Las principales ciudades argentinas se han caracterizado por conformar un sistemamacrocefálico, tanto en la estructura urbana regional o nacional como en la organización interna de cada centro urbano. A lo largo de la historia, a través de políticas de planeamiento directo o coyunturas político-económicas, se ha consolidado una estructura sometida a la tensión constante entre un centro híper-densificado, saturado o colapsado, que concentra las actividades de servicios, y una periferia funcionalmente atrofiada, que se extiende por el territorio circundante y que depende fuertemente del centro urbano para su funcionamiento.

La ciudad de Córdoba (arriba) y las ciudades de Buenos Aires y Rosario (abajo),
donde se observa la típica forma de “carpa” producto de áreas centrales hiper-densificadas y
periferias de densidad mínima sin solución de continuidad.
En este modelo urbano pueden leerse varias influencias:
- El trazado colonizador español, que perpetuó la cuadrícula que se impone como un esténcil sobre el territorio, y que produce un conflicto entre la organización abstracta y la realidad física del terreno. Este trazado produce una trama anodina,fragmentada por los diferentes accidentes topográficos o elementos de infraestructura urbana, sin solución de continuidad.
- La arquitectura colonial de origen español, pero con fuerte influencia mudéjar. Esta es la arquitectura que produce un tejido compacto, donde la separación entre el espacio público -la calle, la plaza, el mercado- y el espacio privado -la vivienda, el lugar de trabajo- está bien definida y materializa un cierre continuo que define las manzanas en la cuadrícula, creando un límite concreto entre la calle y el interior de las mismas. Además, se configura el corazón de las manzanas como una sumatoria de espacios ajardinados de carácter privado aislados entre sí.
- El barrio suburbano inglés -que a su vez toma elementos de los distintos modelos utópicos de ciudad jardín-, con su concepción higienista de una casa unifamiliar con amplio jardín por lote, que generó barrios residenciales monofuncionales donde el tejido incorporó el jardín delantero -reforzando aún más la separación entre el espacio público y privado-, y se restringió la localización de actividades productivas o de servicio -una restricción más o menos absoluta de acuerdo a la condición socio-económica de la población de cada sector.

Este modelo expandió la trama urbana a una velocidad cada vez mayor, al reducir progresivamente la densidad de ocupación del suelo, y acrecentó la dependencia funcional de la periferia residencial con respecto al centro, congestionando cada vez más la infraestructura de conexión y transporte, y saturando el centro urbano, cuyo crecimiento se ve impedido al estar rodeado de tejido residencial de baja densidad.

Fuente: historiacocina.com
No debe olvidarse la influencia negativa que tuvieron los primeros ejemplos de vivienda multifamiliar que aparecieron durante la segunda mitad del siglo XIX en las ciudades, para albergar a los crecientes grupos de inmigrantes que llegaban a las ciudades. Desgraciadamente, estas tipologías -los “conventillos”- son el símbolo de la vivienda multifamiliar de la época, y sirvieron para estereotipar a la vivienda colectiva como la causa de numerosos conflictos sociales, promover condiciones de vida insalubres y deterioro de la estructura urbana, por lo que todos los modelos reguladores posteriores se concentraron en evitar tipologías multifamiliares hasta entrado el siglo XX, donde, sin escalas intermedias y gracias a la presión de grandes inversores privados, hizo su aparición la torre de departamentos de alta densidad -por supuesto, ubicada casi exclusivamente en el ya congestionado centro de la ciudad.

monofuncionales de la ciudad jardín de alta densidad.
Sumado a todo esto,debe reconocerse la importancia de la incorporación del zoning -heredero de los modelos del CIAM- como un instrumento regulador de la “calidad urbana”, pero también como herramienta para lograr sectores urbanos homogéneos funcionalmente -y también social y económicamente- sin conexión entre sí, pero siempre dependientes del centro de la ciudad.

