N. de la R.: Una versión en inglés de esta entrevista se publicó en el Buenos Aires Times el 29 de septiembre de 2018.
La socióloga Saskia Sassen (La Haya, 1949) es una de las voces más respetadas en el mundo de los estudios urbanos. En su célebre libro La ciudad global desarrolló una categoría novedosa para estudiar el papel de las principales urbes. Contra la opinión de muchos analistas, como el recientemente fallecido Paul Virilio –quienes alertaban sobre el abandono de las grandes ciudades y preveían un fenómeno de desterritorialización– Sassen aseguró que los flujos financieros necesitaban instalarse en lugares que concentraran talentos, lo que a la larga iba a jerarquizar nuevamente el rol de estas global cities. En los últimos años, y en particular a partir de su obra Expulsiones, Sassen concentró sus esfuerzos en estudiar las principales consecuencias de la economía global, como el desplazamiento de un enorme número de personas y la creciente desigualdad que acompaña estos procesos.
La entrevista con Sassen tiene lugar en el lobby de un hotel del microcentro porteño, horas después de su conferencia en el 2º Congreso Internacional de Urbanismo y Movilidad. Allí, la socióloga analiza algunos de los principales desafíos que enfrentan hoy ciudades como Buenos Aires, Nueva York y Londres en tiempos en los que lo financiero se impone a lo productivo.
FP: En su conferencia en la Usina del Arte dijo que estaba en riesgo la diversidad de la vida urbana e hizo un llamado a la ética de las ciudades. ¿Por qué cree que estamos frente a este riesgo?
SS: Esto tiene que ver con un cambio que desarrollé en mi libro La ciudad global. En la década del '70, las grandes ciudades se habían empobrecido y las clases medias se alejaban del centro. Al mismo tiempo, las corporaciones no necesitaban estar en el downtown porque empleaban todo lo que necesitaban al interior de la empresa. La ciudad era un espacio algo abandonado. El mejor ejemplo era Nueva York: los expertos decían “la ciudad está acabada”. Pero siempre me fijo en the edges of the system y una de las cosas que empecé a ver por aquel entonces es que algo distinto estaba pasando. Haciendo un trabajo sobre inmigrantes llegué a conocer a los limpiadores de las oficinas de Wall Street, que en ese momento eran todos dominicanos y que trabajaban en esos edificios enormes de las compañías aseguradoras. Cuando los demás empleados se iban –porque en ese momento Wall Street no funcionaba las 24 horas– y el edificio parecía vacío, los limpiadores me decían “comamos algo, let’s have lunch”. Le decían lunch aunque fuera medianoche (sonríe). Y me mostraron el interior de uno de esos grandes edificios, donde funcionaban empresas como Goldman Sachs. Fue entonces que caí en la cuenta de que había gente de muchísimas nacionalidades trabajando ahí, y aprendí muchas cosas sobre la globalización. Muchas grandes empresas se habían ido de la ciudad, pero cuando en 1980 arranca la privatización y la desregulación, una empresa que quiere trabajar en siete o 20 países distintos, con regulaciones específicas de cada país, cae en la cuenta de que va a necesitar expertos en leyes, expertos en inversión… Y eso es lo que van a buscar en cada lugar donde operen, sea París, Londres, Tokio o Frankfurt: gente muy inteligente, muy formada. Ése es el nuevo sector económico y el motivo por el cual el espacio urbano de los centros se ha vuelto muy valioso.
FP: ¿Por qué?
SS: Muchos especialistas decían “con lo digital, lo físico ya no importa”. Y yo decía: no, cuando necesitás expertise sobre las preferencias de negocios de los mongolianos o sobre las leyes argentinas para hacer negocios con el campo, ahí necesitás a la ciudad otra vez. Y lo que sucede, en términos urbanos, es que ahora en las mismas casas enormes donde antes vivían tres familias de clase modesta ahora pasan a vivir estos jóvenes brillantes. Ese sector lanza una acaparación enorme, de una superficie bastante significativa de esas grandes ciudades, que han expulsado a grupos enteros de gente que antes podía vivir en la ciudad y que ahora se ven obligados a vivir fuera de ella. ¡Hasta a los bomberos echaron!
FP: En la película Duro de Matar, con Bruce Willis, los dueños de los grandes edificios eran los japoneses. ¿Quiénes encabezan hoy el urban takeover de los centros históricos?
SS: Hoy serían los chinos. Son muy internacionales: inversores y desarrolladores a la vez, lanzaron un tren de cargas que va de Beijing a Londres… En fin, tienen su propia manera de hacerlo.
FP: Durante mucho tiempo, cuando uno imaginaba cómo es que se expulsa a ciertos grupos de las ciudades, se pensaba en familias con dinero que llegan a un determinado barrio y que hacen que los precios de los alquileres suban tanto que los residentes originales se ven obligados a mudarse. Sin embargo, usted asegura que la ahora tendencia es la de grandes empresas que compran oficinas solo para tenerlas.
SS: La clave está en el desarrollo de la matemática algorítmica. A diferencia de la macroeconomía, que es una cosa cerrada, el algoritmo es abierto. Es otra instancia, donde la inteligencia funciona a un nivel distinto de cómo funcionaba hasta la década del ochenta. Antes había una inteligencia más rutinizada, la habilidad de ver pequeñas cosas que se podían cambiar. Ahora, lo que vos ves –en este caso, el edificio– ya no es el resultado de algún proceso económico, sino el efecto de una modalidad que no se ve. Hay que entender esa conexión. Es una modalidad tan extractiva que me siento inclinada a diferenciarla de lo económico, porque llamarlo “economía” no nos ayuda a entenderlo. Son lógicas extractivas, como la minería o las plantaciones, pero mientras aquellas son un extractivismo visible, esto entra en otra lógica.
