, como los identifica la normativa del departamento de Canelones–, tanto como de la ocupación ilegal en la periferia.
El rol que juegan los imaginarios populares no es menos relevante que el de los modelos que provienen desde la academia, y no es infrecuente el viaje en el sentido opuesto, en especial en contextos en los que la vivienda se vuelve un objeto de consumo y, por lo tanto, de necesaria comercialización: el “prestigio social” del centro comercial, por ejemplo, asociado a la mayor operación de vivienda colectiva bajo el marco de la actual ley 18.795 (Torres de Nuevo Centro) probablemente tenga algún vínculo con esto. Y cuando el segundo mayor emprendimiento, Grand Bulevard, en Bv.Artigas y Garibaldi, apela para casi 300 viviendas a un único hall con escaleras mecánicas, evidentemente no pretende referir ni remotamente a la idea del barrio obrero inglés implícito en muchas cooperativas de los años 70; el destinatario imaginado no es (ni somos) un grupo articulado con intereses comunes (las cooperativas de vivienda en Uruguay en general, y en particular de ayuda mutua, han estado fuertemente asociadas a sindicatos), sino individuos particulares con poco interés en la revolución social y siempre listos para ir de shopping.
Por lo tanto, detrás de cada uno de estos edificios subyacen múltiples dimensiones que tensionan el proceso de toma de decisiones del proyecto, a veces de forma evidente y otras de manera más indirecta o interpretable e incluso difusa, pero siempre el proyecto interactúa con un marco que lo limita y lo estimula a la vez. Allí radica el interés en identificar y comprender sus particularidades. Repasemos entonces las circunstancias específicas del caso de estudio.
La ingeniería institucional que participa en la gestión está configurada por la relación entre la Agencia Nacional de Vivienda (ANV) y la Comisión Asesora de Inversiones en Vivienda de Interés Social (CAIVIS), como asesores del Poder Ejecutivo.
La ley 18.795 y su correspondiente reglamentación constituyen el cuerpo normativo nacional que define mayormente el marco de producción del fenómeno en cuestión. Veamos pues las definiciones que impactan de alguna manera a nivel de proyecto, condicionando desde su localización hasta características muy específicas de las edificaciones.
La ley promueve la inversión privada en la construcción de hasta cien viviendas con la exoneración de impuestos y otros estímulos para inversores y primeros compradores, en suelos de categoría urbana, y excluye balnearios y áreas de vivienda de temporada; exige que los terrenos sean no inundables, estén libres de contaminación (especialmente plomo) y que dispongan de infraestructura externa frente al predio (fundamentalmente saneamiento). Para el departamento de Montevideo se definen áreas con diferentes condiciones de estímulos a la inversión, privilegiando las áreas centrales e intermedias y excluyendo a la faja costera de los mayores beneficios.
Sobre el tipo de unidades de vivienda, la reglamentación que rigió para los proyectos que se estudian establecía que al menos la mitad de las mismas fueran de dos dormitorios o más y se admitía que hasta un 20% de las unidades fueran monoambientes, pero sin beneficios impositivos. A partir de 2020 se ha liberado el número de dormitorios de las unidades, por lo que estrictamente un emprendimiento podría incluir únicamente viviendas de un dormitorio, e incluso se admite hasta un 25% de las unidades monoambientes y con los mismos beneficios (a partir de este cambio es de esperar por tanto que el proceso experimente cambios a corto plazo). Establece las siguientes áreas mínimas y máximas para las unidades de vivienda (estas áreas son las definidas en el cambio de reglamentación de 2020, pero no difieren significativamente de las anteriores que regían para la mayor parte de los proyectos en estudio):
1 ambiente 25-45 m2
1D 35-55 m2
2D 45-75 m2
3D 56-100 m2
4D 68-120 m2
En cuanto a las exigencias particulares para las unidades de vivienda, se establece como obligatoria la inclusión de una terraza de al menos 1.5 m2, se admite solo un baño en viviendas de hasta dos dormitorios, se define como opcional un segundo baño en las de tres, y como obligatorio en las de cuatro.