y corredores que lo articulan con la periferia.
Analizando la historia del planeamiento de estas ciudades, se hace evidente que los modelos urbanos mencionados van articulándose sucesiva y simultáneamente, formando una suerte de palimpsesto. Sin embargo, es evidente que los modelos utilizados van reduciéndose cada vez más, hasta acotar las alternativas de desarrollo de tejido a dos modelos:
- Por un lado, el modelo de alta densidad ubicado en el centro de la ciudad. Este modelo fue posteriormente incorporado en los ejes de conexión centro-periferia. Esta decisión, que en un principio intentó descongestionar el centro, sólo reforzó la tensión en las vías de conexión urbanas -ya colapsadas debido a los intensos movimientos pendulares centro/periferia de la población-, sin presentar una verdadera alternativa de descentralización.
- Paralelamente, el modelo de “una vivienda por parcela con patio y jardín“, donde el tamaño de la parcela y la relación de espacio verde con respecto al construido, así como la homogeneidad socio-cultural-económica, son los factores que imperan frente a otros como la cercanía a servicios y equipamiento, espacio público, diversidad cultural-funcional, etc.
Los dos modelos conviven simultáneamente en la estructura urbana sin solución de continuidad ni propuestas intermedias. La fragmentación urbana originada por la incompatibilidad de la cuadrícula con el territorio y la presencia de las vías de conexión centro-periferia (que dividen la trama urbana en vez de conectarla), se acentúa con la diferencia marcada entre los sectores definidos como residenciales -monofuncionales, de baja densidad- para cada grupo socio-económico, y los sectores designados para la localización de equipamiento y servicios.
La estructura urbana generada, entonces, es de tipo macrocefálica, donde la tensión entre el centro sobresaturado y la enorme periferia que crece cada vez más, parece no tener solución para evitar el completo colapso del sistema. Efectivamente, esta estructura -impuesta no sólo por las condiciones sociales y económicas, sino por la regulación de ocupación y uso del suelo urbano y las políticas urbanas- expulsa a la población a una periferia cada vez más lejana del centro del quesin embargo depende. El valor de la tierra urbana se dispara, así como los costos de movilidad e intercambio, y la oferta habitacional genera modelos cada vez menos diversificados, que no contemplan los requerimientos de la mayor parte de la población.
Frente a la tensión creciente que fatiga la estructura urbana cada vez más, el sistema ha generado una respuesta de tipo emergente. En efecto, esta “irritación” en el sistema se ha resuelto de manera informal. En un principio, se generó como una iniciativa de los propietarios de tierra urbana localizada en estos barrios -sobre todo en barrios consolidados hace varias décadas-, cuya oferta habitacional construida es casi obsoleta para la demanda actual, y su relación valor de mercado/valor de uso no es redituable, pero veían la oportunidad de hacer un uso más intensivo de cada parcela, aprovechando la superficie construible vacante incorporando nuevas unidades funcionales a la vivienda original para obtener una renta mayor. Pronto, distintos grupos socio-económicos que se veían excluidos del mercado formal de vivienda -debido a los altos costos del área central, y los costos aún más altos de movilidad desde la periferia, entre otros motivos- vieron la oportunidad que ofrecían estas propuestas, yeste tipo de intervenciones se consolidó como una forma segura de incrementar la renta de sus propietarios, y a la vez ofrecía un producto habitacional que se adaptaba a las necesidades de un grupo cada vez más numeroso de consumidores.
Este proceso de revitalización y renovación de los sectores periféricos a través de la micro densificación se concentra sobre todo en los sectores cuya localización dentro de la estructura urbana les otorga una “vocación” de centralidad: Los sectores del primer anillo pericentral, que por su ubicación estratégica tienen conexión directa con el centro de servicios -y bajo costo de conectividad-, y son parte de la primera etapa de expansión de la trama urbana, por lo que la red de infraestructura y servicios se encuentra completa. Además, son sectores que se localizan entre el centro de la ciudad y la periferia más alejada, en proceso de consolidación, donde la estructura de servicios y conexión no ha sido completada todavía.
Estos sectores intermedios fueron consolidados con el mencionado modelo de vivienda unifamiliar de baja densidad, pero la relación entre la superficie construida y la superficie construible ofrece la posibilidad de intervenir agregando unidades funcionales más o menos independientes de la vivienda original. Entonces, se genera un proceso de caracterizado por intervenciones sucesivas que aumentan la densidad de forma gradual y atomizada. Se trata de intervenciones individuales, no concertadas, que conforman una tendencia emergente.
Espacialmente, la trama se complejiza a través de la densificación individual de cada parcela, de acuerdo a criterios circunstanciales muy fuertes. Las intervenciones pueden actuar por adición, yuxtaposición, apilamiento a la unidad original, e incluso por esqueje de la misma en varias unidades funcionales nuevas o reemplazo de la construcción existente con la multiplicación de nuevas unidades en la parcela.Las intervenciones pueden realizarse mimetizándose, con un lenguaje armónico o en contraste con la unidad original. Por último, el uso residencial pierde su exclusividad, al incorporarse nuevas funciones que enriquecen el programa doméstico.



