ZADIG es una Red Psicoanalítica de incidencia en el campo de la política, entendida ésta como el cruce de lo individual con lo colectivo. Este proyecto nace en 2017 en el marco de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, bajo el espíritu de que “los psicoanalistas tienen algo para aportar en este momentos de la o las civilizaciones” (Jacques-Alain Miller). Los nudos que constituyen esta Red apuestan, desde distintas latitudes del mundo, a la conversación posible con otros discursos. En Argentina existen cuatro de estos nudos; uno de ellos funciona en la ciudad de Córdoba bajo el nombre La patria del sinthoma.
Esta fórmula lleva consigo una expresión valiosa para el Psicoanálisis: el sinthoma, neologismo animado por la pluma de Jacques Lacan, instrumento útil para designar aquello más propio, el rasgo singular que destila cada quien. Con esa apoyatura en el estilo singular, se piensa la chance de tomar la palabra y generar distintas situaciones enunciativas alrededor de los asuntos cruciales que comprometen hoy a las formas de vida en el mundo actual.
En esta perspectiva, el sábado 31 de octubre se llevó adelante la Conversación Sistemas en cuestión: ¿con qué brújula nos movemos?, apostando, una vez más, a producir la caja de resonancia para tratar algunas de las problemáticas -en su carácter estructural- que dejó al desnudo la pandemia. La ciudad, sede de una “ecuación imposible”, constituye para los psicoanalistas un punto de interés fundamental. Lugar y lazo para la acción y el acontecimiento. El avance del sintagma nueva normalidad, sentido que se impone como sutura al planteo de la crisis de los sistemas que sostienen nuestro mundo, requiere de la apertura de un tiempo de reflexión, jugado en la interdisciplina.
El núcleo temático de investigación, con la coordinación de Hilda Vittar, está integrado por Adriana Laión, Gisela Smania, Luz Quenardelle, Julia Reznichenco, Virgina Gutiérrez, Virginia Cura, Natalí Ivannier, M. Marta Arce, Mariana Pecchio, Luz Camozzi, Josefina Cherri, Camila González, Valeria Massara y Jesica Assis
Un mapa portulano para organizar sentido
Ya no hay dudas de que nuestra época se encuentra signada por la incertidumbre. Esa incertidumbre tan anunciada en todo el siglo XX desde el pensamiento científico y filosófico –desde Einstein hasta Foucault– parece impactar, ahora sí, en el ciudadano y ciudadana de a pie, ya no como elucubraciones teóricas o distopías de ciencia ficción sino en el centro de nuestras vidas –de todas las vidas. Es tal vez ese absoluto, esa contrición del mundo a un fenómeno, el que a mi entender nos deja sin brújula.
Ahora bien, esta certeza existencial compartida de vivir en un momento bisagra o quiebre –según el ángulo de análisis– ¿será un sentimiento que podríamos haber compartimos con los ciudadanos y las ciudadanas de la Revolución Francesa, de la Revolución Rusa o de las generaciones que vivieron el período de entreguerras? Momentos en la historia que vieron aparecer nuevos mundos, cuando la duda ganaba a las certezas y, por lo tanto, nuevos sistemas se constituían para explicarlo. Parafraseando a Karl Marx, cuando sentimos que “todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”. En La Peste –uno de los libros tal vez más citados hoy por la similitud del relato con nuestra realidad– Albert Camus dice “…hay ciudades y países donde las gentes tienen, de cuando en cuando, la sospecha de que existe otra cosa” más allá de la mera existencia mundana. Y esa sospecha hoy se nos hace presente en términos de Pandemia.
En este sentido podemos visualizar un doble movimiento: por un lado, se acelera la certeza de lo global, ya no como posible meta esperanzadora que sustentara el pensamiento del comienzo del XXI sino en cambio con la novedad de que la Economía, la Cultura y el Consumo Global también trajeron consigo la Enfermedad Global, en su doble acepción –real y simbólica. Y por otro lado, en el momento de mayor retroceso del Estado de Bienestar, de la mayor expoliación de los recursos naturales planetarios y del despliegue y concentración del capital como nunca antes el mundo había presenciado, la Pandemia deja al desnudo –como en el famoso cuento de Andersen “Las ropas del emperador”, ya sin los ropajes de la sociedad de consumo– las profundas desigualdades, inequidades e injusticia de este siglo. ¿En este panorama, cómo organizar sentido? ¿Cómo establecer referencias si, como dice Maristella Svampa, la crisis habilita la imaginación política?
Mapa Portulano, 1339. Cartógrafo Angelino Dulcert.
El mapa portulano era en la Edad Media una herramienta de navegación para adentrarse en lo desconocido. Se construían estos mapas a partir de puntos, lugares conocidos y sobre estos se les imprimía una red generada a partir de distintas brújulas superpuestas. ¿Cuál sería nuestro mapa portulano? Josep María Montaner y Zaida Muxi, en su libro Política y Arquitectura, señalan la necesidad de síntesis que expliquen la situación del mundo, “tener más clara las diversas escalas, reales y simbólicas, en las que se mueve nuestra existencia contemporánea”.
En este sentido me interesa aportar a este debate algunas líneas de reflexión, posibles mojones para un nuevo mapa. Tal vez Edgar Morín nos da una pista cuando plantea que para poder actuar en la incertidumbre hay que generar puntos de certezas, ir reconstruyendo un nuevo sistema a partir de rasgos, lógicas, claves del anterior.