Las cocinas deben incluir al menos un metro cuadrado de mesada –que no puede ser de mármol–, revestimiento obligatorio y placar bajo mesada. Se exige la previsión de lavarropas, la protección de las aberturas, asegurar una transmitancia térmica de los cerramientos de no más de 0.85W/m2 K, así como un asoleamiento mínimo. Los proyectos con 20 unidades o más deben incluir un salón de usos múltiples de al menos 35 m2. No se admiten aberturas de chapa doblada o hierro, derrame libre en cubiertas cuando superen los dos niveles, y no se permite incorporar un segundo ascensor en caso de edificios de hasta dos plantas sobre planta baja. Los proyectos pueden incluir, además de obra nueva, el reciclaje de construcciones existentes o la recuperación de estructuras que presenten un abandono de al menos cinco años, para las que se flexibilizan las condiciones normativas a los efectos de promover su reuso.
Por otro lado, las disposiciones de la normativa nacional acerca de la prevención y el combate de incendios han implicado algunos cambios recientes y significativos a nivel de proyecto, que se manifiestan especialmente en el diseño de las escaleras colectivas, que deben ser compartimentadas, con puertas cortafuego entre la escalera propiamente dicha y los espacios de circulación (paliers, hall, etc.), y que debe incluir un área de rescate para discapacitados (este espacio debe medir 0.80 x 1.20 m, Digesto Municipal. Artículo R.1894.7).
Los condicionamientos de la normativa municipal para Montevideo pueden resumirse como referentes a la forma urbana, a la vivienda propiamente dicha, a la incorporación de otros usos, y a las condiciones de accesibilidad universal.
Con respecto a la forma urbana la normativa asigna una edificabilidad máxima, a partir de definir un Factor de Ocupación de Suelo (FOS), un factor de Ocupación Total (FOT), una altura máxima, retiros, dimensiones mínimas de patios, profundidad máxima de la edificación (las edificaciones pueden tener como máximo 30 m de profundidad, o el 38 % del ancho de la manzana, por encima de los 13,50 m de altura, Decreto Municipal N° 223.165) o eventuales gálibos. Orienta la expresión de las edificaciones hacia la calle con coronamientos, la proporción máxima de salientes (los cuerpos cerrados salientes pueden afectar como máximo al 40 % de la superficie de la fachada, Digesto Municipal. Artículo D.3261) o la proporción de huecos máxima. Con respecto a la vivienda en sí, define dimensiones mínimas de locales y condiciones mínimas de iluminación y ventilación, así como anchos mínimos para las circulaciones comunes (alturas de 2,40 m de altura para espacios principales y 2,2 m para espacios secundarios –baños, cocinas y circulaciones–; las circulaciones comunes deben tener un ancho mínimo de 1,20 m, y 1,40 m cuando superan los siete metros de largo).
Desde el punto de vista del programa de los edificios de vivienda, la inclusión de estacionamientos en una de cada dos viviendas o una cada cuatro (dependiendo de la zona y eximiendo de esta exigencia cuando resulten menos de cuatro) constituye el condicionamiento más significativo. Esto implica una diferencia notoria con respecto a edificios de las décadas anteriores; a modo de ejemplo, las torres Propios y Bv. Batlle y Ordóñez, con más de 130 viviendas, no incluyen ni una sola plaza de estacionamientos.
Se habilita la construcción por encima de la altura máxima normativa hasta 60 m2 que deben ser de uso común (desde 2020 también habilita que estos espacios ocupen hasta el 30% de la planta). Algunos locales de uso común aparecen con frecuencia en este tipo de emprendimientos, como lavadero o gimnasio, como necesidad de complementar la oferta comercial más que por exigencia normativa. Además, desde 2014 (en Montevideo) los edificios de más de cuatro unidades de vivienda deben posibilitar una accesibilidad universal, lo que ha impactado en particular en las mayores dimensiones de los baños, y en la no existencia de desniveles entre la vereda y los halles, por ejemplo.