La particularidad es que en este proceso el grano del tejido construido del barrio mantiene su escala y carácter. Debido a las restricciones impuestas por la normativa, no se materializa un perfil continuo, sino que se completa la superficie construible vacante de cada parcela dentro de parámetros más flexibles.
Pero lo más importante es que estas intervenciones significan una mutación del tejido tradicional de estos barrios. Efectivamente, el tejido continuo se esponja y se vuelve más poroso, permitiendo el acceso al interior de la manzana. La conquista del espacio más privado del tejido se realiza de forma gradual. El espacio público -la calle- penetra hasta el corazón mismo de la manzana debido a cuestiones puramente funcionales -lograr el acceso a las nuevas unidades-, pero adquiere connotaciones simbólicas muy fuertes: se genera un nuevo espacio público de escala doméstica, un híbrido funcional que disuelve el filtro entre lo público y lo privado. El tejido de la manzana logra un cambio, y lo que estaba adentro ahora está afuera, en el ámbito privado. El tejido tradicional se perforó, se esponjó, y finalmente se dio vuelta de adentro hacia afuera -como si fuera una media-. Las fachadas más privadas son ahora la cara más visible del tejido, y articulan un nuevo acceso a los espacios más privados.

En esta conquista del corazón de manzana, las medianeras empiezan a convertirse en un elemento que obstaculiza el desarrollo. La medianera como paradigma del tejido residencial urbano pierde su pertinencia y da paso a mecanismos integradores, como la servidumbre de paso, que aceleran aún más la mutación del tejido.

uno de estos barrios, y que está ocupándose con usos recreativos o con nuevas unidades funcionales.
Nuevas formas de intimidad doméstica aparecen, y se generan espacios de sociabilidad e intercambio en estos nuevos intersticios. Los mecanismos de protección de la intimidad generados por la normativa demuestran su ineficacia y se tornan obsoletos frente a la nueva realidad doméstica.
La complejidad espacial es simultánea a la complejidad funcional. Las intervenciones aparecen como agregados más o menos independientes de la unidad inicial, o entre sí. Pero además incorporan nuevas funciones al tejido netamente residencial. No sólo aparecen nuevas unidades que funcionan como vivienda, sino que se incorporan espacios de trabajo y comercialde distinta escala que complejizan la oferta de servicios del barrio, tanto interna como a escala sectorial.Además, aparecen tipologías residenciales que no responden a las consagradas por el mercado de vivienda formal. Las nuevas configuraciones familiares, la movilidad social, los nuevos espacios domésticos y el teletrabajo son los factores que determinan las nuevas propuestas habitacionales.

Estas intervenciones pueden leerse como una solución a una situación de emergencia dentro del sistema, realizada de forma emergente por pequeños actores privados de manera atomizada -sin relación entre sí-. Este hecho, sumado a que son realizadas en un proceso desarrollado a lo largo del tiempo, de acuerdo a las necesidades específicas detectadas en la demanda, le otorga a estas intervenciones un carácter sumamente flexible para adaptarse a cada situación particular, incluso para ajustarse a nuevas condiciones generadas dentro del sistema urbano. Se da lugar a un proceso emergente de revitalización del tejido que aumenta su resiliencia funcional y socio-económica.

De continuarse este proceso, la complejización espacial y funcional del sector implicaría incrementar la cantidad de intercambios posibles, tanto internos como del sector con el resto de la ciudad.La simultaneidad y diversidad de usos permitiría consolidar el sector con un nuevo rol articulador de la periferia circundante. El proceso de revitalización del sector, aunque incipiente, permite inferir una posible descongestión funcional del área central aprovechando la capacidad de saturación que este sector posee, gracias a la infraestructura construida -infrautilizada- y a la superficie construible vacante.

