N. de la R.: El texto de esta nota fue escrito en abril del 2010 como epílogo para el libro 12 Arquitectos Contemporáneos, de Mariano Gómez Luque, Arístides Gómez Luque y Germán Godoy (págs. 241-242). Nobuko 2011. Universidad Blas Pascal y Universidad de Palermo. ISBN: 978-987-584-314-1.
Uno recorre sitios emblemáticos de Londres y encuentra siempre a Norman Foster. Si llega por el aeropuerto de Stansted, en el British Museum, en el puente del Milenio que conecta con la Tate Gallery, en el City Hall a orillas del Támesis o saliendo de la Estación de Canary Wharf cerca de los Docklands. En la city bancaria, pensando si le gusta más el purismo del “pepino” o la siempre conmovedora y barroca complejidad de la Lloyds de Richard Rogers, contemporáneo y amigo de Foster. Y si se llega al Tibidabo en Barcelona lo vuelve a encontrar en la Torre de Comunicaciones del Collserola, o coronando el “triunfo aliado” en el Reichstag en Berlín, con un símbolo más duradero que la bandera roja del Ejército Soviético flameando sobre sus ruinas. Es una manera muy británica de “estar en el mundo”, extendida luego a Hong Kong, Abu Dhabi o Beijing y a varias ciudades de la Unión Europea.
Viene de lejos esa pasión por el acero y sus forjados. Quizás arranque en el movimiento arts & crafts, pasando por el Crystal Palace de Joseph Paxton y la tradición industrial inglesa, especialmente de su etapa imperial y sus enclaves coloniales. Así se diseminaron por el mundo puentes y diversas estructuras manufacturadas en las acerías británicas: estaciones ferroviarias, barcos, armamentos, aviones y souvenirs deportivos (especialmente en la fórmula uno) de la mercancía reina, como llamaba Tomás Maldonado al automóvil en el siglo XX. Desde esa tradición industrial del acero y de las tecnologías de la artesanía avanzada operan grupos como Foster + Partners. Tiene el mismo romanticismo exquisito y a la vez declinante de Rolls Royce y Bentley (ahora propiedad de BMW y Volkswagen, respectivamente). Son productos premium para un mundo en crisis de sentido. Son celebraciones de la creatividad humana y su cultura tecnológica. Son manufacturas de taller, alejadas del “in situ”, aunque siempre singulares. Siempre piel y huesos. Y a veces buenos bíceps.
Otra vertiente es esa obsesión por la captura de la luz y el sol que se puede entender al recorrer Londres y encontrarse con esas extrañas plazas en el cruce de dos calles, esos oasis insulares de naturaleza donde los oficinistas ingleses almuerzan al mediodía aprovechando el sol escaso que tiene la latitud londinense. Quizás esa captura pasiva de lo que hace mucho Reyner Banham denominaba la “arquitectura del entorno bien climatizado” ha ido mutando poco a poco a la idea de “sustentabilidad”, como dispositivos de autosuficiencia. Como sea, se mantiene en pie cierta confianza extrema en las tecnologías avanzadas como condición de materialidad. Es, en definitiva, una confianza en las utopías tecnológicas de Richard Buckminster Fuller y de los Archigram donde abrevan estas arquitecturas del expresionismo tecno.
Pero es algo más. Al leer los nombres de los principales diseñadores de la Fórmula 1 se encuentra que en todos los equipos (Ferrari, Mercedes, Renault, McLaren, Williams, etc.) están los diseñadores ingleses, una mezcla de artesanos con high tecnologhy: Ross Brawn, Ron Dennis, Adrian Newey, continuadores de figuras legendarias como John Cooper y Colin Chapman. La influencia en todos ellos vino de la aeronáutica, un ADN grabado a fuego por el heroísmo de la RAF (Royal Air Force) y sus recordados Spitfire de la 2ª Guerra Mundial. Eran infancias de “mecanos” y aviones para armar. La concepción estructural sobredetermina estas construcciones de objetos móviles, sean naves industriales, voladoras ó flotantes, torres o puentes. Y con ella llegan el túnel de viento y las nuevas aleaciones. Y por cierto, estos dispositivos arquitectónicos a lo Foster & Partners. Es en esa sobredosis estructural que encontramos líneas de deseo que nos conducen a Foster desde la Estación de Retiro a la sede de McLaren en Woking.
Ahora quizás nos intenten conducir a nuevas utopías, como la plug-in-city sustentable de Masdar en Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos, cuna de los enclaves petroleros que algún día se acabarán y merced a los cuales todavía se desatan guerras. O a esa reconciliación con las nubes que parece ser el Viaducto de Millau, en Aveyron, Francia, para posarse sobre el paisaje casi sin tocarlo como soñaba Le Corbusier con su Ville Savoye. ¿Serán despedidas icónicas de una crisis de civilización ó anuncios esperanzados de la renovada confianza en una nueva racionalidad ambiental? ¿Se reconciliarán las arquitecturas con las ingenierías del territorio y lograrán ambas domesticar el mercado? ¿O estas arquitecturas serán sólo recuerdos del futuro? ¡Bien por Sir Norman! Aún esta cínica generación es capaz de gestos románticos.
(2010)
Post-scriptum: ahora (2 de abril de 2015), que se conmemora la guerra de Malvinas y nos visita Sir Norman para la inauguración de la sede del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (primero pensada para Casa Central del Banco Ciudad), nuevamente resalta un cierto concepto que opera en la marca Foster & Partners: adaptabilidad y lectura atenta de las condiciones ambientales y de cierta historia. Y allí se cuela Amancio Williams con su espléndido techo para esos hospitales nunca construidos. Foster rehúye a su vez el estereotipo corporativo y arma el magnífico contratipo administrativo (al menos en sus dos caras principales, en los laterales se queda sin terreno). No sólo lee bien el clima sino también la tradición constructiva del hormigón armado rioplatense y los exorbitantes costos y disponibilidad en el mercado local de los grandes perfiles de acero. Londres ya no exporta como antaño. Y Norman tal vez “dialogue” con Clorindo y su viejo Banco de… ¡Londres! Se cierra el círculo (fin de la cita).
AC
El autor es arquitecto. Profesor Titular de Arquitectura VI-A – Tesis de Grado. Director del Taller de investigación en Proyectos Urbanos – TIPU de la FAUD – UNC. Coordinador del Equipo de la FAUD – UNC para el Plan Director de la ciudad de Córdoba conjuntamente con los Profesores Arquitectos Carlos Gómez y Juan Giunta. Es uno de los autores de 100 Cafés.
De su autoría ver también en café de las ciudades:
Número 78 | Arquitectura de las ciudades
Ajedrez urbano | Tres movimientos entre la Máquina de Dios y Wall Street | Alejandro Cohen
Número 93 | Planes de las ciudades (II)
Córdoba: lineamientos de un plan | Un nuevo contrato social entre el estado, el mercado y la sociedad civil | Alejandro Cohen
Número 114 | Arquitectura de las ciudades
Saber ver las topografías culturales | El sentido pedagógico del viaje | Alejandro Cohen
Ver el sitio de Foster + Partners en la Web. (ir a http://www.fosterandpartners.com/es/)