En lo que respecta a la forma de construir, el fenómeno no es estrictamente asociable a cierto sistema de producción material específico, o al menos no con la nitidez que las cooperativas de ayuda mutua se asociaron a la prefabricación liviana o los bloques exentos en altura a experiencias de prefabricación pesada. Es observable, empero, que ciertas soluciones técnicas se generalizan y se consolidan como un conjunto articulado que, con variantes, termina por asociarse a las soluciones tipológicas. Los revestimientos de revoque monocapa, las losas sin vigas, las aberturas “monoblock” de aluminio, el uso del yeso, ya sea como complemento de mampostería tradicional o como solución íntegra de la tabiquería, caracterizan y diferencian a las edificaciones del caso de estudio.
Mucho más difusa puede ser la asociación del caso de estudio con imaginarios, ya sean más o menos cultos, por la naturaleza mucho más esquiva del propio concepto. Sin embargo, pueden aventurarse algunas pistas, como ya anticipamos a partir de prestar atención a unas escaleras mecánicas. Estos proyectos no son solo proyectos de vivienda, el “programa” es un emprendimiento comercial que busca –antes que producir vivienda– multiplicar capital, y en este contexto es que estas operaciones deben analizarse y entenderse. Por ejemplo, el protagonismo de ciertos espacios de representación social, como los accesos, o ciertas amenities (expresión del ámbito comercial que refiere a los servicios comunes de los edificios), apela a estos imaginarios para promover la operación comercial, que debe ofrecer siempre “algo especial”. El hall transparente, visible desde la calle, con cierto equipamiento pretendidamente suntuoso, eventualmente con alguna intervención artística, remite a los edificios de vivienda agrupada de los barrios de clase media alta (Pocitos, Punta Carretas), donde además de resolver un espacio de uso es necesario representar el modo de vida distendido de sus habitantes, prósperos y a veces también cultos.
Por otro lado, que se trate de operaciones en general de entre 40 y 80 viviendas, en predios entre medianeras no necesariamente excepcionales, es resultado de un marco concreto que prioriza esta forma por sobre los grandes conjuntos, viviendas aisladas o en la periferia. El modelo claramente no son los Euskal Herría o Parque Posadas de los 70, ni los núcleos básicos evolutivos de los 90. El urbanismo de los 80 subyace en las normativas y las políticas recientes y sus rastros son evidentes: la manzana de borde cerrado, con corazón de manzana libre, de fachadas preferentemente articuladas, con avenidas y puntos particulares jerarquizados con mayores alturas, de las que preserva a “zonas caracterizadas”, son algunas de ellos.
Oswald Mathias Ungers, Block 1 IBA, Berlín, 1987.
Huelga decir que, detrás de este mecanismo de promoción de inversiones privadas con apenas cierta regulación estatal, retoza la doctrina del liberalismo económico hegemónico, y esto se refleja no solo en la individualidad de la operación sino también en su expresión arquitectónica. La ciudad burguesa es el modelo en un sentido amplio. Aquella hecha de pequeñas y medianas intervenciones insertas en la trama, todas ellas más o menos equivalentes, pero todas únicas. Las virtudes del modelo derivan en parte de ese cuerpo de ideas que hunde sus raíces en la ciudad liberal del siglo XIX, hasta llegar quizás al palacio renacentista.
De forma simétrica, la apelación al mercado determina también las limitaciones del modelo, para el que es necesario que la arquitectura en tanto disciplina y el Estado como operador renuncien al proyecto totalizador. Esto implica que no haya una prefiguración del resultado en términos globales, más allá de las previsiones genéricas de la normativa.
Como vimos, por tanto, las particularidades del fenómeno de estudio tienen explicaciones más o menos nítidas. Algunas de ellas incluso pasibles de debate en la medida que no se trata de siempre de cuestiones absolutas. Pero identificar incluso las evidentes, no como anécdotas sino como cuerpo articulado, permite entender los proyectos como algo más que voluntades aisladas.
