Si de algún modo podemos caracterizar a la producción arquitectónica de las primeras décadas del siglo XX en la ciudad de Corrientes, es refiriéndonos a arquitecturas modernas en una ciudad no moderna.
Este enfoque nos remitiría a internarnos en disquisiciones acerca de los modos de interpretación posibles de aquello que consideramos “arquitectura moderna”. Ello iría desde una orientación puro-visibilista (formalista en cuanto a códigos linguísticos establecidos por el peso de cierta historiografía) hasta la dimensión interpretativa de estas arquitecturas como productos de las fuerzas que actúan en una sociedad en un momento dado y como demostración formalizada de estas fuerzas en pugna.
La vasta producción arquitectónica moderna, no sólo en muchísimas ciudades de la Argentina sino en el resto del mundo, dan cuenta de la irrupción de casos muchas veces rupturistas y de otros que tienden su mano al peso de la historia local, en cuanto comprensión de la densificación de la memoria urbana. Tanto en uno como en otro caso estamos ante hechos que se consolidan como intenciones de perpetuar cierta concepción del presente sobre lo ya establecido. Es por ello que en ciudades de considerables tradiciones históricas, las manifestaciones de la arquitectura moderna se hacen presentes primero como producto de su propio tiempo y sólo mucho después pueden ser interpretadas en virtud de su comportamiento urbano, a la luz de diferentes ideologías y con la colaboración del transcurrir temporal.
Y es que estas arquitecturas modernas irrumpen como portadoras de nuevos valores, que van desde los tecnológicos hasta los culturales, encarnados por ciertos sectores de la sociedad. En el caso de la ciudad de Corrientes, la aparición de estas arquitecturas modernas corresponden a la consolidación de una clase media acomodada conformada sobre todo por prósperos comerciantes y profesionales universitarios. Este sector comienza a tomar fuerza hacia la década del ’30, concordante al momento en que Corrientes inicia un camino de transformación de una ciudad portuaria a una ciudad de servicios, derrotero este consolidado en nuestros días.
Estos ejemplos de arquitecturas modernas, que van desde la ornamentación Art Decó hasta las líneas puras de indudable influencia alemana, pasando por instancias híbridas como la “arquitectura barco”, se manifiestan mayormente en dos áreas claramente identificadas en la traza urbana de las primeras décadas del siglo XX:
La primera es una mancha porosa y abierta que surge de la utilización del suelo vacante del área histórico-central, en una suerte de densificación de la ciudad histórica del siglo XIX y, ya minoritariamente, de la ciudad colonial.
La segunda se presenta formalizando un anillo virtual que se condice con las líneas últimas de extensión pericentral, hasta donde alcanza la ciudad consolidada.
La diferencia sustancial entre ambas formas en cuanto al uso del suelo urbano se verifica en que, mientras el primer sistema se inserta en el área histórica, en solares enmarcados de construcciones ya consolidadas y por lo tanto en medio de la ciudad histórica, el segundo verifica lotes vacantes de mayores dimensiones y en muchos casos absolutamente exentos de construcciones adyacentes. Esto se va a traducir no sólo en diferentes apreciaciones de la complejidad urbana, sino que es a la vez resultado de las normativas urbanas vigentes para ambos casos.
Es sobre todo en el primer caso enunciado en donde la ciudad y su densidad histórica operará inexorablemente desde el trazado urbano hasta las dimensiones de sus lotes y, pasando por sus manzanas y calles, aludiendo permanentemente a su origen colonial fijado por las Leyes de Indias. Es en estos casos en que la relación entre arquitectura moderna y ciudad histórica se manifiesta con mayor tensión. Sin embargo, son estas mismas condicionantes propuestas por la ciudad histórica las que van a operar sobre los ejemplos modernos obligándolos a un comportamiento de corte conservador, liberando sólo contadas energías de renovación que actuarán moderadamente en el contexto urbano.
