No veía a Viñoly desde los ochenta, cuando en ese extraño espacio-taller-estudio inventado por Solsona todos, desde el cadete en adelante, podíamos compartir aleatorias proximidades. Ahora lo escucho desarrollar en un Zoom sus actuales ideas sobre el estado del Arte. Voy a intentar hacer algunos comentarios sobre sus dichos. Para simplificar, separo a) Concordancias y b) Discrepancias.
Concordancias
Rafael parte de caracterizar que a escala mundial es evidente que durante los últimos 30 a 40 años la Disciplina sufre un recorte progresivo de su autonomía a manos de nuevos protagonistas: asesores, desarrolladores, empresas constructoras, programadores, consultores, burócratas con capacidad de veto y decisión sobre los productos finales. A esto hay que agregar la creciente y sólida incultura de la mayor parte de los clientes.
Rafael señala como uno de los responsables de la situación a los actuales sistemas de enseñanza existentes. Acota que parte de los actuales desajustes se deben a que la enseñanza formal de la arquitectura, tomada históricamente, es muy reciente: unos 200 años.
Parte de entender a la disciplina como UN OFICIO. Una práctica (una praxis en sentido marxista) que requiere un saber formal y otro tácito, operativo. Si bien hoy la idea de oficio esta devaluada, no hay mejor definición que esa para esta actividad. Como todo oficio, se aprende ejerciéndolo bajo la dirección (personal) de un mentor en grupos no mayores a veinte personas.
En lo pedagógico, ambos venimos de compartir ese extraño concepto de los sesenta de una arquitectura de “partido”, que si bien no es claramente definible apunta a reconocer la necesidad de producir una idea integradora sintética y especifica que ordene el proceso de diseño, una idea abarcativa para todos los parámetros en juego, contraponiéndola al mero ordenamiento lineal y analítico del proceso.
Visto desde aquí, podríamos decir que se trataba de un concepto (digamos) constructivista del diseño, donde la síntesis organiza el análisis y para cada etapa también el análisis corrige la síntesis. También donde el mismo proceso de diseño enfocado en una demanda necesita previamente ser diseñado para poder enfocar su especificidad.
Viñoly, aquí hegeliano, lo plantea así: ante un problema a resolver, cuatro etapas. Uno, una semana para hacer una síntesis. Dos, 2 semanas para evaluarla, contradecirla, suplantarla. Tres, 2 horas para decidir, Cuatro, 4 meses para desarrollar su producción.
También acuerdo en la necesidad de una historia de los conocimientos aplicados en la disciplina, sin los cuales se pierde perspectiva (yo en la UTN intenté, por ejemplo, una historia de los tipos estructurales y también una historia de los conceptos físico-matemáticos). También en los tres ejes básicos sobre que se estructura el oficio: según Viñoly, 1) la Proporción, 2) el Peso y 3) la Materia. Para mi curso de Introducción a la Ingeniería, por los noventa, yo había propuesto 1) un eje Geométrico-Matemático, 2) un eje Físico-Químico 3) un eje Tecnológico.
También pone en discusión, creo que acertadamente, la visión de una división del trabajo entre arquitectos y asesores, proponiendo una recuperación para la disciplina de saberes hoy dispersos.