Que la mayoría de los proyectos incluyan entre 30 y 80 viviendas y que estén compuestos por el máximo posible de unidades de un dormitorio se corresponde tanto con un marco regulatorio como con la lógica del mercado; que tres de ellos partan de “esqueletos” existentes (proyectos 74, 214 y 269) obedece a una política expresa que promueve este tipo de operaciones; que se minimice la cantidad de escaleras y maximice la cantidad de viviendas a las que sirven tiene que ver con el alto costo relativo de las escaleras; esto se vincula a su vez con la profusión de las viviendas mono-orientadas, y esto con las recurrentes cocinas interiores, que se traducen en la infinidad de ductos que emergen en las azoteas.
Que todas las viviendas cuenten con terrazas resulta de la reglamentación de la ley 18.795, que lo vuelve obligatorio, y en la medida que las cocinas son en su mayoría interiores, en general una misma terraza resuelve todos los matices de la expansión exterior de la vivienda. La consecuencia es la superposición de usos y los equipamientos asociados: tendederos, unidades exteriores, muebles de exterior, bicicletas, elementos de limpieza. Entre las imágenes de venta de los edificios y la de ellos habitados se interpone el uso cotidiano. Los distendidos personajes de los renders dejan paso a la cotidianeidad, inevitablemente menos glamorosa.
Sirvan de ejemplo por tanto algunas de estas relaciones y –sobre todo– sus contradicciones intrínsecas, para entender la relevancia de darle a todas ellas esta expresión de manual, aun cuando si algo caracteriza al proyecto es que no sigue ni puede pretender seguir instrucciones. Igualmente cierto es, sin embargo, que tampoco opera ni puede pretender operar desde la torre de marfil. Necesita la resistencia del aire para volar.
4-Un edificio es un número
Mientras en el relato precedente se hiciera un registro selectivo de operaciones previas de vivienda agrupada, se despliega aquí un relevamiento exhaustivo en lo que respecta a las operaciones recientes bajo el marco de la ley 18.795 en el polígono antedicho, definido por Bv. Artigas, Av. Italia, Av. José Pedro Varela y Bv. Batlle y Ordóñez. Como ya se explicó, se incluyen los proyectos inmediatos a Bv. Batlle y Ordóñez hacia el este (proyectos 20, 43, 126, 127, 351, 615, 622 y 741) y los únicos cuatro al sur de Av. Italia (proyectos 44, 158,177,532 y 605).
Criterios del registro
Se registran todos los proyectos promovidos por la ANV hasta julio de 2020, a partir de la información disponible online. Más del 95% de ellos están construidos o en proceso de construcción. Los escasos proyectos del listado que no han empezado su construcción (por lo que estrictamente no es seguro que se concreten) son, además de escasos, pequeños, por lo que no se discriminan, ya que no alteran significativamente las cantidades y, por otro lado, al menos muestran iniciativas que han superado ciertos pasos burocráticos y completan por tanto el mapeo general del fenómeno.
Cada proyecto se identifica con el número asignado en la ANV, ya que ello permite, además de identificarlos inequívocamente, informar sobre el orden cronológico, al menos en lo que refiere al momento de la aprobación de su promoción. En los casos que un nombre comercial se asocia nítidamente con el emprendimiento se recurre a él como identificación complementaria. Esto es particularmente frecuente y útil en los proyectos de mediana y gran escala.
Entre las imágenes de venta de los edificios y la de ellos habitados se interpone el uso cotidiano. Los distendidos personajes de los renders dejan paso a la cotidianeidad, inevitablemente menos glamorosa.
Las 2.941 viviendas promovidas se distribuyen en 79 proyectos, 18 de ellos “grandes” (más de 50 viviendas), 26 medianos” (más de 20 y hasta 50 viviendas), 35 pequeños (20 o menos) (la categorización es de la propia Agencia Nacional de Vivienda). En cantidad de viviendas significa que más del 60% de las viviendas promovidas en el área se concentra en proyectos “grandes” y poco más del 10% se desarrolla en proyectos pequeños. Solo dos proyectos superan el límite superior establecido por la reglamentación (para lo cual debieron solicitar las excepciones correspondientes): los proyectos 231 (Torres Nuevocentro), con 422 viviendas, y 520 (Grand Boulevard) con 247. Los proyectos promovidos incluyen además 1.548 plazas de estacionamiento.
