Nuestra ciudad tenía todo lo necesario para ser vivible, pero la interpretación demasiado literal de una consigna urbanística y el afán de lucro de sus granjeros la convirtieron en un infierno del que esperamos salir en breve, no bien el Concejo apruebe el nuevo plan estratégico.
Hace unos años, una ONG de empoderamiento ciudadano y el Banco Intercontinental de Fomento organizaron en la capital estadual un Congreso de Desarrollo Sostenible y Buenas Prácticas. Representando a nuestra ciudad fueron el Alcalde, dos ediles (uno oficialista, otra opositora), la Secretaria de Obras Públicas y el Defensor del Pueblo. Volvieron fascinados con un concepto innovador, la ciudad de los 15 minutos. La ciudad donde todo lo necesario para vivir, las tiendas de abarrotes, las casas de vestimenta, el bazar, la biblioteca, las escuelas, la cultura en sus variopintas formas, los templos, los hospitales, los gimnasios, las oficinas públicas, los consulados, el parvulario, el estadio, la comisaría, los bares, las cantinas, la discoteca, los baños públicos, los hoteles y hosterías, el teatro, los cines, el tanatorio, las universidades, las delegaciones regionales y microrregionales, las proveedurías deportivas, el camping, el darwinion, las plazas, el parque regional, el balneario, en fin, todo lo necesario para vivir se encuentra en un radio de quince minutos alrededor de la vivienda de cada persona. El conferencista que les presentó la idea les confirmo en una charla aparte, al día siguiente, en el refectorio, entre el desayuno y la primera conferencia, que por su escala y características la nuestra era una urbe especialmente adecuada para desarrollar una versión propia de esa ciudad de los quince minutos.
Hace unos años, una ONG de empoderamiento ciudadano y el Banco Intercontinental de Fomento organizaron en la capital estadual un Congreso de Desarrollo Sostenible y Buenas Prácticas.
De inmediato pusimos el proyecto en marcha. Un cuerpo de voluntarios comenzó a recorrer la trama de nuestra ciudad de uno a otro de sus bien marcados confines. La relojería de enfrente de la plaza, comercio señero de la ciudad, prestó unos modernos cronómetros y la Coca Cola donó aguas minerales para calmar la sed del cuerpo de voluntariado cívico, un grupo de hombres y mujeres de diversas edades que caminaron por todo el damero tomando los tiempos precisos de sus recorridos ininterrumpidos. Las caminatas se hicieron en diversos horarios de diversos días, con distintas temperaturas ambiente y variadas situaciones de sol, lluvia y viento.
Los resultados nos cayeron como un baldazo de agua fría. La decepción ganó nuestra ciudad cuando conocimos los tiempos que llevaba caminar del cementerio del norte al balneario sur, 11 minutos 43 segundos, y del hospital del este al parque regional del oeste, trece minutos y medio. Un recorrido en zigzag, aprovechando como hipotenusas las diagonales de las plazas y el baldío vecino a la terminal rodoviaria, demoraba 18 minutos y 23 segundos. Estábamos lejos de garantizar el ideal de 15 minutos para cualquier otro recorrido urbano, ni siquiera con una alternativa que se desechó por tramposa: dar la vuelta a la manzana las veces necesarias para completar el tiempo justo necesario, los 900 segundos recomendados por el conferencista que había cautivado a nuestra delegación.
Buscamos soluciones contundentes. Se expropiaron y demolieron tres manzanas para hacer más expedita la caminata diagonal. Ocupamos calles y avenidas en sentido longitudinal y transversal para demorar esos trayectos. Talamos los jacarandáes de la plaza principal para relocalizar el Colegio de Niñas, que había sido uno de los edificios demolidos. Todo esfuerzo fue inútil; todos los gastos, un mazazo al presupuesto comunal. 14:43, 16:14, 12:59, 13:48, 17:24… todas las combinaciones posibles entre 12 y 19 minutos, sin dar nunca en el clavo de los 15 minutos precisos y sostenibles (liveable, había dicho el conferencista que sedujo a nuestras autoridades y a todo el pueblo a través de su relato).
