Nos lo han vuelto a preguntar: “¿qué pasará con las ciudades después de la pandemia?”. Y no, no hay respuestas certeras a esa pregunta. Hay, sí, algunas repreguntas, algunas pistas, algunos deseos.
1.
Lo que la pandemia le aporta de estrictamente nuevo al debate urbano es muy poco. En todo caso, dos cuestiones. Una, si realmente estamos saliendo de la pandemia o, en todo caso, ¿habrá otras pandemias, quizás como resultado de la manipulación de animales y el consiguiente riesgo zoonótico? La componente sanitarista o neo-higienista no dejará de estar presente en las ampliaciones y transformaciones urbanas de los próximos años.
La otra es más una aceleración histórica que una novedad: el trabajo y el estudio a distancia llegaron para quedarse. Entonces, ¿la presencialidad se verá afectada –en un juego de suma cero– o la virtualidad incentivará nuevas presencialidades, en un proceso similar al que Saskia Sassen describe para el último cuarto del siglo XX en La ciudad global?
2.
En todo caso la pandemia es una suerte de grupo soporte de otras crisis que “pisarán fuerte” en los años que vendrán:
-La crisis climática. En este mismo número, Oscar Carpintero sostiene que “cuando se firmó el acuerdo de París, se analizaron 161 iniciativas de reducción de emisiones presentadas voluntariamente por los países y la paradoja es que las emisiones no sólo no se reducirían sino que aumentarían casi un 20%, porque muchos países establecieron la reducción de sus emisiones respecto del PBI, y en ese caso simplemente aumentando el PBI se reduce el cociente, pero eso no significa que hayan reducido sus emisiones en términos absolutos. De hecho, en la COP26 se va a presentar un documento de Naciones Unidas con la evaluación de las iniciativas de los países, que muestra de manera muy preocupante que para el 2030, si se cumplen todas esas iniciativas, efectivamente se incrementarían las emisiones, cuando ya se tendrían que haber empezado a reducir”.
-La crisis de la logística. En su recomendable entrevista a Luis González Reyes (“Este cortocircuito del mercado global va a ir a más”) sostiene Martín Cúneo que “La falta de materias primas y componentes básicos se extiende a todos los sectores y va mucho más allá de los chips semiconductores, cuya escasez encendió las alarmas a principios de este año. […] Las grandes empresas comienzan a prever problemas de abastecimiento para el Black Friday y la campaña navideña. En España, más de la mitad de las constructoras ha tenido que paralizar o retrasar sus obras por la falta de materiales o por los desorbitados precios que han alcanzado productos tan básicos como la madera, el acero o el hormigón, entre una larga lista. En Estados Unidos la producción de casas ha caído a mínimos no solo por el aumento de los precios de los materiales y los retrasos en la entrega sino por la falta de mano de obra. En el Reino Unido, la escasez de mano de obra se ha vuelto un problema de seguridad nacional en el área del transporte por carretera, que está provocando desabastecimiento y una crisis sin precedentes en el suministro de combustibles y en los depósitos de alimentos”.
-La crisis energética. Sigue diciendo Cúneo: “En un año, el precio del gas se ha multiplicado por cinco, el del petróleo se ha duplicado y el precio del carbón ha alcanzado el nivel más alto de los últimos 13 años. Europa se enfrenta al invierno con la menor reserva de gas en diez años y ya son muchas las grandes industrias que han anunciado o ya han practicado parones en la actividad por el precio de la electricidad. En España, los recortes en la producción por el alza del precio de la luz ya afectan a 22.000 empleos. Y China vive una ola de apagones”.
-La crisis de las migraciones, las crisis de seguridad, la guerra comercial… y agregue usted su crisis favorita. O aquella a la que más teme.
3-
Y ha puesto en evidencia otras discusiones:
-Género, cuidado y derechos. No es posible pensar ni mucho menos construir la ciudad democrática sin incluir la igualdad de géneros e identidades, la libertad de elecciones sexuales, la diversidad y la gestión de los cuidados. Si un nuevo CIAM reescribiera hoy la Carta de Atenas, el cuidado sería una función equiparable a “vivir, trabajar, circular y recrearse”.