Parámetros del registro
A los efectos de la comparación de los diferentes proyectos promovidos, y de estos con los antecedentes seleccionados, interesa obtener un valor numérico asociado a las formas concretas, de manera de poder especular en términos de la capacidad de ciertas formas genéricas. Es así que se define la densidad potencial como la relación entre la cantidad de viviendas y los habitantes hipotéticos por vivienda, y el suelo necesario, entendido como el predio en sí mismo y la correspondiente cuota parte del área de espacio vial requerido (vereda y media calle).
A esos efectos resulta necesario definir con precisión:
Hogar promedio
En la ciudad de Montevideo la cantidad de integrantes por hogar varía entre dos personas en Ciudad Vieja y tres en la periferia, mientras en las áreas intermedias ronda los 2,5 habitantes. A los efectos de la modelización se asume este último valor como hipótesis verosímil. El concepto de Hogar a los efectos de los Censos del INE no es estrictamente asimilable al de vivienda, ya que refiere a personas que comparten presupuesto de alimentación, por lo que podrían convivir en una misma vivienda más de un hogar. De todos modos, a los efectos del presente trabajo se asume que asimilar ambos conceptos no violenta la realidad numérica en términos significativos.
Cantidad de viviendas
En la cantidad de viviendas se incluyen las viviendas promovidas y también los monoambientes incluidos en el proyecto, que surgen de la base de datos de la ANV. En el caso de los edificios de otros períodos se trata de un relevamiento propio. La reglamentación de la ley hasta su modificación en 2020 no permitía exonerar de impuestos por concepto de monoambientes, por lo que en el registro no tienen un peso significativo (hay 93 monoambientes que se agregan a las 2.941 viviendas promovidas, totalizando 3.034 unidades, por lo que representan solo el 3% del total).
Área y frente de predio
Se toma la registrada en el SIG de la Intendencia de Montevideo como área de padrón, por lo que incluye retiros frontales y otras áreas no edificables.
Ancho de calle
Se toma como la distancia entre los dos límites de predio indicada en el SIG de la Intendencia de Montevideo, por lo que incluye calzada y vereda.
La densidad potencial (dp) representa por tanto una densidad hipotética, es un supuesto, un indicador que ilustra y permite comparar formas diferentes y especular sobre la eventual aplicación de los diferentes modelos en tanto se vuelven patrón de repetición.
Implica evidentemente una simplificación violenta de la realidad (por ejemplo, supone una ciudad 100% residencial), pero útil en tanto se hace siempre con los mismos criterios.
En las fichas realizadas se registran 30 de los casi 80 edificios promovidos en el área. Se detallan los datos básicos de cada uno, y se dibujan a la misma escala a los efectos de visualizar las implicancias de los datos. Estos insumos fueron producidos básicamente por los estudiantes de los cursos de Proyecto y Proyecto Edilicio Básico del Taller Berio, como parte del segundo semestre de 2020, dedicado al proyecto de vivienda agrupada, y como ejercicio de generación de insumos para el proyecto.
Edificio en Av. Dr. Luis Alberto de Herrera y Joanicó.
05- Distopías proyectuales
“Esta es la mejor razón para estudiar historia: no para predecir el futuro, sino para desprendernos del pasado e imaginar destinos alternativos. Desde luego, esto no supone la libertad total: no podemos no estar moldeados por el pasado. Pero algo de libertad es mejor que ninguna”. Homo Deus, Yuval Noah Harari
Como hemos visto, el fenómeno en cuestión tiene unas dimensiones que en sí mismas lo hacen relevante. Como hemos visto también, es algo más que una cantidad significativa de viviendas o altas densidades: una específica y compleja confluencia de circunstancias moldea sus formas. ¿Por qué no preguntarse entonces cuáles otras formas podría haber adquirido el fenómeno en caso que esta confluencia hubiera sido diferente?
