N. de la R.: Esta nota reproduce uno de los relatos que integran el libro Regards sous contrainte. Carnet de terrain d’un monde pandémique, dirigido por Alessia de Biase.
¡No sé si hay algo más embriagante que subirse a un autobús completamente vacío y cruzar París, de este a oeste a gran velocidad! En este tiempo de estricto confinamiento por la epidemia de COVID-19 del año 2020, nadie sube ni baja durante gran parte del recorrido y el 86 parece volar. En este día soleado, mi Pegaso se dirige a la Torre Eiffel donde la suerte de tener una cita médica me autoriza a ir y me pone en un estado de exaltación, ¡como si estuviera descubriendo mi ciudad por primera vez!
Estamos a comienzos de mayo, encerrados en nuestros pequeños apartamentos parisinos, desde el 17 de marzo y nuestras únicas salidas posibles son los recorridos por los barrios, que resultan muy repetitivas, incluso tratando de utilizar la mayor inventiva posible. Las plazas y los jardines están todos cerrados. La única hora, o incluso el pequeño kilómetro autorizado afuera, apenas permite variar los itinerarios: a veces hacia la Plaza de la Nación, otras hacia la Plaza de la Bastilla, por la calle Faubourg-Saint-Antoine, o tomar la calle Charonne o Montreuil, para desviarme por una de las muchas callejuelas y pasajes que componen el encanto de este distrito del este parisino. En casi todos los casos, las veredas estrechas, a pesar de algunas recientes obras de ampliación, obligan a caminar zigzagueando entre los habitantes, no muchos, pero que tratan de evitarse unos a otros como si estuvieran apestados.
Conocer bien un barrio y sin embargo nunca haber sentido tanto la falta de comodidad que estas calles ofrecen a los peatones, esa sensación de estar unos encima de otros; para evitar este deambular esquivo, que constituye para cada cual el único deporte del día, me permito al cabo de un rato caminar sobre el asfalto, aprovechando con felicidad la rareza de los automovilistas evaporados como por arte de magia. ¿Por qué permanecer mayoritariamente atrapados en estos estrechos corredores desparejos, cuando podríamos ocupar toda la calle?
En casi todos los casos, las veredas estrechas, a pesar de algunas recientes obras de ampliación, obligan a caminar zigzagueando entre los habitantes, no muchos, pero que tratan de evitarse unos a otros como si estuvieran apestados.
Desde el autobús, en este día radiante, desfilan todos estos lugares conocidos que suelen formar parte de mis viajes cotidianos, el Puente de Sully con estas vistas del Sena, la calle des Écoles con el Colegio de Francia y la Sorbona, el cruce del Odeón, luego la plaza Saint-Sulpice y, sin embargo, todo esto me parecen como un sueño, iguales pero diferentes, reales, pero no del todo. El silencio, la ausencia de agitación los ha vuelto otros. Empiezo a escrutarlos con curiosidad y asombro, pero también con inmensa alegría. ¡La ciudad existe todavía! Al estar encerrados durante tantas semanas, uno podría llegar a dudarlo, aunque estas visiones de un París desierto tengan algo de incongruente.
Cuando llego a destino, se dibujan la parte trasera de los Inválidos y la Torre Eiffel, pero sobre todo lo que veo, en un primer plano inundado de luz, son avenidas tan anchas con sus canteros al medio, sus veredas gigantescas para pasear a sus anchas, árboles y césped en el medio, donde los niños juegan tranquilamente; en resumen, un mundo de ciudad de ensueño en tiempos de epidemia. “Tanto espacio”, estas palabras como un estribillo no cesarán de dar vueltas en mi cabeza y así proseguirán por mucho tiempo.
¡La ciudad existe todavía! Al estar encerrados durante tantas semanas, uno podría llegar a dudarlo, aunque estas visiones de un París desierto tengan algo de incongruente.
Después de décadas de vida parisina, por primera vez quiero vivir allí. ¿También será otro efecto del COVID-19 el cambiar nuestros sentimientos, nuestras percepciones y nuestros gustos en materia de ciudad?
CdSP
La autora es antropóloga en el LAA (Laboratoire architecture anthropologie) UMR LAVUE, Paris; realiza investigaciones consagradas a los procesos de singularización de espacios habitados a diferentes escalas (edificio, barrio, territorio) y a la naturaleza en la ciudad, desde una perspectiva comparada, en Paris y Buenos Aires. Tiene dos libros traducidos en Argentina La fabricación plural de la ciudad, 2014, Editorial Antropofagia y La ciudad Patrimonial, Formas, lógicas, apuestas y estrategias, (dir.) editorial café de las ciudades, 2021.
Ver también Macao, enero de 2020. Memorias del confinamiento, por Sheyla S. Zandonai en nuestro número 217, y París, 18° distrito, junio de 2021, por Alessia de Biase en nuestro número 220.
Alessia de Biase (directora), 2021. Regards sous contrainte. Carnet de terrain d’un monde pandémique. Éditions BOA, Pantin.
“Esta obra es una recopilación de las historias de vida y situaciones cotidianas de una cincuentena de investigadores que han compartido o comparten, bajo diversos estatus y en distintas temporalidades, un lugar de debate: el Laboratoire Architecture Anthropologie (LAA 7218 CNRS/ Ensa Paris-La Villette), que celebra su 40° aniversario en 2021.
Estos textos fueron escritos durante este período particular –y “extraordinario”– que todos acabamos de vivir, desde enero de 2020 (período en el que se anuncia el COVID-19 en China) hasta junio de 2021, en el momento de la realización de este libro. Estas descripciones están situadas y encadenadas según el calendario que ha marcado nuestras vidas y los acontecimientos de este año y medio en Francia pero también en el extranjero.
Un diario de campo colectivo de dieciocho meses en un mundo pandémico. Los detalles de la vida cotidiana que pueblan estas páginas tienen un carácter empático y global que permite a cada uno reconocerse en sensaciones, vivencias y situaciones vividas a miles de kilómetros de distancia. Los ecos conectan ciertas historias y tejen relaciones a través de objetos, presencias o gestos que sería interesante sacar a la luz y trabajar en otros lugares como un leitmotiv inesperado de este año en particular.
Cada texto pone la descripción en el centro como una lupa que revela la cotidianidad que construye nuestra vida. Un verdadero ejercicio mnemotécnico permitió a cada autor romper con las historias colectivas que a menudo imponen una vida cotidiana monótona, para encontrar situaciones interesantes que puedan resonar con las preocupaciones de los ciudadanos o los problemas científicos de cada uno.
Este libro es también un homenaje a Christelle Robin, la fundadora de LAA, que nos dejó en 2015. Si ella hubiera podido participar, sin duda su texto nos habría sorprendido por su capacidad de ver y detenerse en muchos pequeños detalles que pueden contarnos historias mucho más grandes”.
Sobre el impacto del COVID 19 en las ciudades ver también, entre otras notas en café de las ciudades, ¿Cómo se vive la pandemia COVID-19 en el Gran Resistencia y Gran Corrientes?, por TURBA – Colectivo de Hábitat, y La ciudad del vecindario es doméstica, por Fernando Carrión Mena