A grandes males, grandes remedios, dijo el Alcalde en una de sus reconocidas intuiciones. Ampliemos la ciudad en las cuatro direcciones cardinales y llevémosla a un cuadrado perfecto de 15 por 15 minutos en caminata crucero. Nuestro Lord mayor no contaba con la codicia de los granjeros. Alegaron que no venderían solo las franjas necesarias para el cuadrado cronológico pretendido por el Alcalde, porque eso dejaría sus chacras de una superficie no apta para la explotación frutihortícola. Todo o nada, se plantaron, y obligaron al ayuntamiento a comprarles hectáreas innecesarias que, como no pudieron pagarse con fondos comunales, se aceptó permanecieran de propiedad de los granjeros. Al tiempo, llevaba entre 40 y 50 minutos recorrer de una punta a otra una ciudad rodeada de lotes vacíos con alguna casita ocasionalmente localizada en un antiguo tambo o una plantación de tomates. El banco municipal quebró pocos meses antes de festejar su bicentenario: no resistió la falta de pago de los créditos otorgados a vecinos expropiados por las sucesivas operaciones de reconversión a la nueva doctrina urbanística. Los precios de los alimentos subieron escandalosamente por la necesidad de traerlos de otros Estados, ante la súbita conversión de nuestro antiguo cinturón verde productivo en loteos y urbanizaciones privadas. La campaña por la reelección del Alcalde culminó con una marcha a pie de 15 minutos entre el nuevo hospital materno y el asilo de niños expósitos, con la consigna “Vamos por buen camino”. Ganó la oposición, con un candidato que se impuso en la interna a la edil que había ido al Congreso.
A grandes males, grandes remedios, dijo el Alcalde en una de sus reconocidas intuiciones. Ampliemos la ciudad en las cuatro direcciones cardinales y llevémosla a un cuadrado perfecto de 15 por 15 minutos en caminata crucero.
La Asociación de Granjeros donó a la Alcaldía un plan estratégico confeccionado por un consultor anteriormente vinculado a la ONG de los 15 minutos. La solución propuesta parece razonable: densificar la ciudad para permitir la cercanía y mezcla de usos en los actualmente desiertos loteos de la periferia. El plan prevé una población 8 veces mayor a la que tenemos actualmente (algo disminuida, hay que decirlo, por una notoria tendencia a la emigración que coincidió con la primavera quinceminutista). Confiamos en que los atractivos de nuestra ciudad serán más que suficientes para atraer inversores y pobladores, en el orden que las circunstancias permitan. Ya hay planes para desarrollos sustentables de 15 a 20 pisos de altura en enclaves autónomos y para una nueva expansión sobre tierras rurales, donde esperamos alojar a los obreros de la construcción que llegarán ni bien empiecen las obras. El plan se discutirá el mes que viene en el Concejo y parece haber consenso para su aprobación.
CR
Carmelo Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la prestación de servicios administrativos a la producción del hábitat. Dilettante y estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política. De su autoría, ver Proyecto Mitzuoda (c/Verónicka Ruiz) y sus notas en números anteriores de café de las ciudades, como por ejemplo Urbanofobias (I), El Muro de La Horqueta (c/ Lucila Martínez A.), Turín y la Mole, Elefante Blanco, Sídney, lo mejor de ambos mundos, Clásico y Pompidou (c/Carola Inés Posic), México ´70, Roma, Quevedo y Piranesi, La amistad ferroviaria, Entente Cordiale, La ilusión cartográfica, Geográfica y geométrica, El maceterismo, enfermedad infantil del urbanismo táctico y La pulsión chiquitista. Es uno de los autores de Cien Cafés.
Sobre el tema, ver también Las promesas de la ciudad de los 15’. Una mirada desde el Sur-Sur, de Artemio Abba en nuestro número 192.