Mientras el historiador tiene prohibida la tentación contrafáctica, quien proyecta fundamenta su acción en el “what if?” Entre sueños y pesadillas, el proyecto manipula realidades, selecciona fragmentos, combina antiguos componentes de forma novedosa, inventa otros dispuestos en orden conocido. Ensayos y errores (especialmente estos últimos) son necesarios para iluminar su camino tortuoso, que permite arribar eventualmente a “destinos alternativos”.
Le Corbusier, 1935: París, Buenos Aires y Nueva York a la misma escala y con sus densidades.
Es así que no solo podemos permitirnos imaginar, sino que estamos obligados a ello.
Si todo Montevideo se hubiera desarrollado homogéneamente con la densidad de Punta Gorda (20 hab/ha) el departamento entero hubiera sido urbanizado, contra el 40% actual. Es decir que no dispondría de área rural, aquella que abastece más de la mitad del consumo de hortalizas de hoja del país – “con menos de la milésima parte de la superficie productiva del país se estima que aporta más del 3% al producto bruto agropecuario nacional. Proviene del área rural de Montevideo más de la mitad del consumo nacional de hortalizas de hoja (lechuga, acelga y espinaca); más de la cuarta parte de las manzanas, duraznos, peras y ciruelas, así como importantes porcentajes de la producción de limones, uvas y tomates” (Montevideo Rural, Intendencia de Montevideo).
Si, por el contrario, la población de Montevideo se dispusiera con la densidad media de Pocitos (213,4 hab/ha), podría ocupar sólo el área comprendida por Bvar. Artigas, los barrios costeros, Unión y Malvín Norte, por ejemplo. Al ser un área más reducida pero con la misma población, sería quizás servida por un par de líneas de metro, los arroyos Pantanoso y Miguelete regarían con agua prístina productivos emprendimientos en sus bordes, en los que pasaríamos algunos días al año haciendo turismo rural, cuando no estaríamos de caminata –que llamaríamos trekking– hasta la cumbre del Cerro, donde la fortaleza sería el único rastro de acción humana. Aún más, si la población de Montevideo se concentrara con la densidad del Ensanche de Barcelona, podría limitarse al área central, Pocitos, Punta Carretas y Parque Batlle.
(…) una específica y compleja confluencia de circunstancias moldea sus formas. ¿Por qué no preguntarse entonces cuáles otras formas podría haber adquirido el fenómeno en caso que esta confluencia hubiera sido diferente?
Dejamos al lector que elabore la fantasía propia correspondiente, tan bucólica como lo desee. Es evidente que estas especulaciones desconocen la enorme cantidad de variables que intervienen en los procesos de desarrollo urbano, y reducen la problemática a una aritmética simple que no es aplicable en términos operativos: así no se planifican las ciudades ni se conducen sus cambios. De todos modos, es igualmente evidente que, en la medida que los resultados no son accidentales ni caprichosos, en ellos intervienen, entre otras cosas, las prefiguraciones más o menos explícitas que los diversos agentes entienden como deseables.
Aquello que hemos llamado imaginarios se hace visible en estas caricaturas, y resulta un sustrato de soporte imprescindible para el desarrollo en cualquier sentido.
De forma análoga, es posible especular a partir de suponer como dato fijo las tres mil viviendas del fenómeno de estudio, y operar con las formas que podría haber adquirido.
¿Es razonable toda esta ingeniería institucional, esta energía dispersa en cientos de proyectos? ¿No se resolvía la misma cantidad de viviendas, por ejemplo, con unas pocas torres?
Si identificar la pesadilla detrás del sueño suburbano no es suficiente, y “debemos convertir la necesidad en deseo”, deberíamos ser capaces de responder a estas preguntas, así sea para desactivar la pesadilla simétrica. Por lo tanto, sigamos: ¿qué hubieran implicado tres mil viviendas en un modelo de torres exentas? Utilicemos como elemento conocido las torres de Propios y 8 de Octubre (y repitámoslas hasta completar tres mil viviendas): se requerirían 44 torres, que ocuparían 48.708 m2 de superficie.
