“El centro del pueblo era también igual al de otros pueblos, con la plaza central, la iglesia y la municipalidad, la calle peatonal con las tiendas y casas de música y los bazares. Y esa monotonía, esa repetición interminable, era lo que seguramente le gustaba a los que no vivían allí”.
Ricardo Piglia, Blanco Nocturno
Resulta fácil ser irónico con la nota que la revista dominical de La Nación le dedicó el pasado 30 de enero a “los que se van a vivir al campo”: “más oportunidades, vocación, cambio de vida. Cada vez son más los jóvenes profesionales que dejan atrás la gran ciudad y echan raíces lejos del ruido”. Chicos rubios y conectados, familias tipo, cero glifosato, cero conflictos… ¿Cómo ser tan cruel de decirles que la población rural excluida sigue engrosando las periferias de las grandes ciudades (ya no solamente Buenos Aires, Córdoba y Rosario, sino también las capitales de provincia y los centros intermedios regionales)? ¿Cómo decirles que “el campo” ya no está en condiciones de albergar a la categoría demográfica “población rural dispersa”? ¿Que en otras palabras, “ya no quedan gauchos en la pampa…?
De todos modos, la nota aporta a un debate que comienza a formularse en la Argentina y que con toda seguridad recorrerá está década que comienza: la conformación del territorio y la búsqueda de un nuevo equilibrio entre ciudades y regiones. La cuestión del territorio, que en la primera mitad del siglo XX contrapuso (como analizara Adrian Gorelik en Miradas sobre Buenos Aires) las visiones territoriales de Ezequiel Martínez Estrada (“hicimos una gran ciudad porque no nos animamos a hacer un gran país“) y su contraparte Bernardo Canal Feijoó (teórico de las “dos ciudades” argentinas, la mediterránea concéntrica y la excéntrica litoral); la que antes exploraron el Facundo de Sarmiento y, en otra clave, el Martín Fierro de Hernández.
Esta cuestión territorial reaparece ahora en la literatura. La más reciente novela de Ricardo Piglia, Blanco Nocturno, incorpora elementos propios de un análisis territorial referido a un pueblo de la provincia de Buenos Aires en la tumultuosa frontera temporal ´60/´70. Me parece tentador cotejar este ejercicio de Piglia con el que plantea La ocasión, novela de 1997 de Juan José Saer, en un período que coincide con el origen de la conformación territorial de la pampa húmeda argentina.
El protagonista de la novela de Saer es un mentalista italiano, A. Bianco, que arriba a Buenos Aires tras un enojoso episodio con la “camarilla positivista” de París; ha conseguido unas tierras a cambio de convencer a una muchedumbre de campesinos de hacer la América en las pampas (y con ellos llega en el mismo barco). Al llegar entabla relación con un médico, Antonio Garay López, y en la charla descubren que sus propiedades son vecinas en la provincia de Santa Fe (el joven resulta ser heredero de las familias fundadoras). La pampa lo impresiona: “la extensión chata, sin accidentes, que lo rodea, gris como el cielo de finales de agosto, representa mejor que ningún otro lugar el vacío uniforme, el espacio despojado de la fosforescencia abigarrada que mandan los sentidos, la tierra de nadie transparente en el interior de la cabeza en la que silogismos estrictos y callados, claros, se concatenan”.
Bianco conoce allí a una muchacha, Gina, con quien se casa; de una mirada que sorprende entre su joven esposa y Garay López nace una sospecha que lo obsesiona, relacionada a la paternidad de su futuro hijo. Los inmigrantes llegan a Santa Fe; terratenientes como Juan, hermano de Garay López, los persiguen. Algunos, como un calabrés que llegó en el barco con Bianco, solo intentan vender su fuerza de trabajo.
La peste llega a Santa Fe y arrasa con su población urbana. Garay López muere convencido de haber sido el responsable de la epidemia. Bianco huye a su rancho campestre con su mujer y se entrevista con Juan. “Como amigo era mejor Antonio, pero como socio, éste parece más apropiado”, ironiza Gina, mientras Bianco “recupera” su habilidad de proyectar el futuro: “No solamente va a aceptar ser mi socio sino también mi primer cliente, y a partir de esta tarde les enseñará a esos gauchos asesinos a fabricar ladrillos y por primera vez en su vida será capaz de ver un poco más allá de su absurda fijación monomaníaca con el ganado, aceptando que los miles y miles de extranjeros que están llegando al país puedan sembrar un poco de trigo en el borde de sus campos; en sus propios campos si la ocasión se presenta; y en lugar de ir a quemar estúpidamente las cosechas terminará por aprender que es mucho mejor comprarlas a bajo precio, acopiarlas en el puerto de la ciudad y venderlas diez veces más caras en el mercado europeo”. El calabrés, mientras tanto, fracasa hasta en obtener la bendición de Waldo, un niño milagrero nacido de generaciones de campesinas violadas.
“La tierra no debe cambiar de mano, la tierra es lo único que vale”.
Ricardo Piglia, Blanco Nocturno
Un siglo después y algunos centenares de kilómetros al sur, en el inconcebible interior bonaerense, ocurren los hechos de Blanco Nocturno. Hay al principio un crimen y un personaje mezcla de epistemólogo y Sherlock Holmes pampeano, el comisario Croce, que termina traicionado por su Watson; luego se lucen unas gemelas fatales, las Belladona, y el alter ego de Piglia, el periodista Emilio Renzi que viene a cubrir la noticia para el diario El Mundo. La clave de la investigación está en la Fábrica, un monstruo moribundo que anticipa la debacle industrial promovida por la dictadura del ´76. Allí se refugia Luca Belladona, hermano de las mellizas, dispuesto a pelear la cíclica lucha de industrialistas contra estancieros (aquí ganaron los del Sur, diría Jauretche). El siniestro fiscal Cueto tiene otros intereses, que incluyen el encubrimiento de una evasión fiscal y el reciclaje de la Fábrica en un shopping avant la lettre (“la especulación inmobiliaria”, denuncia Croce desde el manicomio). “La pampa estaba cambiando para siempre, las maquinarias eran cada vez más complejas, los extranjeros compraban tierras, los estancieros mandaban sus ganancias a la isla de Manhattan”. Un inocente paga las conjuras ajenas. Un nuevo ciclo de acumulación de ganancias se proyecta sobre la pradera de 60.000.000 de hectáreas y medio metro de humus (“los que hablan de conciliación y de diálogo son siempre los que ya tienen la sartén por el mango, esa es la verdad”).
MC
La ocasión, Juan Jose Saer, Seix Barral, 1997, Buenos Aires, 253 páginas, ISBN: 950731167X
Blanco nocturno, Ricardo Piglia,Anagrama,Colección Narrativas Hispanicas, Madrid,304 pags. 14 x 22 cm. ISBN:9788433972156
Sobre Juan José Saer ver también en café de las ciudades la presentación del número 33 y:
Número 40 | Cultura de las ciudades (II)
El territorio como instrumento de la filosofía | La Grande, de Saer, entre la mirada y el conocimiento. | Marcelo Corti
De la lectura de Blanco Nocturno surgió también la publicación de Una producción solidaria y eficiente, Fragmento de Campos, fábricas y talleres (a partir de Piglia), por Piotr Kropotkin, en el número 99 de café de las ciudades.