Claro está que estas arquitecturas modernas son también manifestaciones de un cierto sistema de producción de símbolos, a partir de su trama de acontecimientos económicos, tecnológicos, culturales, etc., y alcanzan sus formalizaciones acordes a ello, sumado al sistema de legislaciones urbanas por entonces vigente. Es así que la mayor producción arquitectónica adscripta a los preceptos de la modernidad se constatará sobre todo en el marco de la vivienda unifamiliar y no así en edificios de uso institucional, dado que la movilidad y cambio de estas instituciones serán extremadamente lentas y conservadoras, a comparación de la pujante movilidad de la trama social urbana.
Aquí, por lo tanto, la modernidad arquitectónica entendida como forma se manifiesta de manera poco autónoma y más bien ligada a la realidad histórico-urbana. Ahora, en cuanto forma de producción, imprime a esta misma ciudad cualidades diferenciadas de los modos anteriores, aludiendo a ello desde la tecnología y su formalización.
Ahora bien, si los fragmentos urbanos de manifestaciones de la modernidad no alcanzan a equilibrar en volumen de producción a lo ya presente de la ciudad del siglo XIX y precedentes, muchas de estas propuestas entendidas como intervenciones aisladas proponen algunas nuevas modalidades de situaciones espaciales en su relación con el espacio público urbano.
Queda para otra búsqueda el profundizar aspectos referidos a la lógica de los espacios interiores de estas arquitecturas, en donde los preceptos relativos a la modernidad pueden identificarse con mayor eficacia, proponiendo niveles diferenciados de interpretación de la arquitectura en cuanto realidad ligada a la ciudad y en cuanto a sus soluciones privadas.
Aclarada esta cuestión, es posible advertir en los límites en los que la arquitectura hace ciudad, y viceversa, ciertas porosidades sobre los frentes, retranqueos de los niveles superiores dando lugar a la aparición de terrazas sobre la calle, pergolados sobre terrazas accesibles, etc., permitiendo percibir desde la arquitectura situaciones urbanas novedosas, aunque no con espíritu de quiebre o ruptura. Estas, si bien significan la aparición de nuevos modos de operaciones espaciales, no alcanzan a generar per se una diferenciación del espíritu urbanístico del siglo XIX.
Es también, además del cúmulo ideológico–cultural-económico de estas arquitecturas, la vigencia de normativas de uso de suelo y de edificación la que contribuirá a perfilar sus identidades urbanas, sobre todo en lo que hace a líneas municipales y alturas de edificación permitidas. Ello, sumado a las posibilidades tecnológicas y de demandas funcionales, es las que modelarán finalmente lo que podemos observar como arquitecturas modernas correntinas.
La relación bipolar entre voluntad moderna de transformación y de apego a formas sociales, políticas y económicas conservadoras no terminará de dirimirse hasta nuestros días. Estas tensiones simbólicas son las que nos permiten establecer el imaginario que la sociedad correntina, mediante el uso de formas arquitectónicas, tiene de ella misma en cuanto su ubicación en el presente y su proyección al futuro.
Llegado a este punto resulta interesante verificar esta realidad en los modos diferenciados que Marshall Berman establece entre los conceptos de modernismo, modernidad y modernización (“Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad“; Editorial Siglo XXI). Y es que, si bien Corrientes logró cierto impulso modernizador a partir de las dos últimas décadas del siglo XIX, y que el mismo continuó por lo menos durante las primeras décadas del siglo XX, esto se dio como consecuencia directa de la inercia económica propia del liberalismo decimonónico. De allí cierta prosperidad económica, la llegada de nuevos materiales y tecnologías, medios de comunicación y mayor fluidez en los intercambios. De ello puede inferirse que las arquitecturas modernas en Corrientes son productos de estos procesos.
Pero estas moderadas transformaciones no se acompañaron con un proyecto de sociedad acorde sino que, en gran medida, se continuaba con modos anclados en viejas prácticas culturales. De ello se desprende que el modernismo como categoría estética, y la modernidad como cuerpo ideológico, no se desarrollaron paralelamente al impulso modernizador en lo económico-tecnológico.