¿Y si el modelo hubiera sido, por el contrario, el de mínima altura con desarrollo hacia el interior de la manzana, con corredores al fondo? Se extendería en una superficie de 149.328 m2. O tomemos alguno de los edificios actuales como dato, por ejemplo, el edificio Ventura 810 (proyecto 681), en Av. 8 de Octubre y Pedro Olmida, con sus siete pisos, dos patios, y 54 viviendas en 17,3 metros de frente.
Edificio Ventura 810, Av. 8 de octubre y Pedro Olmida. Fuente: Grupo Ventura.
¿Qué implica cada uno de estos modelos en términos de consumo de suelo? Algunos resultados solo confirman las presunciones más obvias: a mayor altura más densidad, por ejemplo. Empero, una mirada más atenta demuestra que esta relación está lejos de ser lineal. El modelo de torres es sorprendentemente no mucho más denso que el modelo “ANV” con siete pisos. Del mismo modo llama la atención que el modelo del corredor al fondo implique una densidad potencial tan alta como la densidad promedio de Pocitos. O que los bloques sueltos impliquen un tan alto consumo de suelo, a pesar de su naturaleza concentradora.
Es igualmente ilustrativo que las imágenes resultantes se parezcan mucho más a las peores pesadillas que a los sueños más deseables. Las ciudades son, afortunadamente, más diversas e impredecibles, hechas en procesos en el tiempo, y de diferentes tipos de cosas. Espacios públicos, equipamientos e infraestructuras se integran en muy diferentes proporciones y asumiendo muy diversas formas.
Aun así, estas figuraciones esquemáticas y simplificadoras hasta la caricatura de algo mucho más complejo, arrojan acaso un poco de luz sobre lo que hacemos. Nos permiten ver, por ejemplo, que, a partir de decisiones más o menos explícitas, se han descartado soluciones: es claro que no se apuesta a los bloques en el verde, ni a las viviendas individuales en su lote; que subyace la idea de que vale la pena completar la ciudad existente, seguir sus pautas tipomorfológicas, además de que es explícita la intención de dirigir las intervenciones a ciertas áreas y no a otras. Es posible también que estas especulaciones hagan visible las virtudes del modelo: estos edificios y el conjunto que generan no conforman sectores de ciudad ajenos y diferenciados. Es más, en general se pasa frente a ellos sin interpretar que lo que allí sucede es algo especial.
Es igualmente ilustrativo que las imágenes resultantes se parezcan mucho más a las peores pesadillas que a los sueños más deseables. Las ciudades son, afortunadamente, más diversas e impredecibles, hechas en procesos en el tiempo, y de diferentes tipos de cosas.
Resulta interesante confrontar el resultado de este modelo, por ejemplo, con el del sistema cooperativo, usualmente valorado desde los ámbitos no sólo académicos como modelo de promoción de integración social, pero que no pocas veces ha terminado adquiriendo características de gueto, con dinámicas propias y diferenciadas con respecto a su entorno inmediato. Que la forma de intervenir en la ciudad con inversiones privadas bajo la salvaje ley del mercado resulte en una ciudad más integrada que las operaciones que apuestan a la propiedad colectiva resultaría una conclusión definitivamente apresurada y probablemente equivocada, ya que, en principio no se trata de fenómenos estrictamente comparables: en un caso hablamos de viviendas para sectores medios y otros apuntan a sectores populares; unas suelen insertarse en áreas más consolidadas que otras, con cualidades urbanas previas donde la integración resulta más o menos natural. Pero, en cualquier caso, deja al menos la puerta abierta a sacar algunas conclusiones que por obvias no debieran dejar de formularse: definitivamente el proyecto de vivienda no es solo el edificio sino sobre todo el tipo de relación que éste establezca con la ciudad; relación que tiene que ver con la solución de la operación particular y con la definición de la política general que la propicia.