La resiliencia de la estructura urbana de la ciudad aumenta en relación a la capacidad de funcionar de forma descentralizada y aumentar la complejidad de cada uno de los elementos del sistema, incrementando la suficiencia de cada uno de los sectores urbanos, y redistribuyendo las cargas en la estructura espacial y funcional. La tensión entre los distintos sectores de la ciudad -el centro, la periferia- se reduce al permitir la consolidación de sectores intermedios, tanto en densidad de tejido construido como en escala funcional, que articulan los fragmentos urbanos entre sí.
Sin embargo, es preciso determinar el nivel de saturación del sector, para evitar su colapso. ¿Hasta qué punto puede aumentarse la densidad de población y los intercambios producidos? ¿Cuál es el nivel de saturación de la estructura urbana, en cuanto a infraestructura de movilidad y redes de provisión de servicios, pero también en cuanto a calidad ambiental y urbana?
La planificación tradicional se ha centrado en la generación de modelos positivistas, en los que la ciudad debía funcionar como un sistema simple, concebido como la sumatoria de elementos de funciones y comportamientos claros y constantes, que podían regularse de manera directa. Estudiando el desarrollo real de las ciudades comprendemos que el sistema urbano es más complejo, y continuamente responde a la tensión generada por los lineamientos tecnicistas con procesos emergentes, que deben ser generados de manera informal, ya que son la respuesta a la irritación que produce la contraposición de la lógica normativa a la dinámica social, económica y espacial.
Este proceso de revitalización emergente del tejido urbano pone en evidencia la necesidad de incorporar nuevos conceptos a los procesos de planeamiento urbano. La inclusión de la diversidad y la escala intermedia -espacial y funcional-, la complejidad y aumento de la resiliencia del sistema permitirán un desarrollo más eficiente y sostenible de la estructura urbana. Sin embargo, el estudio de este fenómeno también muestra que se deben incorporar a las herramientas de planeamiento conceptos como la inmanencia de la estructura urbana, la simultaneidad de procesos y el grado de incertidumbre que caracterizan el desarrollo de sistemas tan complejos comoel evento urbano.
Pero como planificadores, no podemos abdicar de nuestro rol como ordenadores urbanos. Ordenadores no en el sentido tradicional de imponer modelos ideales a los que la realidad urbana debe acomodarse, sino en el sentido de lograr un desarrollo sostenible del sistema, donde los recursos son utilizados de forma eficiente, y tanto los costos como los beneficios generados son redistribuidos de forma equitativa dentro del sistema. Quizás es momento de modificar el paradigma de la planificación tradicional, e incorporar procesos no lineales, instrumentos que puedan retroalimentarse a lo largo del proceso, y sean lo suficientemente flexibles para adaptarse al cambio constante. La planificación determinista ha demostrado ser insuficiente, y muchas veces la causa de los males que pretende reparar. Sin embargo, un enfoque flexible, de tipo abierto, que combine las lógicas emergentes con las directivas y permita la reorganización constante pueda ser un paso más para resolver la situación de emergencia constante del sistema urbano.
SB
La autora es arquitecta y Magíster en Desarrollo y Gestión Habitacional (UNC). Ha combinado el ejercicio profesional en el área privada con trabajos como investigadora y asesora en planeamiento urbano. Actualmente se encuentra realizando un Doctorado en Estudios Urbanos como parte de un programa conjunto entre la Universidad Nacional de Córdoba y la Bauhaus Universität.Contacto: saraboccolini@gmail.com
Sobre el tema, ver también Barrios que no crecen en la sección POSICiones cordobesas de este número, y las POSICiones anteriores.
Sobre la renovación de la manzana urbana latinoamericana, ver también en café de las ciudades:
Número 46 | Lugares
Dos manzanas del Centro de Buenos Aires | Apuntes para una normativa urbana (II). | Mario L. Tercco
Número 116 | Cultura de las ciudades (II)
Nueva visita a la manzana de Buenos Aires | Una exploración urbana en la pintura de Miguel Jurado | Mario L. Tercco
Número 130 I Arquitectura y Proyectos de las ciudades (II) El híbrido urbano I La “manzana latinoamericana” de MVRDV para Emmen I Por Marcelo Corti