FP: ¿Cuáles serán las consecuencias de esto en el futuro inmediato?
SS: Las ciudades han pasado por épocas en las que crecieron y se volvieron poderosas, y luego por otras donde perdieron ese poder. Ninguna etapa dura para siempre. En este momento lo que veo es una especie de grabbing (extracción) fenomenal, que también va a encontrar sus límites. Esto que cuento de los edificios vacíos es un fenómeno nuevo. Se compran edificios para tener control sobre la tierra. ¡No es el edificio lo que importa, es el terreno! Lo que marca este momento es la capacidad de generar una transformación profunda pero a la vez invisible. Hay algo muy abstracto en juego, eso es lo que lo diferencia de otras etapas. Eventualmente lo vamos a entender. La pregunta para mí es: ¿qué sigue? They may have done New York, they may have done London… pero quedan muchas otras ciudades. En Milán, por ejemplo, también está pasando. Hago mucho hincapié en el hecho de que por ahora son pocos los edificios, es una selección. Pero quién sabe…
FP: ¿Cuál es el rol de quienes están en el campo de los estudios urbanos?
SS: Hay dos niveles. Un caso es lo que se observa en lugares como Londres: los planes son muy buenos, los urban planners están siempre trabajando para cuidar el espacio público, es impresionante. No se puede decir lo mismo de New York, donde no hay recursos ni hay cultura de proteger lo público.
FP: ¿Y en América Latina?
SS: Depende. Chile, por ejemplo, es un país que ahora se siente orgulloso de ser como Norteamérica. Pero hay dos maneras de embellecer a la ciudad: una es esta, con edificios lindos que existen en un mundo de riquezas. Otra es hacer foco en el espacio público, el transporte… Aunque también sabemos que muchos de los espacios que creemos públicos son en realidad privados.
FP: Como los parques de oficinas.
SS: Exacto, es parte de un arreglo donde a la larga ganan los privados: “yo construyo este lindo edificio pero a cambio me das todo este espacio público”. ¿Sabías, por ejemplo, que todas las calles de Potsdamer Platz, en Berlín, son privadas? Son nuevas modalidades.
FP: ¿No están muy debilitados los estados latinoamericanos como para resistir estos urban takeovers?
SS: Si, sobre todo porque por ahora es un fenómeno muy específico, que involucra sólo algunos grandes edificios. Es una tendencia un poco invisible, y la mayoría de los analistas, ya sean del gobierno o del sector privado, no parecen estar al tanto de esta modalidad, de la misma manera que nunca entendieron que las hipotecas subprime no eran un instrumento para ayudar a las familias modestas a tener una casa propia. A través de la matemática algorítmica generás la posibilidad de llevar a cabo una transformación profunda e invisible. Lo que ves es la casita. Pero lo que está sucediendo es que millones de casitas están funcionando, a un nivel muy abstracto, como “assets” (activos).
FP: ¿Cree que existe la gentrificación en América Latina? Ernesto López-Morales, Hyun Bang Shin y Loretta Lees aseguran que las ciudades latinoamericanas están viendo procesos simultáneos de reinversión en sus centros históricos. Pero otros, como Marcelo Corti, aseguran que este fenómeno se limita, por ahora, a unos pocos barrios bien ubicados.
SS: No conozco los datos para todas las grandes ciudades en América Latina, pero te puedo asegurar que lo que está sí ocurriendo, efectivamente, es una financialización de estas ciudades [N.de la R.: el avance de los intereses financieros por sobre los no-financieros]. En cualquier lugar del mundo donde esté dando una conferencia sobre estos temas, una o dos personas vienen a decirme que esto también está pasando en su ciudad. Es algo que se da en muchas grandes urbes.
FP: Argentina concentra casi el 40 por ciento de su población en Buenos Aires y su área metropolitana. El hecho de que hoy se haya consolidado como una ciudad global, interconectada con otros grandes centros urbanos, ¿no complica los planes de descentralizar el país?
SS: En efecto, eso es lo que está pasando en tantas grandes ciudades: crecen y crecen, con grandes edificios verticales –porque a menudo no hay espacio abierto– y toda una nueva economía de lujo para responder a la demanda por negocios, spas, todo lo que los nuevos ricos “necesitan”. La ironía es que esta nueva fase se lanza en un momento en el que las grandes ciudades –Nueva York, París, Londres, probablemente Buenos Aires– se han vuelto pobres, porque muchos grandes actores se retiraron de ellas, o al menos parece que no necesitan de una gran ciudad.
FP: Sé que estuvo muy poco tiempo en Buenos Aires. Pero quería saber qué impresión tuvo de la ciudad, siendo que hace años que no venía.
SS: Viví en Buenos Aires durante algunas dictaduras terribles, horrendas… [N. de la R.: Sassen llegó a la Argentina en 1951 y pasó parte de su infancia y adolescencia en Argentina] pero ahora me encanta. Tiene esa misma energía maravillosa que recuerdo que tenía cuando no estaba bajo una dictadura. ¡Es una gran ciudad! Claro que, como todas, tiene demasiada desigualdad, demasiada injusticia social.
SS x FP
Federico Poore es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA). Comenzó su carrera como redactor de Política de Página/12. Fue editor de Política de la revista Debate y editor de Política y Economía del Buenos Aires Herald. Actualmente colabora con el sitio Chequeado y las revistas Information Technology y Noticias. Escribió junto a Ramón Indart El poder del juego: el gran negocio de la política argentina (Aguilar).
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