Del mismo modo, que estos proyectos y su aparentemente aleatoria distribución (como vimos, siguen por el contrario una lógica bastante precisa) hayan servido para completar un proyecto urbano como el de la Avenida Libertador –nada menos que un siglo después– ilustra quizás el potencial de combinar políticas generales de promoción de inversiones privadas con proyectos generales más integrales.
Del mismo modo y, con una visión de futuro, cabe preguntarse por la utilización de estas herramientas para la transformación intencionada de áreas concretas de la ciudad.
A modo de ejemplo y para terminar: la gran vacante que deja la relocalización del Mercado Modelo, ¿no podría acaso ameritar que se alinearan políticas municipales y nacionales a los efectos de la transformación del área? Si se asume que la vivienda es uno de los componentes fundamentales de cualquier intervención en esa área, y siguiendo con la simplificación grosera de la realidad: ¿podría haber sido esa el área destino de las tres mil viviendas en cuestión? ¿Y si lo fuera de las siguientes tres mil?
RA y PK
Ver la primera parte en el número 235.
Rafael Alanis es arquitecto de la FADU – UDELAR (2011), donde ejerce la docencia. Ejerce la profesión en el estudio OMM. Ha obtenido varios premios en concursos de arquitectura y participa en proyectos de investigación.
Pablo Kelbaukas es arquitecto de la FADU – UDELAR (2017), donde ejerce la docencia e integra la Asamblea del Claustro. Ha obtenido varios premios en concursos de arquitectura, participa en proyectos de investigación y ha realizado varias publicaciones. Ejerce la profesión en el estudio Cesio-Oliveira y como arquitecto independiente.
“El ensanche de Barcelona incluye 498 manzanas”. El Ensanche Central ocupa 819,1 hás., de las cuales el 36% corresponde a viales, el 5,27% a espacios libres y el 7,32% a equipamientos. La población censada es de 308.340 habitantes, con una densidad poblacional de 376 habitantes/ha, a los que corresponden 1,4 m2 de espacio libre por habitante y 1,94 m2 de equipamiento por habitante (parámetros considerados muy bajos). La edificabilidad de la manzana tipo se encuentra en los 4,89 m2 de techo edificado por cada m2 de suelo, el techo residencial ocupa el 55,89 % y el no residencial el 44,11 %”. El ensanche de Barcelona: objeto y oportunidad. Montserrat Bosch González, Inmaculada Rodríguez Cantalapiedra).
“Un proyecto urbano como el de la Avenida Libertador”: hace referencia a la Diagonal Av. del Libertador Brigadier Juan Antonjo Lavalleja, que vincula la principal avenida de Montevideo, 18 de Julio, con el Palacio Legislativo, inaugurado en 1925. La apertura del eje vial monumental requirió la demolición de cientos de edificios y el trauma en el tejido es observable hasta el día de hoy, ya que no llegó a completarse el nuevo trazado con edificaciones de la altura prevista.
Algunas referencias:
FARMAX.
Density, A+t.
Why Density?, A+t.
¿Cómo vivimos?, Taller de vivienda – Workshop Santiago, Johanna Muszbek, Jocelyn Froimovich.
De la manzana al bloque, Panerai y Castex.
El edificio de renta como tipo arquitectónico generador de ciudad, Susana Antola, Cecilia Ponte, 1997.
Emergentes urbanos, Revista Elarqa, Editorial Dos Puntos.
Edificios residenciales en Montevideo, Editorial AYD.
Dónde vivimos los uruguayos, Jack Couriel, Jorge Menéndez.
La legislación de la vivienda popular en el Uruguay del siglo XX, Graciela Laura Aristondo Martin.
Vivienda envolvente hueco, José María De Lapuerta, Fernando Altozano.
Mart Stam’s trousers, Stories from behind the Scenes of Dutch Moral Modernism, Crimson.
Teoría del Proyecto, Helio Piñón.
Homo Deus, Yuval Noah Harari.