Como provengo de un campo disciplinar –la arquitectura y el urbanismo– que gira en torno a cómo construimos el mundo material, la primera reflexión es en torno a las ciudades. Hoy sabemos que, de no mediar ninguna catástrofe, el siglo XXI es urbano, con más de la mitad de su población residiendo en ciudades; sin embargo, en estos últimos meses hemos escuchado muchas voces que ponen a la ciudad como centro de los problemas, por la concentración de la enfermedad, por su densidad, por sus desequilibrios. Sin embargo, creo que por el contrario es en la ciudad donde podemos encontrar las soluciones. ¿Cómo pueden nuestras ciudades ser los mejores espacios para desarrollar nuestras vidas? Ante los movimientos anticiudad, ante las barreras, antes las visiones idílicas de una nueva arcadia como solución a nuestros males de época, propondría recobrar la dimensión de la ciudad en su acepción amplia entendida como síntesis de la triada: urbs, polis y civitas; esto es articular la dimensión física con la dimensión social y política y considerar la importancia del tejido social y las decisiones ciudadanas. En este sentido, se necesita volver a adjetivar la ciudad. A la ciudad del capital y del mercado anteponerle la ciudad abierta, inclusiva, la ciudad de los derechos. Y esto sin duda requiere de una construcción colectiva, de nuevos acuerdos sociales.
La segunda reflexión, en acuerdo con lo anterior, tiene que ver con lo que a mi entender es un nuevo par conceptual: la conciencia de la finitud del ambiente natural, por un lado, y la dimensión del cuidado, por otro. Una, devenida de las corrientes ecológicas; la otra, del feminismo, pero que en dupla van configurando una nueva ética, una nueva política ante la conciencia del límite. Una forma de responsabilidad que podría ser sin duda una pista para restablecer la forma en que nos relacionamos y construimos. El concepto de hogar asume así formas diferentes en distintas escalas, se amplía para establecer entonces una conciencia individual, social y planetaria.
La tercera y última dimensión es la importancia de los espacios domésticos, desde la casa al barrio. Creo que, paradójicamente, cuanto más configuramos y habitamos las redes virtuales más necesitamos del territorio, del “lugar”, para organizar sentidos y estrategias vitales. Los espacios de la proxemia. Espacios fuertemente impactados por el confinamiento y el teletrabajo que dejaron al visible las disrupciones, conflictos y violencias que se ocultan en lo privado, que hacen pensar en la necesidad de politizar lo domestico –ya que sin duda nuevos derechos se configuran en torno a los roles y los nuevos paradigmas socio productivos. El hogar como refugio para quien no lo tiene y el barrio, en tanto espacio de interacción y construcción de vecindad, cobran nueva fuerza como primera escala de resolución de problemas colectivos y también, ¿por qué no?, en su contribución a la generación de empleo y aporte a las microeconomías.
En síntesis, la importancia de la red, de las articulaciones, del intercambio, de crear nuevas formas de vínculos a distintos planos. Redes físicas, entre personas, y también redes conceptuales; una pista para empezar a adentrarnos en lo desconocido y permitirnos trazar nuevos mapas.
CC
El texto precedente sintetiza mi intervención con motivo de la actividad organizada por la Patria del Sinthoma y la Red Zadig, conversatorio para pensar en diálogos cruzados los Sistemas en Cuestión “¿Con que brújula nos movemos hoy?”, en conjunto con Pamela Cáceres (politóloga), Alberto Daghero (Ingeniero agrónomo), Daniel Lemme (Lic en Psicología) y Silvia Ruibal (Lic. en Ciencias de la Educación), con la coordinación de Hilda Vittar (psicoanalista) y la intervención de Gisela Smania (psicoanalista) Mariana Pecchio, Adriana Laión (psicoanalista), M. Marta Arce y Gabriela Dargenton (psicoanalista). Agradezco la invitación, ya que el encuentro ha permitido compartir diferentes miradas sobre el estado de situación del contexto social y cultural que nos toca vivir. CC
La autora es Arquitecta (UNC, 1997) y Magister en Ciudad y Urbanismo (Universitat Oberta de Catalunya, 2016). Ha integrado diversos equipos técnicos responsables de estudios, proyectos y planes urbanos en la ciudad de Córdoba, Rawson (San Juan), Estación Juárez Celman, Embalse de Calamuchita, Misiones, entre otros. Integra la red de consultores La Ciudad Posible y es socia fundadora de Estudio Estrategias. Ha obtenido el Primer Premio en el Concurso Nacional Soluciones para el transporte en el Corredor Norte del Área Metropolitana de Buenos Aires (2012), el Primer Premio del Concurso Nacional de Ideas para la Integración urbana de la Nueva Terminal de ómnibus de la Provincia de Catamarca (2011) y otros premios en diversos concursos de arquitectura y urbanismo. Es Profesora Titular de Arquitectura 2D en la FAUD-UNC. Ha publicado el libro Las centralidades barriales en la planificación urbana y escrito numerosos artículos para café de las ciudades, como por ejemplo Hacia el lado feminista de la vida. Una mirada sobre la domesticidad, en el número 187, Al rescate del barrio. Entre la permanencia y el cambio (número 186), La enseñanza en época de pandemia. Volver a incluir al futuro en la ecuación (número 184), Impresiones de la ausencia. De Córdoba a Ciudad Juárez (número 175) y En busca del barrio. Reflexiones sobre San Vicente (número 103), entre otros.