-La escala y la estructura de las ciudades. Cada escala de ciudad tiene sus fortalezas y debilidades; todas (las grandes ciudades y metrópolis, las ciudades intermedias, los centros micro regionales, los pequeños poblados) pueden adaptarse a las nuevas condiciones y ofrecer condiciones razonables de vida a individuos y grupos diversos. Es previsible (o, al menos, deseable) una reconfiguración de los sistemas territoriales: ciudades de macrotrama, con redes de circulación masiva y un nuevo rol de los barrios a su interior; regiones integradas, con cierta autosuficiencia alimentaria y energética.
-¿Cómo se repartirá el trabajo? ¿Cómo se repartirá el ocio? Decíamos en un libro reciente que “Un problema que deberemos afrontar en modo creciente es que la ciudad del futuro será para gente que no tendrá trabajo. Esto puede resolverse en dos formas: la deseable, un reparto equitativo del empleo en pocas horas semanales y una sociedad de renta básica universal, orientada por primera vez en la historia por el ocio, en la que los robots cumplan la función que en las grandes civilizaciones de la antigüedad estaban a cargo de esclavos, o una sociedad dividida violentamente (en sentido literal) entre incluidos y excluidos del nuevo orden. Esta encrucijada, por supuesto, se resolverá en las calles y en las redes, en la disputa política y con conflicto”.
-¿Qué pasará con la ilusión cibernética? Vivir más, inmortalizarse, mudarse a Marte para escapar de la hecatombe ambiental, Metaverse y sus mundos paralelos… Como contrapartida, los unicornios tecnológicos invierten fortunas en muy analógicos emprendimientos inmobiliarios y desarrollos territoriales –o el discreto encanto de la renta del suelo.
4.
¿Qué hacer (o que pasará, si no confiamos tanto en nuestros hechos): transformar el capitalismo, remplazar el capitalismo, desatar al capitalismo? “Para cambiar el mundo –o, más precisamente, para mejorarlo y mantenerlo en condiciones de albergar la vida humana– la economista ítalo-estadounidense Mariana Mazzucato cree necesario cambiar el capitalismo, más que derrotarlo o remplazarlo”, decíamos en nuestro número 201 al comentar su libro Misión Economía. Otras opciones son más extremas y proponen derogarlo (en la vieja tradición revolucionaria) o, por el contrario, dejar hacer, dejar pasar, liberar el vendaval perenne de su destrucción creativa para sacudir de raíz impuestos, regulaciones y el Estado mismo. Las opciones se desplazan entre la sangre y el tiempo, como diría un líder argentino…
5.
¿Es posible dar respuestas locales? Como dice Alejandro Galliano, “No podemos ceder el honor de pensar el futuro a esa gente [los nuevos movimientos derechistas]. Recuperemos alguna idea de futuro o alguien lo hará por nosotros”. El punto anterior giraba sobre el posibilismo, acá abordamos la posibilidad del “incrementalismo”; no al modo charla TED de “mucha gente en muchos lugares haciendo pequeños cambios” sino en plan de generar cuantos espaciales (a escala de barrio, de municipio, de región, de país) que concreten experiencias virtuosas, evaluables, mejorables y replicables. Cuantos espaciales, no “modelos” ni “buenas prácticas”; piezas de relativa autonomía social y territorial, en condiciones de dialogar con su entorno global y sostener esas relaciones entre la salud, la cultura, la producción, la tecnología y la naturaleza.
MC
Ver la entrevista a Luis González Reyes: “Este cortocircuito del mercado global va a ir a más”, por Martín Cúneo en El Salto, 26/10/21.
Ver la Introducción a ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?, de Alejandro Galliano, en nuestro número 184.
El “libro reciente” es Diez principios para ciudades que funcionen. Marcelo Corti, café de las ciudades, Buenos Aires, 2019.