Es así que este imaginario moderno quedaría relegado a los intereses particulares de esa nueva clase media urbana operando independientemente sobre la ciudad, mientras que las instituciones públicas continuarían con un marcado perfil conservador.
De este modo, y como sostiene Berman, “El modernismo del subdesarrollo se ve obligado a basarse en fantasías y sueños de modernidad, a nutrirse de la intimidad con espejismos y fantasmas y de la lucha contra ellos” (op. Cit. Pag. 239).
Estas “fantasías y sueños de modernidad” de la clase media correntina encontrarían su representación colectiva mediante un puñado de ejemplos arquitectónicos representativos del mundo moderno: el cine y la radio. Es así que obras como el edificio de la transmisora LT7 o los cines Rex y Colón (todos de la década del ’40) actúan de catalizadores significativos de estos imaginarios modernos de una sociedad contradictoria.
Sobre ello Berman continúa diciendo que “…en los países relativamente atrasados, donde el proceso de modernización todavía no se ha impuesto, el modernismo, allí donde se desarrolla, adquiere un carácter fantástico, porque está obligado a nutrirse no de la realidad social, sino de fantasías, espejismos, sueños…” (op. Cit. Pag. 244).
Es así que estos edificios-símbolos son ejemplos de arquitecturas modernas en donde se observan mayores libertades expresivas o más radicales tomas de posturas estéticas; aventuras formales que no se verifican con tanta potencia en las viviendas unifamiliares, más acotadas y constreñidas por el ideario conservador de sus habitantes y por la presión ejercida por el peso de la ciudad histórica.
Esta posible lectura de los avatares de la modernidad propuesta por Berman, basada en la idea de un discurso hegemónico y centralista, no alcanza de todos modos a minimizar los resultados concretos de la modernidad arquitectónica correntina en cuanto maneras reales de hacer ciudad. Es más, estaríamos hablando de polaridades, de tensiones internas en el sistema propio de la modernidad. Estaríamos aproximándonos al concepto faústico de acción y reacción, de construcción y destrucción de identidades que no es, ni más ni menos, que el corazón mismo de la modernidad.
Es, posiblemente, en las manifestaciones de la modernidad que se producen bajo estas circunstancias culturales en dónde con mayor fuerza se verifica su espíritu de quiebre y ruptura de, en definitiva, la construcción de un ideario, de un imaginario moderno. Iinsertas en la trama de los acontecimientos históricos urbanos propios de la ciudad de Corrientes, se establecen como gérmenes latentes de esa modernidad que impregna de un nuevo sentido a la ciudad histórica, al mismo tiempo que esta la controla y apacigua.
Este resultado final nos habla de ciertas condiciones suprahistóricas instaladas en las formas de hacer ciudad en la ciudad de Corrientes en donde, desde su conformación colonial, pasando por su consolidación urbana del siglo XIX y la impronta moderna de la primera mitad del siglo XX, se verifican continuidades de formas de interpretación urbana, mas allá de las particularidades arquitectónicas.
Es aquí en donde el imaginario de una tradición se desarrolla en la concreción de un paisaje urbano que surge de la costura de los diferentes tiempos y lenguajes arquitectónicos.
CGS
El autor es Arquitecto(FAU-UNNE), Master en Historia, Arte, Arquitectura y Ciudad, (ETSAB-UPC), Profesor Adjunto de Historia y Crítica I y III, Docente Investigador, Secretaría de Ciencia y Técnica de la UNNE. Miembro del Centro de Estudios Históricos Arquitectónicos y Urbanos del NEA. Asesor Técnico del Instituto de Vivienda de Corrientes.
Sobre Corrientes, ver también en café de las ciudades:
Número 47 I Lugares
Bigness Paranaensis I El agua que brilla, la Triple Frontera, la Tierra sin Mal. I Marcelo Corti
Número 52 I Política de las ciudades (I)
Vivienda social y suelo urbano en la Argentina de hoy I Conflictos y posibilidades I José Luis Basualdo