Vamos con las discrepancias
Centralmente es una: Viñoly adjudica básicamente el retroceso de la disciplina a partir de los sesenta a causas internas, dentro de las cuales ubica a la educación como la principal. Creo que es imposible describir el proceso de desvinculamiento de la disciplina de las problemáticas de la producción del entorno físico de los sapiens sin colocarla en un contexto mayor, como es la evolución de las situaciones socio-económicas mundiales desde la primera Revolución Industrial en adelante. En otros términos, la evolución de lo que se entiende por “la modernidad”. El Neoclasicismo, que no por casualidad acompaña el surgimiento y consolidación de los Estados Nacionales, intento integrar diseño, arquitectura, ingeniería, urbanismo, territorio y producción en un sistema articulado escalarmente en donde las intervenciones privadas y menores construyen espacios mayores y públicos, compartiendo el mismo espíritu clasificatorio, ordenador y pragmático que la Ilustración había propuesto para la Enciclopedia. Esto incluía para su realización, dado su carácter global, la libre combinación de productos y componentes industriales sistematizados con insumos y mano de obra locales. Las gramáticas pasadas fueron sistematizadas en los llamados “estilos”, posibilitando el necesario ajuste (tuneo) de las obras a las nuevas escalas y carácter que introducían los nuevos e inéditos programas para poder integrarse sin escándalo en los contextos urbanos preexistentes, entendidos estos como una construcción transgeneracional. En paralelo, ingenieros y tecnólogos sin ningún sentimiento de culpa desarrollaban en barcos, aviones y edificios industriales los nuevos paradigmas formales, así como en el territorio nuevas redes de servicio a escala global. Todo este riquísimo proceso fue incorporado hacia los veinte por la vanguardia en su ruptura con la Academia. Resumiendo y adelantando: el Movimiento Moderno, en todas sus manifestaciones, solo realiza el ajuste cultural y disciplinar necesario para afrontar las nuevas escalas de demandas planteadas por la época. Recién hacia 1945, cuando Le Corbusier alcanza a resolver temas de mobiliario, plantea: la tarea está hecha. La tarea había sido mantener el corpus teórico-práctico articulado por el neoclasicismo entre arquitectura, urbanismo y territorio. Esta etapa, no por casualidad, se cierra con el último Congreso de los CIAM, que coincide aproximadamente con la aparición en escena de la sociedad de consumo y el desarrollo progresivo de una economía de obsolescencia programada. Este corte y fragmentación entre las diversas escalas de la disciplina, coherente con esas economías, es la causa -y no solo la educación- del actual retroceso. El Postmodernismo no es otra cosa que el abandono de una modernidad necesariamente crítica y la renuncia explicita a todo compromiso social con el pasado y, por ende, con el futuro. El oficio parece entretenido en la realización de edificios-espectáculo de obsolescencia garantizada para una clientela de alta segmentación. No creo que esta situación pueda corregirse desde el interior de la actual Academia.
LEC
El autor es Arquitecto (UNLP) y docente. Ha obtenido numerosos premios en concursos nacionales. Recibió el Premio Trayectoria (2020) del Fondo Nacional de las Artes, Argentina.
De su autoría ver también entre otros textos en café de las ciudades:
Número 95 | La mirada del flâneur
Sueños del Bocha | Formas, explicaciones y olvidos.
Número 111 | Cultura de las ciudades (I)
Un pequeño jardín | Microfísica de un lugar en Pehuen Co
Número 127 | Arquitectura de las ciudades
Última charla con Vivanco I Salvaje, y a mucha honra.
Número 135/136 | Cultura de las ciudades
Borges y la arquitectura I Patrones, modelos, objetos y la eterna discusión de dos filósofos…
Número 138/139 | Cultura de las ciudades
El fin de Macondo I Algunas hipótesis controversiales sobre Cien años de soledad.
Número 142-143 I Cultura de las ciudades
Territorios siniestros (el sitio no miente) I Cine, series, psico-geografía y Borges.
Número 144-145 I Cultura de las ciudades
Picasso y el pasado I De las cosas a la relación entre las cosas.
Número 148 I La mirada del flâneur
Los dibujos de Luis Díaz I Dibujamos para recuperar algo ausente.
Número 188 I Cultura
Centros y Afueras en la literatura argentina I Fronteras sin permiso, sin cielos protectores.
Número 197 I Cultura
Cine y memoria I El recuerdo del detalle. Luis Elio Caporossi
Número 201 I Arquitectura
Las casas I Una conexión con el planeta. I Luis Elio Caporossi
El ciclo de conversaciones virtuales con Rafael Viñoly está organizado por los talleres de arquitectura Dieguez, Maldonado y González Montaner de la FADU-UBA, el CPAU (Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo) y la SCA (Sociedad Central de Arquitectos), y auspiciado por FADEA (Federación Argentina de Entidades de Arquitectos) y FPAA (Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos).